domingo, 31 de marzo de 2013

Domingo de Resurrección







Practico cierto desencuentro con las letras o no sé si con mi mente.
Debe ser que se me escapan algunas neuronas, atino a comprender. Quizás las he dejado olvidadas. En algún golpe de viento han debido quedarse enganchadas en la esquina
de la calle.
me saben mal las letras.
me saben mal las fotografías
Será que escribo con la garganta.
Debo terminar de corregir Suroeste. No veo el momento de hacerlo.
No tengo ganas de nada. La apatía me está inundando.

¿O será la lluvia?

Me está pudiendo el desánimo y el desánimo me lleva a la apatía. Yo, ¡apática!, ¡ja!
Perdiendo el norte porque este sur ya no es sur.

selva y lunática empresa
de simientes escondidas.
la despensa las guarda
como perlas
entre claveles
las cruces
siempre las cruces
señalan el paraíso. los obeliscos
los dejo para los muertos.
ellos y su hambre de verte.
ella y su muerte de ti.

Como no me encuentro en las letras me busco en las ¡casualidad y excepción! ayer me dispararon dos fotos en casa de mi madre. Me busco en ellas. Sí, es evidente, soy yo. Me reconozco. Aún no he perdido el juicio. Ni el apetito, por lo que veo… ergo, sana como una pera.
No es mi mente la que está enferma. Es el externo. Aunque debería estar contenta (tampoco estoy triste), porque es domingo de resurrección y mi madre no se ha muerto. Justo lo contrario. Como ayer por fin nos hizo caso (santo tranxilium), ha dormido muy bien, ya no le agobia la flema, los tobillos se le van desinflamando. La ansiedad. La culpable de la mayoría de nuestros males. El miedo. Lo que nos puede. Lo único. Desde nuestro origen. Hoy tan sólo sucede que hemos aprendido a reconocerla, a reconocerlo. Con alguna ayuda química nuestra mente se relaja, y por tanto nuestro organismo vuelve a sus fueros, a su naturaleza. A dormir cuando lo necesita, a excretar cuando es necesario, a razonar, a la sensatez de lo natural.
El miedo es el artificio creado por nuestra mente para defenderse de la percepción del mal. Surge el pathos como una de sus expresiones (el miedo también necesita expresión, el miedo es, sino un ser vivo, sí un ente) pathos por el bien o pathos por el mal. En todo caso, pathos.
El responsable de algunos perjuicios y algunos beneficios para el hombre.
Y yo me encuentro a-pática.
Completamente.
Será que he perdido todo el miedo.

Pero, me pregunto, ¿es sano vivir sin miedo?
Quiero responder que mientras se tenga hambre y sed, sí.
Y sonrío.
El espejo me hace cosquillas, me ilusiona.
Me encuentro.




yoesella(nula)


yoesella(nula)

ased
iada
seda
idaa
soma
dala
noche

nome
consu
mome
consu
mesu
como
deti.

agot
adas
uper
adap
orda
rtan
tost
úeso
yoes.

(Sofía Serra)

(debe ser algún árbol, pero yo no lo veo)

sábado, 30 de marzo de 2013

silencio

silencio

Amor, qué cerca te alejo
en el limo de mis sueños
ansiosos de mi pena licuada
en la paz incandescente y fría,
por qué no me limpias
con tus labios de frente
o de costado me apuñalas
siempre sólo me queda cintura
que doblar para protegerme
de tanto tangente de lejanía,
de tanto desvío tuyo.

desde este aposento
cabeza abajo me asomo
al borde del verde olivar
vareo tus sienes
movedizas y remotas minutas
alabeadas por los alisios
sellados en las aguas del río
transparentan su densa
seda me conmueve
hacia su corriente
lugar tal certeza
sin oscuridad con bajíos
lentos y descansados
en ti.

Amado,
cómo te llamo
si tus ojos ya se cierran,
¿tal vez querrías
que mi voz llegase
a los sonidos de tu mente
y, así, la sinfonía de tu sueño
callase cualquier espacio
para hacer tiempo
a la girándula de tus letras
en mi boca? Duermes y tus aves
concilian sedes garantes y vespertinas
para la garganta de una nueva aurora.

aquí quedan puros y duros
sin pronunciamiento
mientras la ciudad amanece
vencido el sueño
de intentar el silencio
de tus nombres.

Sofía Serra (De Suroeste)

viernes, 29 de marzo de 2013

El juego de la esperanza

El juego de la esperanza

podemos derrocharnos en la luz
o saltarnos aritméticas, todo
menos soy una esclava de mí.

hay cartas sólo flores
con las que jugamos
cuando somos ellas,
siempre son nuestras
apostantes,
¿has visto cómo ríe
la rosaleda al besarla
tus ojos abriendo
la mañana?
en cada balcón del aire
depositamos seria
esperanza de no caer.

pero siempre caemos:

sépalo dormida
y blanda la sierpe en flor
y ronca de tanto
despertar soledades

todo remolcando,
y todo lima,
y todo muge,

todo embarca la llaga,
todo ablanda el estuario
siempre iluso
todo taladra
la cabecera de tus ojos
al centro de mi espalda
vaga transita por mis hombros,
préstamos del aire,
véngate dentro
y arrastra conjeturas
sobre el tapete verde.

Eso pasa, dios, ¡cuánto pasa!
Pero no la esperanza.

(Sofía Serra, De Suroeste)

(Vaya por todos, pero vaya por dos Esperanzas de Sevilla que esta madrugada se han mojado... Ya están bien refugiadas.)

jueves, 28 de marzo de 2013

Mis muertes

Mis muertes

Mi abuelo paterno cambió de marca de tabaco. De Goya o Ducados, empezó a fumar Sombra. El médico le había recomendado no fumar o cambiar a esa marca, la primera “Light” que apareció en el mercado español. Lo recuerdo como unos tres o cuatro años consumiéndola y moderando radicalmente su ingesta de humo. Después le vieron una manchita en el pulmón. Me dijo madre: pulmonía de juventud mal curada. Dijeron los especialistas: Biopsia. Y entonces, murió a los pocos meses de que se la practicaran.
Me recuerdo camino del cine de verano con mis hermanas, la primera vez que íbamos completamente solas. Yo sintiéndome muy orgullosa de poder cuidar de ellas esa tarde-noche en la que murió, la tarea que mi padre me había encomendado: es que se ha muerto nuestro abuelo, decía alguna amiguita o amiguito del barrio que nos íbamos encontrando, así estamos (están, son pequeñas) distraídas, me ha dicho mi padre.

Celi: su mano en la esquina del pasillo del piso de la calle Imperial, nos asustaba asomándola sujetando un paraguas cerrado. Nos reíamos de puro miedo o nervios, alteradillas. Éramos más pequeñas que ella. Pero poco, lo suficiente para distraernos, lo suficiente para aún divertirse con niñas algo menores. Después su muerte. Un tumor cerebral, nos dijo mi madre. Vómitos, ceguera, operación, apenas unos meses y a los 14 años ya se fue.
Aún puede verse su triste mirada en las fotos de comunión de mi hermana. Estaba previsto desde hace mucho. Pero entonces yo no sabía.

