jueves, 31 de enero de 2013

El perdón

El perdón

aun
sin poder
     contar
              con
     saber
si
sobre
tu boca pasean los galgos
liberados del miedo del invierno,
los alcatraces recorren veloces
las plumas de la nieve tundra
callando en el mar.
me pregunto si la sal
derrite las menudas pestañas
que te separan del alumbre.

servicio de mensajería externa,
¿a qué con-vida el recurso de tu boca?

Sofía Serra (De Suroeste)

miércoles, 30 de enero de 2013

la diosa del coto

la diosa del coto

por co-regir,
viviremos bajo el puente.
selectas endoscopias
nos revelan la patria
que me urge.
A veces cantan los cómplices,
si es que los hubiera, en señal
caleidoscópica de tan venerables
agua verde y azules remos,
siesta endeble regida
por la suerte de sucederse
no se sabe si hasta el sol
o hasta que la marea se estrelle contra los pinos,
paisaje tan envidiable hasta para las garzas.
me hundo y atabico
en este limo caliente
de tu ingle alambicada
en mis pulgares entrelazados
entre tus patas de ave acuática,
¿para cuándo los pelícanos?
me pregunta el límite de tus ojos
rojos y tímidos
como dos grandes copas
de mi futura
porque siempre abierta
en ráfaga de silos
siempre agua blanda
y vino remanente
y cerámica taciturna
y bordados nocturnos, siempre
juvenal la blanda rosa pura
franca de turnos
imprecisos e inolvidables
por los sueños de los hombres
es tu mente de hembra erecta
que abandona la espalda
para abrazar a un dios
que sólo quiere hombres.

…Y qué más da que sólo existan pájaros
de madera si la madera
es todo lo que existe,
es todo lo que quiero.

Sofía Serra (De Suroeste)

martes, 29 de enero de 2013

La huella

La huella

cuando digo o escribo playa
no digo o escribo playa, no
una extensión uniforme
de arena blanca y lisa ni
un mar salado en relieve
de sus pequeñas o grandes olas.
cuando nombro playa
hago así con mi mano
extendida
un todo liso en la arena
de la playa y un todo removido
como en la curva de la ola
todo plano
cuando digo playa
hago esto con mi mano
un algo así que la palma
de mi mano inventa
con las letras de la palabra
playa adheridas a la piel
arena y fuente fiel
de mi mano
que ahora y en este lugar
aliso sobre el agua
del río sin cauce
ni sombra.
Borro.

Sofía Serra ( De "La clave está en los árboles")

lunes, 28 de enero de 2013

El hombre ahora y yo

El hombre ahora y yo

ahora la playa cabecea desierta,
ahora la playa debe sentirse vencida
situándose entre mis hijos,
se agolpa paulatinamente,
paulinos somos nietos
engendrando efebos
de la antigua Grecia,
sus mesnadas sufrientes,
sus mujeres dadas,
las ptolemaicas abstracciones
pasean por ahora la playa
que hierve en salud de sal
ya tan vista, ya tan visto
y tan dado todo
como en el mostrador
de aquella tienda de ultramarinos.

la velocidad se torna puente
y aún no sé si rodarán
mis ámbitos con guardabarros
o sin ellos.
Esta playa, esta abierta playa,
esta hermosa y amplia labia
de mar valiente y sometida,
esta playa, esta supuesta playa
gimosa, lateral a la medida
de unas cuantas curvas
como el sol te doblega el perfil
cuando miras el horizonte flexible
con verbales respuestas
que se desarman, o se desaman,
en el entrecejo entrecomillado
de las altas luces.
Te regalo el mar para que duermas
en los brazos de la odalisca
siempre numantina ante la vejez,
tu vejez

sonreía con las ruinas de tu nombre
paseando por las mejillas.
Era tal la blandura.
Túnica y mente quisieron
beber de ellas algunas lágrimas,
y sólo separaron tu sed de su alivio
y se calmó la tormenta del vaso
del cristal de tus ojos.
Qué solos se estremecen, temblaron
las hojas sobre la ingenua superficie del mar
tan lisa y caliente como el descanso.

ni nematodo ni platelminto.
sólo tan primitivo una luciérnaga
de las que planeaban suspenderse
del salvaje cielo pleistocénico sin afán
por querellarse contra las eras
que la transformaron en insecto
de algún centímetro apenas.

¡ah!, qué pena, qué pena
pendiente de tus cebollas
y tus mensajeros, qué pena
tus pendientes en las orejas
de escarceo entre los cuerdos y tensos
cuernos de la embestida adusta,
qué pena y solitario magnífico
paseas lamiendo la tierna carne
de las gustosas anémonas virginales,
tan cándidas y primeras
como el ciclamen de invierno,
qué pena tu alba blanca de sacerdote
ungido por la cabellera del arroyuelo,
qué pena que no te merezcas,
qué pena ese sol en la puesta de poniente
que sólo sabe iluminarte a contraluz.
Los negros te hacen flaca justicia.
Aunque te alimentes de la gorda:
la abundancia.

Tendré que aprender a reconocerte.
No tienes carne ni huesos,
tu mano imaginada me sabe a hueco
y sobras de algún aire
lejano tan impreciso,
y sin embargo me hinchas el vientre
con las domeñadas de tu abrigo,
las insurrectas,
tendré que reconocerlo algún día
de esos que no existen, cuando la noche
se haya ido y la mañana no asome
pero todo sea luz o blanca nube,
tal vez nieve en los adoquines del sur
o la mialgia de amarte
—qué solo te encontré en la esquina
entre los barracones de feria
sentado sobre el barril de madera
de mi alma hueca—
que esperábamos ser llenados
o desarmados para volver
al naufragio que se durmió
sobre la orilla de, ahora,
nuestra playa.

