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viernes, 18 de agosto de 2023

Revisión de "El cuarto claro"

 He estado revisando este blog con las herramientas que Google proporciona en busca de algún virus y no se han detectado. También he revisado su indexación y, según Google, solo había problemas en tres vídeos con enlaces rotos. Ya los he corregido.

El cuarto claro es un sitio meridianamente claro y nada sospechoso. ;)




martes, 25 de julio de 2023

¡Viva España!


  
"Rosa roja que se quedó pálida hace un mes inclinándose hoy para poder disfrutar del aroma de la yerbabuena y luciérnagas celebrándolo con su brillo aunque sea a pleno sol"

Creo que ya me ha vuelto el buen humor... Con qué poquito nos conformamos los pobres, ¿eh? Pero para mí es mucho que a Pedro Sánchez se le haya hecho, al menos, la mitad de la justicia que le corresponde. No milito en ningún partido. Salvo una vez, siempre he votado al PSOE; sí, leal soy, conmigo misma. He tenido y tengo interiormente algunos encontronazos con sus políticas, pero mi ánimo se decanta siempre por la indignación absoluta-que me puede-que me pongo mala-hasta el punto de acostarme ayer a las 10 y cuarto ante cualquier tipo de injusticia. Este hombre es el mejor presidente que el gobierno de España ha tenido desde 1975. Ya lo quisieran los ciudadanos de muchos países para ellos. Y los españoles lo tenemos. Ahora sí me entran ganas de gritar: ¡Viva España!

miércoles, 8 de marzo de 2023

Mi sujetador de trabajo es de color morado

 



"Mi sujetador de trabajo es de color morado"


El color morado es mi preferido desde hace medio siglo aproximadamente. Mi lucha, también desde niña, ha apuntado siempre hacia el ser más débil (la verdad también lo es). Con toda la razón me llamaban mis padres "abogada de pleitos pobres". Cuando comenzó a llegarme el eco del 8 de marzo como día de la mujer trabajadora, allá por el instituto, inmediatamente percibí un deje injusto en su nomenclatura aunque me identificaba con lo que rememoraba. Ya de mayor, me sentí injustamente olvidada por él. Como me he dedicado a ser ama de casa y esta "profesión" (hasta de fe) no es reconocida por ninguna ley como "trabajo", simplemente el 8 de marzo no era mi día.

Donde más marginada por mi condición y circunstancias (mujer y ama de casa)  me he sentido ha sido en el ambiente socio-poético y, concretamente, por mujeres de ese ámbito que se autoproclaman como feministas. De más está que diga que también por "pseudodoctores" masculinos. Así que se comprenderá que en un día como el de hoy mis sentimientos se hallen enfrentados. Soy mujer y feminista desde que nací y, desde que nací, poseedora de una gran capacidad para el trabajo. No debería ser necesario señalarlo. Lo mínimo que mi labor aquí expone así lo demuestra. No me gustan, personalmente, las discriminaciones positivas. Hieren mi orgullo como persona y como mujer. Por ejemplo, jamás me he presentado a un concurso como el Carmen Conde (y he llevado al extremo, porque radical soy, de ni siquiera enviar originales a su editorial). Odio competir, pero no por miedo a fracasar, sino por miedo a ganar (complejo de Jonás). Sin embargo, considero que leyes como la de paridad son socialmente necesarias.

No me representa ninguna mujer con poder o voz. Yo me represento a mí misma. No distingo entre hombre y mujer salvo para cuestiones íntimas amatorias.

Todo mi apoyo (es decir, mi amor y mi fuerza, que son lo mismo) para el ser más débil, para el más marginado, para el menos poderoso, para el que padece abusos, para el peor incomprendido, para el más vulnerable, para el más hambriento y sediento, para ese que es objeto de la injusticia y de la salvaje y horribilísima acción de la jauría humana, aunque se tratase del más terrible de los seres humanos.

Odio la tergiversación y la manipulación. El papel de Podemos con la ley del solo sí es sí actualmente conforma una de las más burdas maniobras electorales llevadas a cabo en este país, a la altura de las iguales practicadas por el PP y Vox (la derecha española). Con esas cosas no se juega. Una vez los voté, pero su morado es mi color mucho antes de que ellos existieran. Me solivianta la ignorancia que demuestran cuando se autoproclaman como los/las verdaderas feministas. Me solivianta su prepotencia sin motivo y su capacidad para la manipulación.

Mis sujetadores de trabajo son de color morado. Dado de que trátanse de ropa interior, y tal como su categoría de vestimenta indica, no suelo mostrarlos pública o exteriormente.

El pudor aún me puede, a  la barriga de mi madre gracias, que imagino me formó así.


o0o


lunes, 28 de marzo de 2022

De la seriedad de la exploradora

 


Del mosqueo con el levante al susto con la exploradora. Menuda mañana llevo, y eso que me niego a que me afecte el cambio en las horas. De horario de invierno al de verano, y yo aún con jerséis de cuello vuelto. Iba a dedicar el lapso de tiempo entre dos frentes de lluvia que ofrecía el día de hoy a hacer tareas de campo atrasadas, pero la llegada de las pruebas del libro ha conseguido alterarme el ánimo (nada difícil en mí, la verdad sea dicha), ponerme el corazón a cien y hacer que me encierre para sentarme en el ordenador y corregir. Sé bien que por parte del trabajo del editor, nada, o minucias. Sé que, por mi parte, ¡todo!, aunque hable en broma, medio en broma. De pensar que así ya en papel (por mucho que lea o escriba en medios electrónicos no consigo despegarme de las ventajas que le contemplo a la  fisicidad del libro en papel) lo que sea que esté escrito va a perdurar para siempre…¿siempre? Bueno, me digo, siempre pueden salir ardiendo, mi ordenador y mis discos duros incluidos, la leche, Sofía, que no eres la Biblioteca de Alejandría, megalómana eres y, además, ¿cómo se van a quemar los libros? Los que yo tenga, vale, los puedes quemar en el candelón de los ramajos, pero los que adquieran los demás, ¿qué va a pasar?, ¿vas a ir metiendo fuego a cada casa particular para que desaparezcan? Joder contigo y tu “imaginación”. Ya podrías haberte dedicado a escribir novelas de misterio y suspense y catástrofes infinitas, ya que tanto te gustan las pelis esas, solo esas, por mucho que te hagas la mayor cada vez que las ves, en vez de escribir poesía. ¿O será que te provoca más miedo escribir (y, por tanto, publicar) poesía? Y lo que te va es la “marcha”. Seguro que sí, que lo que te pasa es eso, el miedo por la espina, el miedo por la columna vertebral, ¿miedo a qué? Miedo a equivocarte, no sabes si en la escritura o en la decisión de publicar, miedo a alzar la voz, miedo a sobresalir de tus archivos, tan caóticamente ordenados, miedo a dejar de ser voz eléctrica, etérea, pfff, una ventosidad en el infinito mar de aires que respiramos para tu libro llegar a ocupar un espacio de volumen en este Universo, no sé si infinito o no, en cualquier caso inabarcable. ¿Y qué mas da? Eso me digo, y qué mas da realmente… Comporta seriedad. Lo que haces te importa…no sé si gas licuado o aéreo, quizás aceite de girasol, que tanta falta hace, quizás agua y tierra, de lo que la exploradora sabe bastante, quizás físicas neuronas que logren mínimamente, minúsculamente, atómicamente, quarkmente (¡ah!, la exploradora) a comprendernos mejor los unos a los otros.