Mi abuela paterna: con 94 años ya muriendo, no te preocupes abuela, ya viene el médico, y me cogía la mano apretándomela, ella, que ni casi besos había dado, me miraba con sus ojos brillantes, y yo,  "quieres que venga el médico, ¿verdad abuela?, asentía con su cabeza, “para ponerte buena, ¿verdad, abuela?”, y entonces vi resbalar las lágrimas (las de ella, que nunca había llorado) sin dejar de mover su casi esquelética cabeza de arriba abajo: ¡sí, sí, sí! me decía con su desesperados ojos ya siendo lagos. No quería morir. No he conocido a nadie que se agarrara a la vida como ella.

Mi padre: sus hombros bajo la camiseta interior, le apreciaba sus huesos bajo el tejido aunque no estuviera tan delgado. Cierta ausencia de la carne, como si esa materia comenzara a desaparecer antes de morir. Su nuca al practicarle el rapado común en la idiosincrasia familiar de varones calvos. Semana santa en el campo sin ellos. “Mamá, ¿cómo está-estáis?”. “Bien, hoy se ha tomado el vino con la pajita porque no podía llevarse la copa a la boca, pero bien”. Cuelgo el teléfono cuando termina la conversación. Salgo de la casa hacia la grama rompiendo en llanto desconsolado. “yo no quiero que mi padre se vea así, M., ¡no quiero!, ¡es horrible!, que se muera ya... con lo que mi padre ha sido, ¡cuánto tiene que estar sufriendo!”
Murió inmediatamente tras mi deseo, la madrugada del sábado al domingo de resurrección.
Y él no era creyente.
Ni yo.
Pero sentí como si alguien me dijera: me lo llevo, ¿no ves q mañana se resucita?

Mi madre, la veo morir, irse aunque algo en su cabeza no se lo diga. Ya tiene los tobillos tan hinchados como mi padre. Sé que le falla el corazón por pura evolución natural de su enfermedad. No quiso ir al cardiólogo hace dos años. Y la comprendí. Total, si lo que tiene es una fibrosis pulmonar. Hasta donde llegue. Ese hasta donde, que sea de la mejor forma posible. A su aire. La única buena forma.
Mi padre tuvo el valor de irse en zapatillas a la calle cuando no le cabían los pies en los zapatos, a pasear por la Encarnación (lástima, no conoció las setas. Bueno, lástima no, mejor). Así nos lo encontramos una tarde noche de febrero: “venga, M. vamos a tomarnos un cubata”, y yo enfadada porque ni aún enfermo quisiera dejar ese costumbre vespertina. ¿Y para qué?, pensaba luego… mejor el disfrute, su voluntad.
Siempre la voluntad.
Mi madre no quiere que me quede con ella, voy, apaño algo, el fregado, dos o tres cosillas, sus ojos cerrados, su “estoy más a gusto sola”… Yo me voy. Su voluntad. Apenas puede respirar, se alimenta de oxígeno y los buenos guisos que le prepara mi hermana, come aunque no tenga hambre, ella me lo dice, y yo recuerdo que en el hospicio de las monjas siempre fue una niña obediente, tal como ella siempre nos ha contado, muy obediente, siempre obediente, siempre...
Pero no quiere moverse ni para ir a la peluquería de la calle de al lado. Se rebela.
Su única rebelión.
Mi madre, mi madre. ¿Cuánto le queda de vida?
No quiero que se vea así. Sé que sufre. A su forma.

La muerte no es mala. Es malo el dolor. La enseñanza para nada. El aprendizaje y que nada de lo aprendido sirva. Ni el dolor siquiera.
No saber, no ver, no percibir: la técnica del no dolor. La única.
Y sé que soy incapaz de aprenderla.

(Once años hace que él murió, once años después, un 30 y un 31 de Marzo caen en la misma secuencia, sábado de pasión y domingo de resurrección. Supongo que tengo miedo y que, como siempre, practico el único mecanismo de defensa que conozco, prepararme, doler antes del dolor.)

Amanecer en Sevilla

(No sé por qué, siendo de hace tanto tiempo, me han entrado ganas de volver a subirla, la verboluz completa.)




Amanecer en Sevilla

Labrada ya la noche del estío
en este auténtico cántico de aluminio solidario
que seduce a la salvaje y trans-universal gracia
de todo lo flexible, mudable y eternamente temporal,
respira la adormecida de esta vela plegada tras el envite
del viento huracanado en el quicio de la puerta.
Son las manos providenciales del tiempo sobre mi espacio.
Quebrada termina su oración con un amén silencioso, amén
de furtivo ensueño entrevisto en los laureles de la azotea
de esta casa que es casa de todos:
Alma para no tener que nacer
y lograr morir sobre la utopía del canto habitado,
el cisne muerto redivivo,
el ave alada de la conciencia que, al volar,
espanta al espejismo de la lluvia sobre el lago.
No más que agua, agua embalsada y dulce,
agua quieta suspirando a través de sus brumas
por la aurora del canal que la encauce
mudándola en arroyo
hasta lograr ser río
o tal vez mar.

O ya, océano.

En todo caso, agua y más agua,
agua de marea, agua de viene y vamos:
Del agua muerta de los cisnes al agua edénica de los pelícanos.


(Sofía Serra, De Canto para esta era, 2009)

miércoles, 27 de marzo de 2013

Como mi sombra

Como mi sombra

el abrazo extendido y el pie
de la sombra muda (cuándo no,
nunca despinta) que invade el pie
mío como si fuera revés
de su cuerpo yo tan lejos
y tan cerca ave ufana
tú yo cuervo, o cuerva
que no sé, aprisiona las horas
o las engarza con su pico
intentando tejer collares
para el cuello enhiesto
del cisne
perfecto de la vida.

Y yo sólo busco pelícanos.

(Sofía Serra, De La clave está en los árboles)

martes, 26 de marzo de 2013

la huida

la huida

tengo una mosca tras la oreja
que me avecina
a la que llega, el rondó
reinante de prímulas
escenas pretendientes
de un cristal de laboratorio
que tú, tú, tú
abanderaste con la sábana
de los orgasmos huecos —tan vacíos
de sendas al éxtasis—,
nula vereda y puta comerciante
de vino (vino él, vino él)
al por mayor afán
que te embeba jamás
lograrás emborrachar
de grandeza.

me voy hasta nunca
a donde no existo
ni estoy ni so-y
vivo.

( Sofía Serra. De La clave está en los árboles)

La blanca paloma (o el rocío)

La blanca paloma (o el rocío)

va y se gusta venganeando
no sé si una parra
o la tal astarté que sembró
posaderas acá en las dunas.
De aquella vez a cuando
el viento la rastrilla,
el lujurioso encanto usa
polvo de arena entrecruzándose
con el azul dominante.

Algo me descuella
al verte venir.
la túnica con la que me vistieron
los pájaros hace aguas, se desnuda
toda ella la-
mentando la piel
que cubría.

comencemos por este debatir
en primera línea tu labio
me indica averiguarte,
sobre-salir dentro
de tu boca.

Que me bebas.

