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martes, 6 de octubre de 2020

Propiedad pública

 


Lo propio 

No me concibo como buena versificadora, o, por lo menos tal como se puede entender el concepto según la tradición poética. Rompo los versos por necesidad de expresión donde lo visual juega un papel determinante en la transmisión del concepto. No me gustan demasiado las perífrasis para la poesía (y el español es muy abundante en ellas), demasiado prosaicas, aunque a veces resulta congruente su uso. Soy más componedora de poemas (unos mejores, otros menos vistosos, nunca malos, unos más crípticos, otros muy “relatores”, se podría decir que épicos en el sentido de que relatan una épica personal) y, sobre todo, poemarios, que son los cuerpos publicables en libros. De esa última labor proviene mi necesidad de “corregir”. Aunque mis poemarios se abren y cierran y hasta titulan por sí mismos y entre ellos estructuran y enmarcan los ciclos poéticos que se han desarrollado, yo necesito “verlo”. Como mi escritura es un “continuum”, necesito posteriormente entender racionalmente por qué he cerrado un poemario y abierto otro. Ahí es donde entra en juego la revisión/corrección. Al hacerlo, me salta su sentido exactamente de la misma forma que cuando leo un poema que parecía no tenerlo  el día anterior cuando lo escribí. Entonces, a veces, suelo estructurar en partes, aunque pienso en ocasiones que esas disposiciones están de más y solo lo hago por hacer más comprensible su lectura, sobre todo para el editor. Por que, o para que, el lector, también el posterior, encuentre el camino más cuadriculado, más acomodado a esta superestructura que es la costra dura de la nomenclatura. Casi todos mis poemarios anuncian el siguiente, hasta en título (palabra) completo y en todos se van repitiendo términos que una y otra vez vuelven a aparecer. Mi obra poética es como una obra de esas hechas con alfileres clavados sobre los que se enganchan y lían hilos, o cuerdas o semejantes, y se entrelazan hasta conformar un dibujo o imagen “reconocible” figurativamente. Un hilo continuo girando sobre vástagos (que son los conceptos y las palabras y los temas) trabándose consigo mismo. Muy poéticamente entendido podría nombrarse como palimpsesto. Ese “dibujo final” aún no puedo verlo, aunque presupongo que será una especie de fotografía de mi alma. No dispongo más que de esa propiedad, así que es lo único que puedo ofrecer al mundo. Y eso es lo que hago al escribir: dar.

miércoles, 2 de julio de 2014

Poema de amor II


Poema de amor II

No necesito leer para saber qué
te duele, tu grito
es mi consuelo no
por igual sino
por común ambos
y su-fijo de mí
y yo su-fijo de ti
como la suerte
que al fin y al cabo
, como la cola y la cabeza
de la serpiente se unen, nos
hila, nos funde sin
confusión de uno
sino tan sólo
explicación de dos.

Como los árboles juntos
de tan bosque vergel
verde y suelo de fondo
y el lucernario de las amplias.
porque la luz
es ordenada de cualquier
co-ordenado, el tiempo,
la abcisa,
nuestro compañero.


viernes, 13 de junio de 2014

Las neuras

Toda perseverancia conlleva el riesgo del anquilosamiento, cuando no de la contumacia. El conocimiento, por un lado, y la disponibilidad de farragosas tecnologías que logramos llegar a dominar, por otro, pueden convertirse en losas que sepultan ese brote casi mistérico que es el resultado de la inspiración artística. A veces hay que dar el paso para atrás, volver a lo más limitado para poder seguir adelante. La mayoría de las veces aparece la oportunidad como por ensalmo, cuando en realidad sucede que la propia mente creadora ha seguido explorando hasta que logra hallar el resorte que la rejuvenece, que  logra despojarla de las capas de barro endurecido. Vuelve a su ser. Elástica y flexible, fresca, ella misma.
Algo así le ha pasado a mi mirada fotográfica con el uso (casi obligado) del móvil como cámara y la fortuna de que mi hijo me recomendara un simple programa de edición para los disparos hechos con el teléfono. Así podía terminar el proceso. Y hoy descubro, contenta, que en la limitación del dispositivo, comparada con la casi nula de la cámara y de mi propio ordenador, mi mirada se ha refrescado y vuelve a ser ella misma, casi catorce años después.
También hoy estoy ya segura de que aquellos óleos q pintaba sobre fotografías analógicas cuando aún no existían las cámaras digitales, no constitutían más que postprocesados, ediciones o revelados de los disparos. En un sinquerer, siempre he necesitado revelar.
O quizás todo sean neuras de una.
Título de las fotos (con móvil): Rabbit's road, Palma y Mediodía.

