He estado revisando este blog con las herramientas que Google proporciona en busca de algún virus y no se han detectado. También he revisado su indexación y, según Google, solo había problemas en tres vídeos con enlaces rotos. Ya los he corregido.
El cuarto claro es un sitio meridianamente claro y nada sospechoso. ;)
viernes, 18 de agosto de 2023
Revisión de "El cuarto claro"
martes, 25 de julio de 2023
¡Viva España!
"Rosa roja que se quedó pálida hace un mes inclinándose hoy para poder disfrutar del aroma de la yerbabuena y luciérnagas celebrándolo con su brillo aunque sea a pleno sol"
Creo que ya me ha vuelto el buen humor... Con qué poquito nos conformamos los pobres, ¿eh? Pero para mí es mucho que a Pedro Sánchez se le haya hecho, al menos, la mitad de la justicia que le corresponde. No milito en ningún partido. Salvo una vez, siempre he votado al PSOE; sí, leal soy, conmigo misma. He tenido y tengo interiormente algunos encontronazos con sus políticas, pero mi ánimo se decanta siempre por la indignación absoluta-que me puede-que me pongo mala-hasta el punto de acostarme ayer a las 10 y cuarto ante cualquier tipo de injusticia. Este hombre es el mejor presidente que el gobierno de España ha tenido desde 1975. Ya lo quisieran los ciudadanos de muchos países para ellos. Y los españoles lo tenemos. Ahora sí me entran ganas de gritar: ¡Viva España!
miércoles, 8 de marzo de 2023
Mi sujetador de trabajo es de color morado
"Mi sujetador de trabajo es de color morado"
El color morado es mi preferido desde hace medio siglo aproximadamente. Mi lucha, también desde niña, ha apuntado siempre hacia el ser más débil (la verdad también lo es). Con toda la razón me llamaban mis padres "abogada de pleitos pobres". Cuando comenzó a llegarme el eco del 8 de marzo como día de la mujer trabajadora, allá por el instituto, inmediatamente percibí un deje injusto en su nomenclatura aunque me identificaba con lo que rememoraba. Ya de mayor, me sentí injustamente olvidada por él. Como me he dedicado a ser ama de casa y esta "profesión" (hasta de fe) no es reconocida por ninguna ley como "trabajo", simplemente el 8 de marzo no era mi día.
Donde más marginada por mi condición y circunstancias (mujer y ama de casa) me he sentido ha sido en el ambiente socio-poético y, concretamente, por mujeres de ese ámbito que se autoproclaman como feministas. De más está que diga que también por "pseudodoctores" masculinos. Así que se comprenderá que en un día como el de hoy mis sentimientos se hallen enfrentados. Soy mujer y feminista desde que nací y, desde que nací, poseedora de una gran capacidad para el trabajo. No debería ser necesario señalarlo. Lo mínimo que mi labor aquí expone así lo demuestra. No me gustan, personalmente, las discriminaciones positivas. Hieren mi orgullo como persona y como mujer. Por ejemplo, jamás me he presentado a un concurso como el Carmen Conde (y he llevado al extremo, porque radical soy, de ni siquiera enviar originales a su editorial). Odio competir, pero no por miedo a fracasar, sino por miedo a ganar (complejo de Jonás). Sin embargo, considero que leyes como la de paridad son socialmente necesarias.
No me representa ninguna mujer con poder o voz. Yo me represento a mí misma. No distingo entre hombre y mujer salvo para cuestiones íntimas amatorias.
Todo mi apoyo (es decir, mi amor y mi fuerza, que son lo mismo) para el ser más débil, para el más marginado, para el menos poderoso, para el que padece abusos, para el peor incomprendido, para el más vulnerable, para el más hambriento y sediento, para ese que es objeto de la injusticia y de la salvaje y horribilísima acción de la jauría humana, aunque se tratase del más terrible de los seres humanos.
Odio la tergiversación y la manipulación. El papel de Podemos con la ley del solo sí es sí actualmente conforma una de las más burdas maniobras electorales llevadas a cabo en este país, a la altura de las iguales practicadas por el PP y Vox (la derecha española). Con esas cosas no se juega. Una vez los voté, pero su morado es mi color mucho antes de que ellos existieran. Me solivianta la ignorancia que demuestran cuando se autoproclaman como los/las verdaderas feministas. Me solivianta su prepotencia sin motivo y su capacidad para la manipulación.