Sofía Serra (De Suroeste)

lunes, 25 de marzo de 2013

e-fluviales

e-fluviales

sus levas siempre plateadas,
algún ligero ven
a mi entredicho aquejado de
dolor animal —las plantas no lloran,
las plantas no lloran—, la belleza puesta
en prueba, belleza. No otra cosa
jamás tú vas
a venir hoy
ni siquiera a mi
centro nervioso
de viva techumbre
para derrochar
lágrimas o tejidos
hambrientos de mis huesos,
tan transparentes.
mi voz es otra serena
desprendida de sus alas
hasta poder caer en la minúscula
rendija de un tú que se me abre
a veces
allá en la esquina de la península
y el río y yo
tan ahogados
a penas
puedo d-oler.

¿Te llegan mis efluvios?

Sofía Serra (De Suroeste)

domingo, 24 de marzo de 2013

El rasero

El rasero

Miedo al miedo
que sonríes
con miedo a ti
que sonríes miedo
con tu sonrisa a partes
iguales me igualas
y no
tolero el miedo
ni el medio
donde tu sonrisa
me sitúa:
el ras.

Sofía Serra ( De La clave está en los árboles)

La respuesta

Que por qué afirmo lo anterior, me preguntas.
La novela que la escriban los escritores. La explicación, los científicos.
Yo intentaré responderte en esencia: porque es una historia de percepción y de pregunta constantes.
Por eso es una historia de terror ser poeta, darte cuenta, y, entonces, escribirLa.

Luego llega la muerte. Al fin, la respuesta. El final del tormento.


La Mamá

Acabo de ver "Mama". Aún tengo las piernas temblonas. Me levanto de la silla y lo compruebo, me flaquean. Vuelvo a sentarme. Abro Nueva Biología. Me saltan esos versos a la vista. Y me pregunto. Me pregunto retóricamente: Hasta qué punto escribir poesía no es vivir una historia de terror.
Me convenzo, estoy plenamente convencida.
Por eso leo tanto, por eso devoro lecturas desde tan pequeña. Por esos mis terrores nocturnos fueron desapareciendo conforme engrosaba el caudal de palabras de otros en mi mente, en mi vida. Por eso necesito leer. Me lleva a la otra parte. A la que no me da miedo. 
A la ajena a mi historia de terror. A mi escribir poesía. A mi ser poeta.

Ser poeta
se nace tarde
o temprano
se descubre
La Mamá.

Un tetrásforo monorrimo

Señor, llévame.


sábado, 23 de marzo de 2013

Em-boca-dura

Em-boca-dura

Bienvenida tu salud de océano
redondo y lleno
de todas las plegarias
en tu melisma acordonado
con blando hilo de seda
caliente, no hay sin un tú
que averigüe cuándo se ha de volver
a la carga para merecernos todos
sobre los hombros de la lluvia,

yo
me quedo
donde tú
allá
lejano
a mi vientre
en una densa
y cálida niebla,
porque para qué
ver
nada más.

Curiosamente
este blanco blando
no es el Frío.

Será que las esquinas
se redondean
adeptas me encarnan
en tu ombligo.
A este profundo
valle y nido llego:

mi des-embocadura.

Sofía Serra (De Suroeste)

viernes, 22 de marzo de 2013

Mi debilidad

... como si hubiera asistido a un espectáculo de pornografía pura y dura. Deprimida. Excitada para el sentido del bajonazo psíquico. Así actúan en mí la visión de las puestas en escena que llaman presentaciones de libros.
Tengo que salir huyendo. Fui a hacer lo que tenía que hacer. Supe cuándo había ultimado el trabajo. La recompensa del conocimiento de una especie de ángel y de una especie de angelito: Una puerta del cielo. La recompensa de la confirmación de mi sospecha. Dolor: Una puerta al infierno. Las dos mías, las dos he atravesado.
Pero en medio, la puerta a la percepción del olor nauseabundo que despide la carne putrefacta y a la visión de los insectos alimentándose de ella. La refleja arcada y mi huida a través de ella.
¿Qué las hace tan golosas para los demás? ¿De qué está hecho mi sentido gastronómico de la letra?
Mi aversión se vio una vez más confirmada, reafirmada. Las odio con toda mi alma. Aunque ellas no tengan la culpa.
La tengo yo. Simplemente soy alérgica. Reacciono desmedidamente contra el ente extraño que me roza. El grito reconoce al pánico.
El ovillo de gusanos al abrir una pieza de caza que ha sido picada por una mosca un par de horas antes. El alarido de mi madre al encontrárselo sin esperarlo. Mi mente combativa racionalizando.

Pero a la arcada no hay razón que la reprima. La arcada es un acto reflejo. Mi huida del purgatorio (qué hay que purgar, ¡qué hay que purgar!) en el que los insectos convierten la belleza de una poética, la belleza de un exquisito y laborioso trabajo de investigación, la belleza de un trabajo de publicación ejemplar (es decir, un ejemplo a seguir) en puras fealdades.
La fealdad. La visión de la fealdad. El triunfo de lo feo.
Ellos lo superan. Lo superan la poética y los trabajos. Ellos sí, ellos se quedan a salvo siempre.
La que no lo supera soy yo. Se trata de mi debilidad: mi propio juicio, mi alergia.

Matar crías de gato. Y después tener que beber.
Presentar un libro. Y después tener que beber.

Y odio emborracharme.

jueves, 21 de marzo de 2013

Mi idilio


La eclosión. El alumbramiento. La justicia.
La esperanza deshecha por el hallazgo. Llega cuando me encuentro leyendo a Chaves Nogales (no hay casualidades nunca, La clave está en los árboles) que me hace reconocerme en la pena femenina del patio sevillano. Hasta un siglo después no hallo las palabras que me definen, un siglo después de que fueran escritas. Me comprendo en mi patio que construí bajo la intemperie y la sabiduría de un nombre. Hallo la explicación al sambenito de la tristeza de mi mirada: La asimilación de la injusticia.

La misma que yo me sentía cometiendo contra unos versos, una figura emblemática, mi propio recuerdo y hasta mi geografía mental y física.

Llega el alumbre, la contradicción a mi propio dicho sobre la consciencia del no encontrar, la imposibilidad del asombro. Llegó para felizmente contradecirme, hallar mi propio reflejo en una luz externa. Ya la penumbra del patio me sobra, ya no necesito plantas de sombra ni estampas de áureos que me acompañen en mi silencioso llanto que permito que cante en el agua de la fuente (¡cómo una lágrima puede deformar el mundo!).

Lo abro, comienzo con sus versos, con los poemas, dejo los análisis para posteriores inmersiones, no consiento el filtro de otra mirada. Primero la mía, y después, que me aporten, si quieren y si pueden, después el análisis de los demás, antes el mío. Es la justicia sobre mí y sobre la propia obra, sobre el autor, la mirada limpia sobre unos poemas, ESOS poemas, ese libro que Juan Ramón dejó previsto pero no publicado.

Y entonces lo termino. La sucesión de emociones es vertiginosa, adquiere velocidades supersónicas, superfotónicas. La iluminación me absorbe. El poeta me arrebata, me sustrae, me roba por fin de la penumbra.

