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miércoles, 18 de noviembre de 2015

La luz de tu camisa




La luz de tu camisa

No me atrevo a decirte cuánto te echo de menos,
cómo se sostienen enjaezadas bajo mis pupilas
estas pestañas que se anudan ya a tu gesto,
común beso sobre tu húmeda frente,
soñando con tu verbo que los días no terminan,
ni alumbran vistosas las farolas hasta que tu mirada
se posa sobre el nombre escrito en verso
de la compañera que ocupa tu camastro.
¿Hablamos?

Servimos bajo el mismo mantel la leña que nos hogara,
alumbramos nuestra piel levemente indispuesta,
suscitada por la caricia invisible
de tu mano sobre la mía y mi espalda.
Pienso, bebiendo bajo tu cuello,
que no quiero más luz
que la que desprende tu camisa.

(De La presencia por la ausencia.)



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martes, 17 de febrero de 2015

Posada de noche (I, II, III, IV)

Posada de noche (I, II, III, IV)

En Meridiana Claridad


Variación I

Terminar una noche
con dolor de espalda
anclado al dominio
de una sentencia con agria
disconformidad. Escepticismo.
los pájaros duermen. Ellos saben
de horas. Menos el ruiseñor.
Aún resuena en el pensamiento
su dolor dulce de canto
en mi compañía. las encinas
y la noche azul. mi sentido
del olfato se enreda
en las madrugadas en rima
En Meridiana Claridad
con el cielo y la tierra.
Una sola mujer sola
y toda la noche serrana
tan sólo extendida para ella.

Me pregunto si me recordará.
Y si sabrá volver a crearla.

Variación II

La habitación húmeda
sabía a polvo de huerto,
la casa cerrada se había hundido
en la tierra removida, sonaban
leves clarines con voces
astutas y alegres del zorro.
La yerba y la luna.
En Meridiana Claridad
La falta de miedo en el suelo.
Mis pies frescos.

Variación III

Inabarcable como el volumen
espaciado de la noche.
Tan libre azul
súbitamente se abarandó
el cielo nocturno,
brillante siempre de negro
vestido para mí
y no matarme
al verme caminar
hacia el ruiseñor
célebre dulce íntimo
mío canto de amor
En Meridiana Claridad
y consuelo. La plácida
belleza del bálsamo.
La recompensa.
Plenitud.


Variación IV

Despierto con el alegre canto del zorro. Las cinco de la mañana y dulce oscura la noche. Me levanto y voy hacia al puerta. Al abrirla, mi piel se refresca con la caricia del aroma nocturno. El azul saborea mi mirada a la luna. Poso mis sienes sobre el canto del ruiseñor.
Las cinco y el campo me saluda. Buenos y nocturnos días de plenitud tras la guerra.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Panorámica retrospectiva

Se trata de la única panorámica que he hecho en mi vida, "a mano", cuatro fotografías montadas una sobre otra si no recuerdo mal. Nunca me han ido, ni me van, los cachivaches (algunos buenos amigos los llaman mariconadas) con los que los programas de fotografías engrosan sus gigas, ni los automatismos, ni las historias de ese tipo. A veces pienso que edito (revelo) fotografías como cuando a veces cosía, prescindiendo de la rapidez de la máquina por el mero disfrute de hacer un ojal o un dobladillo a mano...
Lo representado: la zona del campo más doméstica, disparos desde el caminito de guijarros que llevaba al gallinero, sin trípode, evidentemente. Ahí escribí desde "Asesinos de almas" hasta "La presencia por la ausencia", "Son-ethos" y comencé "El paraíso imperdible" y el que le seguía, cuando ya sabía que nos volveríamos por fin a Sevilla, el escenario que igualmente dio nombre vía mi hijo (así se tenía puesto en el perfil de la xbox) al primer blog con el que inicié mi andadura por ellos, "unrealand", cuyas entradas están fundidas hoy en mi blog central.
Y donde disparé unas setenta mil posibles fotografías, la mayoría con mi vieja dimage 7.
Hoy está todo cinco años más grande y cinco años más viejo. Tengo muchas ganas de volver, pero aún hace mucho frío...no se me olvida el frío. Hasta menos 10 ºC cuando ya en los últimos años podía arrancar un coche que marcaba la temperatura ambiental en las luces de su salpicadero. Menos 10º C a 50 kilómetros de Sevilla son muchos "menos grados", demasiados.

 
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