¡Y no importa que te equivoques, Sofía! De errores se construye el mundo, y el futuro, de sus correcciones.

Me pongo, no lo digo más. Seriamente.

 

Corazón encogido

 Hoy es un día descarnado,

las palabras no rompen mi inquietud,

ni siquiera los regalos del alba,

hasta los sonidos de la calle

se han puesto de acuerdo

en desafinar esta sinfonía

no sé si de adviento o retirada,

partida avecilla de retorno

estrellándose contra las paredes

de alambre. Se cuartea la fina capa

de piel endurecida que me describe

tu presencia en el mundo,

un espasmo quieto

que no ilumina la estancia

donde te ocultas,

el dónde está se sienta en mi silla

y me desplaza a otra geografía,

una geografía demasiado apaisada

para este día que averiguo estrecho

para la medida de mi querencia

por ti.

 

Hoy es un día muy serio.


(De "La exploradora")

lunes, 19 de octubre de 2020

Destierro

Las margas azules, la tercera parte de “Los cabezos amarillos”, representan la vuelta a “lo real”, al hoy de la voz que escribe, el mundo que vivo, todo aquello que no tiene que ver con el hecho de “la playa”, que no es un pasado en sí, ni un ayer, ni un futuro, aunque sí otro tiempo al inmanente en la escritura poética. Las margas azules son un tipo de roca sedimentaria, normalmente provenientes del mesozoico, que se forman o se depositan en entornos fluviales o marinos. Se me figura el tramo físico visto en un mapa desde la ciudad de Sevilla hasta “la playa” como el lugar de las mismas. En el poemario acogen todo aquello tomado de la evocación del lugar y el tiempo (los cabezos amarillos) para traerlo a la actualidad y a la realidad de la voz poética. Jugué con la imagen ecoica de su nombre (marga/amarga) y el visual del color, azul (que también recuerdan el del cielo y el del mar), como complemento cromático del amarillo de los cabezos.

Estuve documentándome, lo que una puede no siendo experta en la materia, aunque sí muy amante de la geología. La escritura de un poemario también implica una investigación científica, es decir, racional, ajena a la poética. Una especie de autodestierro del locus amoenus. Siempre la practico. No solo porque naturalmente me apasione, investigar, sino también porque la escritura poética así me lo requiere. 



El alma desterrada

 

El corazón no duele,

pero a cambio

el cuerpo desaparece.

 

La sangre me hierve

y cuando llega a su natural

condensación por el frío

que me rodea, me chorrean

las lágrimas, agua y sales

como la urea que  al matojo  reverdece,

el poso es tierra donde

el cañaveral germina y crece,

mas estoy

a revienta calderas

y el barco de vapor

busca el otro motor

de aceite y gas

que me suprima

de esta artificial suerte

de esperar sobre margas azules

cuando los amarillos

me destilaron

los siete colores del arco iris,

me explosione y, convertida

en masa humeante y celeste

intangible,

vuele por los aires

hasta mi padre marítimo

una vez

él también se condense

en olas de salinas

y reales y blancas

tempestades, no importa

si pequeñas o grandes.

 

Todo ha ido aumentando

como la marea sube

y  los girasoles

que me alimentaban justo

cuando te oí, crecieron.

Ahora su amarillo

ya tiñe el lugar del encuentro,

del que nunca he salido.

Nuestra es la bandera del exilio

interno y la verde playa

amplia y sola.

 

Salir de donde no estoy

para llegar a donde mismo

soy, que no soy más

que tú o yo

o el mundo que odio,

pero del que formo parte.

 

Ni siquiera la tormenta, con su gran poderío,

puede decir a las nubes: ¡no soy vuestra!

 

No mates los días que te quedan por vivir.

(De "Los cabezos amarillos". Ediciones en Huida, 2019)





miércoles, 14 de octubre de 2020

La poesía de Ángela Álvarez Sáez o la necesariedad del ser humano




La poesía de Ángela Álvarez Sáez o la necesariedad del ser humano

 

Si el lector se deja llevar por la primera impresión que provoca mirar esa sonrisa tan tierna y llena de simpatía, tan amigable, del rostro fotografiado de la autora, cometerá un craso error. La poesía de Ángela Álvarez Sáez (AAS a partir de ahora) es implacable. Desde que conozco a la persona a través de las redes sociales y un poco a sus poemas por ella misma compartidos públicamente, intentaba hallar el término que, desde un parco conocimiento como lectora de los mismos, me nombrara su ejercicio poético, me lo definiera. Porque percibir, lo percibía. Tan solo no era capaz de nombrarlo.  Ahora, tras la lectura de los dos libros que tan amistosamente (y generosamente por su parte, dos he recibido a cambio de uno) hemos intercambiado, la he hallado, a la palabra. Implacable. La poesía de AAS es implacable, hay que repetirlo. Implacable con Ella misma (consigo mismo como poesía), implacable con su autora e implacable con el lector. Poesía tan honesta que no deja títere con cabeza, es Ella misma por los siglos de los siglos amén, sin concesiones a la galería, emanando limpia y pura hasta deslumbrar con su feraz solvencia. Se resuelve a sí misma aparentemente sin ayuda ni de la poeta ni del lector, no admite, por su propia ontología, ninguna intervención que no sea su propio ser de palabra expuesta para poder hacerse inmanente en la realidad del poema o del poemario. Feraz como se dice arriba. Honesta, igualmente. Implacable, también, de nuevo. Con toda la rotundidad y el poder que pueden evocar esos adjetivos. Ella sin necesidad de nadie, independiente, todopoderosa, salvaje.  Por hablar llana y simplemente, de otro mundo, de ese mundo de donde nace el hecho poético, que es ajeno a las verosimilitudes que aparentemente se necesitan para poder hacernos con Ella. Este es el mérito indescriptible de la autora, humana como la que más, sometida a todas las circunstancias de la existencia como cualquier ser humano. AAS moldea con el barro de esas palabras que conquistan el ser más íntimo por su capacidad amatoria, ilusoria, esperanzadora, palabras cercanas que nos evocan el cobijo, el abrigo, el abrazo que el corazón del ser humano expuesto a la intemperie de la existencia necesita, para, después de amasarlas en sus también dedos tiernos de autora, pasarlas por el rodillo de la necesidad (ahora sí “necesidad” y no "necesariedad") rasante de esta costra de la nomenclatura (¿no queremos adaptación?, ¿no preferimos el orden en vez del caos?, aquí están, aquí los tenemos, parece decirnos la autora tras el resuello que se permite después del esfuerzo poético: esto es lo nuestro) hasta convertirlas en una finísima lámina de acero con la que construye la guadaña de la exigencia poética. Tan brillante, tan pulida, que antes de cercenar cualquier atisbo de hallazgo de calidez, de abrigo, nos permite vernos reflejados, resultando así aún más efectiva la pretensión de la misma poesía: mostrarse tal como Ella es, mostrarnos tal como nosotros somos. Que cada palo aguante su vela nos dice Ella, la Poesía. Esto es lo que hay y yo no voy a mentir, parece decir AAS. Yo os traigo la poesía, esta es la poesía. Y esta es nuestra existencia.

