domingo, 31 de octubre de 2010

Lectura en Entrelíneas con Heterogené@s VII

Gracias mi amigo Pedro Martínez, editor de la revista Almiar,  que me grabó con su móvil, puedo disponer de este recuerdo. ¡Muchísismas gracias, Pedro!

sábado, 30 de octubre de 2010

Para el recuerdo, amigos en Los diablos azules, GRACIAS

No tengo aún palabras, no sé si por cansada o por traspuesta, o por ambas cosas a la vez, apenas hace unas horas que he vuelto de Madrid, pero esto es lo primero que me pide el cuerpo hacer sin dejar que pase siquiera el tiempo para cierto descanso o relajamiento, dar las gracias a todos los compañeros que estuvieron conmigo y a todos los amigos, conocidos o no, que tuvieron la generosidad de acudir a la presentación de mi libro.
Pido disculpas porque no atiné a fotografiarlos a todos, y en especial se las ruego a mi amiga Eva Márquez porque al final resulta que es a la única persona, de entre las que recitaron,  a la que no fotografíé individualmente.  Ella sí me hizo a mí, con mi propia cámara, varias fotografías, todas buenas y correctísimas, pero yo, no sé si actuando como mala amiga, he decidido escoger esa que en los círculos más erróneamente conocidos como puristas de la fotografía tildarían como "trepidada", porque sincera, llana y plenamente me ha colmado. ME HA RETRATADO. DE VERDAD. Muchas gracias, Eva.
Es que creo, y lo creo verdaderamente, que en esta ocasión ella fue la fotógrafa. Las cosas son, las cosas están escritas, y bien escritas.


Desde el estrado

Santiago Tena

Ada Menéndez

José Zúñiga


Aarón García Peña


Sofía Serra Giráldez
Autora de la fotografía: Eva Márquez

Muchas gracias a tod@s, AMIGOS

jueves, 28 de octubre de 2010

Lo que venga



Título de la fotografía: Matraz de otoño

Lo que venga, que siempre tú seas

Publicar un libro no significa.
No santifica la deidad
ni aclama al boceto de tu risa tan de tarde
vestida, o de noche.
Tan temprana o de mañana.


Cuestiono los brazos que nada nadan,
cuestiono las bocas sin estómago.
Cuestiono rabia sin saber de cielo,
cuestiono el suelo que no se pisa.
Cuestiono, en fin, el papel que hoy dice
sostener mi alma
que prendida
en las encinas anduvo. Para papel, su madera.
Cuestiono la poesía urbana y el beatus ille.
Cuestiono la parca rima y las voces antiguas.
Cuestiono los adjetivos y los verbos y hasta los pronombres.
Cuestiono la ausencia de comas y la presencia de las mías.
Cuestiono complicando, cuestiono derribando,
destruyendo,
cuestiono componiendo
lo propio que cuestiono y descompongo.


Cuestiono a la palabra.
Cuestiono a la poesía.


Cuestiono ésta, esta nulidad.
ésta, esta enfermedad,
éste, este sinvivir
este sometimiento ante las auras,
este resquebrajamiento ante los roces leves,
este en-mi-misma-miento
de cuestiono y rompo
la más muerta palabra que mi boca emita.


Que hasta donde hayamos de ser,
bien nos viva el verso que en tus ojos siempre habita.

Sofía Serra, 28 Octubre 2010

miércoles, 27 de octubre de 2010

Sobre los derechos de autor (II)



Soneto del autor derecho

Si de mi boca brotas limpia y libre,
vislumbrada para la batalla y la paz
que todo lo mutuo humano concibe…
Si de este mi gobierno al parirte real


te libro al aire y a tu propio ser vital,
y aunque tierno vástago de mi urdimbre,
que te entreteje en mi cárnico mimbre,
ya eres continente en tu líquida verdad


de la montaraz suerte del ser de Hombre...
¿Cómo asfixiarte con la atocha dura
del desperdicio humano, que no es pobre


en inmundicia, sino selva oscura
de su rica avaricia? Que te nombre
quien te nombre, de mí naciste pura.

Sofía Serra, 2009 (revisado)


Sólo autora

Sólo compito en mi propio término,
conmigo misma y en mi justo encuentro,
sin más reglas que
el derecho de hombre libre escruta,
aceptando tan sólo
lo que de rico tenemos
cuando pobre quedamos
de dar a lo que somos
lo mejor que de mí sólo, y tan sola, sale.


Quien no lo quiera, no lo escriba,
que quien lo escribe, lo firma.

Sofía Serra, Octubre 2010

martes, 26 de octubre de 2010

Para tirar cohetes

Con-petición


Los hombres no sangran.
Al menos por la vagina.
Provocan las batallas
para lograr heridas
y regar la tierra con la sangre.
De los otros.


* * *


Y es que el caos, bendito caos,
sufrió herida que,
pasado el tiempo, fue cicatrizando con esta costra
nombrada con uñas y palabras
de hombres que al contemplarlo
ordenaron optando por perderse hiriendo
su propia suerte.


* * *

Así que al pairo de mi suelto y solitario viento

me convoco, y voy, y me encuentro
allá donde no quise navegar.
Mi editora soy:  me queda sólo el lamento
por haber logrado lo que quise dar.
¡Despedidme bohodones!,
nada hay más visible que la luz que no permite ver.




Préstamo de vida


Cuando era pequeña asomaba a tu boca
el hambre riendo carcajadas de sol valiente.
Cuando era mediana asomaba a tu boca
la sed llorando saladas aguas de sol valiente.
Cuando era grande
asomaba a tu boca el vacío
vomitando soldadas y salarios
que alimentaron a las flores.
Cuando era muerta,
eras nula pasajera.
Qué difícil es morir sin que nos maten.
De palabra a palabra, te nombro, mujer de letras,
por si te apetece el suicidio encadenado.


De soneto al son hallas la batalla queda.
Las ganas son el irse, las ganas son,
las gana cerrar ahuyentes.

Sofía Serra. Octubre 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

El primer asistente, confirmado, a la presentación de "La presencia por la ausencia"

IN-VERSO-VERITAS


Título de la fotografía: Doméstica puesta de sol (2005)