jueves, 8 de mayo de 2014

A mi servicio

El necronomicón. Me dicen que en vez de hacer fotos de rosas parece que estoy ilustrando el Necronomicón. Y es verdad. Si algo me fastidia de la fotografía es que consigue transparentarme entera. No la domino. Me domina ella. Ella hace lo que quiere, se hace sola, sin mi voluntad pero con toda mi presencia. Sucede como si el espejo perdiera su capa de alumbre y en vez de reflejar, transparentara lo que hay detrás, o dentro.
No sé si este tipo de fotografías que me salen hora llegan a causa del ojo casi cerrado que tengo en estas semanas, por mi estado interior o por todo a la vez. Pero la máquina, la cámara se convierte en un artilugio con garfios que logra arrancarme las entrañas. No sé cómo lo hace. Cualquier marca que haya usado, siempre me sucede. Vislumbro que aunque me pusiera una caja de zapatos delante del ojo (bueno), lograría, la Fotografía, hacerse igual.
Fotorrosas, negro rosas, rosas de luto, metarrosas, rosas ultrajadas.

Siempre he hecho lo que me ha dado la gana con ellas, es verdad también. Las uso. Las utilizo. Me siento en la libertad. Para eso las crío con mis manos y mi esfuerzo. Son la tramazón de mi escatología, de lo último de mí. Me sirven. 

martes, 18 de marzo de 2014

Sobre la inefabilidad (El lugar infrecuentado)

Sobre la inefabilidad (El lugar infrecuentado)

Cuando aludimos a lo inefable o a la insondabilidad intentando referirnos a lo que comúnmente podemos entender como ser humano, no evidenciamos pruebas de que efectivamente las característica que nos aparte o destaque del resto de las especies de los seres vivos, calificando una parte de nuestro ser, aquél que al parecer, o al menos históricamente, hemos concluido por llamar espíritu o alma, sea especialmente profunda, o efectivamente insondable, inexplicable o totalmente imposible de entender o analizar en su totalidad, sino que nos referimos, la mayoría de las veces sin percatarnos de ello, a nuestra propia limitación en el hecho o intento de conocernos al completo. Lo único que sucede es que somos conscientes de ello, de esa propia limitación para el hecho de aprehendernos, nuestra “inhabilitación” para con ello. La prueba de esa consciencia es que hemos logrado llegar a verbalizarlo, aunque, singular, y paradójicamente, cada vez que se usen determinados adjetivos para calificar al espíritu humano, se interprete hasta por el propio hablador como el que el ser humano es, como así quisiéramos, como si así lo deseáramos fervientemente, insondable, indeterminable, incalificable en su totalidad.

Tal vez lo sea para nosotros mismos, por esa misma limitación empíricamente demostrada, pero no hay nada que nos pueda demostrar que podemos ser estudiados como especie por un “segundo”, observador, estudioso nuestro, sea o no su existencia posible. El desdoblamiento poético es el único modo asimilable.

Tal vez en las misma autoconciencia del Hombre como especie se halla la misma limitación que, a la vez que nos empuja hacia ese, al parecer infinito, afán cognitivo por nuestras propias características (y por nuestro entorno), nos determina como impedidos para nuestro propio estudio.

Sólo nos queda amar.
Sólo nos queda poder saber amar.
Sólo nos queda lograr la alienación de nosotros mismos.