Nunca Juan Ramón había conseguido engancharme, desde casi mi más  tierna infancia lo encontraba en las paredes blancas de Moguer, pero jamás en sus letras. No me co-rrespondía en la entrega de mi ilusión. La expectativa no se saldaba. 

Ahora me devuelve toda la luz que esperaba. Todo mi gemelo hallado (ahora recuerdo que nació un 23 de diciembre, un capricornio como yo, un poeta de tierra, pudiendo ver la luz y por tanto ofrecerla).

Idilios es el más hermoso poemario que he encontrado en toda mi vida de lectora y de escritora, y de lectora-escritora. El más hermoso. Y por tanto el más mío como lectora, como amante del arte, de la palabra, de La Poesía, como creyente en el ser humano. El que más he suplicado. Así, suplicado encontrar.

Lo leí un 20 de marzo. Hoy, un 21, día en que para mí comienza mi anhelada estación, escribo sobre él. Escribo sobre la luz. Escribo la luz que me ha sido concedida.

Sé que es el día mundial de la poesía. pero la poesía es dueña de todo el tiempo. La única que puede romperlo, atravesarlo. La luz del pozo artesiano que atraviesa la esfera. El eje.

Por fin mi idilio con la luz llega a su eclosión feliz. Por fin mi amor me corresponde. Por fin la luz también me ama. Por fin es justa conmigo. Por fin yo puedo ser justa con El Poeta.

(Idilios. Juan Ramón Jiménez. Isla de Siltolá. Sevilla, 2013. Libro inédito del poeta.)


miércoles, 20 de marzo de 2013



tanta calma deshecha
al abrigo de tus prisiones
o presas o presiones suertes.
me desmadejo llegando

mientras hizo sólo sufrir.
te soplo discretamente
cabizbaja y ojerosa
se adhieren a mis costillas
hombres hermosos ha, se los llevó
la enfermedad pandémica
de

darte el lugar

tiene nombre
de silencio, óbito
de una propia muerte.

… En qué consistirá ser tú.

el mar y la estocada
en la arena…

la redundancia absoluta
y el desencuentro constante
encuentro de mi absoluto.

Sofía Serra (De Suroeste)

La injusta milicia de los ajenos besos

La injusta milicia de los ajenos besos

qué pena,
qué pena que hayas escapado de los riñones
para atesorarte en el vaivén de las mejillas
excretadas a golpe de sable
sobre la que menos puede,
sobre la que menos vende
pena,
qué pena que tu boca durmiera
entre salvas de cañones
cuando la lentitud del paisaje
muerto corría a hurtadillas
te salvaba milagrosamente
de no caer a palacio,
te enlodaba en la vía terrena
de los amores inhabitables,
las escaramuzas de las bocas
cuando mal dicen lo que de buena
tu boca gemela de playa
besó de tus sienes
la tu blanca y valiente audacia
que ninguna letra negra enmudecía.

y las palabras se desvanecen en la esfera
del grillo que yo miro cómo canta a lomos
de la esdrújula que lo descabalgará
de su trono de yerba, almizcle y rocío.

Navegábamos hacia puerto sin bandera
y tú te quedaste en la nieve de las vetas
de un verano que se congela enfogado
sin melenas de leones,
con calvas de plástico (ni siquiera las llanuras resecas del Serengueti
—han corrompido mi tierra—)
y vestidos de esqueletos
vesánicos listos para enlutar
nuestra única selva sana,
nuestro único bosque habitable,
nuestra única marisma
que pena, qué pena, qué pena
que sólo ciego a vida
la poseas en la gota de la lluvia
blanca que no ha llegado,
qué pena de tordo liberto
hoy o aquí, ayer o allá
sin nombre tuyo o mío.

la injusta milicia
de los ajenos besos.

Sofia Serra ( De Suroeste)

martes, 19 de marzo de 2013

El puma paseante


El puma paseante
A un amigo que se me ha ido demasiado pronto,
a Paco Gamero.

paseaba hundido a puma
entre el lomo de sus sienes
y los bajos de sus bolsillos
tan enormes como las clavículas
de sus ingles de un inglés tornado
clavo a salvo de tímidas luces
que le aventaba el pájaro azul
de su vientre, de su sino,
un amor a sosa solitario
siempre cáustico
en el reojo de sus manos
rosas de madera y tanto Pumarejo,
tanta Geografía y tantos edificios
con sus cristales tan limpios
como los vasos que vaciaba
y a mí y a sus cigarros nos quedaba
el dulce agrio de un aire azul
entreverado con los quince
años sabios sin saber
si cantaba claudicando
o me sonreía desde algún lugar
de mi sueño, no sé si el cielo
para él, seguro,
un lugar a salvo
de tanto puma y rejones
de amor,
que no pudo dar
ni obtuvo.

Sofía Serra (De Suroeste)

lunes, 18 de marzo de 2013

Letanía afrodisíaca

Letanía afrodisíaca


Afrodita–mente I

Afrodita, la de huesos perennes
y salud de hierro y elástica sangre.
Afrodita, la hacedora de sienes.

Afrodita–mente II

Afrodita, de cuerpo como estrella.
Afrodita, la de los ojos grandes.
Afrodita, la desmembrada y ojerosa.

Afrodita-mente III

Afrodita, la del negado a-dios
o manto memoroso.
Afrodita y el agua de perfil.
Afrodita, la seductora
de raíces. La de profundas huellas,
y potentes piernas. Afrodita
arbórea y terrena

se mudó más allá del sol
y el humo, como los barcos
que se sucedían
—como en cascada caían,
como en cascada—
imitando el canto de las piedras,
extendiendo los arrozales,
cavilando duermes
como ventisquera muda
hacia el soplo se huye,
hacia el sur y el oeste.

Afrodita, la de manglares brazos.
Afrodita, la de terrizas manos
y acuosas sienes. Afrodita,
la que permanece y la que llega.
Afrodita continental
y continente. Afrodita,
la sureña con norte de orbe.

Afrodita, la deicida.

(Sofía Serra, 2012-2013)

sábado, 16 de marzo de 2013

es peso de la historia (el peso de la historia)

es peso de la historia (el peso de la historia)

sobre tu lomo
tan blando y deslamido
el alma endurece como un
bastión alejado,
que de qué
sirve su único lamento
de salve y solitaria magnífica
más que para amortiguar
las olas confusas
del miedo en los oídos.
tan lejos te ahuyenté
que ya no queda
relieve del agua
al que asirme.
escalo esta horizontal
de piedra mojada.
Mis yemas florecen en el grito.
mas son los de ellas
ajenos a la estación primera.

No hay primavera
que vomite una perséfone
dormida por los siglos
que unos y otros unos
tras otros quiénes
delante de quienes
llevamos a cuestas
dormidos por los siglos
de nuestras venas
sin amén.

Sofía Serra (De Suroeste)

viernes, 15 de marzo de 2013

Lo que queda (las palabras del alba)

Lo que queda (las palabras del alba)

Cuando más a gusto escribo es recién despertada, al amanecer.


