lunes, 30 de marzo de 2009

Primer misterio eleusino



Tú caminas por encima de los mundos.
Pasos con pasos desprovistos hasta de huellas,
vanas señales de tu permanencia instantánea sobre ayeres.
Vuelas olvidando veletas,
flemas de soles abrumados por las corrientes
vespertinas y matutinas
que residen en las circunstancias
pasivas de los aconteceres.

Ni más tú, ni más yo, salvo la unión.
De emblemas y consignas
aprehendidas voluntariamente
como cuando
las amapolas ocultan su trino
para que no enloquezcan
con sus rojos clamores
las miradas ingenuas.

Súbita y permanentemente
el ocaso abriga tu memoria.
Ella pelea por no pervertir
la  elocuencia del cauce continuo
de la vida que duerme y que vela.

Ahora que resucitas, decido abandonarte.
Antes, cuando morías, te acuné.

Y quedó dormido anunciando tu renacer,
como paradoja sistemática del lenguaje inextinguible.
Estamos solos,
mas recíprocamente inmiscuídos.

(Sofía Serra 30/Marzo/2009)

martes, 24 de marzo de 2009

La Pilistra


Posábase discretamente sobre las esquinas de los umbrales, como si con sus aladas hojas pudiera mover el aire para saber flotar sobre el viento, ella, que tanto gustaba de las suaves mecidas en las corrientes,
uno tú, otro yo,
ventanales abiertos, siempre velados por la sombras de las persianas que olían a tierra.

Vestida de verde, ahuyentaba al frío desencuentro entre la piel humana y el cemento,
serenando los juegos que las niñas dibujaban al son del frescor de la escalera durante el verano.

Jamás la tocaron los dedos de la luz del sol.

Quiso, sin embargo, ser anciana fértil.
Pasando las décadas, otorgó carta de naturaleza a su emblemática función de ser vivo, componiendo algunas flores que, ahora comprendo, fueron preconocidas por las risas alegres y los brillos adormecidos de las largas tardes del estío.
De un siglo.

(Sofía Serra 24/Marzo/2009)

sábado, 21 de marzo de 2009

Luzazul (Felicidades, Poesía)

Comprobación (exitosa) de experimento científico-empírico-fotográfico-filosófico, y hasta pragmático, sobre cómo la poesía es el único camino posible, y plausible, para determinar la verdadera naturaleza de las cosas.
Nota de agenda de la científica-empírica-fotógrafa-filósofa, y nada pragmática, y aún menos dogmática: Dése esta comprobación como regalo a la Poesía el día de la celebración mundial de su efeméride, o sea, hoy mismo, ¡ya!, envuelta en papel de terciopelo azul con lazo de seda atado en forma de palíndromo





¿Comprueban cómo no es la poeta la que pinta las sombras de azul?. El color del pequeño, humilde, pero coqueto entresuelo doméstico así lo atestigua, acompañando de esta forma a la verdad de las sombras en su testimonio.
Siempre injustamente criticadas, y hasta vilipendiadas groseramente, las sombras nos demuestran su sincera generosidad, su transparencia, la mentira que subyace a la aseveración de que en ellas no es posible contemplar la realidad. Pobre Platón si levantara la cabeza, (¿o tal vez resultaría más afortunado nombrar a Aristóteles?)... Sea como sea, han tenido que pasar, ¿cuántos? unos dos mil quinientos años, algo menos, para darnos de bruces con la sinceridad del ser de las sombras. Ni entorpecen ni ocultan, sino todo lo contrario. Cristales sutiles inmodificadores iluminan al ojo humano para así poderlo hacer veedor de la luz.
Son, en definitiva, el único referente visual con el que se puede analizar a la Renombrada, y por tanto, conseguir determinar una de sus más preclaras características, su peculiaridad cromática, que tal como se demuestra también en la siguiente fotografía, resulta ser de color azul.

lunes, 16 de marzo de 2009

En el nombre del padre


Tarde de domingo.
Patio recién acicalado por prever el disfrute de las bonanzas primaverales que se avecinan.
Padre, no hay más que uno, el que pueda dibujarse a través de su presencia con la luz encuadrada.
El hijo, en luz abierta.
La estancia, llena.

viernes, 13 de marzo de 2009

The sí


Qué agradable resulta escribir sobre tu grafía de persona
haciéndose.
Cuánta salubridad se destila sobre este alma a veces terca, a veces hueca, a veces
inquieta.

