miércoles, 5 de agosto de 2015

Existes luego soy

Existes luego soy

Nunca busqué la soledad. Me sobrevino impuesta como un manto de agua sucia sobre mis hombros: a la vez que disturbaba mi sentido de lo natural, lo lógico, si se quiere, me calentaba. El limo, no obstante, favorece la fermentación, y de esta, siempre llega el calor que fructifica.
La vida, ¿desde una soledad? ¿Desde la soledad?
Impensable, o al menos incapaz yo de continuar por ese silogismo. La vida solo es favorecida por la comunión, común-unión. Mínimo se necesitan dos células para que estas unidas se multipliquen en otras muy distintas. La sinergia.
La soledad íntima, impuesta o no, no es tal. El instinto, la naturaleza básica del ser humano busca el interlocutor. Fabrica el doble para poder seguir viviendo, pensando, reflexionando. Es la prueba evidente de que la naturaleza humana, aun partiendo del individuo como unidad básica, es entera y eminentemente social. Sin el otro, le será imposible tener conciencia de sí mismo.
Todo lo contrario al cogito ergo sum, ¿todo lo contrario? ¿Es posible pensar sin lo externo? Naturalmente no.

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