Asesinos de almas es amarillo y negro. Las donadas, azul y verde yerba de otoño, La duermevera, rojo y blanco. La presencia por la ausencia, gris oscuro. Entreterras, marrón y amarillo.

Sonethos tiene el color de su fotografía, es un dorado. El paraíso imperdible los del arco iris, la toalla tendida al sol, el misterio de la resurrección de Perséfone. Canto para esta era es azul y verde mar, El deshielo marrón y blanco y el color del mosquito aplastado en el parabrisas. Del bestiario de los inocentes aún no posee color, o sea ha ido haciendo en los otros. Los parasoles de Afrodita es de color lila. Mi color preferido. El de mi paz, el de la soledad, el de la asunción, el de la entrega, el de la renuncia y la felicidad que se halla en ella, el definitivo, el de mi aroma preferido, el del anillo que no llevo puesto, el de la soltería, el de la independencia y el dolor. Lo obtuve tres años antes de escribirlo, ya mezclé los pigmentos, ya lo fotografié.
Nueva Biología es verde y rojo, con fondo amarillo, la fertilidad y la vida. La trilogía El hombre cuadrado no posee colores. existen las acciones, el tumulto, la batalla. Son lo sin color. El puro acto. Suroeste es gris, pardo, verdoso, azulado, como las aguas del río, como el tono del Aljarafe, como el tono del estuario en Sanlúcar. La exploradora aún no sé que color tiene. Solenostemon, púrpura, y Los cabezos amarillos azul y amarillo.

La clave está en los árboles debería ser verde brillante de las hojas nuevas que se transparentan vistas a contraluz, verdaderas gemas vivas. pero no sale, no quiero escribirlo. Sé muy bien que he terminado, aunque también sé que no depende de mí la decisión. Si quiere, se hará. O yo lo escribo. O ya lo he escrito.
EPI, la adelfa y el laurel, el arma de la guerrera. CPEE son el tilo y la encina, la medicina y el bastión. ED, la buganvilla, el oxígeno. DBEDLI, el naranjo de Sevilla en invierno. LPDA, las jacarandas. NB no tiene árbol, es animal, de mamífero a ovíparo, independiente, sin cáncer, sano, carnal, como buen hijo de Afrodita. EHC tampoco, sólo luz y arquitectura. SU, LE, SO y LCA no tienen árboles.
Por eso llega LCENLA. Arrancó antes de Sonethos... antes, mucho antes. Con una foto de una palmera cuando tenía 15 años. La clave está en él. Pero al parecer no quiero descubrirla. O ya la he descubierto.
Sonethos es el árbol.

Nada me sabe
a nuevo nada
que leo nada que
miro nada que vivo
nada que digan
he
terminado.

El fin es el no “para”, lo no predeterminado. La verdad. Termino como empecé. En EPI lo dice, vieja y nueva sin que nada la sorprenda, ni la misma belleza. Sólo queda embellecer tras el descubrimiento. Acto. La belleza confiere la transmisión. Como las flores de los frutales en primavera. La por nacer, la verdadero, LO que queda.
Debo seguir corrigiendo, que al menos pueda dejarle a él Las palabras del alba listo por completo. LPDA (¡¡¡¡...)

jueves, 14 de marzo de 2013

La infiel

La infiel

Sustancia de herida y buena muerte
enjalbegada por el deseo
de tus sienes.
Y un más venir
y te siento y te umbro
bajo mi acogida sin límites.
Son los ciegos los que caminan
abiertos sus ojos a los cabezos
de la luz olvidándose
sagaz y perdida
en el más hermoso estero
nunca habitado.

me duele la espalda y soy feliz.
mis ojos brillan en ellos
se refleja el otro reflejo
del otro sol en el agua.
El río se desliza y yo bebo
de mis manos, que se sumergen
en la beatitud de la recompensa.
No duermo, no sueño.
El día se viste de niebla.
El gris siempre fue mi color amado.
El único que permite el más sutil matiz.
El único que da vida a la luz.

Hoy se detiene un pulso
y mañana comenzará otro,
pero nada habrá que me haga perder
la satisfacción de haber saciado mi sed.

Dejo atrás oportunas cavilaciones
y rostros de pesadilla en otras voces.
me sumerjo en la sombra
del nido que calientas.
mi gozo hace salud en tus manos.

Sé lo que representas,
pero me asusta tanto fiel
sin conocimiento.

Sofía Serra (De Suroeste)

Sobre la injusticia

Sobre la injusticia

Los días secos, la gélida
tormenta de nadas
volátiles y afiladas,
la segmentación.

Hay reponerse,
destramar.

Inteligencia y decencia, conocimiento y ética. Siempre van de la mano, siempre inseparablemente unidas, aunque no sea aparente. La torpeza, la ignorancia, la inocencia, en suma, el desconocimiento es el enemigo a combatir. El tabú. El quitar, el apagar
la luz.

Un mundo miserable no tiene hueco para la generosidad, la dádiva, el amor.
Lo miserable no soporta.
Lo miserable no soporta.

Algo miserable es algo que es capaz de ejercitar la miseria. Es decir de hacer tan sólo lo mínimo, lo más parco, la parquedad en comparación con su potencial de ente rico, grande, fuera de sí, extendido. Eso es la miserabilidad.
Dar, pero nada.
Pero dar.
Pero dar nada.
Dar quitando. Hacer deshaciendo. Porque al dar, el anhelo de recibir se apaga, se niega su posibilidad.
Dar para quitar anhelo. Dar para empequeñecer, dar para menoscabar, dar para minorizar, limitar, para impedir la expansibilidad que el anhelo provoca en cualquier espíritu que lo viva. Dar para no tener que dar.
La miserabilidad. La misma que llena la mayoría de las almas de este planeta. Por eso este mundo es miserable. Un mundo miserable no tolera, no puede soportar, mejor, no puede hacer hueco a lo generoso, a lo expansivo. Al fuera de sí. Al dar.
al amor.
Y
cómo restañar sino
con amor mientras
la justicia llega
y a sí misma se hace
justicia.

Los tres mosqueteros



Autor: sin nombre.
Lito, José Antonio y Manolo por Valdelama.  Febrero, 2013. 

La presa

La presa

a nadie contar,
a todo cantar,
a nada llegar,
a todos llagar.

si el fútil y furtivo amante
deviene
a tu soliloquio de animal
enjaulado,
no visites las sienes,
auspician
cierta decencia
sólo a solas
compatible.
tú a ti te tienes
y detienes.

frío y gozoso discernimiento
en el aviso del sol naciente.

no moriré hasta que el rubor
amanezca en tus mejillas.

Y entonces no anhelaré libertad.

Sofía Serra (De Suroeste)

martes, 12 de marzo de 2013

Abrir los ojos

Abrir los ojos

A dormir, corazón,
cantaba la canción.


Posar mis ojos en tu instante,
descubrir que el mundo
no se hizo en un día sino
en tus cuatro extremidades,
solventar aritmética de relojes
y gusanos universales horadando
las paralelas estancias que habitamos,
remedar sin pausa la lentitud de la flor
al abrirse, el remero de las olas
al habituar al mar
con su vehemente persistencia
y comunicar que no somos
dioses sino
algarabías devaluadas
por nuestra especialidad
en menospreciarnos,
y, así,
decaer nuestras manos
hasta que el otro no las halle.

