Título de la fotografía: Retrato de un verano
¿Suceden extrañamente las cosas o las cosas nos suceden tal como somos, y entonces no puede concluirse más que los extraños somos nosotros, esos que sin preverlo, pero sí siendo conscientes, tomando decisiones que nos van encaminando, terminamos por construimos como arte y parte de aquello sobre lo que trabajamos? El perjuicio cognitivo que conlleva la situación a nadie se le escapa, pero no se trata de perjuicio en su estricto sentido, no malignea, ni daña ni limita, no menoscaba, simplemente abre otra dimensión a los efectos que sucesos acontecidos pueden provocar en nuestro estado anímico, emocional o simplemente ambiental, y diría que hasta a las causas, o al menos al análisis de ellas.
Toda la vida, o al menos casi una media, deseando ver un poemario mío puesto en papel, tatuado, bellamente tatuado habría dicho yo entonces, y digo ahora, con el nombre de una editorial en su portada, para al final, cuando esto sucede, cuando por fin sucede, pasarme desapercibido, completamente desapercibido el logro de la cuestión.
Psicológicamente, todos lo sabemos, la ilusión del empeño, del esfuerzo por el logro, se desarrolla y establece antes de la consecución del mismo. Es lo que nos hace movernos, avanzar, caminar, desplazarnos del antes al presente, del presente a lo que llegue. Y sin embargo no hacemos mientras trabajamos para ello más que quejarnos sobre cuánto cuestan las cosas, aquello que con altavoz o sin él persignamos con el nombre de "sueño" por realizar. Cuando si fuéramos conscientes de la realidad de nuestra propia existencia, tendríamos que sonreír y hasta reír con el alma abierta por la oportunidad que nos ofrece el tiempo de vida de poder luchar por lo que sea deseemos.
Cuando se obtiene, se logra, se alcanza lo anhelado, se acaba. La ilusión en sí finaliza. Es, creo que hasta fenomenológicamente, su propia idiosincrasia. Sin duda llegarán otras ilusiones, otros empeños, otros anhelos por los que seguir trabajando que conseguirán mantener viva la llama de la ilusión, inmediatamente llegarán; aunque cuando pienso en mí apostaría la cabeza a que se solapan, como las cartas que el hábil croupier logra extender unas tras otra sobre el fieltro verde de la mesa de juego, la mesa que no es más que el campo de vida.
Esta mañana me asomé a la página de
Bohodón y allí estaba efectivamente, mi poemario, ya a disposición de cualquiera.
He tardado todo el día en poder hacer esta entrada, escribirla. Sigo sintiendo como esta mañana. Resulta muy agradable verlo ahí. Mucho. Sólo algunas personas contadas con los dedos de una mano saben cuanto le subyace, diría que como a cualquier libro que uno decida escribir e intentar verlo algún día publicado. Pero reconozco que debo sufrir una especie de desdoblamiento. Sé que lo escribí yo, y sonrío al pensarlo; pero al igual que esta mañana, cuando miro la página actual de Bohodón en la que a la vez que la miniatura de mi libro se han colocado también las miniaturas de las últimas novedades de la editorial, lo que me llena de verdad el alma de pura satisfacción es saber que en la edición de esos seis libros que tan primorosamente aparecen dispuestos he colaborado de alguna u otra forma. En unos más, en otros menos, pero con todos he tenido el privilegio de o simplemente verlos pasar por mis ojos o en otros verme a mí misma sudando tinta china con dolores de cabeza incluidos fruto del esfuerzo por intentar hacer las cosas lo mejor posible, sabiendo que tras cada libro hay un ser humano que igualmente se ha esforzado para conseguir una ilusión, para la consecución de un logro: VER LIBROS lanzados al aire de todos los ojos para que los que sean que lo decidan puedan leerlos.
Por eso esta entrada va introducida con esa "fotografía", esa es la imagen desde mi sentir de lo que de hoy hablo. Ese privilegio desde luego se lo debo al equipo humano de la propia editorial. La confianza que las personas que lo conforman depositaron en mí me ha permitido disfrutar de una de las mayores satisfacciones de mi vida. Es algo por lo que les estaré siempre profundamente agradecida.
Mi libro también vuela ya. No sé si es desdoblamiento o que las "cosas escritas" adquieren mayoría de edad. Son hijos del autor, sí, pero como con cualquier hijo llega un momento en que, naturalmente, ya lo contemplas como emancipado.
No, desde luego no me importará prepararle unas croquetas para que se las lleve a su casa. Al fin y al cabo un hijo es siempre un hijo por muy mayor que sea, pero como cuando parí al de mis entrañas de carne, siento que escribo para darle al mundo algo, lo mejor posible desde mí por poco que yo valga, y darle a ese hijo un lugarcito en el que poder vivir.
Ahora ya sí creo que es de verdad poesía. Dueña de sí misma y para quien la quiera. O va camino de serlo, ya tiene más posibilidades de llegar esos ojos que lo recreen, lo reconviertan, lo asimilen o lo desprecien.
Ojalá pueda parecer digno de, aunque sea, recibir críticas negativas. Para eso sí seguiré siendo su madre con altavoz, para aceptarlas.
En el fondo, más que en el fondo, en la base sólida y sincera que mantiene estas palabras que hoy escribo lo que percibo es que ese libro ya, afortunadamente ya, no me pertenece.
Será de quien lo lea.
Y eso sí, ojalá tenga muchos padres y madres, o hijos o nietos, o lo que sea.
Picando aquí se puede acceder a la página propiamente dicha, de donde he extraído las capturas de pantalla que me han permitido hacer el montaje que he resuelto llamar "fotografía" de esta entrada.