Dejé a Cetina listo para sacarlo en blogger, en aquel frustrado proyecto de una editorial sobre este soporte. Hoy lo reabro para mis ojos, pero algo me sigue diciendo que es mejor dejarlo tal como está acurrucado en mis brazos. Me sigue partiendo el alma cuando le canta a la esperanza, ¿cómo es posible en autor de tan católica época lance esas andanadas tan dolorosas, tan resentidas sobre una de las virtudes teologales? La Sevilla en la que el vivió no es la que todos (mal)conocen. Hay una Sevilla mística y existencialista, estoica y lírica a la vez, profundamente reflexiva e interiorizante. Una en la que la emoción y la razón se unen para poder hacer factible creación. Una que logró conectar con el hombre de todos los tiempos. Una que continuó lográndolo. Una que sigue haciéndolo. Esa es la esencia de Sevilla, como el río sin sombra ni cauce.
Esa es la Sevilla que yo conozco y a mí me hace.
Los versos de Cetina me siguen sorprendiendo (y llenando) por su contemporaneidad, por la queja íntima y sincera que transmiten, por la auténtica re-flexión de la que parten.
A la esperanza
¡Ay, mísera esperanza!
¿Qué me aprovecha andar desvanecido
Contra toda razón, sin fundamento,
Haciendo confianza
De cosas do jamás certeza ha habido,
Engañando al cuitado entendimiento?
¡Tristes torres de viento,
Cuán cerca llega vuestra caída,
Pues yo no puedo esperar ni quiero vida!
¡Esperanza engañosa,
Que con promesas falsas, aparentes,
Me has tenido suspenso, embarazado!
¡Ay, alma deseosa
De salir ya de mil inconvenientes!
¿No es tiempo que se acabe este cuidado?
¡Ay, cuán desengañado
Está quien sabe bien que es mal que espere
El que por menos mal la muerte quiere!
¿Esperanza perdida!
¿Qué me puedes poner delante ahora?
Qué te puede quedar ya por mostrarme,
Si yo no quiero vida
Que cuanto dura más, más empeora?
¿Piensas me la alargar para matarme?
¡Ay! Que no hay que mostrarme
Razones mal fundadas; que es locura
Hablar de vida al que morir procura.
¡Ay, esperanza incierta!
¡Cuánto fuera menor mi desventura
Si razón de esperara jamás tuviera!
Viera mi duda cierta;
Y pues no basta amor do no hay ventura,
Con mi fortuna el desear me diera,
¡Ay, cuánto mejor fuera
Que la razón del esperar faltara,
Y en lugar de esperar, desesperara!
¡Ay, esperanza loca!
En fuerza de tu fe solo pensabas
Salvarte de un engaño que así engaña.
Ya la vida se apoca;
Que aquel mismo manjar que antes le dabas
De su pasado error la desengaña.
¡Ay, pena fiera extraña!
¿Qué puedes hacer ya para dañarme
ni para entretenerme ni engañarme?
¡Esperanza traidora!
Debajo de amistad me has engañado;
Súfrese pues perder sobre seguro,
Si mi mal no mejora.
Ni lo sufre un dolor de tal cuidado.
¿Cómo tarda el morir pues lo procuro?
¡Ay, hado triste y duro!
Que es el mismo morir quien me entretiene,
Porque donde hay vivir muerte no viene.
¡Esperanza grosera,
De seso falta, falta de experiencia!
¿Sobre qué estribas ya, qué te sustenta,
Vida rabiosa y fiera?
Acábame a lo menos la paciencia;
Ya que acabaste tú, no se consienta.
¡Ay, peligrosa afrenta!
Si la esperanza ha visto el desengaño,
¿Qué puede ya esperar sino mas daño?
¡Esperanza cuitada!
¡Ay, si supieses bien cuán caro cuesta
El manjar del que vives trabajoso!
¡Cuánto más descansada
Te sería una muerte alegre y presta
Que un vivir tan cansado y enojoso!
¡Ay, último reposo,
No se dilate más nuestra partida.
Que al que se ha morir, muerte le es vida!
Canción, permite el cielo
Que sea esta del cisne; y pues alcanza
Dé cuenta mi dolor a la esperanza,
Alcance ya el recelo
Que se acabe el vivir y el desconsuelo.
(Gutierre de Cetina)
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