miércoles, 21 de febrero de 2018

Conjurando a la lluvia



Noche iluminada

Así, sin imaginar la luz,
como un deseo batiente,
como abrigo en mí
tu amanecer de lobo joven
aullando alegre,
como la selva anudando el paso
de tantas vías que se extienden.

No cesa la noche de verter
lágrimas lloviendo el cielo.
Pero no las nubes grises, sino rosas,
no la tristeza roza el suelo
recio de adoquines. Sana
la lluvia haciendo
reír al aire como mi boca
se abre a la sonrisa blanca
de un día que aún no se conoce
ni a sí mismo.

Juegan las gotas a juntarse
para lamer la calle y las farolas
a divertirse vistiendo
de lamé dorado a las paredes.
Roto el silencio de la nube parda
canta el aire bajo el agua:
un infierno de alegría,
un cielo negro tan natural
como la vida misma asoma sus ojos
a mi alma también dorada,
llueve izando el día nuevo
con la escena satisfecha
de un sueño que canta
por bulerías mojadas
al compás de las palmas
de lo dicho y la dicha
presentida.

Con los barros y las piedras,
con el agua, con el aire,
con mis oídos
dibuja el cielo el suelo
que me ilumina y me hace,
si no más tuya, sí más blanda,
más fuerte, más brillante, más licuada
más alada con pies más bellos,
o sea, más de ti, más del cielo,
una especie de milagro
que solo acontece
al sonreír la noche
al sonreír a mi alma
que sonríe al futuro día
y la lluvia que él depare.

(De "Los restos")

viernes, 16 de febrero de 2018

Torres casi de arena



El adobe

Todo Barro Soy todo
tierra toda agua
y piedra.

Una calle
cualquiera que mira
se deprime como la derrota
de los amantes antes de enaltecer
su deseo ante el fuego.

Los fuegos de artificio no calientan,
la mentira del arte preside
nuestras pupilas y nuestros oídos.
La maravilla fácil convence
a la estrellas para retirarse.
Solo un soldado permanece
mudo ante la espera de su vuelta.
Permanece, él siempre permanece
en la sentina de la calle,
bajo el piélago de mirones
y adoquines, se compadece
de la torre: ella nunca puede
tumbarse ni doblarse ni ovillarse
a refugiarse a descansar
por muy de barro moldeable
que esté hecha. Cocieron
el adobe a fuego de infierno,
allí abajo, en la sentina de la calle.

Tú de piedra, tan dulce y tierno,
yo de barro, tan amarga
y nada dura todo blanda
me hace corteza
de hierro orinado:
Lloro como una enana blanca
a punto de ser
super-nova
de barro.

(De "Los restos")

lunes, 5 de febrero de 2018

Derribar muros



El muro florido

Y es que el muro se socava
tan lentamente pero se socava
como un jardín descubierto
por el índice que con su yema
blanda acaricia cada guijarro
de la argamasa tierna
que une a las piedras
que levantan la muralla.

Y a dónde irán tantas piedras
cuando nada las una salvo
el viento azul y salobre
de este descampado.

Soy un tú que se arrecia
combatiendo cada semilla
que siembro, no me quedan
dedos para escribir
en tu barbecho, retiro
cada piedra con la boca,
de tanto esfuerzo, mis dientes
se han destrozado, solo
me quedan labios, ya endurecidos
por el sabor del frío
de una primavera tan fría
como el silencio de norte
derrumbado, algo así
como el muro que se puebla
de verdina, hojas y flores,
como construido con palabras
a falta de manos
y de tierra y de luz,
o de suelo o de cielo
sin consuelo posible.

(De "Todo más claro".)
 
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