Dicen, y algunos se quejan y otros se alegran, que a las presentaciones de los libros que una escribe va la familia y los amigos. A la del mío, tengo la suerte de que acudirán esos buenos amigos que han decidido acompañarme en presentación con sus voces, pero por las circunstancias espaciales muy especiales, mi familia no podrá asistir.
No es algo que me afecte demasiado a nivel de “autora”. Soy la que ha escrito el libro y se supone que la autora debe estar, como mínimo para dar la cara, ya que por el contrario opino que un libro tiene que bastarse por sí mismo. Pero costumbres, con las que esté más o menos de acuerdo, nombran, y una no es una inadaptada.
Mi familia soy yo un poco, o yo soy ellos, y yendo yo, ella va. Como digo, no es eso algo que me preocupe o afecte; tal vez, si lo hace, más por ellos que por mí, porque sé que desearían estar presentes.
Pero sí recuerdo “ahora” a alguien que, aunque no sé si le habría gustado estar, porque no era para nada amante de la poesía, dicha sea la verdad, sí merecería figurar, FIGURAR, en ella. Simplemente porque fue la persona que desde que fui muy pequeñita, me enseño a leer cuando la que suscribe contaba menos de dos años, me inculcó el amor por la lectura. De él creo, de ese amor por esa actividad, sin querer, derivó mi gusto por la escritura. Esa persona a la que me refiero fue mi padre.
Por eso, aunque sólo por eso fuera, debe figurar en la presentación de este libro.
Carlos Serra Blanco, Carlos Vicente Serra Blanco. Un hombre de su época (nació en el año 31, para más datos sobre su forma de ser podéis acercaros al blog de cocina que hice para mi madre; ahí desgrano por voz de mi madre anécdotas curiosas y creo que medio divertidas que hablan sobre su carácter) que desde que empezó a ganar dinero con su trabajo a la edad de 15 años empezó igualmente a gastarlo en libros, novelas sobre todo, los coleccionables de por entonces cuando era jovencito; tenía miles; después las iba encuadernando formando tomos que yo me bebí durante mi adolescencia. Conforme cumplía años fue accediendo a otro tipo de lecturas, aunque siempre casi sin dudarlo, novelas y novelas, sobre todo de autores americanos, y siempre buenas. Venga novelas. También ensayos históricos contemporáneos y algunos clásicos de siempre. Cuando compré mi primer libro de poesía con 13 años, me lo decía: “es que nunca he podido con la poesía, niña, nunca”.
También a él le debo mi afición por la fotografía, a él y a su padre, mi abuelo. Ambos poseían sendas cámaras de marca alemana que andando el tiempo me dejaban coger y disparar. No revelaban, sólo tenían miles y miles de fotografías familiares. Todas, o la mayoría, en blanco y negro.
Cuando adquirí mi primera cámara con mi dinero (digo lo de “mío” porque fue el primer sueldo que gané), con 13 años, y disparé mis primeras fotografías de “mi “ primera cámara, una, a una palmera recortada sobre el cielo azul y otra a otro árbol de denso follaje mirado a contraluz intentando evitar el deslumbramiento del sol procurando taparlo con sus hojas, me lo decía: ¡pero niña!, ¿y la gente?...no hay gente, ¿por qué no retratas a la gente?... - Ah, papá, y yo qué sé -le decía algo decepcionada ante su protesta-, ¡pues porque hago fotos de lo que me gusta! Él a continuación: -Pues a mí no me gustan las fotografías sin gente.
Y así siempre. Por eso digo que no sé yo cómo contemplaría eso de que su hija mayor fuera a presentar un libro de poesía. Imagino que se alegraría, claro, aunque como buen ser social de su época, y de su sexo, le costara muchísimo expresarlo. Simplemente las circunstancias socioculturales no permitían una correcta educación de las personas en ese ámbito, el de la expresión de las emociones.  La guerra civil y los posteriores años del franquismo hicieron mucho daño en la psique natural de cada ciudadano de este país, de muy variadas formas. Con que solo la Institución Libre de Enseñanza hubiera podido seguir progresando, nos habríamos ahorrado algunos inconsecuencias en la actitud general del ciudadano medio español.
Cuando me casé le dijo a mi marido: -Te llevas lo mejor que tengo (sé que mis hermanas y hermano no se ponen celosos, porque siendo las únicas palabras más sinceras emocionalmente hablando, hilando con sus sentimientos, que mi padre haya podido pronunciar en lo que fue su vida, su noble disposición, la de mis hermanas y hermano, mi padre también lo era, hace que hayan agradecido siempre haberlas podido oír aunque no se refiriera a ellos. Daba igual. Podría haberlo dicho de cualquiera de sus hijos.)
Pero la cuestión es, y por eso también lo digo, que es una persona que debe figurar en esa presentación, porque su muerte, hace unos ocho años, coincidió en el tiempo con mi entrada de lleno en el mundo de la fotografía a través de la técnica digital. Así que, sin preverlo, la primera serie que hice (abril del 2002) con conciencia de conformar serie fotográfica, cuando ya llevaba varios meses en estos asuntos, se la dediqué a él (murió un 31 de marzo, madrugada de domingo de resurrección). “Echar de menos” se titulaba la serie (como se puede comprobar esta autora era entonces una auténtica nulidad titulando) y, riéndome lo digo, daba la justa casualidad de que todas las puñeteras fotografías, unas treinta en total, eran fotografías de árboles, ni un alma se veía en ellas, ni una "gente", todo árboles, concretamente encinas, de allá del campo, el terreno que treinta años antes habían adquirido mis padres, ya que, por su consecuente y perseverante sentido de las cosas, siempre se negaron a comprar un piso en propiedad, y, dado que mi madre se había reincorporado a su trabajo como enfermera tras la “baja obligatoria” que en época de Franco sufrían las trabajadoras en cuanto se casaban (estaba muy mal visto que una mujer con hijos trabajara), y contemplando además ambos que la economía doméstica se aliviaba algo, y que tradición familiar era el gusto por las escapadas al campo, y dado, en fin, que en España se estaba extendiendo la pérfida manía de vallar todos los terrenos accesibles para los domingueros que seíta en ristre nos disponíamos a solazarnos en el contacto con la naturaleza cuando llegaba ese particular día de la semana, comprendió (comprendieron) que sería una al menos disfrutante inversión adquirir una hectárea de terreno “salvaje” en esta españa de dios, y por entonces, también de otros muy pocos.
El caso es que a partir de esa serie, mi implicación en el terreno de la fotografía fue completa, hasta la médula. Y, a la vez que ella, llegó, por otros puntuales avatares, el decidirme a guardar todo lo que habitualmente iba escribiendo, normalmente, poesía.
Surgieron dos o tres poemarios antes que éste que se presenta desde ese mismo instante. En el primero de ellos escribí un poema a mi padre, el único que le he escrito en toda mi producción directamente a él, apenas unos meses después de que falleciera.
Es el que reproduzco más abajo.
Va ser la forma en la que mi padre va asistir a esta presentación, la primera, no sé si la última, que se hace de un libro escrito por su hija, y, por tratarse de él, del poema y de mi padre, voy a permitirme el lujo de explicarlo ligeramente, algo que creo nunca debe hacer un poeta, porque simplemente pienso que ese ejercicio, realizado por la autoría, comporta una falta de respeto hacia el lector. Cualquier obra artística, sea cual sea su calidad o envergadura, sólo termina de hacerse cuando el receptor la recoge. El artista, escritora en este caso, sólo debe limitarse a hacer lo es su trabajo, esto es: HACER.

XIV

No puedo cantarte,/
padre... ¿eras?, ¿existías?.../
Pecho curvado como quilla de tus amados,/
y algo de sangre,/
y en mi dolor siempre tu voz./
...Tanto faltas que prefiero no nombrarte aún./

Para la luz, tus palmeras,/
y para el vientre, tus naranjos./
Y para mis manos, tu espejo de juego vespertino/
acrisolado en marfil y azabache por los besos de tus hijas, levantadas./

Te recuerdo tan débil,/
casi cristalino en tus huesos,/
perdido en tu obviedad de cordero, presto y pleno/
de inocencia,/
negro ya ante el desencuentro fulminante de tus últimos pasos./

De la luz al blanco,/
de tu vergel al azulejo... y al suelo./
Para doler blandas miradas que te amaban,/
para poblar, por fin, tu último huerto./

Sofía Serra. Asesinos de almas (2002)


