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domingo, 29 de septiembre de 2013

Poema "los parasoles de Afrodita" en vídeo

Se lo debo a algunos queridos amigos. Tómenlo como prueba. Los vídeos nunca han sido lo mío. Recitar tampoco, pero sí sé que tal como escribí "Los parasoles de Afrodita", sus poemas, son poemas también para recitar. Hay poesía para recitar y poesía para ser leída. Todos la que es para ser leída, no sirve para recitar. Además me persigue una insufrible vanidad, no soporto oír un poema escrito por mí sin el tono en el que lo escribí, ése que oigo cuando lo escribo. Por eso siempre pensé que a este libro le habría venido bien un dvd con grabaciones de audio (además de un dvd con sus fotografías, decenas). Le habría venido bien para cumplir con esa máxima que me persigue, la coherencia, la congruencia en el acto poético. Pero el mercado editorial es el mercado editorial, sus circunstancias, sus carencias y sus sobras. Nada que ver con la poesía, con lo que nace cuando se coge papel y lápiz, ordenador, fotografía, espíritu y grafos. Cosas de la costra dura de la nomenclatura (que, quién dice que no es también poesía).
(Disculpas por la mala calidad.)

Dejo abajo la letra del poema en sí.


Los parasoles de Afrodita

Ya llegaste, te has sentado ya.
Tengo tus ojos delante:
De su dorado vientre, el de Afrodita,
nacieron celestes parasoles,
sombrillas chinas que la diosa abrió
para cultivar mi piel con la nácar
y el humus de marino hechizo
arrojado sobre la ola que,
de vuelta y viene, conforma la marea
del sanguíneo mar de poniente:
¡Mar mío, mar lleno, mar
tan grande como yo misma!,
exclama la diosa rediviva
ignorante de su testicular
progenie, urania utopía
transformada por mor del viento
en conflagración de carne
sobre agua-sal y carne.

Gemiste en mis ojos: ¡Dame aire!
Gemiste en mi boca: agua blande
y piel para el cuántico cuerpo,
envoltura de este juguete polivalente
en el que me sumerges hasta contentar objeto
de los ritmos internos que manifiestan la eufonía,
venéreas transacciones, de las celestes esferas.
Amor, cueva clara a la sombra
de los chinos parasoles visitas.
No tu música, no tus brazos,
no tu centro; ni siquiera tus alas,
en el reitero de esta penumbra
de piel interna, hallarán ajado,
que ella misma regenera
a medida de las Eras.
Que sí, vuelan ya.

Urano,
hoy ya caes,
hoy ya retornas
por tus genitales.
Qué castrado te dejamos, ¡ay!
Ay, castrado, sí. Mas —te hablo al oído—,
recuerda,
sólo a sangre
tu carne engendró
lo más sagrado.
Ahora ya cayendo,
piensa,
podrás hacer
de la descendiente de tus gónadas
real
cayado.


