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viernes, 12 de mayo de 2017

Teoría de los factores






El factor

Cinco años caminando para llegar al mismo
punto de partida
(siempre sucede igual, siempre es lo mismo
aunque no queramos
aprenderlo)
Lo mismo por abajo que por arriba.
Como decía Virgilio, como decía Fermín, como decía mi padre. La clave está en los árboles.
Me inventé la teoría de los pozos artesianos. Los versos de mis poemas y de mis fotografías me llevaron a ellos. Después Proust me la confirmó, aunque él, tan arraigado a la concepción del tiempo horizontal (na-rra-ba) no pudo ver la transparencia del suelo. Fue Afrodita la que me lo señaló. Ése, ésa es la costra dura de la nomenclatura, baila sobre ella, tú tan terrenal y tan saturnal siempre. Sin saberlo era lo que hacía, romper, clavar la pica, la broca con punta de diamante después. Emergía el agua, surtía con toda la verdad infraterrena elevada a la estratosfera de lo sublime dejando atrás la forma en el límite preciso, en el eje de la simetría.
Había que darle forma a ese agua. Que sobre la costra pudiera servir para algo. Instalar las tuberías, las fuentes, los grifos, adaptar lo inadaptable para que todos los árboles pudieran ser regados.
Adaptar a la costra.
Mi error.

A ellos vuelvo y en ellos estoy. El tronco y la raíz troncal. El límite preciso en que arranca el árbol hasta el cielo, el límite del horizonte que sólo un árbol a contraluz es capaz de quebrar.
Llegó el flujo ya dado. El suelo se transparenta —necesito cristales, necesito espejos para recoger la luz—, las sombras siempre son oblicuas u ocultas, como la del mediodía, que se introduce en la tierra hasta fundir el árbol de arriba con el árbol de debajo. Cuando menos vemos. La costra aparece más opaca, más refractaria a la luz, cuando ella más ilumina. Paradoja.
El árbol como el libro abierto de lo que ES. El árbol como verdad, no como mito. Lo tenía delante de los ojos.
Ahora ya, lo veo.
Afrodita nos ofrece el árbol —el poeta. La naturaleza — para que podamos descubrir nuestro por hacer. En el principio no me acompañó el poeta, pero sí lo hicieron los árboles, las encinas. Siempre estuvieron allí. Las guardas como ángeles, las guardas del libro que hay que escribir, las guardas del bosque de pozos artesianos construidos.
Ahora camino sobre un suelo transparente. Hasta me asaltan los arrecifes de coral que rodean la parte sumergida de la isla (desde Suroeste partí), los peces de colores volando por el agua. Los peces voladores en líquido cielo. Las aves submarinas. Y el sol, Los rayos de sol iluminando el campo sumergido, Nosotros buceando entre los troncos de las encinas, ese sueño que logré transcribir hace tantos años. Siempre el sol dando y quitando
luz o no
como cuando
la luz
no llega y llega
el nocturno.

El poeta escarba y, escarbando, hace caer el cielo.
La evidencia de lo invisible.
No vivimos bajo tierra.
En rima el cielo con el infierno.
Colofón.
Nace el surtidor hasta en la tecné del libro.
No puedo escapar. No quiero escapar.
Vivo y muero. Vive.
El amor es el motor.
El que mueve.
El factor.
El que hace.

(De "La clave está en los árboles")

miércoles, 5 de agosto de 2015

Existes luego soy

Existes luego soy

Nunca busqué la soledad. Me sobrevino impuesta como un manto de agua sucia sobre mis hombros: a la vez que disturbaba mi sentido de lo natural, lo lógico, si se quiere, me calentaba. El limo, no obstante, favorece la fermentación, y de esta, siempre llega el calor que fructifica.
La vida, ¿desde una soledad? ¿Desde la soledad?
Impensable, o al menos incapaz yo de continuar por ese silogismo. La vida solo es favorecida por la comunión, común-unión. Mínimo se necesitan dos células para que estas unidas se multipliquen en otras muy distintas. La sinergia.
La soledad íntima, impuesta o no, no es tal. El instinto, la naturaleza básica del ser humano busca el interlocutor. Fabrica el doble para poder seguir viviendo, pensando, reflexionando. Es la prueba evidente de que la naturaleza humana, aun partiendo del individuo como unidad básica, es entera y eminentemente social. Sin el otro, le será imposible tener conciencia de sí mismo.
Todo lo contrario al cogito ergo sum, ¿todo lo contrario? ¿Es posible pensar sin lo externo? Naturalmente no.

Tu click en la publicidad que aparece bajo esta entrada me alimenta. Gracias.

domingo, 12 de julio de 2015

Un sueño


Un sueño

No es que no crea en el azar, pero tanto como puedo creer en el orden, en el patrón, eso a lo que nos amarramos para no sentirnos desprotegidos, simples categorías en las visiones humanas, por muy ciertas a simple vista (¿de quién, de qué?) que resulten las repeticiones naturales que interpretamos como síntomas de orden.

Creo que solo las matemáticas tienen la solución para el conflicto entre el azar y el orden, el caos y la repetición, y yo no soy experta en ellas.

Dos simples lecturas de este verano me ofrecen certera solución. En ambos observo las mismas reflexiones aunque reflejen pensamientos con siglos e distancia: la dificultad del ser humano para establecer el nexo entre el azar y lo ordenado, lo previsto.