Sofía Serra (De Suroeste)

domingo, 27 de enero de 2013

Éramos pocos y se reencarnó (entrada desde texto de Javier Sánchez Menéndez, Poeta)

Éramos pocos y parió la abuela. La historia de España, es decir, todo ese pasado que, nos guste más o menos, termina conformando el presente que vivimos a menos que tengamos los arrestos necesarios para subvertir el orden del tiempo y, por lo tanto, darle la vuelta al caudal de la causa/consecuencia, termina por abrírsenos delante cual roja amapola, cuando en realidad (no tuvimos en cuenta la dirección del viento) lo que germina y amenaza con desarrollarse no es otra planta que la comúnmente conocida como “cardo borriquero”, típica planta que, aun bella para la visual y para aquéllos a los que nos gusta recrearnos con la geometría de la naturaleza, si nos situamos a pie de calle, es decir, sobre los adoquines o la vulgar yerba verde y blanda, el natural por vivencia desarrollado, no deja de constituir una engorrosa, árida, punzante e hiriente verdura que, estoy segura, ni haría las delicias de los aficionados a ingerirlas. Que yo sé bien de esto, que las he arrancado con mis propias manos, y hasta fotografiado, e ingerido, no, porque hasta las cabras deciden no comérsela.
Es lo único que germina sobre el suelo más pisoteado, más reseco, menos fecundo. No hay que desmerecerle su valor fitobiológico. El problema es su fertilidad, es decir, la capacidad de la propia planta para extenderse más allá de su sitio de acogida (parece que no tiene pies, pero mejor no veamos cómo vuelan los “demonios”, no otra cosa que sus semillas perfectamente aladas, es decir, dotada de alas, con la sabiduría de la madre naturaleza).
Pero no hablo de plantas, sino de otro cardo borriquero mucho más dañino, (mucho más, sí, al fin y al cabo los cardos borriqueros embellecen los eriales cuando ya no queda pasto) que se aposentó, voy a decirlo, en esta Península Ibérica, no sólo en España, allá por los finales/comienzos de los siglos XVIII /XIX. Fernando VII, un tal rey español llamado Fernando VII, ha terminado por reencarnarse vía poder de algunos votos, vía poder de la pereza/abstención/esto no va conmigo/soy de otra onda/ patrimonio nacional ojalá no ibérico sino tan sólo español, en la figura de nuestro actual presidente de gobierno, un tal, porque prefiero no nombrarlo con cercanía de parentesco ni gentilicio, Mariano Rajoy.
No lo dice la que suscribe, la similitud ha llegado de manos de un poeta, e historiador, que lo expresa mucho mejor, y con voz. Hay que escucharlo. A ver si recordamos lo que significa hablar, decir más allá de escribir, que no tengan que recordarnos, sino que nuestro tiempo se haga con voluntad de presente. Así, seguro, no tendremos que llorar aún más.

Escuchar a Javier Sánchez Menéndez AQUÍ

(abajo texto, pero hay que escuchar. OÍR.)


Exiliados poéticos y políticos

El Romanticismo en España fue tardío y breve. Ocupó la primera mitad del siglo XIX. José de Espronceda huyó a Lisboa con 19 años, vivió en Alemania, Bélgica, Inglaterra, Francia o Portugal, al igual que otros escritores que abandonaron nuestro país por diferencias con el régimen político.
Fernando VII fue el culpable de la huida de tantos intelectuales. Tras su muerte, llegó la amnistía de 1833, y con ella los exiliados pudieron regresar a nuestro país.
Se dice de Espronceda que fue poeta y militante.
La vuelta a España de los escritores trajo consigo un gran cúmulo de riqueza cultural, que se vio reflejado en grandeza de nuestro arte. Nuestro país recibía riqueza, aunque hubiera ocurrido a raíz del exilio.
Ahora estamos en la misma situación y Rajoy es el Fernando VII del siglo XXI, con su trato a la cultura y a lo que no es la cultura está consiguiendo que muchos emigren y dejen la tierra que les vio nacer. Y lo hacen con el llanto en el rostro y la pena en el alma.
¡Pobre cultura! ¡Pobre sociedad! Marchar con la esperanza de regresar algún día trayendo lo mejor de otras tierras para nuestra propia riqueza.
Todo ahora cuesta sangre.
Ojalá no tengamos que esperar la firma de ninguna amnistía que condicione la vuelta de aquellos que se marchan. Intelectuales o no, los que se van son exiliados, exiliados poéticos y políticos.
Escribía en un soneto José de Espronceda:

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,

y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores.

Rajoy es nuestro Fernando VII, fíjense, ¡hasta se parece físicamente!

Javier Sánchez Menéndez
Cadena SER (A vivir que son dos días –Andalucía–)
(Domingo, 27 de enero de 2013)

Acceso

Acceso

esas pequeñas extremaunciones
con las que designas el dedo
de tu boca afila génesis
para que nos amemos,
algunas veces, algunas más
sobre tu ungida noche
sortean peregrinos
sobre la piedra calva
con apenas polvo,
y aquí, todo mar,
cuando yo te veo todo mar
cuanto tú me miras todo mar
cuando cabeceo abocada a ti
todo mar y ese vello que asoma
por tu axila todo mar
desde mis bebedizos de hambre
de tu garganta, paz
y aula cerrada
tu cóncava carne
entre mis manos todo mar,
todo mar y la arena junta
y viva junto a ti
y mi sereno.

que en un mar, y en este todo mar,
te acceda
la serena suerte de sentirte
amado.

(Sofía Serra. De Suroeste)

sábado, 26 de enero de 2013

A un no amante del jazz

A un no amante del jazz

De pequeño, mi hijo quería ser tallerista,
así nombraba a los mecánicos de automóviles.

El jazz les pasa f(r)actura de cerebro
por las mientes de lo a-cordado
en el engranaje de las emociones.
Tus piezas, no hay mecánico
que las reponga y, menos aún,
tallerista que las petrolee.
Diesel herbicida de esa pradera
ozziosa. Los verdes corazones
se alimentan con neutrales
visitaciones como la tan bella
como dios se nutre
de agua generando
estaciones de servicio.

Esta amazonía semioculta transita
bullendo vida, agua y verde espanto:
estoy muy cansada,
tanto como la suerte
cansada de tanto
tocarlo y casarlo.
Me detengo a resituarlo
en el arcén de mi alivio.

miren, mejor, lean,
ahora mismo,
HOY POR HOY,
no creo SER
en la poesía,
en todo esto
que se supone
las palabras hacen.
qué me importa
a mí un verso
más o menos
si a nada huelen.
Ni siquiera a gasoil.

(Sofía Serra. De Suroeste)

viernes, 25 de enero de 2013

La escafandra fluvial

La escafandra fluvial

Aminoácidos sutiles
y algún esclerótico seno,
el paisaje de tu ensenada
barrosa. Volverán los lirios
a florecer pesados y rumbosos
como la ternura y tantos besos
laminados en la superficie de las aguas.
el estuario juega
al pan repartido
entre todas las bocas abiertas.
No entran moscas en el lecho
del río correspondiente.

En esta confidencia me balanceo
sobre la vida del revés,
como el calcetín de la abuela
dormida justo al final de sus afanes.
No temas, reina mía. Los pelícanos
aún planean la tierra, auguran
candados abiertos a las nubes
con su boca grande de alquiler de sombras,
una boca tan estrafalariamente grande.