lunes, 16 de septiembre de 2013

"Los parasoles de Afrodita" en Loca novelife

Hasta apuro me da utilizar la etiqueta con la que nombro estas entradas que se refieren a posibles reseñas o menciones en otros lugares cercanos o no cercanos. Porque ella, Elvira Rebollo, además de magnífica escritora, es una gran amiga, una buena amiga, y eso, ya sabemos lo difícil que es de encontrar en este mundillo de lo literario. Yo he tenido la suerte de dar con ella.
Y Los parasoles también. Gracias  a Elvira pude contactar con la editorial, Baile del sol, algo que llevaba persiguiendo como unos tres años.
Así que además de magnífica escritora y buena amiga, es ¡MECENAS! Porque hoy la labor de mecenazgo camina por otros andurriales que los meramente económicos, sobre todo, existiendo un medio como este que tanto ha posibilitado la extensión de la escritura.
Las editoriales se ven desbordadas y se cierran a la entrada de originales a cal y canto, se cierran a cal y canto y las subvencionadas contemplan cómo se les cierra el grifo de las subvenciones que, en un país como este, en el que hasta para intentar montar una empresa necesitas antes disponer de un montante elevado, son tan necesarias. Apañados estábamos, pero peor apañados estamos. Las no subvencionadas cierran, a menos que se mantengan por la actividad económica de otro calibre ( paralelo), las siguientes van camino de lo mismo. 
Así que, o compramos libros, o pronto veremos que no se podrá leer más que lo que por ahí vaya quedando, amén del perjuicio económico para una actividad tan necesaria, me repito, en un país como este.
Yo apuesto por la reconversión mental del sector, publicaciones bajo demanda. Solo de pensar que para resultar más o menos rentable a Baile del sol se deben vender unos 500 ejemplares de mi libro me entran mareos y taquicardias. Cuando leí el contrato, recuerdo que el último día a causa de avatares circunstanciales, me asusté. ¿Cómo leches va a poder vender mi nombre 500 ejemplares de un libro de poesía? Amén de dar con la persona más vergonzosa posible para autopromocionarse. Como me provoca sonrojo verlo en los demás, no lo quiero para mí, aunque en el fondo es envidia que siento porque los demás tengan esa capacidad que yo no tengo, saber dirimir, distanciar: ya he escrito el libro, ahora tengo que convertirme en un agente comercial.
Volverme del revés.
Responsable me siento como la que más, pero sé que soy incapaz. A menos que tenga excusas como esta que Elvira me puso en bandeja. Poder notificar aquí de corazón algo que, además, ha salido del corazón, algo verdadero.
Este es el enlace a lo que Elvira escribió en su blog en torno a Los parasoles de Afrodita:


Pero yo les dejo este otro también, 


Él dirige a la novela escrita por Elvira que Baile del sol publicó en 2011: Loca Novelife. Compradla.
Disfrutaréis. Y encima contribuiréis al mantenimiento de alguna estructura cultural en este país. Si los políticos no son capaces, algo habremos de hacer los ciudadanos. Lo que podamos.

martes, 3 de septiembre de 2013

domingo, 11 de agosto de 2013

Para Sagrario del Peral, una roja diosa entre diablos azules

A lo mejor lo escribí para ella. Sonrío al pensar cómo, a pesar de estar dedicado a Los diablos azules, su sentido es el rojo. Y ella tenía el pelo rojo, ¡qué hermosa cabellera roja! Me recuerdo, a la vuelta de Madrid, allá por Abril del 2010, buscando, con cierta expectación entre los disparos que había hecho en el conocido bar poético, esas en las que ella pudiera parecer. Nos conocíamos de los blogs antes, y al conocerla en persona, me llamó la atención su pelo rojo, ¡entonaba a las mil maravillas con la alegría desbordante que su personalidad emanaba! Pero entre mi nerviosismo por la circunstancia, primera vez que recitaba en público, primera toma de contacto con ese bullicioso ambiente poético, y mi aversión a fotografiar con flash, es decir con luz artificial, al final las fotos en las que ella salía, no me gustaron. Era muchísimo más guapa. A los pocos días me pidió que se las enviara, creo que lo hice, creo. Lo que sí recuerdo con seguridad es que quedamos en que en cuanto volviera algún otro día a Madrid y pudiéramos encontrarnos, le haría "pedazos de fotos", como sus rostro y su persona merecían.
Pero no pudo ser, no volví. Bueno sí, para presentar "la presencia por la ausencia", pero no nos encontramos, ¡somos tantos!...
Hoy siento que este poema lo escribí inspirada por su pelo rojo. Llevarle la contraria a Los diablos azules no resulta nada fácil. Seguro que su naturalidad, su alegría y su vitalidad, las de Sagrario,  me ayudaron a escribirlo.
Necesito rendirle homenaje a Sagrario del Peral. Tres años de roce a través de facebook, han hecho el cariño, y desde anoche, en que me enteré de su repentina muerte a través del móvil estando en el campo, estoy aún sin creérmelo.
Una forma particular de hacer el duelo. Es la mía. Una forma que sé bien ella entendería.

De dios al diablo

Para Los diablos azules, bar poético de Madrid

He hecho una fotografía.
He blandido carne de cuerpo arracimado.
Dios me venga cada día, dios me luce
en el sol urdido entre las prendas
que por el suelo voy dejando.
Osamenta y ruda percha
para colgar ese pliegue envejecido
que arrastra tantos años y ninguna basura.
Hasta que me desnudo.
Si sólo una tengo, ¿a qué me debo?
Juventud y buen verso riñen
como hervidero de pirañas en el Amazonas.
Al final, será siempre espina y hueso.