Eso he vuelto a descubrir
hoy, nuevo hoy, el abismo
de nuevo, tu soledad.

Sofía Serra (De Suroeste)


lunes, 11 de marzo de 2013

El beso

El beso

dejaré de luchar hasta que la noche
se haga luna y sin mayúsculas
por no estorbar a la mañana
acierte en el vértice de occidente,
soplo:
la avena, que aún no ha nacido
ni espigado sus delgados tallos,
se ofrece verde y valiente
a tumbarse tras el jadeo,
y, así, poder extender
la numantina acacia —espinas
y flores pequeñas y frutos enormes
como vainas de algarrobos,
las que saben a chocolate—
si claudicáramos ante
el indeciso
si decidiéramos vivir
el insaciable
con su juventud de gozos
y sombras perderíamos
lo que siempre nos obtuvo
tristes como causa o efecto:
la permanencia sólo algo absoluta
de la más sufrida necedad humana:
la envidia.
porque con un tú más desear tu bien
me dirijo hacia mis propias luces
de bestia redimida en el arcén del ocaso,
salvada y sanada
por las manos
del que cuida.

No se complicaron
la vida nuestras bocas.
terminaron su tarea
el mismo instante
en que murieron por mor
del delirium tremens,
borrachas de contenido,
de amor.

Sofía Serra (De Suroeste)

domingo, 10 de marzo de 2013

De la obra del Arte

No es a la poesía a la que hay que vulgarizar, llevar a tierra, sino al poeta o su concepto. Bajarlo del pedestal. Que el espectador sepa leer, ver y valorar la obra sin relación con el autor.
Bajar del pedestal al artista. Sólo así se puede acceder al arte en toda su dimensión y no degenerar el valor de la obra del Arte.

En la soledad (Poema de Francisco Bejarano)


EN LA SOLEDAD

LA tarde azul y las rememoranzas
parecen vivas en la paz presente
y es momento sereno el que estas horas
al declinar, hasta morir, me ofrecen.

Mirando el sol en lejanía pienso
si pude ser feliz, pero al perderse
los últimos destellos he sentido
que la luz la he perdido para siempre.

Si fugaz el amor, más frágil vida
he de vivir con él, sin él. Y siente
mi corazón en el ocaso, solo,
que al morir de tristeza resplandece.

(Francisco Bejarano, De "Las tardes" (1982-88). Un juego peligroso (Antología poética, 1977-2002). La Isla de Siltolá. 2011.)

Performance del trabajo

Performance del trabajo
Belleza, de ella abuso
hasta que me deja
ajada, vencida y fea.

Mañana

quiso el sol
redoblar sobre tus ancas
brillantes de quién vas
a presumir en tu dicha risa
si no de esas altas luces
con las que nievas las crestas
de los potros y las olas.
Creo que ya comunicó bastante
la obstetricia de tus manos.
Dónde se busca
el caracol
sino en su casa.

Tarde

Los ornitorrincos cuelgan cabeza
abajo, la genuflexión de tus mejillas
combate contra el cielo
como si el agónico cerraje lastimara
tus hondas y perpetuas manos abiertas
curvando mi cóncavo pecho
tan vacío. Aguas mil gotas
de este chubasco prodigioso
entre el sol y la tarde.

Pensar en ti si te asustas
como la pluma grácil
ante la yema de mis dedos.
Ellos pasean y yo estorbo
el aliento de mi propia mano.

Debo irme del mundo
y sus goces venerar
la solitude magnífica
en el páramo callado
lejos del asomo a los ojos de ti.

Accederé como el caracol
a su suerte de invierno
y espiral de ocaso.

Sofía Serra (De Suroeste)

sábado, 9 de marzo de 2013

Mística

Mística

mas densa y sostenida
asía presa
sus juncos
en la orilla piensas
que te vas
y lo que haces es
venir de lugar aquí
musitando metros y zancadas
en la triple cojera de no
alambicarte entre-ver
la luz y unciones
con la yema
de los dedos.

sobre el rictus del paisaje
caricia un horizonte tardío
en una puesta en común
de sol y edades
venidas a menos
que también dan más
sino que viene y ajorca
el triunfo de una edad bendita
y bien nacida para las minutas
de los ahorcados que allá arriba
quedaron en la banda ancha
del lienzo que transformó
la puesta de sol
en un lugar común.

Amor en toda regla
al futuro n(e)onato.

Sofía Serra (De Suroeste)

El curso

La poesía es la más primera palabra del hombre. Para escribirla hay que simular ante el consciente, engañarlo, es el producto de la doblez, el doblez, la re-flexión, que nada se sabe ni conoce, que todo se ha olvidado, desde el primer recuerdo de nuestros genes, a la vez que lograr recordar y percibir el todo, aprehenderlo en un acto único donde se concentran todas las capacidades del ser humano: la emocional, la racional, la intuitiva, sin diferenciación.
Ésta es la ingenuidad. El esfuerzo para llegar a ella, tremendo. Como en la vida. Un despellejarse, un desangrarse: Volver a ser siendo dejando de ser.
Surge, emana la palabra entonces libre y espontáneamente con la forma que el recuerdo inconsciente, el intuitivo, logra darle. Por necesidad de ella misma, no por necesidad del poeta. Es el curso.
Para acercarse, para lograr transmitir esa percepción inconsciente-intuitiva el hombre ha desarrollado a lo largo de su historia algunos canales en el lenguaje oral/escrito: la música, la rima, la medida no son más que parámetros a los que el ser humano ha ido ajustando su verbo para poder salir de la imposición de milenios de habla discursiva, que es la que se ha trasvasado al cerebro tras tantos miles de años usándola “externamente”. Ese uso ha ido construyendo-formando parte esencial de la costra dura de la nomenclatura. Pero las dendritas, los axones, las neuronas, la sinapsis entre ellas no entienden de “porqués” “luegos” o “pues”, ni de concordancias verbales o de género, de sistemas gramaticales. La sinapsis, el funcionamiento de nuestras neuronas, que son las que favorecen la producción del lenguaje verbal, asimilan conceptos puros, que se definen por el matiz.
El matiz , la esencialidad, una inefabilidad.
Por eso los poetas, la mayoría, tienden al final de su producción al encuentro con la palabra “más pura”. Algunos lo asimilan con la brevedad y la ausencia de artificio (un contrasentido: arti-ficio. Hecho mediante el arte. Si hay ausencia de artificio, no hay arte). Cuando en realidad aunque hubiera mil palabras en un poema para sólo hacer llegar por ejemplo un color, eso ya sería poesía. Es la metá-fora, lo que produce el vuelo, lo que consigue transportar, la clave que define al lenguaje poético.
La abstracción con la que nuestro cerebro aprehende es el hacia que determina la producción poética. Pero para hacer asimilable esa abstracción sobre esta costra dura de la nomenclatura pueden elegirse muchas vías (y otras vienen impuestas por ciertas enfermedades mentales: éstos nos son artistas. no tienen que realizar el esfuerzo). Transportándonos a los mecanismos de los lenguajes visuales, tanta abstracción existe en un lienzo pintado de blanco como en una pintura hiperralista. El concepto emanará por sí mismo si el proceso artístico, la poiesis ha sido auténtica, sincera, genuina, es decir, ingenua.
La clave para definir estilos no se encuentra ni en la forma, ni en su contenido, sino en el todo, en la obra. Ese es el logro del poeta, del artista.