Y a voces
se fundieron las otras
en un sol-o torneado
por la arrogante escuela.
Sobre tu mullida longitud de pernera invisible,
los cabezos amarillos posan semidesiertos
y alojados cada uno en el hombro
del siguiente anticipando
la espina dorsal del mar.
Un aire llamativo me sabe a quieto oleaje
trepanado por tus miembros:
quisiera yo, a veces,
zambullirme indiscreta y transparente
en tu entrepierna de agua,
la juventud de tus efluvios enloquecidos,
la senectud de tu estrambótico deseo,
la pleamar de tu combatiente
calma y el mar caliente
que te espera.

Sofía Serra (De Suroeste)

jueves, 24 de enero de 2013

La diletante (de viaje visitando monumentos)

La diletante (de viaje visitando monumentos)

En este simulacro exilio
me permite el lienzo
reconocer mis pasos.
Hasta en los canales crece
para recordarme de donde vengo,
nunca hacia donde vamos.

En esta sutil agonía
que es la vida venero
tus tristes luces de hojaldre
que se hunde. Tan pesada la carga
que soportan tus láminas, tus
mil palacios de carne, tu
luz de los esperados
puentes beben de mi aire
maternal y el afrodisíaco
perfume de su celo
de hembra, mar de tu alumbre
y de mi ausencia sobre ti.

Colmo leones como
blando espada
blanda contra
las dulces venencias
de las gotas de agua
sobre la yerba,
el monumental —se erige
todos los días— nutriente
que la naturaleza nos favorece.

El verde es su color.
También el de la vida,
que es viaje.

Sofía Serra (De La clave está en los árboles)

miércoles, 23 de enero de 2013

Poema de San Juan de la Cruz

Coplas del mismo hechas sobre un éxtasis de harta contemplación

Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.

 Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.

  De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida(vía recta);
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda sciencia transcendiendo.

  Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.

  El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero,
mucho baxo le paresce;
y su sciencia tanto cresce,
que se queda no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.

 Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien lo sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.

  Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.

  Y es de tan alta excelencia
aqueste summo saber,
que no hay facultad ni sciencia
que le puedan emprender;
quien se supiere vencer,
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.

 Y si lo queréis oír,
consiste esta suma sciencia
en un subido sentir
de la divinal Esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.

(San Juan de la Cruz)

La otra cara de Sagesse

(un poema que en su momento no llegué a subir al blog del poemario del que forma parte y hoy rescato para colocarlo allá, en Nueva Biología)

La otra cara de Sagesse

Ahora que lo pienso, conscientemente,
creo que es verdad, rara soy.
Debo ser extraña.
Nunca me propuse futuro asible,
ya saben, certero, por mí posible,
lo que necesitara alguna maña
con conocimiento sobre el medio,
estrategias desarrollables
y demás ata-puercas que justamente guían
sobre la red de cuadrículas donde se juega.
Nunca me he planteado
qué quería ser,
pero hago senda siendo
lo que no sé soy
y lo que los demás creo
ven. Ven,
venid y decidme qué halláis
en estas palabras hiladas
en la rueca que hace girar
el motor de la lavadora,
que voy haciendo continuos,
lavados, no sé, coladas
de lava, seguro.
Si a donde llevan sugiere destino,
ni lo sé ni me importa:
El poema camina, yo lo sigo.
Hasta muerto el volcán
comunica con el núcleo.
No sé si la vida es
o hay que hacerla siendo
aun sin saber qué,
mas el único medio a salvo
del miedo es ella misma.
Creo, en fin, el poema es
ser haciendo
de vivir-Lo
que uno quiera
y siempre pueda
por escribir-Lo.

(Sofía Serra. De Nueva Biología)

martes, 22 de enero de 2013

Oración excretora

 Autor fotografía: Manuel J. Távora Serra
Oración excretora

Señor, estoy deseando dejar
este mundo, no a mis seres
queridos, no, ni a los árboles
ni al cielo, con nubes o despejado,
ni siquiera al invierno tan cruel
para mi mente, tampoco
deseo perder de vista a las flores
ni a mis perras, ni siquiera
a la mala película de televisión,
o, menos aún, al libro que tengo
sobre la mesa. Pero, sinceramente,
Señor, sí tengo mucha necesidad
de dejar este mundo ya
en las manos de quien lo posea.
No deseo pelear más
por lo que en realidad no es mío,
allá cada cual con su propiedad,
el piso, el negocio, la empresa,
el automóvil, los hijos salidos
de madre, de cauce, quiero
decir, la ironía —las flores
ya te he dicho que no, ellas
no se visten de sarcasmo
ni otras negaciones—, el prestigio,
las ventas, los noes, los imposibles,
las incapacidades en suma
el desconcierto palpable
de tanto mono bajado
de los árboles.
Te los nombré casi en primer lugar,
ellos son la clave de este infortunado
azar que en vez de mona
me ha hecho mujer, hembra
de una especie que no sabe callar
ni trepar por el cuerpo
de su semejante. Rasca, rasca,
quítote las pulgas o las liendres,
te hago mimos con mis labios
de homínida asilvestrada, hecha
cuero de un municipio, de una
civilización que hace aguas
duras o blandas y no,
no sabe llevar pañales.

Señor, llévame contigo
a las nubes redondas y verdes
de mi selva o a las dunas
cuadradas del desierto,
al hielo de los polares mares
o al fuego de las chimeneas
de los volcanes, al pasado,
al futuro o a mi presente,
pero no me dejes más en manos
de su tiempo, que no es mío,
que no, que yo aún sé trepar
por el pecho de mi amado,
que yo aún sí sé despiojarlo
desnuda a la luz del sol,
pedirle que me lo haga
y no avergonzarme
de mis pelos enredados
entre las ramas y las hojas
o caídos sobre el suelo
de allá abajo que ellos pisan
y construyen para no caerse
al abismo.
Y yo sólo me fijo, sólo me fijo,
y no quiero imitar lo que hacen.

Y si no, si no me llevas,
cúrame estos lacrimales
si es que quieres
que pueda seguir mirando.
Si es que quieres
lo que me pasa
sobre el tiempo
que no es mío.
Ni Tuyo.

Sofía Serra (Interim, Exit)

lunes, 21 de enero de 2013

Presente exento (Fuera de tiempo)

Presente exento (Fuera de tiempo)

… Entonces, ¿dónde está el presente?
¿dónde estoy yo?


Otro signo de espera rechaza
la ilusión sarmentosa, el nudo
por el tobogán me desliza
la herida y la venganza
de haber nacido fuera de tiempo
y dentro de toda duda.
Si un más y un ayer
que desecho como ideal
presente el futuro
no me hace
presente el pasado
no habita en mí.
Mas en este hoy sólo hallo
duda y enajeno
desencuentro de ilusiones
que a la papelera tiro
arrugadas, ya no sirven.
Emborrono cuartillas,
cuarteo dudas, deshago
el tejido continuo del pasado
extendido hasta el futuro.