Al final va a resultar que todas las religiones, todas las corrientes filosóficas, todas las epistemologías solo han intentado, casi sin pretenderlo, intentar abarcar, comprender, asumir, analizar la relación entre una prelación y otra.

Reconozco que cuando oigo a Demócrito cierta paz se apodera de mí. Siempre he caminado entre él y la entidad inamovible de Parménides (mi primer amor). Yo también siempre he buscado la solución al conflicto. Y desde luego no la he hallado.

Lo que sí he hallado es una explicación para mi aversión hacia las expresiones "buena o mala suerte", entendiendo suerte como sinónimo de azar. Atribuir adjetivo cualitativo, no ya digamos moral, a algo sobre lo que no sabemos ni existe me parece ya de arrogancia humana de juzgado de guardia.
Y lo peor es que aún la mayoría de humanos se rigen por ellos, sobre todo los ateos. Esos que se dicen ateos.

Creen en un dios que ni siquiera se manifiesta medio consecuentemente.

Yo creo en la lógica, en la analítica, en la capacidad humana racional y reflexiva y creo en su capacidad emocional e intuitiva, pero sobre todo creo en nuestras limitaciones. No somos dioses. Aunque nada nos está vedado.

Al final, llego al principio de lo que motivó este blog: la voluntad humana como ente sintetizador de todas sus capacidades, incluida su limitación.

El sueño convence y vence. Este sí lo asumo como el regalo de los dioses. Sepamos administrarlo.
No somos inhumanos.

miércoles, 17 de junio de 2015

Pesadilla eterna

La atraigo o formo parte de ella? De qué sirve el arte si solo anuncia males y, encima, no sabemos leer sus vaticinios. Por qué hacerlo? Por qué emana. El arte y la poética como lo màs inhumano y frío con lo que el artista puede toparse. Su creación solo es él mismo cuando ya no tiene remedio.
Otros leeràn. Otros bien situados en la costra dura de la nomenclatura seràn los beneficiarios del acto de amor que implica poner las cartas encima de la mesa. Cada obra de arte comporta un suicidio. Cada acto de amor siempre inentendibles para la mayoría de los mortales.
Y así seguimos. Y así le va a la humanidad. Y así deseo bajarme de la existencia. Por amor.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Feliz año de la niña bonita, feliz 2015

No es que sea amante de la numerología ni de asuntos esotéricos, al menos como comúnmente entendemos este vocablo, pero reconozco que el 15, me puede. Es un número tan bonito que hasta el refranero lo advierte: el de la niña bonita. No sé de dónde llegará la expresión, pero resulta cierto que con tan solo verlo plasmado en su grafos, ya me hace sonreír. Si a ello le añado que, realmente, en la vida cotidiana, este año comenzará entre mis seres queridos y yo misma con una perspectiva gozosa, reconozco que tengo motivos para homenajearlo como merece. Número que hace sonreír, niña bonita que veo... No, no despido al 2014 con rencor. Pobre mío. Solo es un año. La medida con la que los humanos fragmentamos el devenir. Hoy intento acoplarme a estas manías de la costra dura de la nomenclatura y celebrar la despedida de un año viejo y la entrada de un año nuevo. Desde aquí, desde donde siempre, mi sitio, y desde él necesito expresar mis mejores deseos para todos los lectores de este blog.
Hace tanto frío que hasta las piedras cantan, lo cual no es mala cosa. Ellas con sus quejidos afinados por la dureza de sus carnes emiten música que calienta, si no el aire, al menos el ánimo que nos habita.
Que el 2015 os llene de cosas buenas, queridos amigos. Simple y llanamente.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Son-ethos para hermanos

Sin arte ni parte y colmada de sueño, busqué aquel antiguo poema, así, me vi impelida a buscarlo para poder leerlo de nuevo. ¿Qué diferencia existe entre los que escriben "para uno mismo" y los que escriben para los demás, entre los que escriben por alguna razón y los que escriben "porque sí"? Por qué nos empeñamos en distinguir tanto, cuando el único motivo real es que se escribe porque se desea y necesita registrar, porque e-xac-ta-mente, la civilización no habría podido desarrollarse sin ese impulso que desenvolviera el que por primera vez arañó la dura superficie de una roca con otra piedra, por ejemplo, acompañado por la intención de "decir" algo. Es la escritura, la huella, el registro, lo que nos permite liberar a nuestra mente del ejercicio de recordar de memoria, así como el de asegurarnos de que lo "querido decir" (este camino, no el otro, aquí hay un cagadero de gacelas, en este sitio ilumina el sol cuando el bisonte se acerca a pastar) per-dura, en definitiva, la consciencia de la existencia de un futuro, bien en el que no estemos nosotros, bien en el que sí vivamos.

Quizás, el acto de la escritura demuestra la inmanente conciencia colectiva que en toda conciencia individual se aloja. Por muy lejos psíquicamente que nos quede, a menos que se raspa la superficie de nuestro propio yo, aparece el otro, porque sin ese espejo el ser humano está literalmente incapacitado para reconocerse a sí mismo. Quizás el acto de la escritura, a través de cualquier medio o signo, es el más implícito acto de conciencia colectiva, y por tanto, ultraísta, que el ser humano haya sido capaz de desarrollar.

Hasta nos permite convertirnos en "el otro" en el acto de leernos, es decir, reintegrarnos en nuestra propia conciencia de especie social.