Y nos quedamos blancos, mudos, no de asombro, sí de reconocimiento ante la visión de un poder sobradamente superior a los que podamos o creamos poseer.

Así me ha dejado la lectura de sus dos libros que han llegado a mis manos. Más que sorprendida, con la boca abierta. A los poetas se nos llena la misma hablando de poesía. Lo que sucede a veces es que, cuando la encontramos más allá de nuestros minúsculos quehaceres, normalmente nos quedamos mudos. La mudez es producto del hallazgo, del encuentro con la realidad de que la poesía es aún más poderosa de lo que podemos percibir habitualmente, por muy mistérica que nos resulte, antes embarcados en nuestras propias minucias. AAS no olvida que somos humanos, que ella misma lo es. Utiliza los mismos resortes de ser “ser humano” para atrapar la poesía y poder traérnosla, complace a su ser íntimo acogiéndose en sus recuerdos, a sus vivencias, en la impresión afectiva que los conceptos de maternidad, paternidad, filiación, religión, evocación de paisajes muy visuales y, por tanto, atrayentes, para poder imantarla, atraerla a su manos de poeta y , así, poder ofrecérnosla, pero con tal Arte, porque Arte es lo que oficia la poetisa, que ningún atisbo humano mancha la efigie, la figura, la presencia de la diosa que se nos aparece. La Poesía con mayúscula. Ahora, al hallarla, al verla, comprendemos por qué nos atrae, por qué nos puede, por qué no podemos hacer otra cosa que enmudecer ante su presencia. El trabajo del poeta es anterior a su hallazgo. El trabajo del poeta se desarrolla consigo mismo y con el lograr que, tras esa revolución que implica la propia reflexión, la que la poeta hace consigo misma, el horizonte se despeje para que la pura y neta e imponderable Poesía pueda emerger para hacerse visible a todos los demás seres humanos. Audaz, sagaz, todopoderosa, ella misma ya hasta sin necesidad de la poeta. La poesía es inhumana, pero necesita del ser humano para habitar. He ahí su realidad. Ese, y no otro, es su misterio. Y esta nuestra alegría: ¡Somos necesarios! Aun con todas nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestra incompetencia, somos necesarios. Este es el mensaje de la poesía de AAS. Este es su regalo como poeta. Y qué más generoso y valioso regalo, el de nuestra necesariedad.

 

“La tierra frágil” nos ofrece un ramillete de preciosas flores hábilmente compuesto estructurando colorido y formas abullonadas, cálidas, curvilíneas, primorosamente dispuestas como si de un arabesco de líneas onduladas y curvas se tratara, muy similar al efecto gráfico que provoca la visión de su letra, de la escritura manual de la autora (tengo la fortuna de haber obtenido dos dedicatorias suyas), aparentemente intrincado pero repleto de pequeños pimpollos llenos de belleza, carnosos, amables a simple vista, un ramillete de flores que abre el apetito, entran ganas de comérselas aun no siendo veganos. Y es que no lo somos, tendencias alimenticias aparte. Somos sangre y carne y así se transfiguran esas bellísimas flores hasta hablarnos de nuestra debilidad, de nuestra pequeñez, de nuestra vulnerabilidad ante la intemperie de la existencia. Solo podemos recrearnos en nuestra capacidad amatoria para sobrevivir bajo ella, dejarnos gobernar por la realidad de nuestra naturaleza y la crudeza de nuestra lógica. Un día nacemos y otro día morimos. No hay más. Y no hay menos que dedicarnos a vivir nuestra existencia en el cobijo de nuestra capacidad para amar y así poder contemplar y vivir el misterio sin más dolor que el necesario para el esfuerzo: lograr que el amor habite en la inclemencia de nuestra existencia. 

La tierra (amante, poderosa, fecunda, madre) como imagen de nuestra propia vulnerabilidad (frágil). El amor, tan poderoso, depende de nosotros, paradójicamente tan vulnerables.

El “Libro de la nieve” se escribe por sí mismo, como si no necesitara autora aunque racionalmente sepamos que ese hecho es un imposible. Se autoconstruye tal como exactamente la nieve hace, que pasa del estado gaseoso al sólido sin mediador líquido (o autorial) que necesite, como por auto-emanación divina, por sí misma. La nieve es la manifestación sólida más inestable de nuestra fenomenología física. La nieve no se desmenuza por muy escamosa y briznosa que aparente ser. La nieve se diluye cuando la temperatura sube, cuando el calor del esfuerzo o del cobijo, o del amor, aparece. La nieve se convierte en agua, el estado sólido transmuta en líquido: ahora sí, la autora aparece. El autor como último eslabón en la cadena fenomeno-ontológica de la poética, como el lugar que le corresponde en la tarea del traimiento de la poesía a la realidad de esta nuestra existencia en la costra dura de la nomenclatura. Ahora, al leer el libro, entendemos el misterio poético. Ahora comprendemos el uso de la prosa poética escandida en breves párrafos textuales por decisión de la autora. Ahora el líquido puede ser escrito. Ahora el líquido de ese mar de dudas que anega el libro nos transparenta la incertidumbre de nuestra propia existencia. En la incertidumbre que es la esencia neta de toda poesía.