En él hablo de su amor por los árboles, porque sembramos muchos en el campo, con mil discusiones incluidas, a gritos si era posible acompañadas de ofrecimiento de cigarro oportuno para, entre calada y calada intentar dilucidar entre los dos cuál era la mejor forma de sembrar el espécimen, o de simplemente, regarlo; de las palmeras que había logrado hacer germinar a partir de huesos de dátiles frescos; de su gusto por las naranjas, sembrar sus árboles y comerlas (son buenas para la barriga, decía, para dar de vientre, claro, aclaro); de las dos reproducciones en forma de maquetas de barcos antiguos que había montado hacía unos años; de la única vez que le oí pronunciar un sueño en voz alta: “yo, Sofía, no me puedo morir sin ver convertido esto en un vergel” (por “esto” hay que entender el semidesierto en el que el campo se convertía llegado el verano); de su gusto por el juego del dominó y de la de tardes que lo disfrutamos allá bajo la sombra de la encina de la grama, cuando el campo conformaba  paraíso de esparcimiento familiar; de la última vez que lo vi días antes de que muriera, ya muy endeblitos sus hombros, que imaginaba a través de la camiseta interior de color blanco, pues andaba arrastrando recaída desde seis meses antes, cuando fui a "pelarlo" con una maquinilla que entre él y mi marido se habían comprado para poder lucir siempre calva bien rapada; de cómo murió (le dio un segundo infarto creo que 15 años después del primero) en el cuarto de baño de su casa en Sevilla, cayendo fulminado, dándose de camino, y para no desperdiciar la ocasión, con la cabeza en el lavabo, con lo cual manó de su piel muy morena y brillante un poquito de sangre; y del huerto, le encantaba comerse esos tomates recién cogidos, con mucha sal a ser posible. Y del Huerto también que no es otra cosa para mí la muerte.
No, no fue la enfermedad la que lo mató. Fue él mismo. Murió como siempre había sido, haciendo lo que de las narices le salía, murió por nunca dejar de ser, ni con una cuarta parte de corazón vivo que tan sólo le quedó tras el primer infarto producido, sin nunca padecer del corazón, por un corte de digestión que le sobrevino al adoptar su veterada e imprudente costumbre de dormir la siesta en el suelo con el ventilador delante del cuerpo extendido durante los días del caluroso estío sevillano. Este segundo sólo le llegó por querer seguir pedaleado en bicicleta para hacerse no un kilómetro, no, sino veintitrés exactamente(“¡Hasta Dos hermanas, Sofía, he ido hoy hasta Dos hermanas en bici!”, me decía desde los adoquines de la barreduela a la que asomaba mi casa en Sevilla. Se refería a que en el gimnasio en el que se había apuntado había hecho 23 kms en la bicicleta estática, claro está. Es que siempre lo digo, y creo que con razón, aunque sea de las pocas cuando hablo: que era un poeta, vaya), o por seguir recogiendo “flores”, como literalmente él llamaba a los cagajones del caballo de un vecino de allá del campo, carretilla en manos, a pleno sol y en plena canícula, y a ser posible tres de la tarde, en bañador y sin gorra, para abonar los árboles. Murió tomándose el cubata de por la tarde y tan sólo fumando un poco menos. Murió siendo él siempre él mismo, y pienso que no hay muerte más digna para cualquier ser humano. Elegida casi.
Sé que se alegraría de ver en el cartel de la presentación esas encinas que se pueden contemplar aún caminando por el senderito que entre él y yo construimos a base de piedras traídas desde el riachuelo cercano, y que recorre el lugar que va desde la cocina hasta lo que es la “casa de mis padres” en el campo, la zona destinada a tender la ropa de las coladas. Esas toallas a modo de telón de escenario en la fotografía del cartel lo atestiguan.
No, no es su ausencia la que retrato en ese libro. En realidad las ausencias son sólo llenos de otras cosas, las cuales no sabemos aún asimilar, porque en realidad sólo el tiempo, nuestro compañero, hace que sepamos reconocer como nuestras. En mi caso, puede que entre otras, el hecho de la actividad creativa, que de alguna forma, o de muchas, a su pesar o no, es lo de menos, fue favorecida por mi padre.
Por eso esta entrada en este blog. Por eso él estará por decisión mía y a través de esta entrada, presente en la presentación del libro de poemas de su hija.

De profundis (I). Oscar Wilde

Estoy cansada de contemplar cómo una y otra vez se utilizan las dos palabras por las que se conoce a este escrito, que la titulan, apercibiéndome de que la mayoría no es que no la haya leído, sino que ni siquiera tiene idea de no lo que es tan sólo, sino de dónde arranca y qué la motiva. El desgarro que el alma humana puede sufrir cuando se la trata injustamente. Estoy cansada y dolorida de ver cómo a esta obra como a tantas se las desconoce, pero sin embargo se las usa. Estoy cansada de tanta injusticia sobre una expresión honesta y profundamente dolorosa del ser humano. Estoy cansada de tanta ignorancia por vagancia, que sólo provoca injusticias, y por tanto dolor. 
La iré traspasando a este blog en sucesivas entradas.