(Dejo aquí el poema que fui buscando. De camino, he reparado en lo posible el blog donde expuse ese pequeño poemario que, sin él saberlo, ni yo, inició toda la etapa poética que hasta este mismo año he desarrollado. Así que ya queda abierto de nuevo para todo aquella persona que desee leerlo.)

Para leer el poemario completo (20 sonetos), picar AQUÍ

XII

SONETO DEL HERMANO

En la lejana ribera del tiempo,
curva, encuentro el perfil que sostiene
tu melancolía terca y rebelde,
con dolor entre las yerbas, sin freno.

Como un parásito del tronco ileso
asciende en columna por estas sienes
que asimilan, que asumen y comprenden
que las ausencias abarcan al negro.

El negro del error con el contrario
a la vereda, negro de la terna
equivocada, del negro primario

de tu negación inane y serena
nace el agujero negro incendiario
de aquella callada orfandad paterna.










martes, 16 de diciembre de 2014

Lamento del despoesido

(Otro de "El muriente")

Lamento del despoesido

he tenido delante a la pelirroja espera,
mas esquivé sus verdes manos
y afilé mis hombros lomando peñas.
Ahora surco camino de las nieves,
ahora descubro cuán pesada losa
mi gravedad de hombre
sin plumas y sin mi garganta
fue.

El hielo tatúa oleosos fríos
en mis antebrazos, me brota
loctite entre los párpados
del hipotálamo sin meninges
ya ni bola de cristal

para adivinar,
—aunque-sólo-fuera—
que el sol que me devuelve
inundaba el día
porque en mi saliva se posó
la imperfecta rosa roja.

Este lamento que desdoblo al aire
encaja el terco objetivo en mi frente:
yo no puedo verme. Beber
del deleite le fue dado
a mi boca seca y hueca,
la osa cavó la cueva,
pero el agujero negro
rebosó en la espesa mesura
de mis células, fotovoltaicas
con que sólo hubiera corrido
el pestillo:
abrir los verticales miembros,
cerrar la horizontal
a tanta bombilla de bajo consumo
de mí mismo.

Se me despeinan los codos,
se me enmuñonan las rodillas,
se me esfuma el bajovientre,
mano tanto velo inerte y denso,
tanto humo plomo a lomos
de esta mañana espalda
que doblo y vierto hoy
con fauces lágrimas
que me engullen.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Mis líos poéticos y editoriales y El orbe (post introducción de El muriente)

Entre "Suroeste", que saldrá publicado (d.m.) creo que a finales de Enero del 2015 en Ediciones En huida, y "Los parasoles de Afrodita" que salieron en Agosto de 2013 (Baile del sol), se me han quedado huérfanos cuatro poemarios. Nueva Biología, que es el hijo de la Afrodita célibe de su inmediatamente anterior, sufrió las consecuencias, por una parte, de mi carácter, y por otra, de la mala gestión de la editora donde iba a salir en Diciembre del año pasado. Me decidiré a autopublicármelo en cuanto las condiciones económicas me lo permitan. De alguna forma tengo ya resuelto ese paso que debo darle o favorecerle. Lo que me quema ahora mismo es qué voy a hacer con los tres poemarios siguientes, esos tres que conforman una trilogía "El hombre cuadrado". Son poemarios metálicos y percutivos, son poemarios de una mente tratando de dar con la clave de este mundo, de esta civilización occidental. Con ellos fui desarrollando una teoría del Arte, me digo, pero en el fondo creo que solo desarrollo una teoría del hombre que a mí al menos pudiera servirme, esa que tantas veces nombro con el título de La costra dura de la nomenclatura, teoría no apreciable en los poemarios en sí, teoría que algún día quisiera poder desarrollar, o explicar, mediante un pequeño ensayito, mediante el lenguaje del discurso (prosa) y no el cursal (poesía).
El primero de la trilogía se titula "El muriente". El nombre ya lo aviso en el poemario que le precede, "Nueva Biología". Lo extraje de  una "firma" de correo de mi hijo: "Ad occidentem versus", del latín "Vuelto hacia el que muere". Me recuerdo entusiasmada cuando consultando con él el cómo podría traducirse, traspasarse la palabra "occidente". Cuando me contestó que por el muriente, no lo dudé loquísima de contenta, era la suya, la que necesitaba para ese poemario que acaba de comenzar a pergeñar.
Iba formando parte del lote de siete poemarios que en enero del año pasado envié a una casi recién creada editorial levantina, Unaria ediciones concretamente. Lamentándolo mucho, me contestaron en Julio diciendo que solo habían valorado "El muriente", pero que no les había gustado. Claro, dije yo, habéis comenzado por el más complicado, complejo hasta para mí que lo escribí, un poemario del que solo destacaron como valioso un poema que yo precisamente quería eliminar, pero eso sí, muy llamativo, porque criticaba las políticas editoriales de determinadas empresas de publicación. En el fondo no me va ese tipo de poesía, resultan solo desahogos momentáneos que poco tienen que ver con el desarrollo de una poética interior que desde mi punto de vista es la que hace posible la escritura de ese lenguaje cursal.
Así que me veo en la tesitura de tener que seguir optando por plantearme sobre este y sus dos siguientes, también el camino de la autopublicación. Como ya he dejado rematado Suroeste, solo a la espera de su prólogo para enviarlo a la editorial y que puedan empezaren a maquetarlo, he vuelto de nuevo a la revisión de esta trilogía.
El muriente comienza con una pequeña introducción de dos poemas en los que solo me presento: Vitálica  y Poética se titulan, y a continuación se desarrolla otra especie de post-introducción que titulo entre paréntesis El orbe. La publico aquí completa. Su misma estructura hasta visual (el editorde blogger no me permite ajustarla en condiciones) creo que puede transmitir lo difícil que me resultó situarme en el lugar de eso que yo llamo "la costra dura de la nomenclatura" (aunque en realidad quien me dio el nombre fue Afrodita en su, digamos,  que lírico y florido poemario, así fue, la diosa del amor y la belleza, PENSANDO), para entendernos, el mundo que llevamos construyendo desde que el hombre es hombre.