Poco más añadir salvo el hecho de transcribir que, con poéticas así, el temor de alguien como yo (lectora y escritora de poesía) por que en nuestros tiempos la lírica y la poesía no encuentren lugar, desaparece. Paz. Paz. Sin miedo ya al comprobar que aún existen seres humanos como Ángela Álvarez Sáez capaces de hacernos visibles lo verdadero a través del Arte, por algo llamado nuestro último refugio. Lo que siempre nos queda, afortunadamente. Aquello para lo que siempre seremos necesarios.


(Sofía Serra, 2020)


martes, 6 de octubre de 2020

Propiedad pública

 


Lo propio 

No me concibo como buena versificadora, o, por lo menos tal como se puede entender el concepto según la tradición poética. Rompo los versos por necesidad de expresión donde lo visual juega un papel determinante en la transmisión del concepto. No me gustan demasiado las perífrasis para la poesía (y el español es muy abundante en ellas), demasiado prosaicas, aunque a veces resulta congruente su uso. Soy más componedora de poemas (unos mejores, otros menos vistosos, nunca malos, unos más crípticos, otros muy “relatores”, se podría decir que épicos en el sentido de que relatan una épica personal) y, sobre todo, poemarios, que son los cuerpos publicables en libros. De esa última labor proviene mi necesidad de “corregir”. Aunque mis poemarios se abren y cierran y hasta titulan por sí mismos y entre ellos estructuran y enmarcan los ciclos poéticos que se han desarrollado, yo necesito “verlo”. Como mi escritura es un “continuum”, necesito posteriormente entender racionalmente por qué he cerrado un poemario y abierto otro. Ahí es donde entra en juego la revisión/corrección. Al hacerlo, me salta su sentido exactamente de la misma forma que cuando leo un poema que parecía no tenerlo  el día anterior cuando lo escribí. Entonces, a veces, suelo estructurar en partes, aunque pienso en ocasiones que esas disposiciones están de más y solo lo hago por hacer más comprensible su lectura, sobre todo para el editor. Por que, o para que, el lector, también el posterior, encuentre el camino más cuadriculado, más acomodado a esta superestructura que es la costra dura de la nomenclatura. Casi todos mis poemarios anuncian el siguiente, hasta en título (palabra) completo y en todos se van repitiendo términos que una y otra vez vuelven a aparecer. Mi obra poética es como una obra de esas hechas con alfileres clavados sobre los que se enganchan y lían hilos, o cuerdas o semejantes, y se entrelazan hasta conformar un dibujo o imagen “reconocible” figurativamente. Un hilo continuo girando sobre vástagos (que son los conceptos y las palabras y los temas) trabándose consigo mismo. Muy poéticamente entendido podría nombrarse como palimpsesto. Ese “dibujo final” aún no puedo verlo, aunque presupongo que será una especie de fotografía de mi alma. No dispongo más que de esa propiedad, así que es lo único que puedo ofrecer al mundo. Y eso es lo que hago al escribir: dar.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Dos terremotos

Fue la primera palabra de la que tengo conciencia que aprendí: terremoto. Estaba la niña imagino que a medio dormir en la habitación de sus padres, cuando algo la sobresaltó y espabiló (mala cosa). Oyó a los mayores hablando en la estancia contigua, distinguió una palabra extraña y entonces se le visualizó un cielo teñido de colores naranjas y rojos recortado por la silueta de una motocicleta rodando por el perfil de una montaña, negras ambas, como en perfecto contraluz. Parece que ya entonces era amiga de la etimología sui-generis, y hasta de la fotografía. Terre-moto. El ruido de esos vehículos lo asemejó a lo que fuera que la despertó. Así quedó grabada en la pueril mente de mis dos años. Ahora sé que fue un 15 de marzo de 1964, la fecha en que se produjo un terremoto en Sevilla. Aún no había nacido mi segunda hermana y yo ya sabía leer. El misterio lo resolví cuando ya de adolescente conocí la existencia de la Venus de Willendorf. Solo una maga podía haberme favorecido esa resolución tan racional e imaginativa a la vez. Siempre relaciono la palabra terremoto con el fuego, y el fuego, con la magia y los temblores, de ánimo y de tierra, ¿o no son lo mismo? Y el temblor que una palabra nueva provoca en las neuronas, y su fuego, su chispa divina. El soplo.



El Temblor II (poema a mi primer recuerdo verbal)
(A la Venus de Willendorf)

con qué mando vino
y a qué fango llega
la venia bajo la que te labraron.
Si conocemos el momento,
¿te imaginas un desierto sin hombres
poblado sólo de árboles?
…Y entonces llegaron
sus pechos manando leche,
y en su barriga
crece la nueva vida
y se haga fuerte 
y coma con sus dientes
y hasta ojeras tiznará
al enfrentarse a la pendiente 
cuando el jefe de herida muere
por el colmillo del mamut,
o tal vez por la venenosa
espina de la acacia
que por entonces verdeaba
las arenas del Sáhara.

Ni qué decir tiene ya
su vulva fue el origen
del mundo para ellos,
pobres hombres blandos 
y sedientos de rascacielos
que los elevaran del frío
del suelo de la cueva.
Pero he aquí que llegó
su bonhomía temprana,
y la mujer chamana
se talló en caliza
hasta dar lugar,
o luz,
al misterio:

y si a esta piedra
y la clavo y casco 
lasca a lasca,
ya llegarás,
cuando se me abra
la rosa dura.

Pensó la mujer naranja
con el contraluz
de un cuerpo y durmió
con un cuerpo,
soñó, despertó 
y se levantó del tálamo
de piel de alce
con un cuerpo
girado hacia el oriente 
del horizonte naranja y negro
y rojo temblor: 
terre-moto
sopla con sus piedras,
te nombra meciendo
sus altas tundras,
te labra moviendo
tus pequeñas sábanas,
te engolfa en las voces de afuera
cuando mis muslos
aún no habían engordado
con la teta, en la cuna
y desde su tierra 
te cinceló la talla
de ésta no sé ya 
si habla o antigua.