Pero, ¿quién desearía, o podría, dejar de ser ser humano?

Aquí es donde interviene la poética, aquí es donde halla su lugar como culmen ejercitante del ser de hombre total. Como superación de la contradicción inherente a la propia autoconciencia humana.
Si somos incapaces de sondabilizarnos a nosotros mismos, puesto que no somos más que lo mismo que deseamos sondabilizar, según argumento anterior, sólo un ejercicio que acerque, que inmiscuya la inefabilidad del ser humano, un espacio hallado y donde ser encontrados, puede encontrar sitio en ese proceso, de por sí, imposible.

(Tras releer estos párrafos escritos el 9 de Diciembre de 2009 pienso hoy, 14 de Marzo de 2014 en el famoso para mí "lugar infrecuentado" de Empédocles).

miércoles, 8 de mayo de 2013

Orbe II y palabras de Javier Sánchez Menéndez

(Intento embellecer el mundo con el escaso poder del que dispongo porque si no, hace mucho tiempo que tendría que haberme ido de él. Hoy nombra JSM en su texto las siguientes palabras: Sinceridad, compromiso, virtud, verdad, ética y estética. Literalmente. Son exactamente las que nunca están, las que siempre echo de menos me mueva por donde me mueva. Es ese echarlas de menos, me acerque a lo que me acerque, lo que llena mi mirada de tristeza, ahora y desde que tengo uso de razón.)

Orbe II

Carta reblandecida
sin palabras
de vuelta
a estas manos de delantal.
Aquí,
en este tejido de fuerza y escape,
en estos azules cuadros entreverados
con rosadas vetas de carne
está todo lo que nos interesa,
ahí,
en ese bolsillo cabe,
en nuestro pequeño hueco
puro, virgen y casto
bolsillo lleno de nada.

Sofía Serra (De El muriente)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mi mirada

Hay días en los que el hecho de no disponer de cámara me sobrepasa, como hoy. Hormonas, hormonas, siempre hablamos de hormonas, y quizás habría que hablar de hormas. No recuerdo un solo día en mi vida sin cámara, aunque no la usara. Pero los últimos 11 años, además de disponer de ella, su uso ha sido continuo, cotidiano, diario. Podría pensarse que es natural, que me he acostumbrado a mirar el mundo a través de su visor, pero estos últimos días en los que ese peso llega a oprimirme el pecho de verdad, realmente me lo oprime, me he dado cuenta de que no es así, de que como siempre he defendido a lo que me he acostumbrado es a lograr mirarme por dentro con una facilidad pasmosa, a indagarme sin apenas darme cuenta, a escudriñarme y así quizás he logrado disponer de esa mejor parte que cada uno llevamos dentro, la que nos da la fuerza, lo que me ha permitido tal vez disponer de una salud mental casi envidiable por muchos avatares difíciles que las circunstancias de la vida me haya hecho pasar. El caso es que jamás me he sentido como este tiempo en el que ella me falta, por días depresiva hasta terminar llorando sin saber por qué. Apática, sin fuerzas, sin ganas de nada. Lo que nunca he sido.
Algunos me dicen que vivo un duelo por su pérdida, qué tontería, vivir un duelo por la pérdida de una máquina… No, no es la máquina, el duelo lo vivo por no poder dar con….mi….paraíso…imperdible. O costarme la misma vida algunos días.
Yo misma me sorprendo llorando, sabiendo además que probablemente, aunque la tuviera en mis manos no fotografiaría todos los días. Siempre preví esta posibilidad, por eso no me importaba disparar y disparar y no preparar todo lo que recogía. “Para cuando se me estropeé” me decía. Y así es. pero no es lo mismo, no es lo mismo. El acto fotográfico es un suceso completo desde el disparo. Necesito el disparo casi como el comer.
Sí, es cierto, podría usar el móvil de mi hijo…pero no es lo mismo, para nada es lo mismo. Mirar a través del visor era mirarme a mí. Podría usar la pequeñita y compacta que mi hermana me ha prestado... pero no es lo mismo, el visor y la falta de posibilidad de hacerlo todo manualmente. Me sobra todo lo demás en las cámaras actuales. Pido a gritos que fabriquen una cámara digital a secas, sin softwares de efectos y rollos añadidos que en mi caso en particular no me sirven absolutamente para nada. Ni los huelo. Saldrían mucho más baratas. Poder mirar, disparar y verla aquí. La necesito como el comer, como el comer. Mido a ojo, mío, con la ayuda del dial del fotómetro, miro yo, por eso necesito buenas lentes y el hecho del sistema réflex, mido yo, mi ojo se extiende, recogerlo y luego, poder trabajarla aquí, en este mi laboratorio de revelado hasta que ella me devuelve esa mirada que lancé. Y la veo, la veo. Ahora tengo esto pero no dispongo de lo fundamental. Mi mirada. Mi mirada diaria.
No puedo verla.