Y no sé dónde meterme,
dónde salirme,
dónde nacerme,
dónde se encuentra
mi presente.

(Sofía Serra)

domingo, 20 de enero de 2013

Mar sesgo, viento largo, estrella clara. Soneto de Cervantes

(Gracias, Juan Carlos)

Mar sesgo, viento largo, estrella clara,
camino, aunque no usado, alegre y cierto,
al hermoso, al seguro, al capaz puerto
llevan la nave vuestra, única y rara.

En Scilas ni en Caribdis no repara,
ni en peligro que el mar tenga encubierto,
siguiendo su derrota al descubierto,
que limpia honestidad su curso para.

Con todo, si os faltare la esperanza
del llegar a este puerto, no por eso
giréis las velas, que será simpleza.

Que es enemigo amor de la mudanza,
y nunca tuvo próspero suceso
el que no se quilata en la firmeza.

(Miguel de Cervantes. De Los trabajos de Persiles y Sigismunda)

Las seis de la mañana y sereno

(hoy he gozado de una circunstancia que no recuerdo haber vivido nunca, aunque presupongo que desde los diez años para atrás sí la disfrutaría habitualmente, como es lo  natural: despertarme siendo ya de día y tras ocho horas seguidas de reparador sueño, levantarme encontrándome hecho ya el trabajo, el día había despertado por sí mismo, sin mi ayuda. Cabeza loca y masoquista, lo tomo como un privilegio que me ha regalado la vida, el despertar de hoy. El poema lo escribí hace justo un año, estoy de correcciones con ese poemario.)

Las seis de la mañana y sereno

Hechos a tus manos o nuestros ojos,
armamos el mundo como un mecano.

las seis de la mañana y sereno
se posa el efímero poblado
sobre la loma de arena,
las sienes del amanecer
sonríen hasta abreviar juntas
el abismo de las nocturnas
paredes. beben verdes
las campanas a las seis.

enemiga empresa, no sé si noche
o día, cantarás donde todos
duermen maitines y vienes
a las seis de la mañana y serena
me poso en tu lengua
camino del pálpito de tu alivio.

las seis menoscabas y sereno
qué voy a ser yo si menos soy
que una pluma de almohada,
tan pequeñas, tan miles, tan decoroso
ni me arrastras por el extravío
de un mínimo encendido de verde
que se estrelle contra la hazaña
de haber nacido como flor
que se adoquina. Aglutinar
aquí sin amor ya viejo o sereno,
vivo en los intersticios de tu columnata.

Patio de luces esta Gran Edad
tan cercana a la noche
en la que el mundo de antes
dormirá para siempre.

(Sofía Serra. De Suroeste)

sábado, 19 de enero de 2013

La calle en invierno

La calle en invierno

la estación menuda
que avanza, la trágica grande
y liviana arenisca que se me prende
fuera del hombro,
camino de los dedos
de mi palma
abierta
en canal.
Perder mi mano
por tu piel
de gallina,
perder la tuya
en mi mucosa
sedosa.

cantaré. O graznará el cuervo.
En todo caso acaso
mi música en tu oído
amplio y acato
grisácea la tarde sola
vendiendo los girasoles
que aún no se han sembrado.
Yo me atestiguo semántica
sobre un gobierno de vicisitudes
que picotean minúsculas
el caliche de la pared vecina.
Un lazo de terciopelo azotado
al talle del árbol sin la hoja verde:
sonidos de la calle en primavera,

entremeses de poblado
que evocan la jaula
de los fríos de invierno.

(Sofía Serra. De Suroeste)

viernes, 18 de enero de 2013

La des-des-pedida

La des-des-pedida

Las olas renuevan
el aire y la arena.

Muerta el hambre se acabó
la fiesta y la bestia muerto
el hombre dormido
el menor de los males
la arena conquistó la orilla
el mar rindió la retirada
la venganza de las conchas
floreció bajo la antigua espuma.

Y como la Tierra es redonda,
todo retorna a su lugar.
No hay más despedida
que la de la ola,
que se va para poder
volver a volver.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

jueves, 17 de enero de 2013

El río viejo I y II

El río viejo I

Habituada a todo
tramo entelequias subidas
de nombre te engolfo,
te encabo, te arrío y encauzo,
río bravo, te avino el poniente
como lametón desde el juego
geográfico vendido entre cárceles.
Los cabezos se agrupan
en los márgenes de tu página
imantada por el sol de la lluvia,
cuando sólo soy yo,
blando y unísono excombatiente
de la guerra contra las piedras,
la venerable escritura de la montaña
que ríe pendientes con lamentos
por hacer qué queda.
Me abarco tan solo,
sugiero la planicie que me ama.

habidas voces se inventan
solitarias, regueros de luces
cristalinas que discurren sobre
salientes, las estelas de los caracoles
pavimentan los caminos de las luciérnagas de día.

Trasladé aminorando la marcha.

Ven y arróstrame
como muerto peso
pesado en tu balanza.
Sopórtame,
tus rodillas me aman,
soy blando lodo y mullido
suelo y solo para tu corona
de cruces.

Río enterrador de las tramas
ambivalentes, a un lado,
tú, al otro, el horizonte
amarillo y mi soledad.

El río viejo II

y qué que aquí
este varadero, esta sumisión
indiscreta a tantas preguntas
como respuestas y qué los ojos
y las huidas y mis dudas
y qué si el silencio hace presa
en tus dientes falaces
y ya ni castañean
cuando te obligo a pasar frío
a beber lejía a dormir
sobre el catre de la piedra dura.
qué me vas a decir que yo no sepa,
estampa verde de mi rostro afilado
y viejo consumido en la soledad
del llano de lo que ya era antes
que nada antes del mar
humillante me cobijas, mendigo
de la nieve blanca
y extranjera me deshaces
ser hasta dejar de ser
siendo tú.

Sofía Serra (De Suroeste)

miércoles, 16 de enero de 2013

El potro griego

El potro griego

ajustaste el porvenir,
relojero inquietante,
cuando los candados
se cerraban y el mar se abría.


Viento a solas barajando
cada poro de tus pómulos
como dos pechos de kore
o muchacha griega
descubriendo
el aturdido arroyo
que lentamente golpea
cada roca brillante
que acaricia el musgo,
oteando a nivel del agua y del aire
la isla sumergida y acuosa
que moldearon los gigantes
de tus dedos y tus labios
y tu ojeriza vendimiada a raíz
de largos cortos, desde la orilla
hasta el cabezo: Verte y verte venir
abrazado siempre a mí misma.