(EL ORBE)



el mal del poeta mudo

me sale el mundo
por las orejas



El duro frío
Amargura… Como la tierra dura.


Comparto con el ruido y con la escarcha
aquello que los hizo inmóviles. La mudez.
El eco no se levanta delante
de mis ojos. Lo sustantivo adquiere
nombre de sí: Lázaro, ¿por qué no andas?

Traspaso este canal de tierra invertida,
las raíces ancladas
a las nubes, la espiga
navega el suelo frío,
las piedras castañean
tu nombre entre mis dientes.



recuerdo

D
Es-plazar el contenido de este verbo
Para así detenerte en mi frente.



entre fantasmas (domésticas tele-visiones)

una mirada desde el más allá
(a mi padre)

Desde tu fotografía,
desde tan lejos llegas
y tan certero en mi herida clavas
dolor en el hueco de plasma, ya
agua lenta sin ambages,
marea baja.
Aquí bandera o isla
en tu recuerdo,
un soldado en alguna cueva
bajo la manta de piedra
lía un cigarrillo entre sus dedos
mientras yo intento acariciar una mejilla.
¿Con qué tocar lo que nos aleja
si a este arrastre de abandono
añado alguna gota de lluvia desvirgada
(ya con tierra donde engendrar),
morrenas y riachuelos de guijarros
y piedras que avanzan rodando con estrépito?
¿Cuánto habitáculo celeste nos corresponde?

mientras más caminas
hacia delante
más se acerca la memoria
desde atrás

en el borde del precipicio.
Y el mar brota desde la sima.

Se resquebraja aquella lasca
como agrietó mi frente
tu mirada vítrea de soslayo,
de ni un atisbo de tu latido,
que ya no bate.
Suelto y al mar.

Así te fuiste.

El soldado permanece liando su cigarrillo.
Se ahueca la tierra.
Conquistó el alba como conquistó
la bandera en Iwo Jima
tu soldado, corazón, verde
y extracorpóreo corazón.

la(bo)res

(La pala)
En la televisión
en media hora
se ve el final
de la segunda
guerra mundial
en media hora.
Hace 55 años y pico
que murieron 50 (¿por qué no cincuenta y cinco?)
millones de seres humanos
a manos de otros iguales.

(El pico)
1. No sé cómo aún quieres ser letal
para el ser vivo que te mira.
2. No sé cómo aún tienes valor
para cobrar dinero por un poema.
3. No sé cómo no deja paso
la vieja joven a la vieja anciana
en la cola de la caja
del super-mercado.
4. No sé cómo puedes juzgar
sin conocer.
5. No sé cómo puedes no poder
morir.

Hoy pagamos
hasta para morir fueron
dioses efectivamente
fueron ante-pasados
nuestros
lares.



Pala-dares

No hay mundo más amargo
que el que
de nuestras bocas nace.

Orbe

El silencio respira
las tumbas de las sienes.

Me pertenezco hasta donde
tus manos no llegan.
Todo lo demás es asunto tuyo.

En este mapa sin norte ni sur,
la última estación pronuncia
futuro el eterno estío.

Este mundo nace
tras cada pérdida.
Mientras más sabios,
más tristes somos.

Tuneamos esta juerga
que
insomnes nos hace.



Orbe I

Difícil acostarse a descansar.
Déjenme a solas,
soy el tribunal y la mentira,
el fiscal y la memoria,
déjenme a solas descansar
estos hombros inquietos
bajo el frío de la ventana
abierta déjenla a solas.
Mal-decir hasta que los oídos revienten,
el único asomo de duda
que me queda a solas
sin duda se despeja.

Orbe II

Carta reblandecida
sin palabras de vuelta
a estas manos de delantal.
Aquí,
en este tejido de fuerza y escape,
en estos azules cuadros entreverados
con rosadas vetas de carne
está todo lo que nos interesa,
ahí,
en ese bolsillo cabe,
en nuestro pequeño hueco
puro, virgen y casto
bolsillo lleno de nada.

Orbe III

Me seco las manos
sin habérmelas mojado.
El agua fría combate.
La esfinge renació
al frío lo hecho doy
por terminado.

Traban la lengua los dientes
que crecieron
asomados a la espalda.
Este perpetuo socorro
viste camisón de monje
que da lo hecho por terminado.

La calma vacía de preámbulos
y de asociadas huellas
al lento naufragio de la barca
sobre el agua que da
lo hecho porque se ahoga.

Orbe IV

El león y el gato, amerindios,
conforman idea de ventaja,
como si el gato no supiera,
que no sabe pero acierta,
que su boca hace mella
de león en el ratón.
Son universos infranqueables,
dicen. Universos paralelos.

