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miércoles, 17 de junio de 2015

Pesadilla eterna

La atraigo o formo parte de ella? De qué sirve el arte si solo anuncia males y, encima, no sabemos leer sus vaticinios. Por qué hacerlo? Por qué emana. El arte y la poética como lo màs inhumano y frío con lo que el artista puede toparse. Su creación solo es él mismo cuando ya no tiene remedio.
Otros leeràn. Otros bien situados en la costra dura de la nomenclatura seràn los beneficiarios del acto de amor que implica poner las cartas encima de la mesa. Cada obra de arte comporta un suicidio. Cada acto de amor siempre inentendibles para la mayoría de los mortales.
Y así seguimos. Y así le va a la humanidad. Y así deseo bajarme de la existencia. Por amor.

martes, 17 de febrero de 2015

Posada de noche (I, II, III, IV)

Posada de noche (I, II, III, IV)

En Meridiana Claridad


Variación I

Terminar una noche
con dolor de espalda
anclado al dominio
de una sentencia con agria
disconformidad. Escepticismo.
los pájaros duermen. Ellos saben
de horas. Menos el ruiseñor.
Aún resuena en el pensamiento
su dolor dulce de canto
en mi compañía. las encinas
y la noche azul. mi sentido
del olfato se enreda
en las madrugadas en rima
En Meridiana Claridad
con el cielo y la tierra.
Una sola mujer sola
y toda la noche serrana
tan sólo extendida para ella.

Me pregunto si me recordará.
Y si sabrá volver a crearla.

Variación II

La habitación húmeda
sabía a polvo de huerto,
la casa cerrada se había hundido
en la tierra removida, sonaban
leves clarines con voces
astutas y alegres del zorro.
La yerba y la luna.
En Meridiana Claridad
La falta de miedo en el suelo.
Mis pies frescos.

Variación III

Inabarcable como el volumen
espaciado de la noche.
Tan libre azul
súbitamente se abarandó
el cielo nocturno,
brillante siempre de negro
vestido para mí
y no matarme
al verme caminar
hacia el ruiseñor
célebre dulce íntimo
mío canto de amor
En Meridiana Claridad
y consuelo. La plácida
belleza del bálsamo.
La recompensa.
Plenitud.


Variación IV

Despierto con el alegre canto del zorro. Las cinco de la mañana y dulce oscura la noche. Me levanto y voy hacia al puerta. Al abrirla, mi piel se refresca con la caricia del aroma nocturno. El azul saborea mi mirada a la luna. Poso mis sienes sobre el canto del ruiseñor.
Las cinco y el campo me saluda. Buenos y nocturnos días de plenitud tras la guerra.

jueves, 3 de julio de 2014

La niebla



La niebla

Puede que ya acabe
este invierno
tan infierno y frío
como el seco hielo
blanco y húmedo se encorva
sobre sí mismo se repliega
sobreprotegiéndose
yendo como yo misma
me voy o al menos
así lo quise fuera
de sus dedos y los míos
y la azul escarcha
de su enseñanza. ¡Vino
y ambrosía para las ubres
del Mediodía
pido!

Nunca la luz revela,
sólo el nocturno
aunque frío
aunque oscuro
vaga
la sombra velando
abre el día
desvelando.

Como la niebla.

domingo, 4 de mayo de 2014

Un higo chumbo en la mirada

Un higo chumbo en la mirada

12 de la noche. Campo. Suena la sinfonía nocturna, grillos y el ruiseñor al fondo cerca del riachuelo. Algún perro ladra. Me siento delante del ordenador por intentar relajarme tras día casi agotador. No puedo hacer fotos. Las veo borrosas, ya no sé si porque al disparar se me ha movido el objetivo, como habitualmente me sucede cuando lo extiendo a su mínima distancia, porque tengo la mirada fotográfica perdida, o porque mi ojo derecho permanece algo anestesiado tras la extracción de la púa-pelusa de la chumbera fina. Un mes y pico, calculo, ya no recuerdo bien, con una púa (probablemente más) clavada en la parte interior del párpado mide la distancia entre una mirada clara, mi propia torpeza al no detectar, y mi contumacia, burrería para entendernos, la negación del dominó como decía mi padre, la incapacidad para desarrollar estrategias que procuren mi bien.