Habitación cálida
de recurso extra vía
que te amplía el cauce
de este lecho de río
que hoy desemboca.
Llanto perpetuo por amor.
Llanto de minusválido soldado.
Llanto compungido de militares entrevistas
sobre el vello que les cubre la piel,
y un devenir y un sortear
y un kilómetro justo vertical
de esta sin pies pausa.

Veneraremos a los dioses
cuando éstos hayan partido,
y yo, virginal entelequia de la costumbre,
acomodaré los pliegues de mi falda
al sondeo preciso de tu mano y tu deseo.

Y verteremos lágrimas de cable
azul y verde como el mar caribe.
El golfo del león quedará al frío
de la navaja, y otras dos bocanas
de mar se fundirán en la buena rutina
de la tierra de crear océanos.
No habrá bandido ni bando
ni tronante bestia BI-famante.

Vuelve el hombre y la yerba
vuelve sobre las sonoras flores,
vuelve el generador del símbolo preciso.
Sin seguidos el mar se hace y el río
vuela ya cansado y completo,
sin sentido de sí mismo.

Sofía Serra (De Suroeste)

martes, 15 de enero de 2013

La-lili-put

La-lili-put

perdida en este asomo
de andróginos gulliveres

Y que ninguna salva venga
a pronunciarte, a espantarme
el alarido de tu nombre,
un corazón aboca,
un estómago transferido,
una ausencia conjunta,
un hueco prodigioso
en el archivo de este vientre

durante el frío ascuas y el frío noche.

en la cadencia del alma
en las sedes de tu acceso,
en el vuelo del selenio sobre mis hombros,
la luz con dos velas que no enciendo
y el deambular reposado de la yerba
levanta tu paso bienvenido
sobre la tierra húmeda y marrón
como un jazmín de otoño.

la bala perdida rozó
la esfinge de tu atajo
y yo ya no más fui
sólo aldaba.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

Aman(i)ta caesarea

Éste se lo dedico hoy a una muy querida persona que Manolo Moya conoce bien.

Aman(i)ta caesarea

muerto el hombre se domestica
la raíz el agua-fuerte levanta
la tierra aflora la adormidera
huevina, tanta yema, tan naranja
como el bokeh de venus
cuando esta noche ha pasado
por delante del sol.
Como Afrodita, aunque sin quemarse.

Las tanas me recuerdan de dudas
la siembra de mis añadas mozas,
cuando aprendí a deletrear
m-a-d-r-e-s-e-l-v-a
tras haberme perfumado
en los maitines de mi madre
cuando ella llegaba del trabajo
con su vestido de enfermera
para echarlo a la lavadora
según yo dudaba y sembraba
pequeñas setas en el aire
de mi habitación a oscuras hasta hoy.
Si la yema, si la flor
sobre la tierra,
un hongo puede ocupar kilómetros
bajo el suelo y yo no me mido,
encuentro sol y me desnuco.

Así que no soy Venus.

Miro siempre de frente,
¿no veis mi tez morena?

Sofía Serra (De La exploradora)

lunes, 14 de enero de 2013

¡¡¡Qué bonito, qué bonito!!!

...Y mira que me gusta poco un disfraz de payaso o similares, pero con las lágrimas saltás... Ay!, qué disfrute... :)

Tres grados matinales al suroeste

Tres grados matinales al suroeste

I
Ajena de todo
el cultivo de esta madrugada
en peltre alegría, que me resulta otra.
Vencen los peones callados,
signos sin fresadora
que les enjugue lo que les sobra.
Veinte huéspedes duermen ya posados
sobre las alas del firmamento,
oneroso hasta para los pabilos divinos.
Pesarosa, la noche se unge
y el amanecer no aviva la luz
del recuerdo de lo que ayer fuiste
o Era apisonando sustanciales
llantos. Las letras, siempre las letras,
operan la intervención fallida,
se piensa sobre las estrellas
y la pared de enfrente que abre
al rosa su canto de fachada.
Ni muro, ni conciencia sobre qué alojará
esta mañana tan urdida
en la costumbre y tan nueva.
Resuenan las ojerosas sienes.

Ya pían los vencejos.

y de nuevo las tórtolas, felices
y virginales tórtolas
e invioladas tórtolas
por la negrura de la noche,
abren las puertas —como abren sus alas—
del templo del nuevo día,
las vestales y primorosas azucenas
vestidas de ceniza y plumas
nuevas para mis ojos
tus ansias de hombre bueno

en este abismo hasta la primavera.


II
Y aunque en nada consista el devenir,
y se abre un abismo entre mi pecho
y la mañana solitaria magnífica,
la flor incandescente atraviesa

el espantajo de la noche
cubriente y la alegría
de su ente moribundo,
como dos amantes que se besan
en este precipicio entre mis ojos
de calle y la pared de enfrente.
amarillos blasones columpian
la estrecha rendija,
el sol columbra nuevas soledades,
nieva perpetua y rosa la sombra.

alto vuelan los vencejos
bajo la ubre de la ciudad
celeste.


III
De tu cabello al aire
del entredicho al asomo
de la deuda contra el porvenir.
y tu piel de adoquines
lamiendo mi bárbara
lengua, del jugo al barbecho
de tu planicie de hombre
acostumbrado.
Mas te arropaste en la penumbra
de mis manos en estólidas sienes
de piel suspicaz y vecina de los calambres,
la marisma y la virginal madurez
del estero laminoso pespunteado
por las doradas yerbas del invierno
que se ausentan de los roquedales.
Me unge tu óleo de amor
en mis bárbaros usos
de solitaria empedernida
posada sobre el pedernal
del gravamen.

bandada de pájaros izando
el cielo recorre mis cristalinos
anunciando otras bárbaras
y extrañas costumbres
a ti.

Sofía Serra (De Suroeste)

sábado, 12 de enero de 2013

El poema Es Por

Preguntas en el aire (Mecanismos de defensa I)

Ayer tarde llegué a la conclusión de que no soy poeta. Y tan a gusto me he quedado. Estoy segura de que lo único que soy es una persona. Así de simple y claramente dicho. Soy una persona con mucha necesidad de decir una serie de cosas antes de morirme que en la poesía he encontrado el refugio para hacerlo. El refugio, sí. Porque el mundo ciertamente me aterroriza.