Orbe V

Ando o nado cosiendo
hurtadillas a las palabras.
Se amontonan en el canal
de mi cuello se asoman
al pretil de mi hombro
iluminan con la salvaje
honestidad a contraluz
clavan su mirada, ora,
y oran, en la tela de seda,
mudas de asombro,
ora en el perfil de mi barbilla,
y rezan por
si la detonación batiente
de que su momento llega,
se aviene a la costura,
pronunciando
tejido de mis neuronas.
Se ensimisman esas
prendas del agua
asomadas
a los hipocampos
que traman las hebras.
Recuerdan el mar:
Un oído que brama.

*

martes, 14 de octubre de 2014

Flores y frutos

He visto naranjos con azahar y hasta perales en flor en la tercera estación de este hemisferio norte, pero jamás a la recia encina sucumbiendo a las mieles de un otoño cálido y lluvioso. Estoy segura de que hay quienes achacarán la convivencia de síntomas tan señeros de las dos distintas estaciones al cambio climático, pero a mí no me resultan demasiado extrañas. Quizás porque vivo en un sur. Imágenes como la que pudieron disfrutar mis ojos, y que esta fotografía intenta mostrar, solo me retrotraen a algunos versos/ideas mías. En un mundo esférico, ¿cómo atreverse a señalar diferencias?, ¿qué es norte y qué sur? Solo abstraigo que esta encina vive ajena a los límites, a la costra dura de la nomenclatura. Por suerte ya no podré nombrar las candilejas como tan solo de Abril, ese mes en el tanto siempre "echo de menos". Ahora puedo mostrar la prueba de que Octubre (el Abril del hemisferio sur), es también el mes de la primera, aunque mi cuerpo pise un hemisferio norte.

Flores y frutos en Meridiana claridad

lunes, 21 de abril de 2014

Belleza/Miedo

Contrapongo la belleza al miedo, no a la fealdad. El miedo es lo feo que nos define como especie malhadada y, por ese motivo, el hombre siempre busca la Belleza, que es la esencia (a través de la no mentira de la mentira del Arte), porque desde sus albores, y a pesar de su, se supone, mayoría de edad (¿o quizás estamos en plena infancia?) aún no ha logrado librarse, ni creo que nunca lo haga, de su emoción primera, el miedo. La básica. La impertinente en tiempos de conocimiento bastante amplio como los correspondientes a estos siglos. Fundamentalmente el miedo al otro.
Tanta carácter imprime esta emoción, que probablemente el hombre, la especie, al lograr no sentirlo en un supuesto utopos, dejaría de poder ser llamada humana. Me lo pregunto, ¿es de verdad el miedo lo que realmente define al ser humano? No dejo de encontrarme el sí en cada día, en cada percepción del otro. Solo el miedo, al fin y al cabo, tanto el miedo.
¿Para cuándo la Belleza, la Verdad o la esencia?
Pero entonces, de qué nos alimentaríamos. Necesitamos la búsqueda para poder subsistir. Ella nombra, tan solo nombra, a nuestro alimento.

lunes, 10 de marzo de 2014

Conduzco desnuda



No sé por dónde empezar. Mucho trabajo hecho y acumulado. Vuelvo del campo a la ciudad y no sé qué es peor, si el ruido de la rotaflex de la obra de al lado o el viento frío estampándose en mi alma, si apenas tener conexión para poder compartir lo que hago o disponer de una que me permite estar libre de manos (y hasta de pies). La indecisión solo es producto del miedo. Miedo a salir volando (con el viento), miedo a hacer volar por el mismo miedo de los demás. Trasnochar o no hacerlo, madrugar para servir a dios o al diablo. Al final el trabajo se acumula y la conclusión llega por sí sola. Solo hay que dejar volar a lo que se es, que la luz llegue. Escarbar hasta el mismo centro de la tierra como suelo hacerlo con mis poemas y mis fotografías. Servir a lo verdadero. Me baja la fiebre, y eso que vuelvo al nife, allá donde hasta la más dura piedra se diluye. La severidad solo tiene nombre de cáscara. Yo trabajo por horadar esta costra, la que sirve a la mentira y a nuestros miedos.
Hoy he conducido. El viento era tan fuerte que hacía oscilar la dirección del coche. No he podido evitar pisar hasta 150 km/h (*), aún a riesgo de que el viento me matase. Evito que me aplaste el camión que marchaba a 120 "adelantando" a otro automóvil que iba a 130. Prefiero morir siendo yo que morir bajo la limitación de lo que se engaña a sí mismo. Vivir, sé vivir con todo de lo que los demás intentan disfrazarse. Aunque yo vaya desnuda.

(*)Este blog es de literatura, de poesía. Por supuesto que en un segundo he tenido que ponerme a 150, las condiciones del tráfico así lo exigían. La velocidad de crucero normal hoy en día en una autopista (para un experto conductor, que yo lo soy) es de 130. Y lo que la norma establece, no sobrepasar los 120 km/h. Pero nadie puede hacer nada contra los que ponen en peligro la vida de los demás, y yo he debido intentar salvar la mía (y de camino la de unos cuantos), con conciencia. Solo tengo una. VIVIR, a costa de nadie y procurando el bien de los demás, es nuestro principal deber.