Mis sujetadores de trabajo son de color morado. Dado de que trátanse de ropa interior, y tal como su categoría de vestimenta indica, no suelo mostrarlos pública o exteriormente.
El pudor aún me puede, a la barriga de mi madre gracias, que imagino me formó así.
o0o
lunes, 28 de marzo de 2022
De la seriedad de la exploradora
Del mosqueo con el levante al susto con la exploradora. Menuda mañana llevo, y eso que me niego a que me afecte el cambio en las horas. De horario de invierno al de verano, y yo aún con jerséis de cuello vuelto. Iba a dedicar el lapso de tiempo entre dos frentes de lluvia que ofrecía el día de hoy a hacer tareas de campo atrasadas, pero la llegada de las pruebas del libro ha conseguido alterarme el ánimo (nada difícil en mí, la verdad sea dicha), ponerme el corazón a cien y hacer que me encierre para sentarme en el ordenador y corregir. Sé bien que por parte del trabajo del editor, nada, o minucias. Sé que, por mi parte, ¡todo!, aunque hable en broma, medio en broma. De pensar que así ya en papel (por mucho que lea o escriba en medios electrónicos no consigo despegarme de las ventajas que le contemplo a la fisicidad del libro en papel) lo que sea que esté escrito va a perdurar para siempre…¿siempre? Bueno, me digo, siempre pueden salir ardiendo, mi ordenador y mis discos duros incluidos, la leche, Sofía, que no eres la Biblioteca de Alejandría, megalómana eres y, además, ¿cómo se van a quemar los libros? Los que yo tenga, vale, los puedes quemar en el candelón de los ramajos, pero los que adquieran los demás, ¿qué va a pasar?, ¿vas a ir metiendo fuego a cada casa particular para que desaparezcan? Joder contigo y tu “imaginación”. Ya podrías haberte dedicado a escribir novelas de misterio y suspense y catástrofes infinitas, ya que tanto te gustan las pelis esas, solo esas, por mucho que te hagas la mayor cada vez que las ves, en vez de escribir poesía. ¿O será que te provoca más miedo escribir (y, por tanto, publicar) poesía? Y lo que te va es la “marcha”. Seguro que sí, que lo que te pasa es eso, el miedo por la espina, el miedo por la columna vertebral, ¿miedo a qué? Miedo a equivocarte, no sabes si en la escritura o en la decisión de publicar, miedo a alzar la voz, miedo a sobresalir de tus archivos, tan caóticamente ordenados, miedo a dejar de ser voz eléctrica, etérea, pfff, una ventosidad en el infinito mar de aires que respiramos para tu libro llegar a ocupar un espacio de volumen en este Universo, no sé si infinito o no, en cualquier caso inabarcable. ¿Y qué mas da? Eso me digo, y qué mas da realmente… Comporta seriedad. Lo que haces te importa…no sé si gas licuado o aéreo, quizás aceite de girasol, que tanta falta hace, quizás agua y tierra, de lo que la exploradora sabe bastante, quizás físicas neuronas que logren mínimamente, minúsculamente, atómicamente, quarkmente (¡ah!, la exploradora) a comprendernos mejor los unos a los otros.
¡Y no importa que te equivoques, Sofía! De errores se construye el mundo, y el futuro, de sus correcciones.
Me pongo, no lo
digo más. Seriamente.
Corazón
encogido
las palabras
no rompen mi inquietud,
ni siquiera
los regalos del alba,
hasta los
sonidos de la calle
se han puesto
de acuerdo
en desafinar
esta sinfonía
no sé si de
adviento o retirada,
partida
avecilla de retorno
estrellándose
contra las paredes
de alambre.
Se cuartea la fina capa
de piel
endurecida que me describe
tu presencia
en el mundo,
un espasmo
quieto
que no
ilumina la estancia
donde te
ocultas,
el dónde está
se sienta en mi silla
y me desplaza
a otra geografía,
una geografía
demasiado apaisada
para este día
que averiguo estrecho
para la
medida de mi querencia
por ti.
Hoy es un día
muy serio.