DE PROFUNDIS
Oscar Wilde 

"A: lord Alfred Douglas
(Enero-marzo de 1897) H. M. Prison, Reading

Querido Bosie: Después de larga e infructuosa espera, he decidido escribirte yo, tanto por ti como por mí, pues no me gustaría pensar que he pasado dos largos años de prisión sin recibir de ti ni una sola línea, ni aun noticia ni mensaje que no me dieran dolor.
Nuestra infausta y lamentabilísima amistad ha acabado en ruina e infamia pública para mí, pero el recuerdo de nuestro antiguo afecto me acompaña a menudo, y la idea de que el aborrecimiento, la amargura y el desprecio ocupen para siempre ese lugar de mi co- razón que en otro tiempo ocupó el amor me resulta muy triste; y tú mismo sentirás, creo, en tu corazón que escribirme cuando me consumo en la soledad de la vida de presidio es mejor que publicar mis cartas sin mi permiso o dedicarme poemas sin consultar, aunque el mundo no haya de saber nada de las palabras de dolor o de pasión, de remordimiento o indiferencia, que quieras enviarme en respuesta o apelación.
No me cabe duda de que en esta carta en la que tengo que escribir de tu vida y la mía, del pasado y el futuro, de cosas dulces que se tornaron amargura y cosas amargas que pueden trocarse en alegría, ha de haber mucho que hiera tu vanidad en lo vivo. Si así fuera, vuelve a leerla una y otra vez hasta que mate tu vanidad. Si algo encuentras en ella de lo que te parezca ser acusado injustamente, recuerda que hay que agradecer que existan faltas de las que se nos pueda acusar injustamente. Si hubiera en ella un solo pasaje que lleve lágrimas a tus ojos, llora como lloramos en la cárcel, donde el día no menos que la noche está hecho para llorar. Eso es lo único que puede salvarte. Si vas con lamentaciones a tu madre, como hiciste a propósito del desprecio de ti que manifesté en mi carta a Robbie, estarás totalmente perdido. Si encuentras una sola excusa falsa para ti, enseguida encontrarás un ciento, y serás exactamente lo mismo que fuiste antes. ¿Sigues diciendo, como le dijiste a Robbie en tu contestación, que yo «te atribuyo motivos indignos»? ¡Si tú no tenías motivos en la vida! No tenías más que apetitos. Un motivo es un propósito intelectual. ¿Que eras «muy joven» cuando empezó nuestra amistad? Tu defecto no era que supieras muy poco de la vida, sino que sabías mucho. El alba de la juventud, con su flor delicada, su luz clara y pura, su alegría inocente y expectante, tú la habías dejado muy atrás. Con pies muy raudos y corredores habías pasado del Romance al Realismo. La cloaca y las cosas que en ella viven habían empezado a fascinarte. Ése fue el origen del problema en el que buscaste mi ayuda, y yo, nada sabio según la sabiduría de este mundo, por compasión y simpatía te la di. Tienes que leer esta carta de principio a fin, aunque cada palabra sea para ti el fuego o el escalpelo del cirujano, que hace arder o sangrar la carne delicada. Recuerda que el necio a los ojos de los dioses y el necio a los ojos del hombre son muy distintos. Siendo enteramente ignorante de los modos del Arte en su revolución o los estados del pensamiento en su progreso, de la pompa del verso latino o la música más rica de las vocales griegas, de la escultura toscana o el canto isabelino, se puede estar lleno de la más dulce sabiduría. El verdadero necio, ése del que los dioses se ríen o al que arruinan, es el que no se conoce a sí mismo. Yo fui de ésos demasiado tiempo. Tú has sido de ésos demasiado tiempo. No lo seas más. No tengas miedo. El vicio supremo es la superficialidad. Todo lo que se comprende está bien. Recuerda asimismo que lo que para ti sea penoso leer, aún más penoso es para mí escribirlo. Contigo los Poderes Invisibles han sido muy buenos. Te han permitido ver las formas extrañas y trágicas de la Vida como se ven las sombras en un cristal. La cabeza de Medusa, que petrifica a los hombres, a ti se te ha dado mirarla en espejo solamente. Tú has caminado libre entre las flores. A mí me han arrebatado el mundo hermoso del color y el movimiento.
Voy a empezar diciéndote que me culpo terriblemente. Aquí sentado en esta celda oscura, vestido de presidiario, infamado y hundido, me culpo. En las noches de angustia perturbadas y febriles, en los días de dolor largos y monótonos, es a mí a quien culpo. Me culpo por dejar que una amistad no intelectual, una amistad cuyo objetivo primario no era la creación y contemplación de cosas bellas, dominara enteramente mi vida. Desde el primer momento hubo demasiada distancia entre nosotros. Tú habías estado ocioso en el colegio, peor que ocioso en la universidad. No te dabas cuenta de que un artista, y sobre todo un artista como soy yo, es decir, aquel en el que la calidad de la obra depende de la intensificación de la personalidad, requiere para el desarrollo de su arte la compañía de ideas, y una atmósfera intelectual, sosiego, paz y soledad. Tú admirabas mi obra cuando la veías acabada; gozabas con los éxitos brillantes de mi estreno, y los banquetes brillantes que los seguían; te enorgullecías, y era muy natural, de ser el amigo íntimo de un artista tan distinguido; pero no podías entender las condiciones que exige la producción de la obra artística. No hablo en frases de exageración retórica, sino en términos de fidelidad absoluta al hecho material, si te recuerdo que durante todo el tiempo que estuvimos juntos no escribí nunca ni una sola línea. Fuera en Torquay, Coring, Londres, Florencia o en otros lugares, mi vida, mientras tú estuviste a mi lado, fue totalmente estéril y nada crea- dora. Y con escasos intervalos estuviste, lamento decirlo, siempre a mi lado.
Recuerdo, por ejemplo, que en el mes de septiembre del 93, por escoger un solo ejemplo entre muchos, tomé unas habitaciones, únicamente para trabajar sin que nadie me molestara, porque había roto lo acordado con John Hare, para quien había prometido escribir una obra, y que me estaba apremiando. Durante la primera semana te mantuviste lejos. Habíamos disentido, y a decir verdad lógicamente, sobre la cuestión del valor artístico de tu traducción de Salomé, así que te contentaste con mandarme cartas necias sobre ese tema. En esa semana escribí y terminé hasta el último detalle, tal y como después se representaría, el primer acto de Un marido ideal. En la segunda semana volviste, y prácticamente tuve que abandonar el trabajo. Yo llegaba cada mañana a St James's Place a las once y media, para poder pensar y escribir sin las interrupciones inevitables en mi propia casa, aun siendo esa casa tranquila y pacífica. Pero era vano intento. A las doce llegabas en coche, y te ponías a fumar y charlar hasta la una y media, en que había que llevarte a almorzar al Café Royal o al Berkeley. El almuerzo, con sus copas, solía durar hasta las tres y media. Durante una hora te retirabas a White's. A la hora del té volvías a aparecer, y te quedabas hasta la hora de vestirse para la comida. Comías conmigo en el Savoy o en Tite Street. Por regla general no nos separábamos hasta después de medianoche, porque había que rematar el día memorable con una cena en Willis's. Esa fue mi vida durante aquellos tres meses, día tras día, salvo en los cuatro días en que estuviste fuera del país. Entonces, por supuesto, tuve que ir a Calais a recogerte. Para una persona de mi naturaleza y temperamento, era una posición a la vez grotesca y trágica.
Ahora te darás cuenta, ¿no? Ahora tienes que ver que tu incapacidad de estar solo; tu naturaleza inexorable en su continua exigencia de la atención y el tiempo de los demás; tu carencia de la menor aptitud para la concentración intelectual sostenida; el desdichado accidente -porque quiero pensar que fue sólo eso- de que no pudieras adquirir el «talante de Oxford» en materia intelectual, quiero decir no haber llegado nunca al juego airoso con las ideas, sino sólo a la violencia de la opinión; te darás cuenta de que todas esas cosas, combinadas con el hecho de tener puestos tus deseos e intereses en la Vida y no en el Arte, eran tan destructivas para tu propio avance en la cultura como lo eran para mi trabajo de artista. Cuando comparo mi amistad contigo con la de hombres todavía más jóvenes, como John Gray y Pierre Lout's, me da vergüenza. Mi vida real, mi vida superior estaba con ellos y con personas como ellos.
De los resultados atroces de mi amistad contigo no hablo por ahora. Estoy pensando únicamente en su calidad mientras duró. Fue intelectualmente degradante para mí. Tú tenías los rudimentos de un temperamento artístico en germen. Pero yo te conocí demasiado tarde o demasiado pronto, no lo sé. Cuando estabas lejos yo estaba bien. En el momento, a primeros de diciembre del año al que me he referido, en que conseguí convencer a tu madre de que te sacara de Inglaterra, volví a recoger la trama rota y enredada de mi imaginación, retomé mi vida en mis manos, y no sólo acabé los tres actos que faltaban de Un marido ideal, sino que concebí y había casi completado otras dos piezas de índole to- talmente distinta, la Tragedia florentina y La Sainte Courtisane, cuando de pronto, sin ser llamado, sin ser bienvenido, y en circunstancias fatídicas para mi felicidad, volviste. Las dos obras que entonces quedaron imperfectas no las pude retomar. El estado de ánimo que las había creado no lo pude recuperar nunca. Ahora que tú mismo has publicado un volumen de poesía, podrás reconocer la verdad de todo lo que aquí he dicho. Puedas o no, sigue siendo una verdad horrible en el corazón mismo de nuestra amistad. Mientras estuviste conmigo fuiste la ruina absoluta de mi Arte, y al permitir que constantemente te interpusieras entre el Arte y yo me cubrí de vergüenza y de culpa en el más alto grado. Tú no lo sabías ver, no lo sabías entender, no lo sabías apreciar. Yo no tenía ningún derecho a esperarlo de ti. Tus intereses empezaban y acababan en tus comidas y tus caprichos. Tus deseos eran sencillamente diversiones, de placeres ordinarios o no tan ordinarios. Eran lo que tu temperamento necesitaba, o creía necesitar en aquel momento. Debería haberte prohibido la entrada en mi casa y en mis habitaciones salvo por invitación. Me culpo sin paliativos por mi debilidad. Era pura debilidad. Media hora con el Arte siempre fue más para mí que un ciclo contigo. Realmente nada, en ningún período de mi vida, tuvo nunca la menor importancia para mí en comparación con el Arte. Pero en un artista la debilidad es un crimen, cuando es una debilidad que paraliza la imaginación."

(Continúa en esta posterior)

sábado, 23 de octubre de 2010

África


Dice Caramés Laje en "Pensamiento, magia, lengua, literatura y cine en el áfrica subsahariana de influencia inglesa" ( Bohodón Ediciones, 2010)

"En este mundo de la filosofía africana habría que sustituir la idea clásica que propone Descartes en el Discurso del Método (1637), “Pienso, luego existo”, por la siguiente: “Soy porque vosotros sois y ya que sois, yo soy” cambiando lo que sería la moralidad del ser en Descartes por la moralidad de la conducta en la ética africana (James K. Kigongo, 2000). Es, por tanto, la sociedad la que dicta la cultura, no la autonomía del ser o del yo. El ser es un ser social que apoya a otras personas y se apoya, a su vez, en ellas.
La existencia grupal significa responsabilidad de todos"...