sábado, 25 de enero de 2014

El des-olvido

Mis escritos son poemas, en su mayor parte, no pretendo que nadie los entienda, no están aquí para contar mi vida. Si quisiera hacer eso escribiría en prosa, narrativa, una novela de esas que tanto se venden. Se forrarían editoriales y yo misma, no puede imaginar nadie (casi nadie) hasta qué punto, por datos, circunstancias y dominio de la escritura del relato que poseo. Pero intento en mi vida hacer algo mejor que ganar dinero. Aunque a veces,tantas en mi puñetera vida, pienso si no me estaré equivocando. Ya me lo decía aquel mi mejor amigo de siempre, un tal Fredi, allá por los 19 años: "Sofía, si quieres escribir, dedícate a la novela, que es la que da dinero, olvídate de la puta poesía".
Y yo nunca me he olvidado de ella.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Del Nacimiento (Jorge de Montemayor)

Supongo que para mí la poesía es solo una especie de camino místico (directo al misterio) mucho más allá de la categorización humana sobre creencias religiosas y demás herejías, todas herejías, como todo lo que nombra esta costra dura de la nomenclatura. Para ortodoxa yo y mis puras creencias que no sé de dónde llegan o cómo he llegado a ellas (esto para los torquemadas que se erigen como poderes, es decir, jueces) y que nada tienen que ver con lo que nombran como religiones, gustos y demás razones ético/estéticas (así, como una fracción matemática). Mi dios sí es verdad que es un río sin sombra ni cauce, un río sin nombre con cielo y con-suelo salido de madre.


Del Nacimiento

Tal gracia llovió del cielo
del seno del sumo Padre
que un hondo rrio sin suelo
dizen que oy salió de madre.

Como rocio cayó
sobre el blando vellocino
Madre del Verbo Divino
do nuestra carne vistió
el mayorazgo del cielo.
Verbo del eterno padre
es este rrio sin suelo
que oy á salido de madre.

(Jorge de Montemayor. 1520-1561)

martes, 17 de diciembre de 2013

Graphos Ilustrado (1908)

Ya tenía ganas de poder dar con este archivo "perdido" en mis cajones. Extraigo tres capturas. Creo que podrán leerse medio bien. Después va un etcétera.  Muy largo. Hasta nuestros días. Y lo que queda hasta que se consiga hacer entender.









El mayor nigromante


—Editor: Sofía, lo siento, tenemos cerrada la planificación del próximo año.

—Yo:  XXXXX, ¿sabes que siempre se obtiene la misma respuesta cuando se envía a editoriales?
y yo siempre pregunto, o digo: pues decidme cuándo envío para que mi original pueda entrar en el cupo del siguiente año...
entonces ya no responden
¿lo harás tú?
¿Imaginas el proceso kafkiano al que es sometida una mente con esta dinámica de respuestas que todas, absolutamente todas, las editoriales dan?


Este es el esquema por defecto, el patrón de diálogo habitual con una editorial a la que una se decide a enviar sus originales. Sin excepciones. Durante dos semanas, creo que ya tres, en más de una treintena de ocasiones, el diálogo se repite una y otra vez.
Es evidente que con esa respuesta, aunque pueda ser sincera, se ocultan todas las demás posibles: no tenemos dinero, no nos interesa publicarte porque vives lejos de aquí, no perteneces a la tribu, etc.
Por supuesto el original no se lo leen (yo sí sé lo que es leer 70 originales al mes). Normalmente lo eliminan.
Hoy he decidido seguir las recomendaciones de mi psiquiatra (gratuito, es de la familia, y quizás la mejor psiquiatra de Andalucía) y me tomo el primer tranxilium del día.
Mi hijo me da la respuesta: "... la necesidad de tu poesía para verse en papel, de que pueda leerse en físico, incluso de  poder contemplar como un "objeto" en la mano aquello a lo que te dedicas no puede verse sometida por el estado al que te lleva. Es contraproducente, no ya para tu poesía, sino hasta para tu propio bienestar físico."
Y concluyo. Son incompatibles de por sí. Siempre lo he sabido, ese es el concepto que siempre he desarrollado y en el que creo. La poesía es incompatible con la costra dura de la nomenclatura. El acto del negocio, de la tesitura, de la competición (por ejemplo los premios), son ética y estéticamente incompatibles.
Yo, como soy de nervios a flor de piel, quiero decir, estado de transparencia summa lo mismo para exponer que para  absorber, sufro mental, emocional y hasta físicamente el encontronazo que el roce entre estos dos mundos conlleva.
No soporto ni la incongruencia, ni la desinteligencia (¡cuánta torpeza, falta de habilidad y de conocimiento en tantos personajes que se deciden a montar una editorial!), ni las tapadillas, ni los subterfugios, ni la arrogancia (¡cuántos presupuestos de ignorancia sobre el autor con los que coronan su testuz algunos editores!), y aún menos, los fraudes. Cuántos libros de "buenas" editoriales publicados al socaire de gravísimas situaciones personales de los autores, cuánta mentira cuando una editorial se decide a apostar por algunos equis libros, cuánta, en definitiva, negación del ocio que presupone la hechura del arte.
OCIO, sí, que no significa falta de esfuerzo, sino todo lo contrario, un infinito esfuerzo hecho sin la pre-tensión de obtener un beneficio, sea el que sea.

Después "hablan" de los políticos, de los banqueros... Este mundo, el editorial, es el mayor nigromante.
Juega con lo único puro que le queda al ser humano.