(De "La exploradora")
lunes, 19 de octubre de 2020
Destierro
Las margas azules, la tercera parte de “Los cabezos amarillos”, representan la vuelta a “lo real”, al hoy de la voz que escribe, el mundo que vivo, todo aquello que no tiene que ver con el hecho de “la playa”, que no es un pasado en sí, ni un ayer, ni un futuro, aunque sí otro tiempo al inmanente en la escritura poética. Las margas azules son un tipo de roca sedimentaria, normalmente provenientes del mesozoico, que se forman o se depositan en entornos fluviales o marinos. Se me figura el tramo físico visto en un mapa desde la ciudad de Sevilla hasta “la playa” como el lugar de las mismas. En el poemario acogen todo aquello tomado de la evocación del lugar y el tiempo (los cabezos amarillos) para traerlo a la actualidad y a la realidad de la voz poética. Jugué con la imagen ecoica de su nombre (marga/amarga) y el visual del color, azul (que también recuerdan el del cielo y el del mar), como complemento cromático del amarillo de los cabezos.
Estuve documentándome, lo que una puede no siendo experta en la materia, aunque sí muy amante de la geología. La escritura de un poemario también implica una investigación científica, es decir, racional, ajena a la poética. Una especie de autodestierro del locus amoenus. Siempre la practico. No solo porque naturalmente me apasione, investigar, sino también porque la escritura poética así me lo requiere.
El alma desterrada
El corazón no duele,
pero a cambio
el cuerpo desaparece.
La sangre me
hierve
y cuando llega
a su natural
condensación
por el frío
que me
rodea, me chorrean
las lágrimas,
agua y sales
como la urea
que al matojo reverdece,
el poso es
tierra donde
el cañaveral germina
y crece,
mas estoy
a revienta
calderas
y el barco de
vapor
busca el otro
motor
de aceite y gas
que me suprima
de esta
artificial suerte
de esperar
sobre margas azules
cuando los
amarillos
me destilaron
los siete
colores del arco iris,
me explosione y,
convertida
en masa humeante
y celeste
intangible,
vuele por los
aires
hasta mi padre
marítimo
una vez
él también se
condense
en olas de
salinas
y reales y
blancas
tempestades, no
importa
si pequeñas o
grandes.
Todo ha ido
aumentando
como la marea
sube
y los girasoles
que me
alimentaban justo
cuando te oí,
crecieron.
Ahora su
amarillo
ya tiñe el
lugar del encuentro,
del que nunca
he salido.
Nuestra es la
bandera del exilio
interno y la
verde playa
amplia y sola.
Salir de donde
no estoy
para llegar a
donde mismo
soy, que no soy
más
que tú o yo
o el mundo que
odio,
pero del que
formo parte.
Ni siquiera la
tormenta, con su gran poderío,
puede decir a
las nubes: ¡no soy vuestra!
No mates los días que te quedan por vivir.
miércoles, 14 de octubre de 2020
La poesía de Ángela Álvarez Sáez o la necesariedad del ser humano
La poesía de Ángela Álvarez
Sáez o la necesariedad del ser humano
Si el lector se deja llevar por la
primera impresión que provoca mirar esa sonrisa tan tierna y llena de simpatía,
tan amigable, del rostro fotografiado de la autora, cometerá un craso error. La
poesía de Ángela Álvarez Sáez (AAS a partir de ahora) es implacable. Desde que
conozco a la persona a través de las redes sociales y un poco a sus poemas por
ella misma compartidos públicamente, intentaba hallar el término que, desde un
parco conocimiento como lectora de los mismos, me nombrara su ejercicio
poético, me lo definiera. Porque percibir, lo percibía. Tan solo no era capaz
de nombrarlo. Ahora, tras la lectura de
los dos libros que tan amistosamente (y generosamente por su parte, dos he recibido
a cambio de uno) hemos intercambiado, la he hallado, a la palabra. Implacable.