Aunque hasta la misma administración pública, esa de la que tanto protesto y protestamos (idiosincrasia española), pusiera a mi disposición los medios para salvaguardar mi salud aunque solo fuese en este caso física, u óptica.

De siete y diez de la tarde a diez y diez de la noche. Tres horas, 50 kms de ida (veinticinco minutos) y otros tanto de vuelta, más media hora de paseo que dista entre el hospital y mi casa en Sevilla para volver a recoger el coche con las dos perritas. Resultado, ojo sanado. Bueno, ojo sin ya chumbera que podría haberme crecido (aún hay posibilidades de que agarre en la fertilidad de mi párpado, si no un higo chumbo, un hongo, ya no sé si dulce, pero seguro que sin espinas o púas) si en vez de un mes y pico, tardo tres meses en aceptar ir al médico.

No sabemos lo que tenemos. No sabemos valorar lo que tenemos, como tantas otras veces he dicho, en ningún ámbito, saber apreciar el bien que nos llega. Cuando la oftalmóloga me extrajo la púa, que yo creía que ya no existía, y sentí el inmediato alivio, automáticamente pensé en la ley del PP por la que la mayoría de los inmigrantes en España no tienen derecho a una asistencia médica gratuita. Qué se habría hecho el inmigrante de turno sin posibilidad de médico caso de estar en mi pellejo. Porque yo he estado a punto hoy de arrancarme el ojo. Una tuerta más, ¿cuántos tuertos entre inmigrantes porque ya no pudieran soportar más el dolor?

Recuerdo una entrada de este blog allá por sus comienzos cuando Berlusconi negó lo mismo a los inmigrantes allí en su feudo.

No sabemos lo que tenemos, reitero, repito con altavoz ecoico incluido. En este país el deporte nacional ha sido y es el quejarse por absoluto gusto. El protestar sin antes (saber) valorar. El renunciar, pisotear, machacar lo ganado, lo proveído, o provisto, por la historia y la lucha, sangre y muerte por en medio, es decir, dolor, de tantos anteriores a nosotros. Y así nos va. Y así seguiremos sin levantar cabeza, ni como nación, aunque me importa un pimiento el nacionalismo de cualquier tipo, ni como simple grupo humano.

Sigamos protestando, sigan dando votos a la derecha en las próximas elecciones (esto sí me importa, el no dárselos, claro). Cuando se les clave una púa en un ojo y, por no disponer de un trabajo, como en tantos países sucede, tengan que, primero, buscar un oftalmólogo durante un domingo por la tarde y además dispuesto a trabajar, y después abonarle los honorarios, caso de que, aun sin trabajo, dispongan del montante pertinente, normalmente elevado, sigan protestando. Pero háganlo contra ustedes mismos. Yo al menos apenas gasto de las arcas del estado. Apenas, no, nada comparado con lo contribuido, salvo un parto, un aborto y esto. El segundo, aborto, se lo ahorré a las susodichos arcones. Por pura renuencia personal, burrería, para entendernos, por volver al principio. Aunque eso sí, aún me queda cerebro de no burra ("ojos de burra tiene") para saber valorar que vivo en un territorio, donde lo que a mí hoy me ha salvado de meter la cabeza en un pozo hasta ahogarme o sacarme el ojo con mis propias manos, puede proteger a otros como yo, aunque no hayan nacido, azar, bendito azar, bajo la nacionalidad española.