Que venga, que viene, que suelta melena,
que viste ya sola, que quiebra paredes,
destreza
que yuxtapone, que suma y alivia,
que poetizo guerreando contra todo hasta sin mí
y ya me dejo hasta derrengarme entera.
Cada verso, una batalla ganada,
cada renuncia de muerte, un paso hacia el caos,
cada palabra, un menos de Ti,
cada suerte echada, cada sol en vida...
Abandonar toda sombra
y dejar de cruzar las manos
sobre este vientre; preñan
en vida a la soberana muerte.
Cantar y desposeeros,
cantar y desvanecerme,
cantar y subvertir:
ya la jacaranda recubre el suelo
con sombras altaneras desde el cielo.
Ya la tierra arranca muerte y enfanga agua,
ya justifico el frío bravo,
ya averiguo sobre las piedras,
ya niego antiguo canto azul,
ya sólo quiero verde, a media tinta o dios.
O diablo.

Y endiabladamente me veo
poetizando, que es lo mismo
que amando, jugando o sorteando
el acá y el allá
tras el cristal
que recita descifrando
las señales y el ritmo tardo,
la lenta alquimia, la cansina suspicacia
de ciertas pautas y medidas.

Ya bate el colmo sobre la mejilla ardorroja,
verde beso a beso de mayo al verano
expandido más allá del límite subjuntivo:
Rojo y veo,
rojo y muerto el ocaso,
rojo y ardo,
rojo y vivo
grande.
¡Bah! ¡Porca miseria de labrantíos parcos
y desdichos de sí mismos!
...Ya asoma el tren de las vueltas
a hélice de este desvarío encendido.


(Los parasoles de Afrodita. Baile del sol, 2013)

martes, 23 de julio de 2013

Los parasoles de Afrodita ya bailan con el sol


 (Baile del sol, 2013)

(Por cierto, salgo para el campo hasta el domingo. Allí nacieron, allí se abrieron los parasoles por primera vez un año de 2006, desde allí arrancó este libro en abril de 2010. Acaban de llegarme. Afrodita es sabia, Afrodita es Poesía.)

domingo, 30 de junio de 2013

La cueva clara



Al volver del campo, las perras hibernan como un par de oseznos durante un par largo de días. Mi cuerpo tiende a lo mismo. Es lo natural. Como la osa en Nueva Biología. Pero no lo quiero. Es la querencia.
La voluntad y la inercia señalan los extremos paralelos. Me quedaría todos los domingos en el campo. Hasta siempre. Rompo la segunda y ejerzo la primera.
No descanso.
¿Hasta cuándo?
Volver para aunque sea
no tener que volver.

jueves, 9 de mayo de 2013

Vídeo de fotografías sobre "Los parasoles de Afrodita"

Carmen Karin Aldrey ha tenido la generosidad y la delicadeza de prepararme este vídeo con fotografías relacionadas con el poemario Los parasoles de Afrodita. Ya que me resulta imposible hacer exposición física de ellas y económicamente no resulta producente incorporarlas al poemario que, en breve, y si la autoridad, es decir, la economía, no lo impide, saldrá en papel bajo el auspicio de la Editorial Baile del sol, me hace muy feliz poder disponer de esta muestra, que, aparte del cariño con el que sé que está hecho, es un ejemplo del arte de esta mujer, poeta y artista completa.

La pieza musical que suena es para el poemario algo así como ese fondo de microondas que existe en el Universo. Estuvo presente cuando lo escribía y en los dos o tres años, ya no recuerdo bien, que han durado sus correcciones: Las barricadas misteriosas, de François Couperin. Se ha eludido con intención la versión en clavicordio porque no es la que me gusta.
Incorporé la melodía como sonido de llamada en mi teléfono hará un par de meses. Anécdota. Con el cúmulo de anécdotas construimos vidas en rima con el cielo y la tierra: el río sin sombra ni cauce.