Hay que enseñar a leer poesía, el curso. Pero antes se debe saber leer el discurso. Por eso un bebé, por mucho que balbucee jamás estará haciendo poesía. Ni un chimpancé fotografía por más que sepa hacer click. El sentido es la llave. Y el sentido sólo puede otorgarlo un ser humano en sus cabales que haya sabido desarrollarse en la costra: "ya que aprendí las claves, hoy puedo, así de cierto, romperlas con un mandoble de flor naciente en este estío" (Los parasoles de Afrodita)

(De Suroeste, Almargen)

viernes, 8 de marzo de 2013

Tres finales

El factor

Cinco años caminando para llegar al mismo
punto de partida
(siempre sucede igual, siempre es lo mismo
aunque no queramos
aprenderlo)
Lo mismo por abajo que por arriba.
Como decía Virgilio, como decía Fermín, como decía mi padre. La clave está en los árboles.
Me inventé la teoría de los pozos artesianos. Los versos de mis poemas y de mis fotografías me llevaron a ellos. Después Proust me la confirmó, aunque él, tan arraigado a la concepción del tiempo horizontal (na-rra-ba) no pudo ver la transparencia del suelo. Fue Afrodita la que me lo señaló. Ése, esa es la costra dura de la nomenclatura, baila sobre ella, tú tan terrenal y tan saturnal siempre. Sin saberlo era lo que hacía, romper, clavar la pica, la broca con punta de diamante después. Emergía el agua, surtía con toda la verdad infraterrena elevada a la estratosfera de lo sublime dejando atrás la forma en el límite preciso, en el eje de la simetría.
había que darle forma a ese agua. Que sobre la costra pudiera servir para algo. Instalar las tuberías, las fuentes, los grifos, adaptar lo inadaptable para que todos los árboles pudieran ser regados.
Adaptar la costra.
Mi error.

A ellos vuelvo y en ellos estoy. El tronco y la raíz troncal. El límite preciso en que arranca el árbol hasta el cielo, el límite preciso del horizonte que sólo un árbol a contraluz es capaz de quebrar.
Llegó el flujo ya dado. El suelo se transparenta —necesito cristales, necesito espejos para recoger la luz, las sombras siempre son oblicuas u ocultas, como la del mediodía, que se introduce en la tierra hasta fundir el árbol por arriba con el árbol por debajo. Cuando menos vemos. Es cuando la costra aparece más opaca, más refractaria a la luz, cuando ella menos ilumina. Paradoja.
El árbol como el libro abierto de lo que ES. El árbol como verdad, no como mito. Lo tenía delante de los ojos.
Ahora ya, lo veo.
El árbol —el poeta. La naturaleza —Afrodita nos los ofrece para que podamos descubrir nuestro por hacer. En el principio no me acompañó el poeta, pero sí lo hicieron los árboles, las encinas. Siempre estuvieron allí. Las guardas como ángeles, las guardas del libro que hay que escribir, las guardas del bosque de pozos artesianos construidos.
Ahora camino sobre un suelo transparente. Hasta me asaltan los arrecifes de coral que rodean la parte sumergida de la isla (desde suroeste partí), los peces de colores volando por el agua. Los peces voladores en líquido cielo. Las aves submarinas. Y el sol. Siempre el sol dando y quitando
luz o no
como cuando
la luz
no llega y llega
el nocturno
el poeta no vuela.

El poeta escarba, y escarbando
trae el cielo,
la evidencia de lo invisible.
no vivimos bajo tierra
En rima el cielo con el infierno.
colofón.
Nace el surtidor hasta en la tecné del libro.
No puedo escapar. No quiero escapar.
Vivo y muero. Vive.
El amor es el motor.
El que mueve.
El factor.
El que hace.

La clave

Salí de el paraíso imperdible y quise comunicar lo que había descubierto. A todos nos era posible. Puro acto de amor transcrito .
Ahora vuelvo sin saber desde dónde ni hacia el lugar.
Un árbol blanco se transparenta en mi cuerpo.
Soy un árbol blanco.
Y bajo mis pies me veo
Y sobre aquel asfalto, el tronco caído
del que conocí me impide seguir caminando.
Han desmantelado a los lavaderos.
Todo acabó.
Todo por hacer.
La vuelta y su clave.
La llave.

¿Qué tengo que abrir?

El bastón

allá tú y tu
vívida sombra
bajo los avellanos de la villa
yo soporto como soporté

el aroma de la madreselva
me obnubila
No quiero saber más
dejadme nada
a salvo
el olor y el sonido.

tus manos

no pue-de ser-
cuánto le cuesta
a la verdad, ni un ápice
de su esencia
lleva la mentira
cuanto mientas
te será devuelto
en forma de frutos prodigiosos.
Los centinelas de la verdad
salvan.

Nada importa
en el fondo
todo es lo mismo.
siempre lo mismo,
siempre el revés
siempre lo paralelo, lo-cimétiroc.
lo mismo por abajo
que por arriba
para nada

abrumada
por el encuentro
con tanto desconcierto.

Pero sé que las madreselvas continúan floreciendo
aunque yo no esté allí para oler-
las.

Sofía Serra (De La clave está en los árboles)

jueves, 7 de marzo de 2013

Posesión

Posesión

a veces nos
intercala el segundo
de la tristeza, mientras
tú no te miras y yo,
de vacío o de yapa,
tampoco acierto a sostenerme
sin cierta fijeza tuya
por mi escote o mis contraluces
a veces, más allá
de la miseria que galopa
trepanada por ciertos
avaros páramos,
como esos candiles
que iluminan mis manos
cuando exprimen tus nalgas,
acierto, sí, cuánto
acierto entonces
a descubrirte
casi en mi coxis.

y de mi médula
ya no consiento
que te desprendas.