viernes, 5 de octubre de 2012

Mapa de mi poética

Soy una gran amante de la cartografía, de los mapas, creo que en breve me decidiré a insertar algunos que he ido coleccionando. Mientras comienzo con este, un boceto.

Mapa de mi poética

En el devenir poético de mi escritura se contemplan claramente dos registros, aunque puedan estar mediatizados por escalones o matices en la línea que los une. Uno se define por su claridad, una poética clara y muy llana, relatadora, los menos, otro por unos modos sumamente elípticos, los más. Ya hace tiempo que me di cuenta, estudié y analicé el “fenómeno”. Los menos elípticos siempre relatan o poetizan sobre situaciones directamente observadas, vividas o actuales. Los más elípticos son los que nacen de esos que yo llamo recuerdos verticales, una especie de profundización en mi propia forma de sentir las cosas y pensar, los unos relatan experiencias no importa si actuales o pasadas, los otros intentan reflejar el pensamiento, la moral-eja, la conclusión, el llegar.

Uso uno y otro según el poema me pide, sí emana solo el modo. No hay nada previsto; pero todos encajan en un poemario unitario con un mensaje exacto. Son tan sólo diferentes formas de acercarme a lo mismo y diferentes modos de intentar que los posibles lectores puedan acercarse a lo mismo.

En mi fotografía sucede igual, en las distintas series se pueden contemplar diferentes formas formales dentro de ellas mismas. Ninguna está definida por un tratamiento común. Por ceñirnos a las categorías más comúnmente asimilables, ni siquiera siguen el patrón del blanco y negro o el color.

Cuando se excava un pozo artesiano (ver la fotografía que aparece al la derecha de este blog, “Retrato de poeta” y la siguiente “Teoría del Arte”) suele darse con diferentes capas de estratos. Unas estarán formadas por capas duras, de rocas como el granito los cuarzos, menos frágiles, más o menos desbastables, algunas metamórficas, otras sedimentarias, diferentes épocas en la geología de la tierra, diferentes fenómenos naturales que determinan la consistencia y características de cada capa de suelo.

El acto del poema y al completo del poemario, es el mismo o se desarrolla por los mismos cauces. Algunas “zonas” obligarán a usar broca de punta triple, otras brocas de punta blanda, algunas más a duplicar la potencia del compresor y hasta en algunos casos enfriar la punta de diamante que taladra. Todo dependerá de lo que se vaya el pocero, la pocera, encontrando.

Algunos poemarios conservan el tono del principio al fin aunque siempre llevan insertadas ciertas notas de color, distintas al común, discordantes. Los más homogéneos (misma cualidades de diferentes subsuelos encontrados) son los tres primeros por un lado, la presencia por la ausencia, Son-ethos,  Canto para esta era, El deshielo, Nueva Biología (más conceptual), Los parasoles de Afrodita (muy cantor). El resto fotografían, esa es la palabra, el paso por cada uno de los estratos que la taladradora se ha ido encontrando, un registro de los distintos ajustes (cambio de broca, camino de velocidad, cambio de ritmo) según el tipo de subsuelo encontrado. El análisis de la trilogía El hombre cuadrado merecería apartado porque ella misma es un viaje de retorno sobre la propia poética, hago poéticamente lo que hago en cada poemario y cada poema, situarme en la costra dura (el muriente), pero en vez de escarbar o taladrar, analizarla, vivirla (la dosis y la desmedida) e intentar asimilarla, reconciliarme con ella (el hombre cuadrado). Los últimos aún no lo tengo tan corregidos como para poder determinar una conclusión sobre su análisis.