Ni más sobre tus ojos, ni más sobre tus gafas.

Salvo el mar-como-la-nada.

Como el libro en blanco
de tu futuro por nombrar.

(Sofía Serra)

miércoles, 11 de marzo de 2009

Flores para Rimbaud

Desde unrealand, con amor.

"En cuanto la idea del diluvio se calmó, se detuvo la liebre entre hierbas y campanillas movedizas y a través de la telaraña dijo su oración al arco iris.
Oh!, se escondían piedras preciosas, las flores que ya miraban.
[...]
Luego, en la oquedad violeta, cubierto de pimpollos, Eucaris me dijo que había llegado la primavera"

"Iluminaciones" (Arthur Rimbaud)

jueves, 5 de marzo de 2009

Flores, vampiros, huevos y gallinas




Lo de pollo en el título de la fotografía es un decir. Ahora sé que era polla, al menos por aquel tiempo en el que se la disparé. Hoy era una hermosa gallina. Era la mejor gallina que teníamos. Digo era porque esta mañana me la he encontrado muerta, en paz, sin heridas, probablemente le haya dado una especie de síncope, o de infarto, cualquiera sabe, tal vez una especie de infarto con "relé". Me explico.
Hace meses sobrevivió a un salvaje, cruento y sangriento ataque que, probablemente, una comadreja perpetró en nuestro gallinero. De veintitantas que teníamos, sólo quedó ella viva, curiosamente, y digo curiosamente porque teniendo en cuenta su especial fisonomía (cuello pelado —de raza vasca—) podría su naturaleza resultar más vulnerable valorando la forma de razzia del anterior animal, esto es, cortándole (imagino que de un seguro bocado) el cuello a todas, para desangrarlas, poder beber su sangre. Así aparecieron todas, con sus cuerpos y plumaje enteritos pero sin cabeza. Menos ésta. Fue un verdadero milagro, y más de la forma en la que me la encontré. Cuando mi hijo ya me había hecho el favor de recoger todos los cadáveres (maravilloso hijo, a mí el espectáculo me dio la mañana, no sólo por las gallinas en sí, la verdad sea dicha, sino porque pensaba en el abstecimiento de huevos que las pobres me ofrecían. Esto es por lo único que me apetece tener gallinas. Así sé por mí misma con qué ingredientes ha elaborado su metabolismo tan rico y completo alimento, en este caso, con maíz, trigo, pan, algún resto de comida nuestra y ... todo lo que ellas decidan comer por sí mismas (tierra, lombrices, yerbas, flores y hasta piedras), me di una vuelta por el susodicho gallinero, y, de pronto, me la encontré. Como era de color marrón, se confundía con la tierra...¡Estaba viva! La observé, comencé a palparla, levanté sus alas, y sí, efectivamente, estaba viva, con algún resto de sangre bajo su cuello y el plumaje algo desprendido por sus hombros. A simple vista parecía que no estaba herida de gravedad, así que la recogí en mis brazos y la curé con yodo, dudando de que sobreviviera, la verdad. No se movía, no andaba, casi ni miraba de fijos que tenía sus ojos. Llegamos a la conclusión de que la pobre se había quedado casi cataléptica debido al susto vivido con la incursión de la comadreja en el gallinero y el horror pasado. Tal vez luchó, o tal vez tuvo suerte debido al color predominante en sus plumas, pero vivirlo, lo vivió todo, aunuqe eso sí, sobrevivió a tan evidente prueba de las leyes de la naturaleza.
Por eso decía que tal vez el infarto fue con "relé". No le dió en su momento, pero quedó gravemente dañada la resistencia de su corazón.
Pasando los días, se recuperó, comenzó a moverse, después a beber y a comer, por último a caminar, y al poco tiempo estaba de nuevo poniendo los huevos tan hermosos con los que solía regalarme, muchos de dos yemas. El último que le recogí, hace escasos días, era de exposición. Como mi puño de grande, más parecía de pava que de gallina, como su último estertor, como un bello canto de cisne, que por otro lado mi hijo se comió en forma de gran tortilla.
Era buena, nada atolondrada, seriecita y muy mansa, se me acercaba a los pies siempre, aunque jamás me molestaba con la impaciencia habitual de estos animales que, de caprichosas y nerviosas, por no permitir, ni permiten que les eche de comer.
El caso es que ha muerto la buena gallinita, eso sí, en paz.