Ya lo expresé en alguna ocasión en este blog. Soy una persona terriblemente miedosa. Cuando pequeña me lo provocaba, el miedo, los espíritus y “esas cosas”. O pensar en la muerte de mis seres queridos, por aquel entonces, mis padres, claro está. Recuerdo una noche, tendría unos 6 o 7 años, en la cama dispuesta para el sueño, mis padres en el salón viendo la tele. En la habitación dormíamos mis dos hermanas y yo, es decir, la posibilidad de miedo por habitar espacios lúgubres y solitarios era nula. Me recuerdo con los ojos cerrados intentando conciliar el sueño con todas mis ganas, es decir, mi esfuerzo, y también cómo todas esas “mis ganas” se volcaban en pensar que mis padres se habían muerto (sólo oía el sonido de la televisión). Así, tan pancha, les endosaba la muerte, lo que en ese momento constituía para mí lo peor que podría pasarme en la vida, el suceso que más podría aterrorizarme, que mis padres murieran. Y eran tales las “mis ganas” por intentar dormirme, que hasta que no “vi” a mis padres mirando hacia el aparato de televisión, cada uno en su sillón respectivo, convertido también cada uno en esqueleto sentado (por aquel entonces yo identificaba la muerte con la imagen de una “canina”) , no me quedé tranquila, es decir, llegar al no poder más para conseguir ya arrancar a llorar rota de dolor, de dolor y de miedo. Claro, que aún en el fragor de la batalla campal entre miedo y dolor me quedaba cordura para, completamente segura de que mis padres me atenderían, decidirme a levantarme. Así que salté de la cama y me encaminé hacia el salón. Cuando me vieron aparecer, llorando desgarradoramente (ni siquiera mi ánimo supo reaccionar ante la alegría de ver que no se habían convertido en esqueletos, he ahí el misterio de mis auténticas “ganas”) y me preguntaron que qué me pasaba, atiné a decirles entre hipidos, lágrimas y mocos que “¡estaba pensando que os habíais muerto!” . Dios mío, cuánto lloré. Mi madre me cogió en brazos y me consoló. Y me quedé con ellos levantada viendo lo que fuera que estuvieran viendo, ya con la alegría en el cuerpo de saber que mis padres estaban vivos y yo con ellos pudiendo disfrutarlos. No se me habían ido.

Tengo decenas de recuerdos sobre escenas relacionadas con mis terrores que hoy llaman nocturnos. Señalo esto último porque tengo noción de algún episodio muy-muy diurno, aunque es cierto que el 90% de las veces sucedían de noche. Normalmente todos acababan con mi madre, o una de mis hermanas, ambas más pequeñas que yo, y que dormían exactamente a medio metro en su litera, metidas conmigo en mi cama hasta que yo conciliaba el sueño. Y en el primer supuesto con un portazo de mi padre en la puerta de la casa. No puedo contener la carcajada. Pobrecito mío, qué de veces tuve que aguarle “la fiesta”.

El caso es que eran episodios muy sinceros. No me los inventaba por conseguir esto o aquello. Pasaba verdaderos dolor y miedo.

Jamás la llegada del sueño ha resultado un acto fácil para este organismo. Ni cuando disponía de todos los años de vida por delante. Con meses me recuerdo gateando por la cama de mis padres una tarde cualquiera, hora de la siesta, mi madre intentando descansar un poco ya que yo apenas la dejaba dormir por la noche, llegar hasta su rostro que visualizo claramente con los ojos cerrados y, con mi manita, y mis dedos, abrirle los párpados. Porque no me gustaba verla con los ojos cerrados.
Abrírselos y ver el verde de sus pupilas aunque se quejara. El caso es que ya podía yo oírla VIVA.
Abrir los ojos de mi madre.
Abrir los ojos de los demás.
Puro miedo al contemplarlos cerrados.
No, no tienen que ver mis terrores nocturnos con el acto de mi primera audición verbal, la palabra terremoto. NO. Tiene que ver con el hecho de la no audición de la voz de los demás y la no visión de sus pupilas.

Ahora dudo de la afirmación (o la negación) con la que comencé este escrito. ¿No soy poeta o quizás niego ser poeta por puro miedo? ¿O soy poeta por puro miedo o por miedosa soy poeta, o mejor dicho, escribo poesía para decir lo que necesito decir, o hacer lo que siento es mi deber hacer y resulta que entonces no soy poeta sino simplemente una persona con miedo que ha encontrado en la escritura de la poesía el camino, ya que amante del arte y de la lectura sí sé que soy, para decir a la vez que me velo ante el mundo a través de la metáfora? Intento abrir los ojos de los demás por puro miedo que siento al verlos cerrados y al no oírlos decir, y entonces me abalanzo sobre sus cabezas  hasta que con mis manitas, ya algo arrugadas, pero aún manitas por tamaño, creo que abro los ojos con mis poemas, o con mis fotos, o los provoco a hablar, a decir, a pensar, a vivir... Para poder oírlos y ver sus pupilas. Para poder sentir que están vivos.

Que no estoy sola en este mundo. Que no se "me" han muerto todos.

Miedo a la soledad… ¡Pero si resulta que estoy cansada de oír cómo todos los poetas necesitan hasta con ansia la soledad y hasta yo misma también la deseo en mil ocasiones y desde siempre he buscado ese aislamiento para poder leer o escribir, y hasta para poder vivir! Miedo a la soledad, miedo al mundo, miedo a verlo dormido, dolor y pena al imaginarlo/verlo muerto… Miedo y dolor. Miedo y pena ante el hecho de sentirme sola. De verme sola.
¿Es esa la causa de que yo me haya decidido a meterme de lleno en la escritura de la poesía?
¿Se es por eso poeta?
No me considero con oficio de nada. El hecho de poseer un oficio implica el desarrollo de una estrategia con el fin de obtener equis producto deseado o pensado. Y yo no escribo con estrategia.
Aunque sí estoy segura de que soy una persona con mucho miedo. Miedo y pena completamente sinceros, cuando soy una persona risueña y alegre.
Persona risueña y alegre con mucho miedo y pena.
Eso es lo que soy. No lo de “poeta”.

¿O será que el instinto contra el miedo, esa emoción la más básica y primitiva del hombre y su respectivo mecanismo de defensa constituyen los resortes para el oficio de poeta? ¿A qué hablar entonces de la valentía del poeta? O, ¿acaso valentía no significa enfrentarse al miedo hasta poder hacer desaparecer, o al menos creerlo así, su causa?