Sofía Serra (De Suroeste)

Fraudes (sobre correcciones)

Al corregir el poemario, elimino todo lo accesorio, lo que le sobra, el dis-curso, la prosa, fragmentos completos como éste. La reflexión llega en el poema. El poema es el curso, el cauce, el verbo verdadero, el pensamiento en estado puro e inefable. En la prosa rompemos la ligazón de la esencia con la ligazón artificial de la gramática, nos separamos de lo que somos. Cualquiera sabe si no es ella la culpable de la mentira. Nunca sabremos si nos engañamos al escribir prosaicamente lo que creemos que pensamos. ¿Quién nos lo asegura? Nosotros mismos. Imposible observador tan avezado en uno mismo. El subjetivismo no es una enfermedad. Sólo una herramienta. La mejor posible para no errar sobre sí y el todo.
Con la prosa la enmascaramos. Cometemos el fraude. La mentira.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Invierno en vela

Invierno en vela

Llevo meses llorando
con mis pestañas oscurecidas
por el llanto de la suerte
el desahucio de su suelo
desde mis ojos hasta el desvelo
que llama a la puerta
que no le abro,
que no le abro,
casita
de enanitos y gnomos
en el tronco
del centenario castaño
de indias te urdo
hasta zurcirte
la tela de araña que sostiene
tus gotas como sueños,
como sueños
de alas diminutas, parcas,
optativas, rentables
como la fortuna de un aparecido
bajo el sol de mediodía
que no sabe lo que hace,
que no sabe lo que hace
bajo tanta luz, tanto árbol,
árbol tan grande
para tan pequeña duda,
tan pequeña duda
y mísera fortuna del ojo
que llora mendigando
una mirada limpia,
una mirada virgen
sobre las cosas,
el parque, las calles,
el otro,
mi vida,
la tuya.

puede que ya acabe
este invierno
tan infierno y frío
como el seco hielo
blanco y húmedo se encorva
sobre sí mismo se repliega
sobreprotegiéndose
yendo como yo misma
me voy o al menos
así lo quise fuera
de sus dedos y los míos
y la azul escarcha
de su enseñanza. ¡Vino
y ambrosía para las ubres
del Mediodía
pido!
Nunca la luz revela,
sólo el nocturno
aunque frío
aunque oscuro
vaga
la sombra velando
es la que abre el día
desvelando.

Como la niebla.

Sofía Serra (De La clave está en los árboles)

martes, 5 de marzo de 2013

Vidas paralelas

Vidas paralelas

A través del aire
ya que se acerca
la estación primera,
ésa en la te sientas
de nuevo ya a mi lado.
Con el polen de las candilejas
el amarillo nos teñirá de origen,
de nacimiento del tiempo bien nombrado.
Como el big bang floreciente
tus pecas tornaran valientes
a su sitio en el mundo.
Un par de pequeñas manos
las dibujan siempre nuevas.

No necesitamos retorno. Las aves
vuelan al unísono posando
sus alegres plegarias de alas
en cada árbol que sembraste,
que sembré sin saber tú
y tus manos sin mirar
que hacíamos lo mismo.
Un mundo paralelo al otro
mundo puebla cada margen
del arroyo. Los mimbreros
no necesitan espejo cristalino.
Ya las adelfas siembran
las aguas con sus flores rosas.

Como el ciervo la olfatea,
así llega la flama, la herida,
la luz, el encuentro
tras la búsqueda.
Sobre las espaldas
posábase el destino.

Labra la vida
como aramos el huerto
en un sentido y en el otro
construyendo paralelos
redentores
de la helada negra.

Sofía Serra (De La clave está en los árboles)

El último manzano (re)






Y como si emanara de la nada,

llegó que aquél que sí pudo crecer
regresa en calma al germen de preñez
del humus. Como en la casa habitada,

como en el volumen de forma exacta
precisa para su tiempo, su envés
en la entelequia que por doquier

nos habla, construye, padece y clama.

Que no por serlo negamos verter,
mas por humano evito la llamada
de quien me regaló vida y placer.

¡Oh, querido manzano!... tú, tus ramas
volviendo al suelo para renacer
desde mi extravío a tus no podadas.

(Sofía Serra, 22 julio 09)

lunes, 4 de marzo de 2013

Publicidad en mis blogs

Por fin me ha permitido blogger introducir publicidad... Más de un año intentándolo después de tres pensándomelo. Me tenía castigadita, aun no sé por qué. Yo lo relacionaba con mi escatológica (tan fundamental, tan innata, tan trascendente, tan última y primigenia) imposibilidad de obtener rendimiento pecuniario de lo que sea que pueda hacer en la vida. 
Por fin. 
Lo mismo el invierno acaba ya.
Las monedas no sirven. Pero la justicia, sí.

Caín: textos para un invierno


[...]
CAÍN: Habla igual
que un dios.
ADA: Y la serpiente, más mentía.
LUCIFER: ¡No es verdad, Ada! ¿No era aquel el árbol
de la sabiduría?
ADA: Sí, lo era... para nuestra desdicha.
LUCIFER: Y aún así, esa desdicha es la sabiduría: así que
no mintió.
Y si os traicionó fue con la verdad,
y la verdad no puede, por propia esencia, ser
sino buena.
ADA: Todo lo que sabemos
es que nos ha traído un mal tras otro, la expulsión del hogar,
el temor, el trabajo, el sudor, la dureza,
la contrición por todo lo que fue, la esperanza
por lo que no será. No sigas a ese espíritu!
resignate, Caín, a estos padecimientos. [...]

(Caín. Lord Byron. Traducción de José Luis Piquero. Isla de Siltolá, 2011)

Los dueños

Los dueños

Cualquiera puede adueñarse
de un deyavú.

De madera como el pájaro te arranco
extraños tiempos tan estomacales
se desvanece todo por la orilla
de la mesa. Compartimos pan,
vino y aceitunas…

jamás, jamás jamás.
al final hay que dejar
de creer. No me da
el árbol la respuesta.
mi mente se parapeta.
la mentira tras el no saber.
Todo lo que pienso y siento
se desarma de sí.
Todo menos una lágrima.
Todo menos una carcajada.
a quién le pregunto por mí
a quién.
a qué árbol.

Dejé de obtenerme hace mucho
tiempo.

Sofía Serra (De La clave está en lo árboles)

domingo, 3 de marzo de 2013

El indomable

El indomable

Saber cuánto se tarda
en construir un buen hombre,
un ya vamos
bien anidados
por el camino
de los bueyes, el paraíso
de los pastores y las sacrosantas
inclinaciones de la cervical
de tu dominio, señor
de los animales, un clavo
y una garganta penetrando
a muñón fijo tu entrecejo
de hombre de más de dos
dedos de frente con dos
umbrales de pellejo.

fueron tiempos duros
para los que permanecieron.

La cresta de la ola,
¿quién podría domesticarla
amoldarla comerla con su seno
toda ella una llena en la boca?

Sofía Serra (De Suroeste)

viernes, 1 de marzo de 2013

La virtud protegida

La virtud protegida

Hoy, día sin nombre
de un mes de limpio, yo,
sentada en la silla de madera
al filo de la ventura blanca
de la enagua del mar y sus velos,
confieso mi amanecer
sobre el canto de los mirlos.
Tal vez la vida se deba a alguna
elección errada del sol
cuando decidió oblicuar
su eje y provocar así
la explosión helio-atómica
que desde entonces soportamos
junto a los animales,
los verdes y las mareas.

todos los hombres me acompañan.

Los dioses no debieron prescindir
de nuestra opinión en masa
crítica a nuestro pensamiento
reflejo.

Beso las banderas de tus pies
de este día con nombre de mes
en blanco en señal
del gozo que me permite
seguir no pudiendo
más que marzo.

Y nularé las huellas
salvajes de la trastienda de la razón
y su economía
de virtudes fuera de sitio,
de lugar ajenas
al hombre y su deshielo
y su canto
de primavera.

Sofía Serra (De Suroeste)
 
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