La poesía de AAS es implacable, hay que repetirlo. Implacable con Ella misma (consigo mismo como
poesía), implacable con su autora e implacable con el lector. Poesía tan
honesta que no deja títere con cabeza, es Ella misma por los siglos de los
siglos amén, sin concesiones a la galería, emanando limpia y pura hasta
deslumbrar con su feraz solvencia. Se resuelve a sí misma aparentemente sin
ayuda ni de la poeta ni del lector, no admite, por su propia ontología, ninguna
intervención que no sea su propio ser de palabra expuesta para poder hacerse inmanente
en la realidad del poema o del poemario. Feraz como se dice arriba. Honesta,
igualmente. Implacable, también, de nuevo. Con toda la rotundidad y el poder que pueden
evocar esos adjetivos. Ella sin necesidad de nadie, independiente, todopoderosa,
salvaje. Por hablar llana y simplemente,
de otro mundo, de ese mundo de donde nace el hecho poético, que es ajeno a las
verosimilitudes que aparentemente se necesitan para poder hacernos con Ella. Este
es el mérito indescriptible de la autora, humana como la que más, sometida a todas
las circunstancias de la existencia como cualquier ser humano. AAS moldea con
el barro de esas palabras que conquistan el ser más íntimo por su
capacidad amatoria, ilusoria, esperanzadora, palabras cercanas que nos evocan
el cobijo, el abrigo, el abrazo que el corazón del ser humano expuesto a la
intemperie de la existencia necesita, para, después de amasarlas en sus también
dedos tiernos de autora, pasarlas por el rodillo de la necesidad (ahora sí “necesidad”
y no "necesariedad") rasante de esta costra de la nomenclatura (¿no queremos
adaptación?, ¿no preferimos el orden en vez del caos?, aquí están, aquí los
tenemos, parece decirnos la autora tras el resuello que se permite después del
esfuerzo poético: esto es lo nuestro) hasta convertirlas en una finísima lámina
de acero con la que construye la guadaña de la exigencia poética. Tan
brillante, tan pulida, que antes de cercenar cualquier atisbo de hallazgo de
calidez, de abrigo, nos permite vernos reflejados, resultando así aún más
efectiva la pretensión de la misma poesía: mostrarse tal como Ella es, mostrarnos
tal como nosotros somos. Que cada palo aguante su vela nos dice Ella, la Poesía.
Esto es lo que hay y yo no voy a mentir, parece decir AAS. Yo os traigo la
poesía, esta es la poesía. Y esta es nuestra existencia.
Y nos quedamos blancos, mudos, no de
asombro, sí de reconocimiento ante la visión de un poder sobradamente superior a los que podamos
o creamos poseer.
Así me ha dejado la lectura de sus dos libros que han llegado a mis manos. Más que sorprendida, con la boca abierta. A los poetas se nos llena la misma hablando de poesía. Lo que sucede a veces es que, cuando la encontramos más allá de nuestros minúsculos quehaceres, normalmente nos quedamos mudos. La mudez es producto del hallazgo, del encuentro con la realidad de que la poesía es aún más poderosa de lo que podemos percibir habitualmente, por muy mistérica que nos resulte, antes embarcados en nuestras propias minucias. AAS no olvida que somos humanos, que ella misma lo es. Utiliza los mismos resortes de ser “ser humano” para atrapar la poesía y poder traérnosla, complace a su ser íntimo acogiéndose en sus recuerdos, a sus vivencias, en la impresión afectiva que los conceptos de maternidad, paternidad, filiación, religión, evocación de paisajes muy visuales y, por tanto, atrayentes, para poder imantarla, atraerla a su manos de poeta y , así, poder ofrecérnosla, pero con tal Arte, porque Arte es lo que oficia la poetisa, que ningún atisbo humano mancha la efigie, la figura, la presencia de la diosa que se nos aparece. La Poesía con mayúscula. Ahora, al hallarla, al verla, comprendemos por qué nos atrae, por qué nos puede, por qué no podemos hacer otra cosa que enmudecer ante su presencia. El trabajo del poeta es anterior a su hallazgo. El trabajo del poeta se desarrolla consigo mismo y con el lograr que, tras esa revolución que implica la propia reflexión, la que la poeta hace consigo misma, el horizonte se despeje para que la pura y neta e imponderable Poesía pueda emerger para hacerse visible a todos los demás seres humanos. Audaz, sagaz, todopoderosa, ella misma ya hasta sin necesidad de la poeta. La poesía es inhumana, pero necesita del ser humano para habitar. He ahí su realidad. Ese, y no otro, es su misterio. Y esta nuestra alegría: ¡Somos necesarios! Aun con todas nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestra incompetencia, somos necesarios. Este es el mensaje de la poesía de AAS. Este es su regalo como poeta. Y qué más generoso y valioso regalo, el de nuestra necesariedad.