Escribir poesía es dudar. (Pero el poema Es Por certeza de sí mismo.)

viernes, 11 de enero de 2013

IS-La

IS-La

voy a hacerte mucho mar,
mucho mar acer
o blando
y dúctil
para
tras
la
darte
a Horai.
Horai, la de la luz blanca.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

jueves, 10 de enero de 2013

Caminante en blanco y negro

Caminante en blanco y negro

Por el camino seco cercado
de cañaverales, hierbabuena
y aulagas con sus pinchos
marciales de fila en fila
entretejidos con andrajos ajenos
a la esperanza,
va suspirando el caminante
olvidado de cuanto
de sí
desprende por el reguero
de su ocaso:
ya se te funden suelas
con la arena mojada,
ya se te orillan las manos
en la corteza de los pinos,
ya huelen tus ojos el continente
marino especiado
con las dos células de tu espacio:
la negra
para abrirte el iris
con los siete colores,
la blanca
para cerrarte el arco
con el solo: el de la luz.
O tú.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

Un manifiesto regalo

Muchísimas gracias, Eloy. Aunque conozco tu poesía, o quizás por eso mismo, me ha emocionado muchísimo tener tu libro en mis manos, tu "Manifiesto asténico"
Gracias, GRACIAS, GRACIAS por tan magnífico comienzo de año que me has dado.

Con el movil, 10/1/2013

miércoles, 9 de enero de 2013

El tiempo, el lugar y la luz

El tiempo, el lugar y la luz

el tiempo

voy dejando de hacer
tejiendo dejares
y olvidos sendos
de tu boca y otro de tu oído.
Me comunicaré tras el
parto-proclamo
de la dicha que viene
solicitándote como si fueras,
como si siempre
fueras como eres
tú siendo tú siento yo
senda abierta
soy.

Del lugar,
infrecuentado,
resulta la vez.


el lugar

Al despertar cada tiempo
mi alma sola no vive
en este mundo.
Los vencejos, con sus plumas,
me recuerdan
el tacto las caricias
de la luz el ángel
ennegrecido
con mi propio hollín
carbón quemado soy
los tizones de la orilla.

Al llegar
al lugar,
tú, Verdad.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

martes, 8 de enero de 2013

Mi padre se decía comunista y yo atea


Mi padre se decía comunista y yo atea

I. Expiración

me siento inspirada
tan solo para amar,
así que es natural
la falta de expresión
que en las letras.


II. T(h)ora

Son
riente
qué bien
me cantas.

Yo ya es
que creo que
he dejado de ser
poeta.
Me va la marcha-tras
el estallido, el olvido, me va
sobre todo el recuerdo
me une al dios
del martillo, yo quiero dar
puñetazos por el orbe
a diestro y siniestro
te acuno,
pequeño y tierno y eral
y dulce mi desgarro
te trasplanto, vejez
encendida de este mundo
de olvidados orgasmos alegres
y cariñosos,
a otra tierra más
adelante.

III. La jueza (la hoz)

ya hoz sin parte
ni deuda conjunta
confundo lo que quiero
hasta sajarte de mí
y mis órganos negros.

En la cueva cantan alegres
las miserias de tus trapos
que me visten de goda
y melancólica y amarilla rosa
al son de tu órgano
multiuso,
la bofetada y la bala,
la pistola y el tres por cuatro,
la sinfonía y la mejilla
mortal de necesidad
retiene la Naturaleza
como su propia sangre
en su seno lo esencial.
¿A quién le vamos a hacer caso?
más se asemeja mi rosa
a tu puño de acero
que el cielo azul tiñéndose
de negro a la alegría. Aquí
el universo paralelo levanta
paredes de agua, como Moisés,
no, mejor, como Charlton Heston
en la película. No somos dioses,
pero sí capaces de inventarlos.
Esa es,
a-diós Marx
y su cientifismo,
pobre él tan arropado
por la carencia de su siglo,
nuestra eterna salvación:
La inteligencia.

y se abre, ella
se abre como un mundo
virgen y guarecido
a solas para quien venga
no, sólo para Lo que bajo
el martillo la encuentre.

IV. Resurrección

Rosa de enero tan a penas
sola como las margas azules
cuando los cabezos le dan la espalda.
Apenas ni una ni otras saben
que son Hércules maleducado,
tan maltrecho hijo de dios
y hombre con pasado ardiente
y ya tan herido, durmiendo
al mar se extiende su cuerpo
de amarilla tierra ya no
muerto es decir
por tanto, ya no
estrellas.

(Sofía Serra. De Los cabezos amarillos)


domingo, 6 de enero de 2013

Suroeste

Suroeste

Sin gentilicios más
desde su pequeña hija
asoma una
era un sueño,
y al mar
llegué desde sus manos
de vida alegre paseante
por la avenida de tu ingle.

curva ancha,
amplia desmedida de la rosa
y el cantueso alboreados,
hemipléjica y venérea
bahía de tú.

(Sofía Serra, de Suroeste)

sábado, 5 de enero de 2013

Las desadscripciones (al viento)

Las desadscripciones (al viento)

la camella gime con sus ojos
de hormiga llorando las nubes
vándalas acompañantes
del cielo amaneciendo.

se descomprime
el corcho
de la piel terca
y sorda.

Ni por un lugar ni callando
hacia el sur tercia la sota
que arrastra glandes y lluvia
bajo la marítima plaza
en verte y ya verte venir
soleante y parsimonioso
ajado clamas
bajo la arena
granítica los reyes
me han dejado
una salva de aplausos
por mi gestión al frente
del gabinete de crisis
que vendrá.
se les olvidó sentenciar
mi nombre de buey
ventilando esquiroles
a hocicos viento
del Sur,
que ya se huele.

(Sofía Serra. Fin de El hombre cuadrado. 5 de enero de 2012)

viernes, 4 de enero de 2013

(Me)Río de la poesía

(Me)Río de la poesía


Profusamente discurriste bravo
y empequeñecido sobre las hojas
de la victoria de los árboles.
la tierra levanta sus emblemas y pendones,
gallardetes sobre la cima de las vicisitudes,
las triquiñuelas de la luna de Agosto
ya dirimieron escindidas.
veneraremos otros dioses.
Los nuestros murieron
cuando el sol se hubo ido
y ya no queda sangre en la flema
que te obstruye.
Encontrarán un saco de huesos
en la mano de la vasija,
alguien asirá su belleza gramínea
y no dudará en beber de su agua
hasta refrescar su estómago.
Entonces sabremos a qué huele
la divinidad, cuando recorramos
invertidos el trago refresco y dulce
por la lisura de seda de sus esófagos.
bello este asomo de duda
sobre la sonrisa en tus labios:
te esculpe el rostro y vacía el aire
de miasmas asfixiantes.

El desaparecido entre lentejas
y albúminas extraídas a los huevos
aun sin romper,
aun sin cascar.

la modosia de los hombres seguros,
la idiosincrasia del poder
construido junto a trenes
de cabras y ovejas
que bajaron de la montaña
para pacer en el valle.
La senectud que cura la herida
encanece las barbas espesas
de los chivos y los carneros,
como a ellos viste con cencerros,
a ti te viste de poeta.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

Esto es el lugar infrecuentado

Esto es el lugar infrecuentado

soy una mujer
ducha, dicha
en palabras
que no son mías.