La tubería de revestimiento final de cada pozo artesiano se construye desde el principio y desde el final: una especie de cubierta que deja transparentado cada estrato, una tubería que en vez de PVC sólido y opaco es de cristal transparente= necesidad pedagógica, necesidad de mostrar lo que me he ido encontrando. Que todo el mundo conozca lo que hay bajo esta suelo al ir atravesando la costra dura de la nomenclatura imagino que para que así, cualquiera pueda hacer lo mismo que he hecho yo: una guía por un territorio inexplorado. Una especie de mapa.



miércoles, 25 de noviembre de 2009

Desde Foucault hasta la praxis de una poeta: explicación a partir de una fotografía


Título de la fotografía: A dos luces (episteme)


Como el fin último que me mueve a hacer lo que hago es intentar convencer a cualquier otro ser humano para que cambie su forma de mirar las cosas con el fin de que, haciéndolo así, entre todos el mundo podrá ser otro, y como siento que nunca o casi nunca logro hacer entender esta cuestión, realizo esta explicación sobre mis propios resortes creadores, circunstancialmente limitada a una fotografía en concreto, por mor de que existan más posibilidades para la realización de esa mal llamada utopía que todos los seres humanos deseamos. No existe nadie que no anhele poder vivir feliz y en paz con su vecino, y, como todos lo deseamos, debemos ser conscientes de que el otro tiene exactamente los mismos derechos a ello que nosotros. Esto es saber ponerse en el lugar del otro, es decir, esto es saber amar. Ése es el motivo fundamental por el que mis versos están mil y una vez marchamados con el vocablo “amor”.

Michel Foucault. “Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas”

Los códigos fundamentales de una cultura […] fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá. En el otro extremo del pensamiento, las teorías científicas o las interpretaciones filosóficas explican por qué existe un orden en general […]Pero entre estas dos regiones tan distantes reina un dominio que, debido a su papel de intermediario, no es menos fundamental: es más confuso, más oscuro, y sin duda, menos fácil de analizar. […] Es ahí donde una cultura[…] se libera lo suficiente para darse cuenta de que estos órdenes no son los únicos posibles ni los mejores; de tal suerte que se encuentra ante el hecho en bruto de que hay […] cosas que en sí mismas son ordenables, que pertenecen a cierto orden mudo, que hay un orden. Es como si la cultura, librándose por una parte de sus rejas lingüísticas, perceptivas, prácticas, les aplicara una segunda reja que las neutraliza, que, al duplicarlas, las hace aparecer a la vez que las excluye, encontrándose ante sí el ser bruto del orden […] Así, entre la mirada ya codificada y el conocimiento reflexivo, existe una región media que entrega el orden en su ser mismo. […] tanto que esta región media, en la medida en que manifiesta los modos de ser del orden, puede considerarse como la más fundamental: anterior a las palabras, a las percepciones y a los gestos que, según se dice, la traducen con mayor o menor exactitud o felicidad (por ello esta experiencia del orden, en su ser macizo y primero, desempeña siempre un papel crítico); más sólida, más arcaica, menos dudosa, siempre más “verdadera” que las teorías que intentan darle una forma explícita, una aplicación exhaustiva o un fundamento filosófico. Así, existe en toda cultura, […] una experiencia desnuda del orden y sin modos de ser.