Sugiero verlo a pantalla grande señalando previamente en la ruedecita la resolución de nuestro monitor.

miércoles, 3 de abril de 2013

Afrodita en el Suroeste

"Era providencial la formación del alma sevillana, apta para recibir al Cristianismo desde sus albores En efecto, Justa y Rufina hacen añicos la Venus Gentílica —¿cómo sería esta venus hispalense?—"[...] 
(Manuel Chaves Nogales. La ciudad)

Extrañamente tratar de averiguar más sobre Teodosio me lleva a Estrabón, Avieno, Polibio y a Herodoto. Curioso que quien de alguna forma selló la tumba del mundo pagano antiguo me lleve a hurgar una vez más sobre él.
La culpa la tiene Chaves Nogales, claro. Se permite citarlo como saliendo de “la ciudad”  para definitivamente conseguir la imposición del Cristianismo como religión oficial del imperio, el arranque del catolicismo.
Antes de la Hispalis romana aquí no había nada, o apenas nada habitado en los siglos de la antigüedad griega. Aquí sólo agua, y allí, mar, aquí algún islote desperdigado tal vez, algunos hombres, algún asentamiento humano en ellos, pequeño, fruto de la necesidad de acercamiento a las zonas de pesca e intercambio, aguas, vías, poco más. El resto, es decir, la población, las poblaciones y hasta los reinos, extendidos por las zonas altas, muy livianamente altas de la comarca: aljarafe, estribaciones, terrazas del río. Todo esto un río mar camino de la otra linde… A miles de leguas de las que entonces no habían sido nombradas.
Qué pinta una afrodita, una diosa griega en este lago Ligustinus como ya se nombra en época romana, es decir siglos después de que a la diosa se la llamara Afrodita, cuando ya, según los restos arqueológicos detectan, esos posibles y casi evanescentes pequeños asentamientos domésticos en las orillas de los islotes, donde, conforme el lago se va cerrando y secando y el lecho del río delimitando, comienzan a levantarse, y de hecho se levantan grandes columnas, no más que los restos que hoy nos llegan de enormes para nuestra medida templos romanos en la actual zona más elevada de la ciudad… ¿Qué tiene que decir Sevilla antes de los romanos?... agua, sólo agua y algo de orilla en pequeñas islas.
Afrodita, la que llega del mar.
Avanzó estuario-lago adentro después de descansar en las dunas que el depósito de la corriente marina al encuentro con la fluvial fue generando en las lindes de lo que hoy conforma las costa de Huelva, el golfo, la curva abierta.
Me pregunta Chaves Nogales cómo sería esa Venus gentílica contra la que a Justa y Rufina las hace la leyenda enfrentarse.
La romana andaba por la playa, refugiada por las noches frente a la torre escipionis. La griega, la antigua, la anterior incluso a Platón, la genuina, se bañaba en el barro de un lago tan de agua dulce como salada.
Tan sincrética como toda la zona historio-geográfica que la semicocultó.
En realidad, además de que los parasoles me ayudaron, apenas ha habido que escarbar para dar con ella.
Estaba a flor de agua.
Encarnada.


Me quedo con la belleza porque ella lleva a la verdad, a la esencia, a lo verdadero.
Por más que os digan que no.
Sólo hay que aprender a leerla.

lunes, 18 de marzo de 2013

Letanía afrodisíaca

Letanía afrodisíaca


Afrodita–mente I

Afrodita, la de huesos perennes
y salud de hierro y elástica sangre.
Afrodita, la hacedora de sienes.

Afrodita–mente II

Afrodita, de cuerpo como estrella.
Afrodita, la de los ojos grandes.
Afrodita, la desmembrada y ojerosa.

Afrodita-mente III

Afrodita, la del negado a-dios
o manto memoroso.
Afrodita y el agua de perfil.
Afrodita, la seductora
de raíces. La de profundas huellas,
y potentes piernas. Afrodita
arbórea y terrena

se mudó más allá del sol
y el humo, como los barcos
que se sucedían
—como en cascada caían,
como en cascada—
imitando el canto de las piedras,
extendiendo los arrozales,
cavilando duermes
como ventisquera muda
hacia el soplo se huye,
hacia el sur y el oeste.