Vine del lugar hasta el lugar.
Esto es y fue el lugar infrecuentado.
Y será.
El signo del amor en la tierra.
El lugar de la paz, de la salvaje paz
y de la ausencia sin dolor.
El lugar del domos
y el paraíso del hombre
en su lugar.
El lugar sin ayer ni después,
el lugar con presente de ti.
El lugar infrecuentado se alimenta de sí mismo
y de los pocos que hasta él llegan.
Sucede el autoabastecimiento de la naturaleza
en comunión consigo misma.
No existe la decrepitud, la pérdida.
Tal como se señala, la huella se evapora.
No es el lugar de los hombres,
pero sí el lugar del hombre.

La yedra crece sobre el agua,
sumerge sus raíces, la luz extrae
de su savia el verde que ennoblece.

Aquí no sucede la escritura,
aquí sólo se lee. O se vive.
Los estratos, o a su lado.

He llegado al lugar del que partí,
nada queda por hacer. Ni un afán
me persigue, debo saber gozar
disfrutar de la recompensa ya
tras el esfuerzo.

El vuelo que de mi pluma escapa
se hastía de no encontrar el papel
que la someta al plano.

Lo tengo todo
dicho.
No puedo ni debo hacer
más porque todo lo de más
destruirá.

Con sinceridad,
con solo ganas de callar
y no ser vista, desenlazándome
desaventurando, aseverando
mi posición en este enclave,
matizándome
quizás
domesticándome
o tan sola
haciéndome salvaje.

(Sofía Serra. De Los cabezos amarillos)

jueves, 3 de enero de 2013

En el décimo día despertó (nana)

En el décimo día despertó (nana)

Mi paso atrás
significa
despedirme.
Y yo siempre permanezco.

Despierta,
despierta día diez,
alboroto de la noche y juez
que duerme y vela la locura,
tan mía como la sirena
del barco
de pesca
de bajura.

¡tú-tuuuu!, ya lo decía
el barquito de dos motores
que traería el menú
para las tres del mediodía,
me avisaba, tú-tuuuuu,
las noches no eran largas,
la pesca se hace de madrugada.
A la misma hora que sigo levantándome,
a la misma hora que sigo escuchando
todos los días
el pronombre que me cuadra,
el círculo de cuatro lados
que me hace.

¡Tú-tuuuuu!, me arrullaba
el mar, su barco y la noche.
Y la niña ya no duerme
esperando despierta
la luz de un día
redondo.

seis— ¿a quién se le ocurre
siete— componer una nana
ocho— con la sirena de un barco
nueve—a las cinco de la mañana?

(Sofía Serra,  de Los cabezos amarillos)

martes, 1 de enero de 2013

Entereza

Entereza

A medias
no me sueltes
porque estoy
muriendo como
si a mi muerte le importara
que tú o cualquier otro
me sujetase.
El bar, la media copa media
tu postura sentada
a medias sobre medias piernas
tuyas, o sea, tus muslos
tan oferentes como tu boca
abierta a la ventana o yo
y la copa de agua
que medio sostenías
con tu alma no me sueltes,
repetía
el espejo sobre la barra
reflejándote corrí
escaleras abajo
hacia el infierno:
la calle tan estrecha
era el mundo sin ti
las fuentes y las luces,
la noche, doméstica
poesía de la memoria
de nosotros siempre
a medias.

el amor es entero
porque significa
y dignifica sin
nada ni nadie
que lo medie.

(Sofía Serra, De Los cabezos amarillos)

Respuesta a un correo felicitación de año nuevo

En el que se citaban tres versos míos y la palabra "desolación"
con respecto al estado de las cosas en este país.

XXXXXXX, en serio, te hablo muy en serio, por muy grave que esté todo, pienso que se "exagera" en el sentido de que:
uno, aún esto es un país democrático.
dos, que la desolación llegue o no depende de cada uno de nosotros.
tres, hundirse en la depresión sólo sirve para claudicar.
A mí nunca me quedan fuerzas, pero siempre las saco no sé de dónde (esto es parte de ese cuerpo extraño del poema)
Yo me quedé sin estado de derecho hace muchos años, sin estado de derecho y en la pobreza y en la soledad total con respecto al resto de mis conciudadanos. La solidaridad, e incluso el apoyo moral o caritativo o de simple cariño se nos negó, a mí y a mi familia. Pude caer en la depresión más horrible, de hecho caí, (hasta pensé en "suicidarnos" a los tres, ya imaginas) a mi estilo, es decir, no claudicando. Salí a flote por mí misma.
No creo en las negatividades, no creo en la ironía, no creo en los sarcasmos, no creo en los olvidos, ni de lo bueno, para saber alegrarnos, ni de lo malo, para poder asumirlo si no tiene arreglo, para poder arreglarlo si es que lo tiene. Sobre todo creo en que teniendo dos pies y dos manos, aunque estén amarrados y hasta cortados como a mí me los dejaron, se puede seguir luchando, con mucho esfuerzo y dolor, eso sí, porque lo bueno llegue, porque la desolación sólo signifique una tierra en barbecho aireándose para poder volver a sembrar. Eso es en lo que creo, o al menos ese es el único y gran sentido que le veo a la vida aunque sepa a ciencia cierta que al final morimos (eso es lo de menos).
Si lo paso mal ahora, te aseguro que es, aparte de porque los hechos políticos me afecten mucho, por la actitud que veo en "los otros": depresión, muertos en vida, vaciedad absoluta, recreo en la mierda, sarcasmo, ironía, no hay, no encuentro ni un solo corazón inteligente con fuerza de voluntad suficiente para trabajar, luchar por hacer bien o mejor.
Si España está tan mal lo lógico sería sacar las armas y montar una guerra, hacer desaparecer al 50% de la población y volver a comenzar. Pero sé bien que el derramamiento de sangre sólo trae más problemas a la conciencia de los pueblos y del ser humano.
Sé positivamente que lo malo, sea lo que sea, sólo se arregla con voluntad y capacidad para subvertir lo malo en bueno, lo feo en hermoso.
Esto, esta actitud o psicología mía es lo que ha crecido torcido dentro mí, torcido respecto al resto de los seres humanos o la sociedad que me ha tocado vivir. Ese es mi dolor nada más. Soy ajena, soy extraña a todo. Y a la vez tremendamente afectiva, o tremendamente creyente en la capacidad del ser humano. Este es mi único conflicto.
Espero que con todo esto que te digo te quede algo más claro cómo soy, y por qué, y lógicamente, aparezco cansada muchas veces, todos los finales de día.
Un beso, XXXXXXX.
 
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