(Sofía Serra, 2012)

domingo, 23 de agosto de 2020

Dos torres

Hay torres que ganan en belleza al hallarse en ruinas, sin que con ello me refiera a esa admiración más o menos mórbida por la decadencia, sino a que a las construcciones, a los artefactos, a los objetos y hasta a los pensamientos y a los sentimientos, a todo aquello que posee una entidad sea de la naturaleza que sea, el tiempo, como compañero nuestro que es, termina por ejercer de demiurgo otorgando ¿él o nosotros?) existencia propia a aquello que parece desvencijado o derruido. Ni siquiera podría decir que “transformado”, porque entonces presumiría que parte de algún otro ente. El adjetivo que más se acerca es el de “creado”, como extraído de la nada hasta ser él mismo por sí mismo. Y así, ya, conforma vida bella propia dejando de ser una ruina. A lo mejor por eso mismo escribí tras este libro ese otro poemario titulado “Extinción de ruina”, ahora que lo pienso. El poema, ¡por-dios!, que se me va de las manos esta introducción. 




Torre en ruinas

ciega estuve tú
con tu silueta rota
y ancha anduviste
cercando la contraviesa
de mis ojos, ese alma
que se pierde de lo más evidente,
torre albarrana,
torre marítima,
a deshora me avisaste
del drama urgente y pavoroso.
una torre ruinosa
lamida por el mar
y sus sales, pasto
de borrascas, de la tensión
de las mareas, del gobierno
de los locos muertos
de hambre y otros géneros
de sedes y sillones.

(Del libro "Los cabezos amarillos")


viernes, 21 de agosto de 2020

Un paso adelante en el sueño de Vesstiart


 Vesstiart en Red Bubble


Llevo un par de semanas o tres trabajando en un proyecto que me ilusiona mucho. Consiste en poder ver mis fotografías traspasadas a soportes físicos, pero no solo con esa característica, sino con la de ser objetos físicos de uso cotidiano. Siempre me ha acompañado un anhelo semejante, quizás por la influencia de mi afición a la costura y los tejidos, quizás impelida por la necesidad de escapar de lo intangible que este mundo de lo digital confiere. Desde la más tierna infancia de mis andares por la fotografía digital allá por el 2001, me impulsó el anhelo de ver impresas mis fotografías conformando estampado de distintas prendas de vestir. Recuerdo que ya entonces, cuando apenas existía internet, escribí a una reconocida marca internacional de ropa proponiéndoles la idea. Ni caso, claro, pero, claro también, el afán ha persistido. Los que habéis tenido la generosidad de seguir mis trabajos a lo largo de tantos años, habéis podido comprobar que en alguna ocasión he dibujado vestidos “impresos” con mis fotos, y confeccionado físicamente alguno. Hasta creé un nombre de marca estimulada por la sensación de que la idea era buena, VESSTIART. Sin embargo, como ya anoté en este mismo blog en su momento, lo económicamente oneroso del proyecto, me limitaba su desarrollo. Ahora, y por ahora solo quizás a través de este medio, pero con el añadido de que sí es posible al menos para mí ver los productos y, también, ya con el riguroso mediatizador que comporta el uso de la palabra “precio”, que los demás puedan disfrutarlos en sus manos.
No quisiera extenderme más. Tan solo nombrar la página donde a partir de ya podéis acercaros a ver mis fotos en otros soportes y, si os apetece, adquirir alguno de ellos.
No diseño los productos, pero sí trabajo porque mis fotografías se ajusten lo más perfectamente posible, no solo por tamaño necesitado, sino también por conservar el espíritu de cada imagen dependiendo del objeto en cuestión. Las raíces de este gran anhelo mío escarban en el interés que siempre me persigue, o yo a él, no sé a ciencia cierta, el de intentar bajar a la obra de arte del muro, de las paredes, queramos o no, pedestales, e inmiscuir su belleza en nuestra vida cotidiana, renovar el soporte del Arte de la imagen. Ahora que la tecnología con sus supersónicos avances me ensordece, a mi sima profunda y silenciosa se aviene y, así, desde su virtualidad me regala lo tangible, desde donde nace en realidad toda mi actividad poética o creativa.

Nota a pie de página: “Prosaicidades”
- Podéis encontrar casi de todo, desde camisetas hasta vestidos, pañuelos, cortinas de ducha, fundas para móviles, desde calcetines hasta bolsas deportivas, pasando por la tradicional lámina fotográfica enmarcada o sin enmarcar. ¡Hasta fundas de edredones! No he activado todos los productos en algunas fotos, pero la mayoría sí están listos.
- A mí me pagan el 20% del precio del producto.
- Todas mis fotografías irán con mi firma habitual.
- Tengo unas cuantas subidas sobre las que estoy trabajando, y muchas más que seguiré subiendo. Pero, y es otro valor añadido de este sistema, podéis proponerme cualquiera de mi larga lista de fotografías. Os sugiero mi galería en Flickr para poder verlas más fácilmente.
- Creé un blog para mi proyecto cuando se hallaba pañales que ahora abro. Lo dedicaré también a mostrar estos productos. Este es: VESSTIART

Aquí os dejo algunas muestras.







lunes, 20 de julio de 2020

Tortura



Un poco, o un mucho, como un marino erizo del revés, así me siento con mis líos poéticos, entre los que incluyo la fotografía, y este exponerse y este no saber ya qué hacer con tanto hecho ya para nada, ya para nada y si seguir escribiendo ya para qué, ya para qué. ¡Y lo malo es que ya hace ocho meses que de pronto aborrecí el vino y es que sigue sin apetecerme nada! Y en estos páramos achicharrados no hay forma de encontrar agua salada que cure mis heridas, ni espuma, ni brisas marinas. Pero sí claveles y mi casa, y los tomates del huerto, y mi intimidad de ratos de lectura y de costura, y el cariño desmesurado de los perritos, y las trastadas de las gallinas cuando se escapan, y la alegría al ver llegar a mi hijo con su coche ya suyo, ya no dependiente de horarios fantasmales de autobuses ni de sus sentimientos de culpabilidad porque el padre lo trasladara, ya solo él y sus querencias y apetencias, con su libertad en sus manos, ya suyo. Y suya, de la poesía, es la condena que me martiriza un día sí y otro también. ¿Cómo leches conseguiría desprenderme de esta tortura?, ¿cómo lograría volverme del derecho? Cómo, ¿cómo?, ¡¿cómo?!


Los erizos del revés

en este mundo oscuro
hasta los invitados
pasan hambre.
(Just the wind
like the wine.)


solo el viento como el vino
que enarca las cejas de la vida,
solo el sendero de agua y conchas
que cansino se desliza
entre la raíces quietas
de los matojos abrazados
y los cañaverales abiertos
al sereno de la noche.
sólo el suplente
martiriza los erizos
volviéndolos del revés
sobre sí mismos,
sólo la roca los acoge
en sus cárcavas navajas
consolando sus desconsuelos
al viento como  el vino
abriéndolos, al agua
salada. Ella sana
los sinsabores fríos
de cada púa clavada
en el interior de sus mejillas,
de sus gargantas, de sus todo
estómago solo
de carne amarilla
y viva y fe-
haciente.