Afrodita, la de manglares brazos.
Afrodita, la de terrizas manos
y acuosas sienes. Afrodita,
la que permanece y la que llega.
Afrodita continental
y continente. Afrodita,
la sureña con norte de orbe.

Afrodita, la deicida.

(Sofía Serra, 2012-2013)

sábado, 12 de enero de 2013

El poema Es Por

Preguntas en el aire (Mecanismos de defensa I)

Ayer tarde llegué a la conclusión de que no soy poeta. Y tan a gusto me he quedado. Estoy segura de que lo único que soy es una persona. Así de simple y claramente dicho. Soy una persona con mucha necesidad de decir una serie de cosas antes de morirme que en la poesía he encontrado el refugio para hacerlo. El refugio, sí. Porque el mundo ciertamente me aterroriza.

Ya lo expresé en alguna ocasión en este blog. Soy una persona terriblemente miedosa. Cuando pequeña me lo provocaba, el miedo, los espíritus y “esas cosas”. O pensar en la muerte de mis seres queridos, por aquel entonces, mis padres, claro está. Recuerdo una noche, tendría unos 6 o 7 años, en la cama dispuesta para el sueño, mis padres en el salón viendo la tele. En la habitación dormíamos mis dos hermanas y yo, es decir, la posibilidad de miedo por habitar espacios lúgubres y solitarios era nula. Me recuerdo con los ojos cerrados intentando conciliar el sueño con todas mis ganas, es decir, mi esfuerzo, y también cómo todas esas “mis ganas” se volcaban en pensar que mis padres se habían muerto (sólo oía el sonido de la televisión). Así, tan pancha, les endosaba la muerte, lo que en ese momento constituía para mí lo peor que podría pasarme en la vida, el suceso que más podría aterrorizarme, que mis padres murieran. Y eran tales las “mis ganas” por intentar dormirme, que hasta que no “vi” a mis padres mirando hacia el aparato de televisión, cada uno en su sillón respectivo, convertido también cada uno en esqueleto sentado (por aquel entonces yo identificaba la muerte con la imagen de una “canina”) , no me quedé tranquila, es decir, llegar al no poder más para conseguir ya arrancar a llorar rota de dolor, de dolor y de miedo. Claro, que aún en el fragor de la batalla campal entre miedo y dolor me quedaba cordura para, completamente segura de que mis padres me atenderían, decidirme a levantarme. Así que salté de la cama y me encaminé hacia el salón. Cuando me vieron aparecer, llorando desgarradoramente (ni siquiera mi ánimo supo reaccionar ante la alegría de ver que no se habían convertido en esqueletos, he ahí el misterio de mis auténticas “ganas”) y me preguntaron que qué me pasaba, atiné a decirles entre hipidos, lágrimas y mocos que “¡estaba pensando que os habíais muerto!” . Dios mío, cuánto lloré. Mi madre me cogió en brazos y me consoló. Y me quedé con ellos levantada viendo lo que fuera que estuvieran viendo, ya con la alegría en el cuerpo de saber que mis padres estaban vivos y yo con ellos pudiendo disfrutarlos. No se me habían ido.

Tengo decenas de recuerdos sobre escenas relacionadas con mis terrores que hoy llaman nocturnos. Señalo esto último porque tengo noción de algún episodio muy-muy diurno, aunque es cierto que el 90% de las veces sucedían de noche. Normalmente todos acababan con mi madre, o una de mis hermanas, ambas más pequeñas que yo, y que dormían exactamente a medio metro en su litera, metidas conmigo en mi cama hasta que yo conciliaba el sueño. Y en el primer supuesto con un portazo de mi padre en la puerta de la casa. No puedo contener la carcajada. Pobrecito mío, qué de veces tuve que aguarle “la fiesta”.

El caso es que eran episodios muy sinceros. No me los inventaba por conseguir esto o aquello. Pasaba verdaderos dolor y miedo.