Por tercera vez en mi vida decido dejar de enviar en este mismo instante originales a "editorial". Hace ya más de dos años de la última.

domingo, 25 de agosto de 2013

Ahora los muros




Quiero irme al campo a vivir. Lo deseo con casi toda mi alma. Pero sé que aún no ha llegado el momento. Esta es la segunda oportunidad que tengo para poder hacerlo bien. Ahora comprendo que en la primera me precipité, me precipité o no estaba preparado, el resto del mundo. Quizás por eso se volvió en contra. Y con el mundo en contra, una vivencia casi paradisíaca terminó tornándose en hecatombe psicológica.
Hasta qué punto me adelanto. Hasta qué punto se retrasan. Hasta qué punto cualquier pensamiento, deseo, intuición, práctica individual, no pertenece tan sólo al individuo. Se concatenan las reacciones del rededor hasta convertir una decisión en casi crimen con su respectivo castigo.
¿Castigo?, hasta qué punto si no hubiera sido por aquella decisión, no me encontraría ahora con este deseo que es casi fuego interno de estar viviendo en el campo.
Allá escribo todos los días sin ordenador ni plumas ni papel. Mi mente es la página en blanco. No queda registro salvo en las abstracciones de mi alma. Los tordos no me dejan viva ni una sola suculenta de las que siembro. Son tordos. O tardos, o prestos ladrones estos pájaros, que no son pájaros-pájaro como decía Bambi.
Como no lo eran los otros ladrones. Entraron pensando encontrar Jauja, el palacio de las mil y una noches, cuevas con baúles repletos de monedas de oro y piedras preciosas: pero sólo encontraron un cuchitril. La conversación por escrito que el segundo de la banda mantuvo con su superior así me lo confirma. Cuchitril. Un cuchitril.
Allí aprendí a construir pozos artesianos. Y a mantenerlos. Hay tantos hoy que mi paso sobre la costra se convierte en el paseo por la esencia, nado en el río sin sombra ni cauce. El sueño que tuve en el 2003 así me lo pronosticó. Ahora he llevado el agua hasta arriba. Me falta poder distribuirla, hacerla llegar a esos lugares donde puede resultar especialmente valiosa. Después de taladrar la costra dura de la nomenclatura estoy aprendiendo a horadar los muros que los hombres construyen sobre ella.
Hay que llevar el agua, hay que llevar el agua. Taladrar los muros.
Nunca pensé que podría con la potencia de semejante herramienta. Ya no le temo.
Ahora ya tengo agua corriente en mi propia cocina.
A lomos del infierno construyo mi propio poema, mi poema para mí. Un grifo.
Un grifo con el que poder limpiar los alimentos.
También mis manos.

martes, 6 de agosto de 2013

El ser de poeta

El ser de poeta
No es el amor a la palabra el que hace al Poeta, sino el amor al hombre, y por ese amor al hombre, busca lo verdadero, para sí mismo y para llevarlo a sus semejantes. El poeta de la palabra lo buscará a través de la herramienta más importante que el mismo ser humano ha construido: la palabra.
Percibo en la mayoría de los poetas actuales, y no tan actuales, la mayoría con estudios de filología como arranque para sus pretensiones poetizadoras, una falta de “formación”, de conocimiento de la historia del ser humano y hasta de unos mínimos conocimientos de antropología. El poeta debe estar formado en todo ello. El saber del poeta debe ser universal, pero sobre todo de aquello a lo que atañe más concretamente al hombre en su devenir y su realidad aquí encima de la costra dura de la nomenclatura. ¿Cómo si no hablar-le? Debo insistir, no es el amor a la palabra lo que hace al poeta, sino el amor al hombre.
El componente sustancialmente abstracto, per se, de la palabra en sí es lo que diferencia al poeta de la palabra de cualquier otro artista. El otro artista, el otro Poeta, tiene que “modelar” la herramienta que use para traspasar a la realidad una pretendida abstracción. El poeta no, a él le viene ya dada por la misma esencia de la que está hecha la palabra, la abstracción. Ahora bien, al igual que en las otras artes puede distinguirse entre artesanía y arte (el cantero y el escultor que talla la piedra, pongamos por caso), entre los que usan la palabra como herramienta o como material, también puede establecerse la distinción. Está el oficio de escritor y está el ser de poeta. El escritor es el artesano de la palabra. El poeta es el artista de la palabra. Entre los mismos que denominamos poetas también puede establecerse la diferencia entre artesanos y poetas. El artesano-poeta es el versificador, el artista-poeta traspasará el verso para componer la obra de arte total de la palabra.
Sólo sucede que como el componente de la herramienta usada es la abstracción que logra la mente humana con la simple invención de la palabra, parece como si ese vuelo ya estuviera implícito en el hecho de usarla. Cuando no es así. Hay “poetas-escritores” que someten al verbo hasta cortarle las alas, hasta cercenarle su abstracción, su propia esencia.
El poeta de verdad es aquel que logra, permitiendo a la palabra ser ella misma, traspasar el umbral de la cosificación que implica el hecho de nombrar. Este es el verdadero vuelo de la poesía. El logro del Poeta de la palabra. Duplicar, podría decirse, el componente abstracto del verbo.
Así logra llegar a lo verdadero, así logra transmitir lo verdadero a sus semejantes, traerlo acá, escarbando con la palabra hasta hacer brotar el pozo artesiano con el que regar toda la superficie de la costra dura de la nomenclatura.
Verdea. Ama.
Ese es el ser de poeta.

