una caña y un asterisco
en la muralla,
y el manantial se abre.
y se abrió
como un reguero
sedimentando
el arco iris en el suelo,
pies para qué os quiero,
se preguntaba la pintora,
yo, alfarera en mi recuerdo
y en la estancia de la caverna,
no necesito colores ni barnices,
son mis manos las que crean
un arco iris a la medida
del hombre en la tierra
amarilla como los cabezos,
mis cabezos, las peinetas
o los arcos de mis iris,
de mis luces.
como un reguero de gozo,
como un reguero de tierra
el amarillo suspende
mis desvelos y me hace dormir
llena de paz en la curva
de la playa tan gigante
se extiende el sol
por las arenas secas
y calientes, verdadera
huella del mar que me habla.
La vuelta y el regusto
de las olas, que saben
del retorno de todo
lo que al océano llega,
un río, un cuerpo de hombre,
un árbol, unas cenizas y hasta las cañas,
las medusas y los sargazos
ya tapizan de verde y rojo
la mejor orilla soñada,
las aguas se hacen vivas
modelando estanques,
a la medida, mi medida,
de pequeña no abarco
un mar tan grande
de mis ojos brotan
lágrimas como medusas
muertas. Construyo un jardín
a los pies de los cabezos,
un jardín soldado de amor
a tu pecho de hombre
bautizado como dios
por la torre que me guarda
que me guía como faro
del acervo de la verdad
y del sueño.
No necesito tener fe.
Se me comprueba
todos los días.
Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)
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