Del mosqueo con
el levante al susto con la exploradora. Menuda mañana llevo, y eso que me niego
a que me afecte el cambio en las horas. De horario de invierno al de verano, y
yo aún con jerséis de cuello vuelto. Iba a dedicar el lapso de tiempo entre dos
frentes de lluvia que ofrecía el día de hoy a hacer tareas de campo atrasadas,
pero la llegada de las pruebas del libro ha conseguido alterarme el ánimo (nada
difícil en mí, la verdad sea dicha), ponerme el corazón a cien y hacer que me
encierre para sentarme en el ordenador y corregir. Sé bien que por parte del
trabajo del editor, nada, o minucias. Sé que, por mi parte, ¡todo!, aunque
hable en broma, medio en broma. De pensar que así ya en papel (por mucho que
lea o escriba en medios electrónicos no consigo despegarme de las ventajas que
le contemplo a la fisicidad del libro en
papel) lo que sea que esté escrito va a perdurar para siempre…¿siempre? Bueno,
me digo, siempre pueden salir ardiendo, mi ordenador y mis discos duros incluidos,
la leche, Sofía, que no eres la Biblioteca de Alejandría, megalómana eres y,
además, ¿cómo se van a quemar los libros? Los que yo tenga, vale, los puedes
quemar en el candelón de los ramajos, pero los que adquieran los demás, ¿qué va
a pasar?, ¿vas a ir metiendo fuego a cada casa particular para que
desaparezcan? Joder contigo y tu “imaginación”. Ya podrías haberte dedicado a
escribir novelas de misterio y suspense y catástrofes infinitas, ya que tanto
te gustan las pelis esas, solo esas, por mucho que te hagas la mayor cada vez
que las ves, en vez de escribir poesía. ¿O será que te provoca más miedo
escribir (y, por tanto, publicar) poesía? Y lo que te va es la “marcha”. Seguro
que sí, que lo que te pasa es eso, el miedo por la espina, el miedo por la
columna vertebral, ¿miedo a qué? Miedo a equivocarte, no sabes si en la
escritura o en la decisión de publicar, miedo a alzar la voz, miedo a
sobresalir de tus archivos, tan caóticamente ordenados, miedo a dejar de ser
voz eléctrica, etérea, pfff, una ventosidad en el infinito mar de aires que
respiramos para tu libro llegar a ocupar un espacio de volumen en este
Universo, no sé si infinito o no, en cualquier caso inabarcable. ¿Y qué mas da?
Eso me digo, y qué mas da realmente… Comporta seriedad. Lo que haces te
importa…no sé si gas licuado o aéreo, quizás aceite de girasol, que tanta falta
hace, quizás agua y tierra, de lo que la exploradora sabe bastante, quizás
físicas neuronas que logren mínimamente, minúsculamente, atómicamente,
quarkmente (¡ah!, la exploradora) a comprendernos mejor los unos a los otros.
¡Y no importa
que te equivoques, Sofía! De errores se construye el mundo, y el futuro, de sus
correcciones.
Me pongo, no lo
digo más. Seriamente.
Hoy es un día
descarnado,
las palabras
no rompen mi inquietud,
ni siquiera
los regalos del alba,
hasta los
sonidos de la calle
se han puesto
de acuerdo
en desafinar
esta sinfonía
no sé si de
adviento o retirada,
partida
avecilla de retorno
estrellándose
contra las paredes
de alambre.
Se cuartea la fina capa
de piel
endurecida que me describe
tu presencia
en el mundo,
un espasmo
quieto
que no
ilumina la estancia
donde te
ocultas,
el dónde está
se sienta en mi silla
y me desplaza
a otra geografía,
una geografía
demasiado apaisada
para este día
que averiguo estrecho
para la
medida de mi querencia
por ti.
Hoy es un día
muy serio.
(De "La exploradora")