“La tierra frágil” nos ofrece un ramillete de preciosas flores hábilmente compuesto estructurando colorido y formas abullonadas, cálidas, curvilíneas, primorosamente dispuestas como si de un arabesco de líneas onduladas y curvas se tratara, muy similar al efecto gráfico que provoca la visión de su letra, de la escritura manual de la autora (tengo la fortuna de haber obtenido dos dedicatorias suyas), aparentemente intrincado pero repleto de pequeños pimpollos llenos de belleza, carnosos, amables a simple vista, un ramillete de flores que abre el apetito, entran ganas de comérselas aun no siendo veganos. Y es que no lo somos, tendencias alimenticias aparte. Somos sangre y carne y así se transfiguran esas bellísimas flores hasta hablarnos de nuestra debilidad, de nuestra pequeñez, de nuestra vulnerabilidad ante la intemperie de la existencia. Solo podemos recrearnos en nuestra capacidad amatoria para sobrevivir bajo ella, dejarnos gobernar por la realidad de nuestra naturaleza y la crudeza de nuestra lógica. Un día nacemos y otro día morimos. No hay más. Y no hay menos que dedicarnos a vivir nuestra existencia en el cobijo de nuestra capacidad para amar y así poder contemplar y vivir el misterio sin más dolor que el necesario para el esfuerzo: lograr que el amor habite en la inclemencia de nuestra existencia.
La tierra (amante, poderosa, fecunda, madre) como imagen de nuestra propia vulnerabilidad (frágil). El amor, tan poderoso, depende de nosotros, paradójicamente tan vulnerables.
El “Libro de la nieve” se escribe por sí mismo, como si no necesitara autora aunque racionalmente sepamos que ese hecho es un imposible. Se autoconstruye tal como exactamente la nieve hace, que pasa del estado gaseoso al sólido sin mediador líquido (o autorial) que necesite, como por auto-emanación divina, por sí misma. La nieve es la manifestación sólida más inestable de nuestra fenomenología física. La nieve no se desmenuza por muy escamosa y briznosa que aparente ser. La nieve se diluye cuando la temperatura sube, cuando el calor del esfuerzo o del cobijo, o del amor, aparece. La nieve se convierte en agua, el estado sólido transmuta en líquido: ahora sí, la autora aparece. El autor como último eslabón en la cadena fenomeno-ontológica de la poética, como el lugar que le corresponde en la tarea del traimiento de la poesía a la realidad de esta nuestra existencia en la costra dura de la nomenclatura. Ahora, al leer el libro, entendemos el misterio poético. Ahora comprendemos el uso de la prosa poética escandida en breves párrafos textuales por decisión de la autora. Ahora el líquido puede ser escrito. Ahora el líquido de ese mar de dudas que anega el libro nos transparenta la incertidumbre de nuestra propia existencia. En la incertidumbre que es la esencia neta de toda poesía.
Poco más añadir salvo el hecho de transcribir
que, con poéticas así, el temor de alguien como yo (lectora y escritora de
poesía) por que en nuestros tiempos la lírica y la poesía no encuentren lugar,
desaparece. Paz. Paz. Sin miedo ya al comprobar que aún existen seres humanos como
Ángela Álvarez Sáez capaces de hacernos visibles lo verdadero a través del
Arte, por algo llamado nuestro último refugio. Lo que siempre nos queda,
afortunadamente. Aquello para lo que siempre seremos necesarios.
(Sofía Serra, 2020)
martes, 6 de octubre de 2020
Propiedad pública
Lo propio
jueves, 3 de septiembre de 2020
Dos terremotos
domingo, 23 de agosto de 2020
Dos torres
Torre en ruinas
ciega estuve tú
con tu silueta rota
y ancha anduviste
cercando la contraviesa
de mis ojos, ese alma
que se pierde de lo más evidente,
torre albarrana,
torre marítima,
a deshora me avisaste
del drama urgente y pavoroso.
una torre ruinosa
lamida por el mar
y sus sales, pasto
de borrascas, de la tensión
de las mareas, del gobierno
de los locos muertos
de hambre y otros géneros
de sedes y sillones.
(Del libro "Los cabezos amarillos")
viernes, 21 de agosto de 2020
Un paso adelante en el sueño de Vesstiart
lunes, 20 de julio de 2020
Tortura
Los erizos del revés
No tan ausente
Canción
es verbo
humanas.
Antes, tiempo eterno antes,
almas, la luz.