Jamás la llegada del sueño ha resultado un acto fácil para este organismo. Ni cuando disponía de todos los años de vida por delante. Con meses me recuerdo gateando por la cama de mis padres una tarde cualquiera, hora de la siesta, mi madre intentando descansar un poco ya que yo apenas la dejaba dormir por la noche, llegar hasta su rostro que visualizo claramente con los ojos cerrados y, con mi manita, y mis dedos, abrirle los párpados. Porque no me gustaba verla con los ojos cerrados.
Abrírselos y ver el verde de sus pupilas aunque se quejara. El caso es que ya podía yo oírla VIVA.
Abrir los ojos de mi madre.
Abrir los ojos de los demás.
Puro miedo al contemplarlos cerrados.
No, no tienen que ver mis terrores nocturnos con el acto de mi primera audición verbal, la palabra terremoto. NO. Tiene que ver con el hecho de la no audición de la voz de los demás y la no visión de sus pupilas.

Ahora dudo de la afirmación (o la negación) con la que comencé este escrito. ¿No soy poeta o quizás niego ser poeta por puro miedo? ¿O soy poeta por puro miedo o por miedosa soy poeta, o mejor dicho, escribo poesía para decir lo que necesito decir, o hacer lo que siento es mi deber hacer y resulta que entonces no soy poeta sino simplemente una persona con miedo que ha encontrado en la escritura de la poesía el camino, ya que amante del arte y de la lectura sí sé que soy, para decir a la vez que me velo ante el mundo a través de la metáfora? Intento abrir los ojos de los demás por puro miedo que siento al verlos cerrados y al no oírlos decir, y entonces me abalanzo sobre sus cabezas  hasta que con mis manitas, ya algo arrugadas, pero aún manitas por tamaño, creo que abro los ojos con mis poemas, o con mis fotos, o los provoco a hablar, a decir, a pensar, a vivir... Para poder oírlos y ver sus pupilas. Para poder sentir que están vivos.

Que no estoy sola en este mundo. Que no se "me" han muerto todos.

Miedo a la soledad… ¡Pero si resulta que estoy cansada de oír cómo todos los poetas necesitan hasta con ansia la soledad y hasta yo misma también la deseo en mil ocasiones y desde siempre he buscado ese aislamiento para poder leer o escribir, y hasta para poder vivir! Miedo a la soledad, miedo al mundo, miedo a verlo dormido, dolor y pena al imaginarlo/verlo muerto… Miedo y dolor. Miedo y pena ante el hecho de sentirme sola. De verme sola.
¿Es esa la causa de que yo me haya decidido a meterme de lleno en la escritura de la poesía?
¿Se es por eso poeta?
No me considero con oficio de nada. El hecho de poseer un oficio implica el desarrollo de una estrategia con el fin de obtener equis producto deseado o pensado. Y yo no escribo con estrategia.
Aunque sí estoy segura de que soy una persona con mucho miedo. Miedo y pena completamente sinceros, cuando soy una persona risueña y alegre.
Persona risueña y alegre con mucho miedo y pena.
Eso es lo que soy. No lo de “poeta”.

¿O será que el instinto contra el miedo, esa emoción la más básica y primitiva del hombre y su respectivo mecanismo de defensa constituyen los resortes para el oficio de poeta? ¿A qué hablar entonces de la valentía del poeta? O, ¿acaso valentía no significa enfrentarse al miedo hasta poder hacer desaparecer, o al menos creerlo así, su causa?

Escribir poesía es dudar. (Pero el poema Es Por certeza de sí mismo.)

domingo, 16 de diciembre de 2012

De qué habláis

No hay forma.
No hay modo.
No hay nodo.
No hay nada.
¿Qué puñetas hago con un poemario que lleva dentro suya tantas fotografías como poemas?
Me canso de explicar. Me cansé de explicar. Ya ni lo intento. No entiendo por qué hay que explicar tanto. ¿Tan difícil es percibir, ni siquiera leer, que todos los comienzos de poema empiezan a un tercio de la página por imposición del diseño editorial? ¿Por qué me pasa esto?
¿Por qué resulto ininteligible para el resto de mis semejantes?
La desesperación.
La pura pereza
por agotamiento.
Menos mal que suena el himno de la antigua URSS, hoy el de Rusia, con otra letra que ni entiendo ni deseo entender, me da igual a quien represente ( o no). Su música, su música, su voz como instrumento musical.