No se entiende tanto miedo a la propia muerte que habita aún entre tantos seres humanos, a menos que éste sea derivado de imaginar el dolor que pudiera provocar su desaparición a sus seres queridos; pero no, esta situación no es la que abunda, sino aquella que puramente hace sentir miedo ante su propia desaparición. Me pregunto, ¿desde el punto de vista de uno mismo de qué grave insatisfacción puede derivar?, ¿acaso ya no nos acordamos de que no éramos nada antes de nacer? ¿Acaso no conseguimos ver que si morimos ya dejamos de existir y por lo tanto estaremos a salvo de contemplar nuestro propio dolor por nuestra propia muerte? ¿Qué falta de silogismo mental aparece en esos seres humanos que tienen miedo a su propia muerte? Porque, hasta poniéndonos en el caso de los creyentes en alguna religión que proclame la existencia de una posterior vida, tenemos la respuesta para que ese miedo deje de existir, y creo que resulta obvio que ese miedo interno se halla presnte tanto en creyentes como en ateos.
Dicen que habita más en el hombre que en la mujer, por aquello de la propagación de su estirpe; al ser la mujer el género que engendra y pare nueva vida, ese anhelo queda cubierto a través de su propia biología, mientras que en el varón, no. Y que por ello mismo, los portadores del género masculino son más proclives a la creación de "cosas", que le permitirán sobrevivir en ellas cuando muera: obras de arte, de literatura, empresas, testamentos, etc.
Pero yo más lo relaciono con el hecho de la incapacidad por contemplar que sólo debe ser temida la muerte en vida, es decir, el abandono que cualquiera puede sufrir por parte de aquellos seres de los que se puede esperar todo lo derivado de la relación humana más o menos íntima. Cuantos padres abandonan a sus hijos, y no fisicamente sólo, ni siquiera geográficamente hablando, depositando como antiguamentes se hacía en las puertas de un orfanato al bebé recien nacido, o en un contenedor como se hace hoy en día. NO. No hablo de ese tipo de abandono. Sino al abandono en vida y en posible convivencia, si es que a eso se le puede llamar convivencia. Cuantos esposos a sus esposas y viceversa, parejas en general y de cualquier sexo, cuantos hijos a su padres precisamente siempre cuando más los necesitan, cuántos abandonos que sólo pueden llamados así cuando la relación afectiva es intensa o íntima derivada de compromisos internos. Siempre, y no sé por qué maldita casualidad estos abandonos suelen coincidir con el momento más crítico en su vida del ser abandonado, esos más proclives a padecer cualquier tipo de episodio más o menos traumático, aquellos momentos en los que por h o por b más sensibilizados ante el exterior se puede estar: adolescencia, menopausia, senectud. Tal vez la maldita casualidad que nombro pueda ser llamda de otra forma: dejación de funciones, indolencia, pereza, comodidad. Probablemente no conscientemente sentidas, sino que seguro en su mayoría nacidas de la ceguera que la mayoría de las veces nos entierra en vida.
Si tuviéramos en cuenta que podemos ser capaces de enterrar así, vivos, a nuestro semejantes, probablemente nos preocuparíamos menos por nuestra propia muerte física. Pero, y a los datos me remito, parece más fácil menos complicado, cuidar de una tumba (pintarla, llevarle flores frescas una vez al año, y luego de plástico para doce meses) que de un ser vivo al que queremos, siendo así que con esta elección, eliminamos la posibilidad de la anhelada continuación de nuestra estirpe cuando muramos, o al menos, del buen nombre de esa estirpe.
Tantos llantos ante muertos sólo me hacen pensar en sentimientos de culpabilidad extrema a posteriori, cuando ya no tiene remedio el abandono cometido.
Como hoy día, en el que sin embargo no lloro a mi linda gallina, probablemente porque la quise en su corta vida, y la atendí cuando más lo necesitó. Eso sí, la echaré de menos, a ella y a sus hermosos huevos.
Ésa será mi flor para su tumba.
Tal vez, ahora que lo pienso, presintiendo el final, quiso agradecer su cuido con lo mejor de sí misma, aquel espléndido y enorme huevo que mi hijo se comió en forma de tortilla.