No tan ausente



"La presencia por la ausencia" es un libro ya descatalogado. Fue el primer poemario que me publicaron, 2010, (a cambio de mi trabajo durante todo un verano en la misma editorial) y el cuarto que escribí (2005-2007). Hoy lo he reabierto, porque tras tantos años, siendo yo misma consciente de sus fallos casi desde el mismo instante en que lo tuve en mis manos (exceso de puntuación, exceso de adjetivos, un como siempre excesivo en mí), me daba un poco de vergüenza "propia". Pero ahí está mi voz, la voz poética. Y una voz muy potente, sí, muy potente, no me duelen prendas al reconocerlo, aunque escueza a muchísimos. Todos sus errores, muy fácilmente subsanables, no deberían haber provocado el infierno de voces contrarias que levantó en su momento y que tuve que vivir tras mi irrupción en el panorama poético "internaútico". Ahora me he propuesto revisarlo y corregirlo, adaptarlo al conocimiento que la experiencia poética me ha regalado. Así comienza:



Canción

Alguien me tocó el alma el otro día, alguien,
con la tierna almohada de su voz ensoñadora.
Alguien suscribió mis versos,
reinventó la luz sobre la tierra, que ya caminaba ominosa,
anduvo abriendo puertas mientras, oculta yo,
mis manos temblaban.

Antes, cuando abría mis párpados a la luz cegadora,
los amaneceres cabalgaban por la orilla de este verbo que no
es verbo
sino margen acotado carnalmente.

Se cerró el mar.
No me acompañó entonces el Poeta.
Ni el mirlo sostuvo con su canto mis roncas lágrimas.
Ni siquiera la primavera, que anhelé tiempo después,
llegó a bañar los atardeceres con el perfume de la niebla.


Antes, mucho antes, dormía en la tierra recordando
el verde trampantojo de la encina,
y yo, yo, bailaba al son de los tambores de las fiestas
humanas.
Cuando me quedé muda,
no me cobijó el Poeta.
Ni la lumbre, ni la hojarasca fértil.
Bajé al infierno de todas las vidas.
Hablé para llorar.
Rodé para existir temblando
acunada por el frío en la cruz de todos los huertos.



Antes, tiempo eterno antes,

saltaba sobre las piedras con mis zapatos de rosas
generando vida, esperanza y muerte... ¡feliz!
Una y sola entre las de mi especie
albergaba en mi cóncava realidad todas las esperanzas,
todo el alimento de la tierra.
Ahora, más allá de las sombras,
permanece siempre abierto el horizonte
que nos avanza el sol en su homenaje tardío
a la belleza de Lo Sin Nombre.

Camina, rueda mía, camina,
llévame por tus senderos de perdón y olvido,
que el polvo que levantes sea mi clámide en la espera.
Muéstrame en tu devenir el movimiento sobre el mar, las
almas, la luz.
Adelántate y alienta.
Camina por mí para que, cuando renazca,
las encinas continúen dibujando caracolas
en el aire con sus candilejas de abril.



("La presencia por la ausencia". Bohodón ediciones, 2010.)

domingo, 8 de diciembre de 2019

"Ya no hay tiempo", o la creación de un intemporal

"Ya no hay tiempo", o la creación de un intemporal

Me pilla de lleno su lectura disfrutando de la otra, la de los clásicos, en concreto la de La Madre Naturaleza, donde Pardo Bazán contesta generosamente a mi pregunta sobre el por qué me gustan tanto los clásicos, disfrutando yo de sus descripciones, tanto de paisajes como de personajes, larguísimas y bellísimas, además de excelentemente concernidas. Es decir, sitúa al lector. Lo sitúa y lo engancha, lo recoge y arropa, y a aquél, o sea, a mí, no le queda más que disponer de tiempo para poder seguir leyendo. Mi enganche a los clásicos, porque es un enganche, una adicción que en los últimos años se ha convertido en algo preocupante. Desde que leí a Proust, no consigo deshacerme de ella. El mono es lo de menos. Siempre están ahí, nunca me van a faltar. El problema, mi problema, es que bien sé que existen nuevas drogas, igual de efectivas o incluso más podrían ser, cuya lectura satisfactoria añadirían a mi mente ese prurito de contemporaneidad que todo humano vividor de su presente necesita. Pero nunca lo encuentro.

La narrativa actual me ha pillado también en la misma adicción. Son innumerables las novelas (o relatos) que he comenzado y hasta casi terminado, pero ninguno benéficamente, satisfactoriamente. El aburrimiento se apodera de mí. No me gusta que me cuenten historias, deduzco desde hace mucho tiempo. Hoy, corrijo. No me gustan cómo me las cuentan. Mi trabajo en la escritura de la poesía tendrá mucho que ver, pero tampoco descarto que la narrativa, la “cuentación” de historias, padece en general en nuestro tiempo de una carencia de lenguaje suyo, propio, de un lenguaje que la acompañe en su tiempo, el contemporáneo. Ese es el problema desde mi punto de vista. Ese es el problema.

No es la trama, la historia contada, la que debe llevar a la lectura. Para eso me veo una peli, me digo. A la vez que la “veo-oigo”, puedo estar haciendo otras cosas, desde coser o cocinar hasta incluso leer ensayo, si la película no me dice demasiado. Pero la lectura literaria debe absorberme para poder disfrutarla. Quizás porque soy amante de la literatura, me gusta leer. No hay más misterio. Necesito que sea la propia lectura, es decir mi inclusión en el desarrollo de la escritura practicada por el autor, la que me incite a seguir la trama hasta su final. Esa es para mí la narrativa, el arte de narrar. Otros pensarán que debe existir un equilibrio entre ambas propuestas, pero tal como mencionaba, yo me decanto por la segunda. O mi mente, la trabazón de tantos años dedicada a la interpretación de signos enlazados entre sí conformando un significado y un significante condensadas en unas neuronas y sus enlaces químicos.

Y eso es lo que he encontrado en la lectura de Ya no hay tiempo. Literatura, el arte de la letra, el arte de la palabra escrita. Reconozco que el título me chocó al principio. Digamos que no me gustaba, muchas vocales seguidas, cuestión de sonido, de musicalidad (otra vez mi gusto por la escritura de poesía, o mi afición a la literatura). Pero una vez leída acierto a comprender, no ya su porqué semántico, el del título, sino, lo que es más importante para esta mente lectora, su causa formal. Exactamente así te lleva su autor a lo largo del recorrido de la historia que cuenta. Sin tiempo y con la lengua fuera, como si efectivamente una solo pudiera pronunciar vocales. No queda resuello para las consonantes, y mucho menos para las oclusivas. Salvo al final, cuando ya por fin encuentras el tiempo para el resuello. Cuando acaba. Cuando la lectura de literatura, finaliza.