De qué habláis.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La nieta del samurai

La nieta del samurai

“Dios que buen vasallo
si oviesse buen señore”
(Cantar del Mío Çid)

Hoy tengo constancia documental de que soy nieta de militante del PSOE y sindicalista de la UGT, portavoz del partido desde la llegada de la república en 1931 y posteriormente concejal por el Frente popular en un ayuntamiento sevillano. Leyendo esas actas, he entendido muchas cosas buenas de mi carácter, heredadas de él, sin duda, sin duda alguna; pero se me han quitado las ganas de escribir. Ni siquiera para rendir honores a mi abuelo materno me quedan. Se lo cargaron como a tantos otros. Es lo menos destacable. Hubo muchos. Un millón de muertos sólo durante la contienda.
Pero no he soportado saber que fue torturado.
La muerte no me da miedo, ni el dolor, pero sí la muerte en vida. Horrores le temo. Infinito. Sólo desde ahí entiendo que haya seres humanos que pueden torturar a otros. Hacer daño a sangre fría. Zombies, sólo zombies. Cuerpos sin cerebro ni células espejo.
Ahora sé por qué se volvió loco según siempre he oído contar (esa fue la notación oficial en su partida de defunción: enajenación mental) y se suicidó, interpretación de la niña de cinco años que era mi madre por aquel entonces (1940).
Pero se me han quitado las ganas de escribir, de todo… de todo.

He arremetido en mi interior contra el PSOE: ya no le debo nada, ya no lo seguiré votando nunca más, ya os di la vida de mi abuelo. Y a cambio seguís sin entender que nos habéis dejado huérfanos. Como a mi madre la dejaron los otros.

A mi madre siempre le ha dado miedo el agua, nunca buena nadadora. Si se alejaba del borde más de un metro, se hundía. Literalmente. Yo siempre he sido buena nadadora. Ella buscaba a su padre en el agua de la taza del retrete, porque había oído que ese agua llegaba al río, que fue donde lo encontraron con una herida (sic, no se especifica más) en la cabeza, muerto, en La Barqueta. Natural que esa niña le cogiera miedo al agua. Natural. Se había llevado a su padre el agua... El agua.

A mí nunca me lo ha provocado, el miedo el agua, a pesar de que en un par de ocasiones estuve a punto de ahogarme. De una me salvó mi otro abuelo, Salvador se llamaba, providencial nombre para mí. Con dos o tres años se me ocurrió intentar llenar un cubito de juguete con el caño de agua que caía sobre una piscina o alberca. Me recuerdo, el cubo azul con el asa verde, recuerdo el brillo del sol en el caño de agua, en el agua borboteante y transparente. Su fuerza y el peso del cubo al llenarse pudieron con el cuerpo aún muy pequeño. Cuando miraron yo estaba bocabajo flotando. Él me rescató. Después fue mi primo en el mar, por la melena.
La melena. De un tirón. Y las burbujas y la placidez del dibujo en HDR de la corriente del agua en la ola.
No, nunca me ha dado miedo el agua.
Pero la crueldad humana sí me puede.
Algunos posmodernos llaman a la crueldad “hijoputez”. Y yo les digo: NO. No, hijaputa yo. Es lo que quiero ser. Eso quiero ser de mayor, una gran hija de puta a partir de mis cincuenta.

Esta es la amarga constancia de que el mal y la injusticia sólo generan odio. Y el odio sólo trae nuevo mal. El círculo nunca se rompe.
A menos que nos esforcemos.
MUCHO.

Que nadie vuelva a decirme nunca más que no son tiempos para poetizar ni hablar sobre el amor.
Porque lo mataré, lo mataré con mis propias armas.
Me recogeré la melena.

(Dato documental extra también aportado hoy a estas manos: tengo un HLA-B39 en mi sangre proveniente de mi abuelo Miguel Giráldez Barrera, carpintero de Morón de la frontera, concejal de hacienda y gremios de su ayuntamiento. En el acta del 25 de Julio de 1936 ya no aparece su firma. Tengo ascendencia japonesa.)

martes, 11 de diciembre de 2012

En HDI

La conciencia es la que precipita el conflicto del hombre con la esencia, pero también lo que únicamente puede reconciliarlo con ella, con ella y con el mundo.
La conciencia es la primera célula espejo que le nace al hombre, la que le hace poder reflejarse, tomar medida de sí mismo. Fue entonces, al poder medirse, cuando se abrió el abismo bajo sus pies. Pudo contemplarse a sí y, por tanto, contemplar a la esencia desde lejos.