Por cierto, también bendito territorio donde las chumberas (y no precisamente las finas) crecen por doquier hasta lograr constituir cierto alivio económico para muchas familias, Andalucía.

domingo, 9 de marzo de 2014

Dolores de en-tuerto

Cuando me sentaba en este mismo escritorio, mis letras eran jóvenes. Desde los dieciocho a los veintinueve anduve (porque andaba, seguía caminando por muy sentada que estuviera) con la compañía de esta mesa y esta misma silla. Con él, y sobre ellas, estudié mis últimos años de carrera. Con él, y sobre ellas, escribí mi tesis de licenciatura, y tantas cartas como días contienen seis años. Es, y se trata en realidad, de mi escritorio de toda la vida. o del escritorio de toda mi vida, que quizás hoy se cierra. Hoy, sin preverlo, se ha vuelto a recomponer, bajo el sol de un día deslumbrante. La mesa, ya algo desvencijada, provenía de las pertenencias de mi abuelo. Sobre ella aparecía siempre lustrosa su máquina de escribir, una preciosa underwood donde me destrozaba los dedos intentando mis primeros ejetcicios con semejante armatoste. entre tecla y tecla casi cabía la mano de la niña de dies años q se afanaba en comprender el funcionamiento del artilugio. Hoy ya desaparecida, la mesa q la sostenía forma parte del mobiliario auxiliar de esta casa de campo. Sus cajones encierran o protegen alguna colección de mecheros, útiles de imprenta, papel de cartas, folios de colores... La silla, que fue fabricada por un tío carpintero expresamente para "las niñas", proviene del desmantelamiento de la casa de mi madre, inexistentes ya, la casa y mi madre. Ella la usaba, una vez q yo dejé de vivir allí, como auxiliar de cuarto de baño: depósito para algún  primoroso neceser  y asiento para su descanso cuando se asfixiaba al caminar ( un paso) de la ducha al lavabo.
Hoy se reúnen al sol de Marzo, mesa y silla. Vuelven a lo q fueron aunque el escenario sea completamente distinto, en apariencia. Un dardo doliente, punzante, pero de aspecto tan suave como una pluma se me ha clavado. Son las traiciones de la costra dura de la nomenclatura. Por eso mismo nunca megustaron los cactus. Llamar amor a lo q hiere.
Me pregunto por la escena de la paradoja y lo verdadero. Sol, resfríos, punzones, ayeres, presentes, vientre, mi ojo derecho medio ciego y algún sombrero... Pero siempre poder verlos. Aunque solo sea con un ojo. Poder verme. La injusticia, la crueldad, la tortura tienen nombre de miedo y de carencia de uno mismo. No los deseo en mi vida. Todo duele hasta que se recompone, vuelven a su amor, a su ser, a la luz... Tan solo hay que esperar.



lunes, 24 de febrero de 2014

Lluvia

Llueve, de noche y de pronto. Salgo un momento y de pronto llueve. Y de pronto todo es sinónimo de victoria. La lluvia, el silencio, la noche. Llueve. Cae el cielo. Y con él, mi derrota.

martes, 11 de febrero de 2014

El primer amor

Para los que presentimos no hay mayor dolor que el no saber. Mienten y yo misma miento cuando afirmo que el conocimiento conlleva el dolor. Es cierto que si se sabe o se llega a conocer, la verdad suele darnos un bofetón. Pero solo si hemos vivido engañados por nuestras mismas mentiras. La verdad solo tiene el color del bien y el conocer es el motor de su alimento. Solo hay una, pero no es escasa sino generosa. Sin embargo, es desdeñada por la mayoría. Pobre y sola verdad, tan sola, ay, tan sola... Cuando es el único consuelo, la paz de vida, el amor a nosotros mismos.  El primer amor. El más importante.

viernes, 31 de enero de 2014

Desnortado

La noche ha sido amorosa con los brotes de los rosales. La fina lluvia con que se ha vestido ha servido para cubrirlos con un cálido manto de abrigo. Todo tibio. Todo calmo. Salvo mis pensamientos que supieron llegar a su punto de ebullición necesario y justo para obligarme a saltar de la cama de madrugada.
Casi obsceno, por frío y alejado ya, me parece el recuerdo de ayer. Los cipreses volaban. No vivo en Siberia, pero la sensación térmica para alguien del sur era la misma que si estuviera allí. Tan frío su desierto silencio. Tan sonora la estampida en la huida del viento intentando alejarse del hielo del norte.
Temí por los brotes de los rosales. Pero la noche los ha protegido. A mí también. He destilado con el alambique la esencia que me construye.  He cosido con retales de colchas viejas una nueva ropa de camilla. Retales de mi vida que me explican por fin: Porque soy verdad, las farsas se derrumban nada más aparezco. Así, es comprensible tu huida. Como la del viento de un norte.