Canto de carnal poeta


Oh, irreductibles y desiertos adoradores, expertos en momificar la carne, en fosilizar./
Oh, simples ahuyentadores de la savia que con vuestras manos izáis al cielo lo que es, más que etéreo, amable./
Oh, meros fabricantes de entelequias que ya sin titubeos ni osan nacer,/
¿no alcanzáis a preveros en vuestras mismas osamentas?/
Que no es divina, que no ambiciona pedestales la generosa./


Allí, en la esquina luminiscente de la gran capilla,/
apostada, por vuestros huesos, bajo el pilar fungiforme,/
solloza plegarias ajenas la criatura/
albina de morena frente,/
fanales modulados en el color del amor y el dolor rumoroso,/
ardorosamente llorosos,/
ya pervertida por nuestros afanes,/
ya mudada en efigie diamantina la que se educa con cuerpo de carne./


Visito./


Arrinconada condesciende, blanco y azul celeste, muda en el silencio de hojarasca que la viste:/
Que no soy virgen, que no soy de piedra,/
que duelo, canto y río./
Que coexisto como proveedora./
Que lloro por mí misma/
y anhelante vivo en complicidad con el espacio y el tiempo que alimentais./


Quieta, ya presa, queda,/
aún sus lágrimas sedimentando arroyos en los valles de sus mejillas,/
ya enjutas,/
provistas por la perplejidad que se afana en consumir las rosadas y delicadas carnes de la ingenua gracia./
O Poesía./

Sofía Serra, Junio 2009 (Canto para esta era)

jueves, 21 de octubre de 2010

Lo que no sé cómo se llama

Lo que no sé cómo se llama


Son honestos estos silencios,/
besan uno a uno cada calma, cada poso,/
cada abalorio/
de estos días en los que el cielo aventaja a la tierra./
Cae depositado en forma de lluvia oleosa./
Los días se espesan y yo no navego sobre olas de aceite./


He estado soñando, durante cinco minutos he estado soñando./
Y he sido feliz./
Aspiro perfume de nardos entre las nubes de la noche azul./


Beso de sucinto despertar, exacto tic-tac./


Si tu frente, ya tibia, consiguiera enlodar la ventana, chispa mojada…/
Son olas saladas las que bebo,/
entran por mi boca, barren mi garganta y digieren, ellas,/
mis entrañas./
No quisiera verme sometida a tus designios, libro serio y sabio,/
sólo una más gaviota,/
volar a ras del nivel que rocía mis plumas,/
gozar de mi propio cuartel sin más venir,/
sentarme sobre el agua y enmudecer alegre./


¿Qué más da lo que unos hagan y deshagan otros?/


Y así en el pervertido son, unos amanecen y otros se cuelgan./
No basta un mismo sol para todos, ese sol que ablandamos al anochecer/
requiere presencia/
de oteo hacia el horizonte./
Paren las montañas negras y yo te cubro, sino,/
desde nuestros propios oídos./
Canta son, son se oye, ¿cómo hacerse el sordo,/
cómo/
ésta, ésta? Esta/
construida casa solariega, andanada de raíces bajo la tierra clama
quebrando voces que nada dicen, sólo cierran párpados de los muertos bajo el frío./
Elefantes de escarcha./


Los días carcajean con tu alegría/
y yo me abandono, a mi boca que ríe hablando./
Sólo a salvo quedan algunas venas que no estallaron./


Hoy he sentido frío en las muñecas/
que creo llega desde mi propio pulso/
por saber qué dejo atrás./
No sé qué dejo atrás./
No sé qué dejo atrás./
No sé qué dejo atrás./
Sólo./
No sé si atrás dejo o son los sustantivos los que me nombran y camino a dos leguas/
del embrión que me regurgitó./


Bendito acantilado doloso, me parafraseo por hallar el hilo que toque la campanilla de la cuerda no sé si del piano o del diablo./
Cantan juntos./
Son más que dos./
Son uno sólo./
Son un coro./
Legión./
Y yo, miasma sin conciencia de la nada./


No sé cómo se llaman./

Sofía Serra, Octubre 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

Beso



Beso

Boca, nuestra boca santa
alegría aboca,
boca dicha, boca oída,
boca agua en esta boca
que ablanda, lame, muerde
y navega boca y vidas
juntas, boca una
saliva continuas sílabas
a salvo en el pozo grande
del boca a boca.


Sofía Serra, Octubre 2010

domingo, 17 de octubre de 2010

Armarios de poeta

Supongo que sí, que debo sentirme feliz porque la poesía que escribo haya sido traspasada a un papel que nace con posibilidades públicas como es el de un libro.

Y supongo también que sí, que debo sentirme feliz porque a partir de ese hecho, pueda organizar un recital, lo que implica que, número arriba, número abajo, esa poesía pueda trascender a otros oídos en un ambiente, sobre todo, de, si conocida o no es lo de menos, si aliñada o no por expectativas de acierto y por tanto beneficio en forma de palabras buenas, más o menos armónicamente dispuestas, no es lo de menos, pero para la cuestión a la que voy sí, de agradabilidad, y si no distendido, sí tensionado por cuerdas tan distintas a los alambres de púas que adornaron la primera exposición pública de la poesía que voy escribiendo.

Esta reflexión me ha sobrevenido al contemplarme rebuscando en el armario pensando en la ropa que voy a llevarme para los dos días que estaré en Madrid. Mi ropero lo contemplo como un exquisito cajón de sastre con el que unas veces me entran ganas de hacer una candela y otras hacerle una fotografía. Mi ropero se compone en un 99% de ropas, uno, regaladas (la mayoría por mis queridas hermanas,  sobrinas y madre), dos, con más años que yo, tres, prendas cosidas por la que suscribe hace unos quince años, cuatro, ropa comprada en los bazares chinos y cinco, un uno por ciento de trapos adquirido en alguna rebaja de Zara. Apenas "visto", al menos, para la calle, porque la mayor parte del tiempo del día ando enredada entre esto y las tareas de la casa. Apenas vestía, al menos para la ciudad, cuando vivía en el campo. Mis casas no son cárceles, pero siempre “aparezco” a ojos vista como encerrada. Nada más lejos de la realidad. Creo sinceramente que me he dedicado a escribir, a hacer fotografía, a leer, a coser, y a la casa por no tener que enfrentarme diariamente con la pregunta que, salten cascos protectores, más atormenta mi existencia. Ella es, para regocijo de filósofos la escribo: ¿Qué me pongo?
Se me deshacen las meninges sólo presentir que asoma a mis neuronas.
Y cuando del todo llega, me descerebro.
Dejo de funcionar como ser humano, y hasta, creo, como cosa.
Me convierto en la nada con patas y brazos.
En ese sentido, la poesía o simplemente pensar en la transcendencia del ser según Heidegger se me antoja como las actividades más relajantes a las que mi mente puede dedicarse.

No conozco nada más complejo para mí que elegir "vestuario", tal vez por eso acostumbro a ir desnuda por los aires.

Pues bien, como iba diciendo, supongo que sí, es así, me siento feliz por la oportunidad que la pobre (pobre porque procuro tratarla con cariño) de mi poesía va a tener de arremeter, entristecer o alegrar en público.

La única vez que lo hizo  fue en un lugar tan alejado, se supone, de un ambiente propicio para ella como es la sala de un juzgado sevillano. Eso sí, cumplió su cometido como palabra, y como poesía. Sirvió la pobre mía, de nuevo mi pobre y "angelical" poesía, para demostrar mi inocencia (salten cascos protectores de nuevo) ante una señora jueza vestida con toga y todo. Hacía unos cinco años que había escrito mi primer poemario, "Asesinos de almas", y hacía, no recuerdo bien, tal vez dos o tres meses, o puede ser que seis, que tras cinco años, había logrado enfrentarme al miedo, pánico, terror más bien, que me produjo la acción de un salvaje (no por ingenuo ni incivilizado, sino por todo lo contrario) sobre mi vida, y, por tanto, la de mi familia. Entonces, armada de mi poderosísima arma que es el conocimiento de la lengua escrita, conseguí hilar tres o cuatros frases en lenguaje discursivo, es decir, entendible por el común de los mortales, para, una vez impresas, entregárselas en mano al susodicho. En ellas, cuidadosamente seleccionadas usando para ello como ya digo, mi  conocimiento del lenguaje escrito, sólo le decía lo que según mis ojos ERA. Simplemente un asesino de almas.