Este es mi “problema” y mi explicación, aquí me encuentro y desde aquí vivo, escribo, pienso, siento, elijo o hablo. Comprendo entonces las dificultades experimentadas tanto por mí por como los demás en el vano intento de hacerme entender o ellos intentar entenderme, porque una de dos, o Foucault está equivocado, o yo estoy loca (que es lo más probable). Él analiza efectivamente un estrato del “funcionamiento” humano, pero yo soy un ser humano concreto. Son características, las que él desglosa, atribuibles a algo sin materia ni conocimiento ni nada, algo que es un ente abstracto, mientras que esas características las encuentro en mí, en mi posición y en todo lo que hago y desde donde todo lo hago, y hacia donde todo lo hago sin querer ( y aquí fundamental mi forma de componer poesía o fotografías) pero resulta que esa “zona” no es lugar para seres humanos concretos, creo, sólo para resortes humanos globales, colectivos, sociales y culturales.
Éste es mi desencuentro con todo lo que hallo en esta vida, ¿cómo hablar desde donde no se puede estar? ¿Cómo puedo estar ahí? ¿Qué hago ahí como ser social que se llama Sofía?

La fotografía:

Esta fotografía habla de...lo que desee cada espectador; sin embargo, su mensaje fundamental subrayo lo de fundamental, intuyo que nunca podrá ser captado ¿porque está pensado desde “esa zona” imposible para un ser humano? Es posible. Pero es que esa zona, la explicación de la fotografía, el fundamento desde donde está hecha, fue vivida por la autora tras haberla disparado. Se dio la circunstancia de que entablamos conversación con el guarda de la Iglesia, mi hijo, el que aparece leyendo bajo las dos luces (por duplicado, los focos y la luz de la puerta que aprovecha para poder leer) y yo. Y se dio la circunstancia de que el guarda me “derramó” una explicación completamente errónea sobre la iglesia, edificio emblemático por la restauración a la que había sido sometida, y su historia. Entonces, en vez de despedirme educadamente, me dispuse a hablar con él, poco a poco, interesándome por su trabajo y su modo de vivirlo, porque, como sospechaba, no se había preocupado lo más mínimo por informarse del lugar, del edificio tan importante (por su tradición cultural) que custodiaba. De tal forma que cuando ya lo tuve en mis manos, es un decir, simpáticamente, humanamente en mis manos, le sugerí que podía aprovechar su precioso entorno de trabajo para adquirir mayor conocimiento sobre al menos ese lugar al que dedicaba tantas horas de su vida. Por supuesto topé con el normal ser humano que tras su jornada laboral no hace el más mínimo esfuerzo por entender y conocer qué es aquello para lo cual sus habilidades y tiempo son empleados, con lo de enriquecimiento humano que ese conocimiento le podía ofrecer. Yo lo animé muy divertidamente, aligerándole la cuestión, indicándole que con un simple vistazo a la guía (folleto de tres carillas que mi hijo estaba leyendo) ya podía adquirir cierto conocimiento (esa lectura le hubiera impedido cometer los errores garrafales a la hora de intentar informarme creyendo que era una turista más, no una sevillana que había estudiado Hª del Arte). Y tras mucho hablar, él sobre todo y los tres reírnos amistosamente y graciosamente, me dijo que sí, que era verdad, que no se le había ocurrido.
Bien, en la fotografía, el guarda, la persona no informada, está de espaldas a la luz, mientras que mi hijo(circunstancialmente resulta que se trata de él, pero podría haber estado fotografiada cualquier otra persona), es decir el ser humano que se esfuerza por informarse (actividad precisa para adquirir conocimiento) esta de lado a y bajo la luz, aprovechándolas para su beneficio.
¿Por qué este título que le doy? Dos luces, los dos focos, la luz que entra por la puerta y la artificial del interior, la luz interna del ser humano y la externa, dos por todos lados, dos personas, dos edades, dos posiciones respecto a las luces y ante el hecho del conocimiento en sí. Yo soy la que dispara y por tanto desde esa posición “veo” las dos situaciones, es decir estoy en esa zona intermedia, veo la codificada (guarda), que siempre puede ser equivocada y la reflexiva (la científica y la filosófica, mi hijo leyendo)