domingo, 23 de junio de 2013

El acto natural: La vie en rose

El acto natural: La vie en rose

Nunca ha sido el color rosa uno de mis preferidos. Los celestes y marrones conforman el ala del sombrero con la que me cubro. La copa, los lilas. Al rosa le debo sin embargo la comprensión. Siempre lo contemplo como un rojo iluminado desde el dentro: por eso, por eso mismo, nace el rosa. Porque se comprende. Pero para comprender, primero hay que aprehender. Hacer de una lo otro.
Hace ya más de siete años hice una fotografía titulada “La vie en rose” (¿cuánto hemos manoseado el título de tan hermosísima canción?). Me autofotografiaba en el reflejo de unas gafas de sol que servían de velo a la muchacha que retrataba, yo, con una blusa rosa.
La ATS viste de rosa. Le pregunto, y no sé si es que no me explico bien o prefiere no enterarse: “No, no, no son nuevos los uniformes”. “Pues no lo he visto nunca, pero es precioso, y alivia este ambiente tan duro y triste”
De qué esta hecho el rosa lo sé muy bien, aún recuerdo las mezclas con líquidos resultantes del desteñido de las minas de los rotuladores intentando hacernos foulards con las gasa que mi madre nos traía de allá del hospital, cuando aún no se usaban pañales de celulosa para los recién nacidos. Prematuro fue mi conocimiento de la esencia del rosa.
El rosa como la previa nomenclatura, como el anterior acto al hecho de la liberación del tabú. El rosa como la lengua madre, el latín: rosa-rosae
La vie en rose usa el rosa acertadamente. Es buenísima su iluminación interna, sólo hay que mirar las fotografías de su página para comprobarlo. Esas habitaciones, más propias de películas de “alta” ciencia ficción que de refugios donde practicar nuestras necesidades sexuales con el otro, definen un compromiso con lo que yo entiendo como avance en arreglar las meteduras de pata de esta historia de la costra dura de la nomenclatura.
Pero no debemos confundir. La nomenclatura de “un hotel del amor” no está reñida con la recomendación de chicas escorts. He tenido que buscar el significado del vocablo inglés en tal contexto, por más que mi padre tuviera en sus años ha un Ford escort color café con leche. Enseguida he comprendido. ¡Bendito escort!, de los primeros armazones de hierro que pululaban por las carreteras españolas, salvó a mi hermano y a mi padre de morir estrujados entre las chapas cuando se salió dando vueltas de campana de la autovía camino de la Cuesta del Caracol, bajando para Sevilla. Buena compañía la del escort, ¡muy buena, sí señor! No está reñida con la recomendación, no. ¡Pero sí con el Mal Gusto!
Resulta curioso comprobar cómo en esta civilización (¿occidental? Los hoteles del amor derivan de un concepto oriental. Ya somos de todo menos una civilización partida en puntos cardinales, salvo a efectos económicos, claro) todo lo que tiene que ver con el eros en su clave más puramente física, está íntimamente relacionado con la aplicación del mal gusto en su exhibición, su muestra, su socialización. La culpa de esta disfunción (porque disfunción es el Mal Gusto) no es de quienes van van dando los pasos; la culpa la tiene la no nomenclaturización, el no nombrar, es decir, el tabú. La culpa la tiene el tabú. Si no se puede aceptar lo natural como integrado en la ética, resulta imposible que llegue la estética.
A la creación del tabú se han dedicado durante generaciones quienes han considerado todo lo relacionado con las relaciones sexuales del ser humano como algo sucio, indigno de mostrar (que no de practicar a escondidas). Confundir la intimidad con el pecado. Confusión, siempre, confundir, el ejercicio de los deshonestos. En el preciso momento en que lo natural se oculta, emerge el negativo del caos, es decir, la falta de nombre, no el no-nombre, y con ello, que, una actividad natural, placentera y físicamente saludable, pase a engrosar la lista de las actividades “contranatura”, cuando lo único contranatural es el tabú. Porque lo natural en el ser humano es nombrar. Y se nombra categorizando. Se nombra compartimentando. Se nombra especificando. Se nombra asociándonos por más que practiquemos actividades que podrían ser tildadas de privadas o íntimas, propias de cada individuo (comer, beber, excretar, por ejemplo). Se nombra para poder cruzar el abismo.
Se nombra creando esta costra donde poder vivir.
Un tabú es un puente en negativo, tan sólo un engaño, un puente inexistente, un vivir bocabajo, un rojo convertido en antirrojo (no en rosa). Un esperpento. Un monstruo.
El monstruo, el tabú.
Debe saludarse con beneplácito a establecimientos como La vie en rose. Da un paso como otros tantos lo procuran en otras vertientes. Nombra, normaliza. Su ISO 9001 así lo demuestra. Ése es el camino. Nombrar para humanizar. Porque la acción natural del hombre es ésa, construir la costra dura de la nomenclatura, y en este ejercicio humano y natural de nombrar, hay que tirar por la borda las piedras, el lastre de los que otros (los pervertidores de la natura) han llenado la bodega de este barco que es el camino del ser humano por su historia.
Queda mucho. Pero llegará, llegará el día en que el buen gusto, es decir, la estética, pueda relacionarse con la actividad sexual del hombre. El día que la ética pueda entrar de pleno en el negocio que la necesidad sexual humana puede procurar.
Pero como quedó dicho más arriba, no debemos confundirnos. No son hoteles del amor. Son hoteles para practicar el sexo. No contribuyamos a la perversión de los conceptos, porque así no se destruyen los tabúes.
Claro que sin tabú no habría surgido nunca el negocio, lo que, en el fondo y sobre todo en la superficie, no es más que otra forma de nombrar.
 
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