("La presencia por la ausencia". Bohodón ediciones, 2010.)
domingo, 8 de diciembre de 2019
"Ya no hay tiempo", o la creación de un intemporal
lunes, 11 de noviembre de 2019
Aún somos mayoría
Ayer fuimos los tres a votar, como normalmente lo hemos hecho siempre. Al ir a coger las papeletas para el senado, una señora mayor, con cierto aspecto ligeramente moderno, algo dejada, hermosa en carnes, pelo ligeramente sucio recogido en un moño, llena de abalorios del cualquier mercadillo y chal de ganchillo de colores, le preguntó a mi hijo que qué tenía que hacer para señalar el partido que fuera, si tacharlo o qué. Mi hijo la ayudó indicándole que solo tenía que escribir una cruz en las casillas correspondientes. Como lo hizo allí mismo sobre él montón, y él aún no había cogido las nuestras, hubo de esperar, así que pudo ver qué partido señalaba. Exactamente a VOX. Con cierta gracia, me comentó después que si se lo llega a imaginar (¡inimaginable por el aspecto "progre" de la señora!), le habría dicho que dibujara unos corazoncitos, como los "likes" de las redes sociales. Al menos así hubiera sido un voto nulo. Esta mera anécdota nos abrió los ojos.La única forma de luchar contra el fascismo al que han votado casi cuatro millones de españoles es luchar contra la ignorancia. Hace tiempo que sospechaba que España es un país de derechas. De ahí ese permanente desencuentro que padezco desde siempre con mi propio país, pero lo de anoche me abrió los ojos del todo. Ese fascismo "votado" es una ideología transversal. A él han ido parar antiguos votantes de cada uno de los partidos democráticos y hasta antiguos abstencionistas. Ya al fascista no se le distingue por su aspecto ni por su posición social ni económica ni por su edad. Solo por la falta de cerebro (y eso, no se percibe a simple vista). Han encontrado su nicho en el espectro del Parlamento. El resto de los partidos, y con él todos los demócratas españoles, debemos pelear porque exactamente sea su nicho, ideológicamente hablando, y a ser posible cada vez más pequeño, hasta ahogarlo. Dejarnos de simplezas, ser racionales, velar porque el demócrata español no se sienta ninguneado sea cual sea su pensamiento o creencia vital. Lo advertí alarmada cuando el 15M (aquí lo dejé dicho, en este blog, y me llovieron palos y hasta bombas, que sí me dejaron maltrecha). Y lamentablemente no me equivoqué. De aquellos barros, estos lodos. Pero al menos ya tenemos localizado, esta vez de verdad, al enemigo. Al fascismo. Ya sabemos dónde está. Ahora a pelear todos contra él, provenga de donde provenga. Dejarnos de ironía, dejarnos de reproches, dejarnos de intereses partidistas. Pelear por la democracia española como exactamente hicimos durante la transición. Aún somos mayoría.oOo
domingo, 3 de noviembre de 2019
Desde "Los cabezos amarillos" hacia la clase política
Escrito "al margen" mientras componía Los cabezos amarillos, poemario de mi autoría que en breve publicará Ediciones en Huida.
Desde "Los cabezos amarillos" hacia la clase política
serán los oídos.
sino las gargantas.
Despertarme llorando a Kant, por no haber perdurado, no haber calado en el Hombre.
Los cabezos amarillos siguen su curso
caminan sobre la arena
y yo con ellos.
Ahora ya puedo seguir
sellando pactos con el diablo
que me permiten casar con él
y con dios a la vez que permanezco
célibe, aislarme y centrarme
en la huida.
miércoles, 23 de octubre de 2019
Los cabezos amarillos también se imprimen
Los cabezos amarillos es un poemario de conquista, quizás de rescate, en cualquier caso, de asimilación de un tiempo que por más cercano que nos resulte, se nos escapa en muchas ocasiones. Los cabezos amarillos es un poemario de presente.
Con él, la autora pone fin a la tetralogía que ella nombra como Ciclo Suroeste. Si el primer poemario de este ciclo, Suroeste (Ediciones en Huida, 2015), conformaba la llegada exacta, pero lógicamente poética, a un lugar geográfico, este actual determina la adquisición de un presente íntimo y muy real. Mediante la evocación de un paraíso temporal (la infancia) y otro también geográfico, la autora rescata las claves de un presente que a veces, o casi siempre, se nos escabulle de las manos. Sirve el poemario para homenajear un concreto paraje de las costas de este suroeste y las experiencias vividas en él durante los años de su infancia. Sin embargo, Los cabezos amarillos no constituye un ejercicio nostálgico. Continúa la forma de entender la poética por parte de la autora como una lucha permanente por la asunción congruente de lo que somos y vivimos. El ejercicio es dificultoso, quizás como cuando nos adentramos en el mar y la fuerza de las olas nos impide el avance, quizás a la merced del vaivén pasado-presente. Si Sofía logra superar el rompiente de la playa, solo el lector puede juzgarlo.