miércoles, 4 de marzo de 2009

"Nomología" o ciencia perra


Dicen que quien maltrata a uno de estos animales es capaz de maltratar a un ser humano, pero la que suscribe niega esa generalización, ya que la persona, nuestro congénere, se halla normalmente protegido por la ley, resultando así que ésta conforma la barrera en algunos seres para frenar el acto del salvajismo, maltrato o abandonol de sus semejantes. Antiguo, casi prehistórico, o al menos seguro, neolítico, es el debate entre si es la ley la que hace al hombre o viceversa, o si lo único que hace es protegernos de nosotros mismos, pero obvio resulta añadir que en el hecho legal va implícito un acto de condicionamiento que para el buen sentir termina por conformar un ser humano más afín con el anhelo que desde tiempos inmemoriales nos persigue, ésto es, la más afinada y mejor convivencia entre todos mediante la disposición de las circunstancias favorables para el afloramiento de lo mejor de nosotros mismos.
Ni somos perros ni ellos humanos. Tan degradante, por incierta, para ellos como para nosotros la comparación implícita. Pero somos nosotros los que hemos llegado a la sabiduría de la necesidad de la norma, por lo que bajo nuestra responsabilidad debe estar presentes el obligado buen trato de todo aquello que nos rodea o con lo que convivimos.
Ahora bien, por muy sabios que hayamos podido llegar a ser, acontecer muchas veces dudable, o precisamente por ello mismo, no deberíamos olvidar cuánto aún nos queda por aprender. Y es posible que prestando atención al comportamiento de estos seres con sus no semejantes adquiriéramos algo más de sabiduría.
El perro no es fiel a su "dueño". El perro, por ahora el más cercano en presencia a nosotros, es sólo fiel a sí mismo, y si en su yo, existe el afecto debido a su no congénere próximo por motivos tan obvios que no deben ser expuestos, por esa fidelidad a su sentir, jamás abandonará a lo que obscenamente nombramos como su dueño.
Es la infidelidad a sí mismo la que favorece en el ser humano la arrolladora carga de tropelías que comete contras sus semejantes, y por demás, con los que no lo son. Y si en el ser humano ha estado la capacidad para intentar dirimir una norma que nos ayude a caminar por este tortuoso sendero de la pretendida evolución, para mejor, de nuestro espíritu, no deberíamos ser infieles a ese compromiso, pues serlo, es negarnos a nosotros mismos.
Tiempos llegarán en que posiblemente ésta, la norma, ya no sea necesaria, pero por ahora, cuando aún ni hemos logrado que conforme del todo barrera contra nuestras apetencias más insanas, se vislumbra como la única herramienta posible. Debemos sentirnos levemente contentos porque al menos en algunos lugares del mundo hemos conseguido dictarlas, decirlas, nombrarlas, democráticamente entre todos.
Supongo que el problema en España estriba en redactar una que proteja del daño a los animales sin entrar en contradicción con la anuencia oficial sobre las corridas de toros. Pero creo que no debe ser tan difícil encapsular al fenómeno en sí, de tal forma y según argumentos que los expertos esgriman, para distinguir un "daño" (que se construye con arte, es decir, inteligencia y sentir del ser humano aunque estos actúen en base a, en este caso, estímulos muy primitivos, provocando con ello el uso de "pinceles" más que discutibles y hasta negables) de otro. Y aún más, tal vez ése sea el camino para que algún día y también legalmente, cualquier ser inteligente pueda encontrar la puerta para llevar a los tribunales a la mismísima fiesta de los toros.
¿Miedo? No debe existir, pues las economías que alimentan la misma se irán auto-alimentándose de otros erales de una forma paulatina y natural, si no lo hacen ya, y los gustos irán evolucionando al compás, eso sí, de las ideas que las normas, dictadas entre todos como es habitual en un país democrático, vayan amparando y fomentando.
En cualquier caso, algún que otro energúmeno se lo pensaría dos veces antes de abandonar a sus no congéneres, los perros, y mucho más, de maltratarlos, si las penas impuestas una vez que se demuestra el hecho, pasaran de no más que el pago de algunos ( y muy pocos) euros.

Tan sencillo como lo dicho. Unrealand es un lugar de perros.

martes, 3 de marzo de 2009

Entreterras







Entreterras


Llueve sobre el alma verde,
sobre la sorteada cabeza
presa de mis labios en la siniestra pastora, cúrcuma ensortijada,
ventisca sobre la calma recia
entre la tierra y el cielo,
hasta horadar el tibio y sonoro suelo
,
nube de fértil limo para mis manos que
versan
piedras y tundras de núbil vuelta y verde seda.

Entreterras: Azul
más allá del mar.


(Escrito por Sofía Serra, 2 de Marzo de 2009)
 
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