El buen muchacho no se hallaba en el lugar que se le suponía, así que me limité a dejar tres o cuatro folios con las mismas frases en su: 1, despacho, 2, oficina general, 3, muelle de descarga.

Inmediatamente, es decir, al cabo de poco tiempo (a veces el sistema judicial español adquiere velocidad supersónica, sólo a veces) me encontré con una denuncia por insultos y amenazas.

Acompañada de mi familia y de nuestro abogado (al que aún no le hemos pagado un duro; él es otro "poeta", un abogado de más de 60 años, con caché de integridad en el ambiente jurídico sevillano que trabaja para "nuestro caso" por amor al “arte”), acudí a tan, para mí, tensísima cita. El abogado de la otra, parte, quiso convertir el pequeño juicio por faltas en uno por delito, lo que motivó la  bronca por parte de la jueza, con el consiguiente regocijo (no por mi parte, que yo en ese momento tan sólo estaba para temblar no ya de miedo, no, sino de perplejidad, y llorar, por todas la emociones removidas y la contemplación del panorama que dibuja la estulticia humana) y alucine de los que acompañaban a la parte acusada. Da pena, y produce dolor, que hasta en personas con titulación ex-profeso y ad-hoc y, se supone formadas en su oficio, exista la ignorancia de las propias herramientas que debe utilizar en su quehacer. Hubo la jueza de recordarle que es en primero de Derecho donde se enseña, y por tanto se debe estudiar, es decir, asimilar, comprender, que si un caso ha sido presentado bajo la tipificación de tal modo de transgresión de la norma, resulta ilegal y desde luego ilegítimo que sobre la marcha se intente cambiar su categoría. Es como si te acusan por robar un coche, y durante el juicio, al abogado de la otra parte se le ocurre acusarte de genocidio, o de, simplemente, préstamo ilícito. Así, sin exageraciones. De manual, vaya.

Bien, el caso es que, aunque ya ganado, por manifiesta incompetencia de la otra parte, mi abogado alegó unas palabras en mi defensa, las mismas que yo minutos antes le había sugerido. Que no había insultado, puesto que la palabra “asesino” iba post-cedida de un claro y explícito “de almas" y que la expresión en sí misma componía un consabido recurso literario que se caracteriza por usar la contradicción (partiendo del común acervo cultural, cierto o no, común) como arma para intentar hacer llevar la mente del que lee más allá, es decir, "meta-forar", o sea, y explicando, como las almas son inmortales, no pueden existir los asesinos de almas, así que la acusada no lo llamaba nada, y por lo tanto, no podía insultarlo, y que como prueba de esto aportaba el poemario que la acusada había escrito nada más ser consciente del fatal efecto que la acción del, repito, salvaje, había traído a su/sus vidas, y que había titulado con esas palabras: Asesinos de almas, tal como el texto que había aportado, probaba.

A la vez que él hablaba contemplé cómo la jueza se dedicaba a pasar los folios de mi poemario, uno, dos tres…cuatro…así hasta ocho, ¡puedo jurarlo!, deteniéndose, gafas en ristre, ¡a leer!, en algunas de ellas.
Creo que por fin el aire entró en mis pulmones tras más de cinco años de casi al borde de la cianosis.
A continuación me hizo la consabida pregunta, ésa que cuando “te” la hacen en las películas, al menos a mí me entran ganas de que el tiempo se haga eterno, la de "¿desea la acusada decir algo?” Contesté que sí, como podía porque lloraba, levemente sólo, porque yo cuando tiemblo, lloro, no importa si de alegría o de dolor, y entonces, dije la verdad, que cuando alguien me hace daño, no solía usar la violencia física ni amenazar, que desde que tengo uso de razón sólo me recordaba con un impulso para satisfacer una necesidad de reparación ante una injusticia cometida, contra mí u otros es lo de menos (abogada de pleitos pobres me llamaban siempre en mi familia) y que ese impulso era el de decir. Decir a la persona que exactamente había hecho daño, y explicarle las consecuencias de sus actos, o sea, intentar abrirle la cabeza con las únicas armas en las que creo, las que proporciona el don de la palabra en el ser humano, ya que inútilmente me ha perseguido también siempre la creencia de que el que hace daño a sus semejantes lo hace por ignorancia e inconsciencia. Solventándolas, el bien adquiere lugar.

Evidentemente, me absolvieron.
Y evidentemente en ese momento me sentí poeta.
Y evidentemente en ese momento atisbé un motivo privado para el por qué siempre había creído en las palabras de Gabriel Celaya, “la poesía es un arma de futuro”.
Cuando escribí ese poemario estaba inundada de dolor, pero también, como consecuencia del mismo, de pánico. Esas palabras poéticas, me habían ayudado, no a superarlo, sino a marchamar el hecho de haberlo superado enfrentándome con ellas a quien a partir de entonces en los juzgados, si no oficialmente, sí humanamente, se puede contemplar como verdugo, tal como fue la realidad, y no como víctima.

La poesía es subversión, porque en este orden de las cosas que vivimos, y la mayoría de las veces consentimos, ayuda al ser humano, a la especie humana a poner lo que está abajo, arriba,  a desvelar, a revelar, a restablecer el orden natural de las mismas, y cuando digo natural, simplemente quiero decir, justo, más allá de leyes y normas autoimpuestas por nosotros mismos.

Así que sí, hoy sí lo percibo, me siento muy feliz por poder tener la oportunidad de recitar en público; por mí, no sé bien, que yo como siempre temblaré, pero por la poesía que escribo, la pobre mía, sí. En uno de sus versos de hace escaso tiempo dice: … “como prueba de judicatura". Ahora, quizás a partir del recital en Los diablos azules el día 28, algún verso que salga seguro que podrá decir, “como prueba de cultura”.

Y para mí la cultura es una fiesta humana. Porque cultura significa “cuido”, y para cuidar no hay más que en primer lugar, conocer.

En este mismo instante asumo muy a mi pesar  que no me queda ya más remedio que seguir comiéndome el coco para intentar obtener respuesta a la pregunta que menos me gusta de la vida: ¿qué me pongo, oh mundo?, ¡¿qué me pongo?!

Sofía Serra, 17 de octubre de 2010

Anfibio deseo

Anfibio deseo

De un sinvivir me empujo,
a un sinvivir me acerco,
a la muerte oxidada,
a la grupa montada
del futuro sin deseo.
Como alambre, como mimbre,
como estiércol, como caja,
como suelta de aves,
como aspiras la mañana acunando humanidades.
Denuedo y calambre desde los pies hasta la nuca.


Que ya te arrullé,
requiebro de luz, golden gate de mi averno,
tanto tiempo que llevo desnudándote de tus huellas…
Que en los otoños te oigo, sordera mía,
tórtola que me atiende
y me recuerda siempre
qué pequeña es la fuente.


No hay amor y tú me vuelas.
Este revoltijo de carne se obsta a sí mismo, suspende
su paso anudando herméticos gritos para estos ojos.


Que se van.


No clama el ciervo herido
de un bosque a otro,
ya monte calcinado,
ya paisaje desmenuzado en pavesas pétalos
y algunas pequeñas flores blancas
prendidas de olor a cementerio.


Esta tumba de sol no aloja lombrices,
y yo, Gollum, ya me cuento:
No me salvo de mi muerte,
sino de tu vida, pez del frío,
que escribo por no matar,
que estas manos ya lo hicieron,
una a una, en ambas vidas.


Sofía Serra, Octubre 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

Más portadas

Algunos de los últimos proyectos de portadas en los que he estado trabajando.













