a la memoria de mi madre
y a las madres de nuestra posguerra,
a quienes se les secaron los besos y el llanto
dame vértigo y humo
bajado hacia la altura
del escabel del llanto
para mí
niño de invierno y de dedales
de despiadado estío
dame
la tizne de tus nazarenos ojos
llovidos nunca
desde cuándo
naneábamos
pan negro de posguerra
y tildes africanas
sobre gritos esdrújulos
bajo incólumes palios
en la cumbre del pío de poniente
se suicidaban
de incógnito los pájaros
dame el secreto pulidísimo
la ternura
de tus ayes de madre
que escondías
en cajitas de hielo
para que nunca comprendiéramos
cuánta dureza cupo en tu brega incansable
en tus nudillos nuestros
de zozobra y lejía
cuánto amor nunca dicho
cuántos besos no dados
mamá
fragilísima linde amurallada
contra qué contra quién
contra quienes querías sin decirlo
contra nadie
(Blas Muñoz Pizarro)
(Un poema que necesito apadrinar, con el permiso de su autor.)