Desarrolla Martín Lucía una prosa, una narrativa, estructurada en frases muy cortas la mayoría de las veces. “Malo” me dije al principio, porque no soy muy amante de ese tipo de prosa. Algunos escritores se han aficionado a ella como un banderín o pendón que les proclamase su contemporaneidad. Pero lo que se fuerza nunca obtiene buen resultado. Nace el pastiche, el sinsentido. La forma y el fondo, en este caso la trama, porque de novela se trata, deben conformar un todo completo. “Magnífica”, me dije cuando llevaba unas quince o veinte páginas. Es esa prosa, su prosa, la que el autor elige, la que te marca el ritmo en una carrera que es puro sprint desde el comienzo. Es la que te engancha, la que te coge de la mano y tira de ti aunque no te quede oxígeno o casi pulmones. Su estilo, resumiendo es este. Pero ni mucho menos tan solo. Ni mucho menos. Hay mucho más, muchísimo más. El autor, poeta, recurre a la repetición de frases ya dichas, de ideas ya expresadas, no importa si un renglón antes o diez páginas antes, como si con ello nos enchufara la máscara de oxígeno que necesitamos para seguir con el sprint. No son descansos. Son verdaderas inspiraciones de aire puro que el escritor nos suministra. No recapitula, sí nos recuerda, a la vez que nos marca el ritmo, son verdaderos mantras, para que logremos llegar a culminar la marcha, llegar a la meta: el final del libro.

El autor juega con el tiempo, ese concurso lineal que siempre nombro como nuestro compañero, moldeándolo a su antojo, rompiéndolo, alterándolo, situándonos en un presente o en un pasado, y hasta en un futuro (la previsión de lo que puede suceder que nace en la mente lectora) a lo largo de a disposición de capítulos que él maneja como efectivamente un creador, un creador que está al margen del mismo tiempo porque él mismo lo ha creado, lo ha hecho posible. Martín lucía crea el tiempo de su novela y al lector no le queda otra que vivirlo tal como él señala que hay que vivirlo, para eso es el AUTOR. Es esa la labor de un creador literario, incluso la de crear el tiempo. La guinda del pastel. El pastel es el drama que desarrolla, la historia que nos cuenta y su habilidad para contarlo tal como ese drama que inventa, necesita ser contado.

Martín Lucía es poeta. Un poeta que escribe su primera novela. Gracias a que no ha podido, o no ha querido, evadirse de ese reclamo interior que es la actividad poética, ha conseguido convertir la narración de una historia más o menos actual (podría también calificársela de clásica, clásica porque es tremendamente humana), situada en un momento actual, elaborada con una prosa muy actual, en una narración verdaderamente contemporánea, es decir, con una prosa que acompaña a su tiempo. A ESTE TIEMPO. Ese tiempo cuyo título nos dice que ya no existirá, aquí, en la obra de arte que todo facto de literatura debiera comportar, encuentra su lugar de ser. Y porque es de este tiempo, su tiempo, es un clásico de una novela del siglo XXI. Un clásico para una lectora como yo. Una obra de arte literaria.

Ya no hay tiempo cuenta una historia de amor sobre muchos tipos de amores. Amor por la lectura, amor por las historias con intrigas, amor por el cine, amor por la música, amor por los amigos, amor por la pareja, amor por uno mismo… También una historia de amor por la escritura literaria. La del propio autor. Hasta cuenta la historia de amor por la lectura de una lectora que por fin ha podido terminar satisfecha una novela de nuestro tiempo. Nuestro compañero. Ya no hay tiempo sí ha encontrado su tiempo: nuestra contemporaneidad. Y por ende, la de todos los venideros, exactamente tal como logra un clásico.

oOo

Se puede adquirir AQUÍ

lunes, 11 de noviembre de 2019

Aún somos mayoría

Ayer fuimos los tres a votar, como normalmente lo hemos hecho siempre. Al ir a coger las papeletas para el senado, una señora mayor, con cierto aspecto ligeramente moderno, algo dejada, hermosa en carnes, pelo ligeramente sucio recogido en un moño, llena de abalorios del cualquier mercadillo y chal de ganchillo de colores, le preguntó a mi hijo que qué tenía que hacer para señalar el partido que fuera, si tacharlo o qué. Mi hijo la ayudó indicándole que solo tenía que escribir una cruz en las casillas correspondientes. Como lo hizo allí mismo sobre él montón, y él aún no había cogido las nuestras, hubo de esperar, así que pudo ver qué partido señalaba. Exactamente a VOX. Con cierta gracia, me comentó después que si se lo llega a imaginar (¡inimaginable por el aspecto "progre" de la señora!), le habría dicho que dibujara unos corazoncitos, como los "likes" de las redes sociales. Al menos así hubiera sido un voto nulo. Esta mera anécdota nos abrió los ojos. 
La única forma de luchar contra el fascismo al que han votado casi cuatro millones de españoles es luchar contra la ignorancia. Hace tiempo que sospechaba que España es un país de derechas. De ahí ese permanente desencuentro que padezco desde siempre con mi propio país, pero lo de anoche me abrió los ojos del todo. Ese fascismo "votado" es una ideología transversal. A él han ido parar antiguos votantes de cada uno de los partidos democráticos y hasta antiguos abstencionistas. Ya al fascista no se le distingue por su aspecto ni por su posición social ni económica ni por su edad. Solo por la falta de cerebro (y eso, no se percibe a simple vista). Han encontrado su nicho en el espectro del Parlamento. El resto de los partidos, y con él todos los demócratas españoles, debemos pelear porque exactamente sea su nicho, ideológicamente hablando, y a ser posible cada vez más pequeño, hasta ahogarlo. Dejarnos de simplezas, ser racionales, velar porque el demócrata español no se sienta ninguneado sea cual sea su pensamiento o creencia vital. Lo advertí alarmada cuando el 15M (aquí lo dejé dicho, en este blog, y me llovieron palos y hasta bombas, que sí me dejaron maltrecha). Y lamentablemente no me equivoqué. De aquellos barros, estos lodos. Pero al menos ya tenemos localizado, esta vez de verdad, al enemigo. Al fascismo. Ya sabemos dónde está. Ahora a pelear todos contra él, provenga de donde provenga. Dejarnos de ironía, dejarnos de reproches, dejarnos de intereses partidistas. Pelear por la democracia española como exactamente hicimos durante la transición. Aún somos mayoría.
oOo

domingo, 3 de noviembre de 2019

Desde "Los cabezos amarillos" hacia la clase política



Escrito "al margen" mientras componía Los cabezos amarillos, poemario de mi autoría que en breve publicará Ediciones en Huida. 