 Trasera de la anterior

viernes, 15 de octubre de 2010

Círculo vicioso

Círculo vicioso

A veces me percibo solapada sobre tu propia piel,/
y entonces, ya no sé si es que el deseo me abandona/
y la indiferencia se me posa sobre estas pupilas abiertas al cielo oscuro del techo enlutado,/
o es que tú me llamas./
En todo caso no me encuentro,/
me pierdo,/
tristemente lenta,/
no sé si añorando tus premuras/
o restañando rotura de meninges./
las meninges, ¿sabes?, ésas que duelen bajo la helada/
que cuelga del aire tan pesado y tan vacío cuando se posa diariamente sobre esta frente y estos ojos,/
que buscan/
una y otra vez tu piel,/
como si quisieran solaparme en ella./


Techo de escarcha para el vicio por tu carne./

Sofía Serra, Octubre 2010

jueves, 14 de octubre de 2010

El día 29 con Heterogéne@s VII

Me alegra ver ese nombre y apellido con el que me identifico formando parte de la preciosa y creativa algarabía de palomas multicolores con las que Danilac sabe engarzar la joya de estos ciclos poéticos organizados por Ada Menéndez. Y me alegra verme tan bien acompañada de tantos y tan buenos poetas y poetisas. Digo poetisas porque a vuelo de pluma he visto que algunas de las compañeras se nombran así. Esto de las nomenclaturas es cuestión difícil, y más si tenemos en cuenta que entre poesía nos movemos, con completo desconocimiento personal y como única herramienta para el mismo, el buscador de google. Pido disculpas de antemano si de alguna persona no he logrado dar con su enlace particular por estos mundo de internet o no la "nombro" (enlace incluido) como le gusta. Pero prefiero equivocarme antes de no intentar al menos poder ofrecerles este blog para sus nombres en las condiciones que este medio permite y debe.
Muchas gracias por invitarme, Ada.

A todos os espero.

Sí, en Entrelíneas librebar, que tengo muchas ganas de conocer.

Marta Cembrero


Rodrigo Galarza


Blanca Morel


Leire Olmeda

miércoles, 13 de octubre de 2010

El hundimiento

El hundimiento

Y si tú te mantienes bajo el perro y la danza, confiaré./


Se someten extraños advientos,/
son los soldados de la humareda y la rosa blanca, la que aún queda por florecer./
Este des-sentir no perturba a nadie. Salvo a la misma rosa./
En la noche hueca llena de mejillas/
calenturientas apatías terminan por desmembrarse entre tu desconsuelo y el mío./
Yo ya te amé, sol venido a menos./
Son difíciles los pasos sin orilla que borre las huellas,/
marea dicha, marea quieta, oh, ¡cuánto crece mi afán por respirarte,/
sal de mis fosas abisales!, qué límpidos y transparentes peces te adornan…/
El sol no se quejó,/
el sol duerme como aceite/,
cándido bálsamo que vino a menos,/
menos más tú seré yo alma sin rastro./


Si es que no merecemos ni un dios,/
ni siquiera un dios,/
ni uno sólo./

Sofía Serra, octubre 2010

lunes, 11 de octubre de 2010

Nuevo hombre en la cruz

Nuevo hombre en la cruz

Verte en verde puro quisiera,/
ausente y vacío de tus lentas y frioleras estampidas./
Ni por en segundo colmaría tiempo/
pensando que desabasteces. Es tan sólo ese tulipán/
paralelo el que me llama, me pregunta, me requiere: ¿por qué?, ¿por qué/
no bebes de tu propia agua?/
tan dulce, amor, tan dulce,/
…y tus manos recogiendo espinas./
Como ya no se te clavan…/
Al verde y en el vacío quiero sostenerte./
Flotarás permanente/
hasta que el espejo mudo de tu anhelo,/
si es que mientes,/
se haga hueco bajo la cruz de tu pecho./
Y entonces se abrirá la piel herrumbrosa y seca,/
y el manantial de luz rielará sobre las cuatro paredes/
de tus brazos,/
y el sol de tu anido iluminará los ojos dorados/
que observan algún brote verde, aquí , allá, como si no hubieras sembrado./
Y el campo de hierro/
tronará en trino salvaje y honesto/
de tu boca que ríe llagando el aire que hoy permanece ileso./
Como muro, como vano,/
como muerte, como preso/
de esa cruz en la que te clavas,/
que ya no sé,/
yo no sé,/
con qué manos apuntalas esos clavos en tus palmas./

Hombre de cuatro brazos,/
mutante abandono de esta tierra herida/
en sangre que pregunta/
al aire de qué te sirve ya el par de alas./

Sofía Serra, 10/10/10

viernes, 8 de octubre de 2010

Cartel-presentación de La presencia por la ausencia (a tumba abierta, con pistolas, eso sí, ;))

TOMBSTONE


(para oír la música esperar un segundín a que pase la publicidad, no sonaba bien subida al servidor habitual, resulta fundamental para esta entrada oírla, :))


Lo siento, me pido el papelito de Doc Holliday. Se me hace la boca agua cuando veo esos pistolones que parecen de plata en la escena del duelo en OK CORRAL, ¡pero qué bien retrata cómo suenan!...   y por lo menos la sangre que corría en el salvaje oeste era de verdad.


El cartel de la presentación de mi poemario (si picáis en él se lee mejor)




Y la fotografía de la que deriva, invierno 2006


Título: Escenario para una tragicomedia pastoril

Tres fotografías

Hoy, trasteando en el baúl, he conseguido apartar fotografías de hace años. Me apetece incluirlas en este blog para el que no nacieron, éstas tres como otras podrían haber sido.




jueves, 7 de octubre de 2010

Cierre de convocatoria para elenco de poetas (28 de octubre)

Me satisface mucho, a la vez que me enorgullece contar con la asistencia de los siguientes poetas para la presentación de mi libro La presencia por la ausencia que se desarrollará el día 28 de octubre en los diablos azules en Madrid. Les estoy profundamente agradecida primero por aceptar acompañarme y después por no hacer oídos sordos a una convocatoria que intenté fuera abierta a la participación de quien lo deseara para intentar soslayar el, para mí, pésimo gusto que denota constreñir un evento cuyo protagonista es la poesía, mal gusto por incoherente con la propia actividad que lo promueve, el acto poético.
Pero inherente al mismo es su ubicación en tierra de nadie, entre los límites, siempre en constante paso de un territorio a otro. No es de otra forma que la poesía encuentra abertura y sentido de expresión desde sí misma para el hombre. Del a-topos hasta el topos para manifestarse como el u-topos, y RECORDAR al ser humano su genuina ascendencia. Así que de alguna forma, todo me encaja de nuevo.
Aún no he dicho su nombre, deseo hacerlo muy destacadamente y aparte del desarrollo del texto de esta entrada. Ellas y ellos son:

Ada Menéndez
Eva Márquez
José Zúñiga
Santiago Tena

Algo conozco sobre lo que humanamente significa ser poeta y algo, poco con respecto a algunos, mucho con respecto a otros, sobre lo que es el hecho literario en sí de la palabra en forma de poesía con todas las adjudicaciones de carácter jerárquico que los hombres tan empeñados estamos siempre en adscribirle. Como amante de la belleza por encima de todo que soy, de una belleza éticamente asumible y valorable, (esto no debería tener que ser especificado)no puedo sentirme más feliz, ya que desde mi punto de vista tengo la suerte de sentirme arropada de las voces más valiosas de un ambiente poético que aunque sólo parcialmente, algo conozco.
A ellos les doy las gracias desde lo más profundo de mi ser poético y también humano a secas.
Se recitarán poemas de mi libro, de no el libro y poemas de todos ellos. El orden, las voces ecóicamente manifiestas y las posibles variables ya lo iremos estudiando entre los cinco, más yo, seis.
Doy por cerrada la convocatoria para figurar como poetas en el evento que se desarrollará, señalo de nuevo, el día 28 de octubre a partir de las ocho y media de la tarde en el local "Los diablos azules"  en la ciudad de Madrid.