martes, 21 de enero de 2014

Eficazmente

Llueve lluvia fina y eficaz. Todo lo agradece salvo mis manos. Si quiero hacerme el café de por las noches, deben duplicarse. Pero me alegro por las varetas de escaramujo que ayer sembré. Por la mata de cantueso. Y por el candelón de trabajo que hoy se decidió hacer antes de q llegara la sombra de la noche. Ha ardido una sexta parte de la poda. Me he quedado dormida mientras cenaba a las seis. El trabajo físico esforzado provoca el placer del descanso. Mi espalda pide a gritos una horizontal mientras escribo en este teléfono estando de pie. Las teconologías, la lluvia mansa y complaciente, el cuerpo dolorido y mis manos. Se han duplicado. El biergo es muy pesado y ancho su mango. Voy a hacerme el café.

La diferencia

Toda mi vida está en mi poesía y en mi fotografía. Todo lo q soy por dentro, lo amargo y lo feliz, mi carácter, las frustraciones, los grandes y pequeños logros, los fracasos, lo q me importa y lo que no. Ella nace de un espíritu en contacto con la tierra q sabe alcanzar el cielo escarbando hasta el infierno. De conocimiento y conocimientos se nutre la capacidad poética de un ser humano. De las apuestas por las cosas importantes de la vida. Antes de prejuzgar a un autor, hay que preguntarse de donde puede partir lo que logra o no logra más allá de gustos personales. La metáfora es una de las claves. La más importante. Es la mentira del arte la que te puede llevar más lejos y, así, conocer. Un autor es una persona como cualquier otra. Sino que permanentemente se expone para poder lograr enseñar con su experiencia en la vida y, así, contrbuir con su grano de arena a construir un mundo mejor. Esa es la diferencia. la del autor con respecto a los seres humanos q no lo son. Y la mía con respecto a otros poetas y fotógrafos.

lunes, 20 de enero de 2014

El calor de un día de invierno

Disparos con el móvil.
Los pre-sumidos. Hacen daño a las artes, a las relaciones humanas, a lo esencial, a lo verdadero. El intervalo lumínico se traduce por una expresión sin asunción posible. HDR. El pre-sumido. A  la opinión con conocimiento la aplastan entre meriendas de pastitas y té, a mí, que suelo merendar cola de ternera o judías con chorizo. Al final el calor llega como siempre llega, respirando del musgo quebradizo o extrayendo el árbol seco con una herramienta que le dobla a una en peso y alzada. Lo de siempre. Los pre-sumidos, como el apio silvestre que no soporta la sequía, pero tan verde y lustroso cuando comienza a crecer en invierno. Como la yerba loca que si no arrancas a tiempo, te seca la parra virgen, o madresofía.
Mejor agradecer. Tus días de gloria pronto verán su fin, César. El desatino. Un calor. Un color pudiente de sueño en paz.

martes, 14 de enero de 2014

Un payaso me da una sorpresa

Todos son payasos menos él. Me enamoro del protagonista, como casi siempre me ha sucedido. Consigue lo q ninguna novela, ninguna narrativa ha logrado tras estos cuatro últimos años. La lectura de la obra magna de Proust me dejó traumatizada, felizmente herida. Después de conocer su prosa, cualquier otra me aburría. Infames aparecían ante mis neuronas. Incapaces.
Quién me iba a decir a mí que un payaso, figura por la siento cierta aversión, alergia, hasta el punto de no haber querido nunca leer este libro (Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll) por exclusivamente su título, me iba reconciliar con la lectura de lo narrativo. Sorpresas me da la vida. Alguna muy feliz.
 
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