Pero como digo, la fotografía la disparé antes, minutos antes de que el guarda se acercara a explicarme equivocadamente la historia del lugar y que como consecuencia de ello, mi vena pseudo pedagógica , ese afán por convencer para esforzarse por conocer, se desarrollara.
Pero ¿qué culpa tengo yo de estar simplemente “aquí”, en ese lugar del disparo o ese lugar del ser social y cultural y hasta vital, ese lugar que mi fotografía (en este caso la fotografía, en la vida, cualquier cosa) salga de ahí, que el guarda quisiera lucir su “conocimiento” conmigo creyéndome tonta o que encima, en vez de haberlo mandado a freír espárragos soportara estoicamente toda su charla graciosa hasta que al fin pude medio meterle en la cabeza que es mejor intentar conocer?
Me despedí tras casi 20 minutos con un, risas por en medio, “¿Qué no se le olvide, ¿eh?, yo por su trabajo, daría dinero”.
¿Qué relación tiene todo esto con lo que dice Foucault? Creo que es evidente. Lo mismo la fotografía que el fundamento de ella está comprometido con ese orden natural de las cosas, esa zona en la que la experiencia desnuda del orden se da. Esa zona en la que la cultura se libera de sí misma, o al menos de sus rejas, aplica una segunda que a la vez la libera, la neutraliza: esa zona, más confusa, más arcaica, más primitiva exactamente, más “verdadera” como él dice que cualquier interpretación filosófica o científica y ajena al orden empírico establecido. Como yo, sin quererlo aunque tal vez pretendiéndolo inconscientemente, me sitúo ajena a ese orden establecido, en esa zona “imposible”, creo, para un ser humano concreto, llego a través de lo que sea que haga a ese orden sustancial o primario, ése que siempre es el verdadero, el que nunca se equivoca porque de él partirán luego las explicaciones filosóficas o científicas, vayan a donde vayan, y los órdenes establecidos, que bien pueden equivocarse siempre, que siempre podrán ser criticados por mí, simplemente por la posición desde donde “veo”.
Y así la fotografía “no prevista” habla de lo que después sucede empíricamente (la conversación con el guarda). Por eso lo de episteme en su título (fundamento del conocimiento))
¿Cómo puedo hablar de todo esto a través de una fotografía o una poesía…o peor, ¿cómo siquiera voy explicar esto que estoy diciendo delante de cualquiera sin que me tome por loca “iluminada” o engreída? el ser de poeta exige la superación de muchísimos prejuicios sociales, y uno de ellos, éste fundamental, cuesta más trabajo que ningún otro, pues todos necesitamos ser valorados en justa medida por el otro. Sin embargo, el ser de poeta debe ser valiente, es algo que debe conformar consustancialmente a su propio hecho. Quien lo logra es el que merece ser llamado auténtico poeta, poeta integral, aunque por muchos pueda ser vilipendiado. Pero esto es lo que entra en contradicción con el propio fin por el que lo hago todo. En el momento en que no sea bien entendida la intención, el mensaje dejará de tener eco, y así, resulta imposible la misma pretensión original del acto poético. ¿Cómo superar esta contradicción? No hay forma posible. Sólo debe hallar lugar el riesgo.
No hay “milagro” creativo, no existe la magia en la praxis creativa del ser de Poeta. Su, podríamos decir, atractivo imperioso, por casi mistérico, que en los demás seres humanos provoca, se debe tan sólo al resultado de una congruencia casi impelida por la misma forma de ser del consciente humano, común, como todos sabemos, a todos los seres humanos del planeta. Si nos diferenciamos genéticamente de una mosca en tan sólo un diez por ciento, ¿cómo renunciar a la posibilidad de que si el poeta puede (posicionarse en ese lugar originario o auténtico, y desde esa posición, logra mirar las cosas de otra forma, desde el lugar primigenio, que a todos nos abastece) todos los demás seres humanos pueden hacerlo?

Sofía Serra, 2009




 
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