Sofía Serra, Sevilla, 7 de octubre de 2010

miércoles, 6 de octubre de 2010

In Albis (pre-aviso de convocatoria para el 28 de octubre)

Aprovecho esta entrada para hacer aviso informal de convocatoria en Madrid, en Los diablos azules, el día 28 de Octubre a las ocho y media para recital de quien desee estar bajo la excusa de la publicación de mi libro "La presencia por la ausencia". Que sea o no presentación exclusivamente de mi libro sólo dependerá de las personas que vayan confirmándome asistencia. mientras más decidáis ir, menos presentación será, con lo cual me harían un gran favor: no soy amiga de esos actos. Lo que me gustaría es que poetas escribientes o no, amantes de la poesía, la literatura, la fotografía y el arte en general, y, sobre todo, personas interesadas en la expresión artística del ser humano como vía de entendimiento, me conozcan o no, aparecieran por allí. Si todos nos animamos, todos recitaremos, poetas o no, todos nos conoceremos y todos podremos disfrutar de un rato de arte y buena humanidad.
Ha surgido esta fecha al rebufo de la invitación expresa que he recibido de parte de la poeta Ada Menéndez para participar en su ciclo de Heterogéne@s, séptima jornada del mismo que se celebrará al día siguiente, día 29, en el bar Entrelíneas de la misma ciudad y por lo que le estoy MUY AGRADECIDA. Como vivo en otra, Sevilla, deseo aprovechar mi viaje a Madrid para poder compartir con muchos y buenos amigos que me han acompañado de una u otra forma en la singladura de este año.
Os espero.
A todos.



Título de la fotografía: Font-àiné-bleue


In Albis

En este arranque de voz,/
en este espacio sin volumen que conlleva/
la bárbara suerte de haber nacido, o no,/
más allá o más acá del universal estío plagado de/
piedras, tierras, cardos, polvo y otras pequeñeces,/
se halla el verdadero lujo./
Gigantes estrellas somos, gigantes como dioses./
…Y yo me averiguo bajo la soldada,/
y del ovillo tiro y tiro hasta el recuerdo/
tratando de atisbar aunque sólo sea una punta/
que me zanje,/
que me diga puedo herir/
aun al vacío insonoro./
Ecos de introitos recién nacidos/
vienen a confirmarme/
como musa,/
mas yo mar,/
ni siquiera busco ojos./
Me gobiernan las mareas y los vientos,/
y yo me dejo./
Me sostiene la venera, y no hace aguas,/
y ya no duelo./
Me transformo en bruma y al cielo vuelvo,/
y yo renazco./
Y el mar no muere./
Y la niebla emerge./
Y asi me hallo suspendida en el aire,/
lluvia sin suelo donde dejar de ser./
Nací de las nubes que rieron/
a golpe de lágrima sobre el vaho de la niebla que/
recreé, allá,/
allá por mis senectudes
sobre el tiempo, mi compañero,/
que se ha detenido junto al espejo que dibuja la curva de mi cadera,/
tan cristalina y maleable como las gotas./
Y éstas duelen,/
que duelen gotas, duelen como obscenas paradojas,/
que duelen óperas bautizadas como simiescas vanidades,/
que duelen, duelen más que aire sobre la mejilla de esta gota que en su juventud se deshace./
Golpe de lluvia soy, me iré cuando el sol emerja./
Quedó enterrado bajo el mar de Afrodita/
y no hay dios, ni diosa, que lo levante./

Sofía Serra, Octubre 2010

martes, 5 de octubre de 2010

Pequeña historia de un pequeño poema (La presencia por la ausencia)

El poema al que me refiero en esta entrada aparece en la primera parte del libro, la titulada "La edad de la inocencia". No es que sea importante, pero sí creo que es el que más fácilmente da la clave para hacerse con el impulso desde el que arranca todo el poemario. Esa primera parte de la que hablo creo que no hace más que "ambientar", fotografiar el "paisaje" donde se desarrolla lo que el poemario "es" como digo en las palabras de la trasera del libro, algo así como retratar un hueco.
Bueno, me dejo de líos "metafísicos".
Primero llegó el poema, que recuerdo lo escribí en el verano de 2005. Vivía en el campo.





SOLA


Caminar sin suelo es estar sola./
Colmar la paciencia de las luces soñando que permaneces/
es estar sola./
Abaratar el sentido de la pléyade de incongruencias que se avienen/
es estar sola./
Iluminar cabizbaja sobre tu ausencia es estar sola/
cabalgando por los oteros de la desmentida y la suspicacia./
Llorar es estar sola./
Beber de tu oído soñando que duermes es estar sola./
Trabajar sobre ultratumba limando las asperezas del perfil de tu ausencia/
significa soledad, quimera, sueño o alma rota y cejijunta./
Así, estoy sola./
Sola entre las yerbas y tu ausencia./
Sola sin más./

Sofía Serra, "La presencia por la ausencia". Bohodón Ediciones, 2010. (libro aquí)




Después llegó la foto para este poema, en el verano de 2006, durante un típico día de playa familiar, allá por la bonita costa de Huelva, de la luz tal como se conoce,  (concretamente en El Portil), que a su vez y también justo un año después, en el 2007, "identifiqué" como posible para su portada si algún día podía publicarlo en papel, como así ha sido.
Esa fotografía formó parte de una pequeña serie que titule "La playa tiene nombre de mujer", que creo que plasma  distintos aspectos del ser femenino más o menos  como yo lo contemplo (esto es dificil de expresar discursivamente hablando, supongo que por eso escribo poesía). Podrían haber ido muchas más, suelo disparar mucho, pero al final mis series fotográficas se substraen por sí mismas, como si tuvieran que adaptarse ellas solas a alguna intención que a mí se me escapa, al menos conscientemente. Al final percibo en ésta una especie de recorrido paralelo al de mi poesía desde que comencé a conservarla hasta ese momento del año 2006, y mucho más después. Aparecen conceptos  una y otra vez esgrimidos, no sé si lanza en ristre, por mi poética
Y digamos que su realización coincide con el arranque por empezar a terminar de estructurar el poemario en sí, a verlo ya lo suficientemente ultimado como para empezar a "estudiarlo", seguir trabajando con él de otra forma.

La BSO con la que podría acompañar toda esta entrada podría ser infinita, pero he puesto dos de las piezas que hilan concretamente con la realización de algunas fotografías (no compongo poesía nunca escuchando música, son actividades incompatibles, al menos para mí).




LA PLAYA TIENE NOMBRE DE MUJER


I




Tormenta(o) Azul


II




Transeúntes

III


Lavado no lejía (Vida regalada)

IV


Sola

V


Las carretillas son para el verano

VI


Ay, Luna que brillas en los mares oscuros


VII 

Poblamiento Humano: Azul

VIII


Sirenas

IX


Sofiae


(Los menores que aparecen más facilmente identificables son familiares míos, concretamente mis sobrinas y mi hijo. Debo hacer constar esto por las características del  medio en el que nos movemos, o mejor, para contrarrestar los hipócritas prejuicios mal esgrimidos por ciertas mentes)

sábado, 2 de octubre de 2010

Desgarro

Desgarro

Esta niebla con la que me velo,
esta niebla con la que transito de mi lecho al cielo
y luego al suelo, niebla,
que levanta tierra y agua,
desde el campo verde y campo mar,
esta niebla emerge, cañaveral en ristre,
desde mi campo orilla, sumergidas mis raíces
que buscan
el consuelo de las aguas de tu abrigo…
Ya sin parasoles Afrodita se ha quedado.
Ya sólo cuida en sus manos
que vuelan rizos
de aire vuelto
al principio
que sirve a
sólo niebla, antes niebla
agua blanca, consumado plagio
de sucedáneo que somos
blanco de camara-da en ristre,
¡blanca!, blanca como la yerba verde-mayo, ¡que también es blanca!,
luminosa y blanca, coagulada,
quieta y blanca, ya cansada,
lúcida estratega,
¡siempre clara!
me devuelve a la sombra.


Entre los humedales, te desgarro, te… ¡oh, el sol!,
sólo sol, ya devuelto sol:
no me dejaste ver, velo que des-velas
inquietando al cielo y hasta al mismo suelo.


Y tuve que esconderme.

Sofía Serra Agosto-septiembre 2010
 
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