Desde "Los cabezos amarillos" hacia la clase política

Os he vuelto a leer, he recapitulado tratando de dar con ese camino donde podría haberme desviado. Pero no, no hay desviación, estoy donde estaba, donde tengo que estar, donde mismo comencé, sino que con más hecho, que es lo que me ofrece la dimensión del avance. Lo que soy y pienso os lo debo. Debo seguir, no estaba equivocada, todo lo que lanzasteis al mundo ha ido impregnándolo, así como a mí. Pero necesito avanzar, igual que el mundo. Y encontré un modo de contribuir a ese avance, mi herramienta es la poesía. Escribirla, hacerla con lo que tenga a mano.

no los que griten
serán los oídos.
sino las gargantas.

Despertarme llorando a Kant, por no haber perdurado, no haber calado en el Hombre.

Los cabezos amarillos siguen su curso
caminan sobre la arena
y yo con ellos.
Debo mover alguna ficha, aunque sólo tengo una oportunidad, o ella me tiene a mí. Pero me desespera no saber qué lleva dentro de su bolsa esa “oportunidad”.

Leer a Kant y volver a reencontrarme con el ideal de Hombre con el que sueño, todo es lo mismo. Sueño, pero ¿es que es tan difícil de comprender y llevar a la práctica su teoría política? Para nada. Cultura, sólo hace falta cultura. Es el único camino.
La clase política ha desviado su camino en cuanto que el ciudadano (del que también forma parte los individuos que en determinado momento hacen de políticos en el supuesto de un estado republicano al modo que lo describe Kant) no ha terminado de ser consciente de cuál es su papel. El estado se fundamenta en la existencia de la persona y el establecimiento de un pacto entre ella y el resto para hacer posible la coexistencia de sus derechos innatos: la igualdad y la libertad de cada uno. Ese pacto es la ley, que emana del derecho, del derecho del hombre a vivir con sus derechos innatos, de la justicia para consigo mismo, que no es otra cosa la clave del Derecho, y del derecho de cada hombre a que ninguno, puesto que todos iguales (igualdad), ponga en peligro los derechos del otro. A través de esa ley emana el concepto de estado: estado, situación de un conjunto de hombres que deciden vivir bajo una ley común que los vincula y obliga a la vez que garantiza su vida individual (libertad) y comunal en paz e igualdad. Luego el estado deriva de la misma necesidad y deseo de cada individuo de poder vivir en libertad e igualdad conforme a sus derechos. Luego el estado, la pervivencia de ese estado que garantiza el derecho de todos, es responsabilidad de cada individuo, de cada persona, no importa en qué papel le toque vivir su desarrollo como persona, como si es variable a lo largo de su vida.
La persona que ejerce de político es tan ciudadano como el que más. El ciudadano nunca puede olvidar su papel como tal, puesto que entonces el estado se pervertiría. Y esto es lo que constantemente se olvida por parte tanto del votante como del elegido para representarlo.
Sólo es necesaria la conciencia, y la consciencia, para que el sueño del estado universal pudiera ser declarado de facto. Y ambas sólo pueden adquirirse mediante la extensión del conocimiento. Cultura. Cultura es el conocimiento del ser humano. De lo que somos.
Educación.

No, no me había desviado.

Kant, apenas años después de la revolución francesa, la supera rompiendo con el despotismo ilustrado. Parece como si su pensamiento la obviara abstractamente, y congruentemente, puesto que la revolución francesa no fue más que continuación del anterior régimen, sino que, pervirtiéndolo, de tal forma que lo llegado por mucho que acabara con ciertas injusticias sociales, no podía ser positivo per se. Toda revolución sociopolítica parte de una perversión, por muy buenos instintos que la impulsen, puesto que actúa sobre lo malo o detestable revolviéndolo, no dándole la vuelta, que sería la subversión. Y no es ese el camino para el progreso (el de la perversión), entendido este como el mejor desarrollo del potencial humano en base a adquirir una forma de convivencia que garantice los derechos innatos de todo hombre.

Otra vez cultura, educación, adquisición de conciencia de cada individuo de que el otro tiene los mismos derechos que uno mismo. Y que es deber de cada uno velar por los derechos del otro, en cuanto que cada persona, cada ciudadano es parte no ya necesaria, sino fundacional de ese estado.

Debemos comenzar por renombrar las cosas. No existe la clase política. Existe la función de representantes, y en un estado todos podemos serlo. La política es algo serio y nos atañe a todos, independientemente de nuestro papel en el estado que entre todos hayamos creado.
Todos somos “la clase política”.

Ahora ya puedo seguir
sellando pactos con el diablo
que me permiten casar con él
y con dios a la vez que permanezco
célibe, aislarme y centrarme
en la huida.
oOo

miércoles, 23 de octubre de 2019

Los cabezos amarillos también se imprimen


(Ya va para imprenta.)


RESEÑA de "Los cabezos amarillos" 
Los cabezos amarillos es un poemario de conquista, quizás de rescate, en cualquier caso, de asimilación de un tiempo que por más cercano que nos resulte, se nos escapa en muchas ocasiones. Los cabezos amarillos es un poemario de presente.
Con él, la autora pone fin a la tetralogía que ella nombra como Ciclo Suroeste. Si el primer poemario de este ciclo, Suroeste (Ediciones en Huida, 2015), conformaba la llegada exacta, pero lógicamente poética, a un lugar geográfico, este actual determina la adquisición de un presente íntimo y muy real. Mediante la evocación de un paraíso temporal (la infancia) y otro también geográfico, la autora rescata las claves de un presente que a veces, o casi siempre, se nos escabulle de las manos. Sirve el poemario para homenajear un concreto paraje de las costas de este suroeste y las experiencias vividas en él durante los años de su infancia. Sin embargo, Los cabezos amarillos no constituye un ejercicio nostálgico. Continúa la forma de entender la poética por parte de la autora como una lucha permanente por la asunción congruente de lo que somos y vivimos. El ejercicio es dificultoso, quizás como cuando nos adentramos en el mar y la fuerza de las olas nos impide el avance, quizás a la merced del vaivén pasado-presente. Si Sofía logra superar el rompiente de la playa, solo el lector puede juzgarlo.





 
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