Hoy
no sirven las lágrimas, aunque aparezcan.
Hoy
ni la sonrisa expresa, aunque floreciente brote desde mis pulmones.
Hoy
la abatida no tiene hueco, ni siquiera la exaltación.
Hoy
el orden extraño requiere insistencia de abandono,
de
flagelo descompuesto, despedazado
y
roto por los brazos incólumes de los sortilegios
sin
edad, sin premura por las horas o la acontecida.
Hoy,
que ya navegamos.
Hoy,
que sorteamos los peñascales, que transformamos
las
escorrentías en toboganes donde las flores danzan al son del transparente
baile…
Hoy,
que la vida adquiere el nombre de esperanza
que
ya muere para no necesitarla al menos por hoy.
Hoy,
que vivo ausentando las miserias que en otros tiempos me acobardan y me
contienen.
Hoy,
cuando no existe la suerte más que para gozarla,
hoy
te canto, Hombre sin nombre,
para no matarte nunca,
para poder vindicarte siempre.
(De "Canto para esta era")