El acto nombró el suceso, un suceso para volverse loco. De hecho el ser humano se volvió loco. Su única salida: el miedo. El miedo anidó dentro de él (¿quién-qué no sentiría miedo ante la presencia de un abismo bajo sus pies?). Sin embargo, su mente sabe que tiene que seguir caminando. Es así como ella misma, el mismo hombre, comienza a construir la costra dura de la nomenclatura ante sus pies, cada paso que da, cada pie que echa hacia delante, una porción de camino de cemento y piedras que aparece, y así en perfecta hélice de progresión geométrica por los tiempos de los tiempos.

Los primeros lo tenía más fácil, iban construyendo la primera capa, la esencia les quedaba más cercana, con un simple pensamiento acorde con la naturaleza, la esencia se les transparentaba. Mientras más alejados de “aquel tiempo” más difícil recordarla, el camino está echado, capa sobre capa, seguimos andando sobre él, es el tiempo que es nuestro compañero. Los huecos para poder observarla nos quedan en los pensamientos, las ideas, el grafos de los anteriores a nosotros, los clásicos de cualquier índole. Ahí en ellos se contempla la esencia, se vuelve a contemplar, el hombre puede seguir mirándola, no perderse de ella a la vez que seguir caminando por “su” tiempo presente.

El trabajo de los hombres de ciencia, pensadores, filósofos es el de convertir la costra (que ellos mismos echan) en transparente; es el lenguaje discursivo mediante el cual transmiten lo conocido o reflexionado para derramarlo sobre la costra y hacer al otro hombre recordador de aquella esencia o el uno del que provenimos. El de los artistas y poetas, crear los pozos artesianos, en lenguaje cursivo, o cursal (me gusta más esta), es decir, siguiendo el curso de esa esencialidad taladrando la costra, cada uno o cada sección de lo que somos ayudando al hombre a recordar verticalmente, de donde proviene y lo que es.

Después de la primera célula espejo, fueron naciendo las siguientes, claro. Esas que nos devuelven la mirada sobre el otro, esas que nos devuelven la mirada sobre lo que nos rodea, sobre la naturaleza, sobre todo a lo que ponemos nombre. Esas que nos permiten obtener conciencia de que hay algo más que la costra y nosotros y nuestra necesidad de nombrar.

La observación y la vivencia de la naturaleza ayuda a hacer recordar al hombre la esencia, porque a ella, al no poseer conciencia de sí misma, le falta esa célula espejo que nuestra mente desarrolló, se parece a lo que el hombre fue antes que hombre consciente de sí. Pero sólo ayuda a recordar, no es la esencia misma, pues nosotros, incluida esa célula espejo, e incluida la posterior necesidad de construir la costra dura de la nomenclatura, también somos naturaleza. La esencia nos subyace a todos, a la naturaleza y al hombre con su costra dura de la nomenclatura a cuestas o bajo sus pies. La naturaleza es la amiga que puede ayudarnos. De hecho auxilia al poeta y al pensador en su reflexión. Pero si no hay agujeros y transparencia desarrolladas por el arte y el pensamiento, no hay de facto visión total de la esencia. Visión en HDI si se quiere.




martes, 4 de diciembre de 2012

El renacer

Llego y desembarco y, aunque estéis, no dependo de vosotros. La playa es también mía, soy más libre que vosotros, más sabia, porque he conocido. NO importa que me reconozcáis, me sobráis. Ni os detesto. No conformáis peligro ni alegría. Nada.
Soy yo
y los cabezos amarillos
y el niño que va conmigo.

vuelvo a la nostalgia
de una duda que mantuve
orillada entre tu desembocadura
y la mía porque, un arroyuelo,
¿no supone el acaso
de dos manantiales
que se unen?,
el del agua y el de la tierra.

¿Qué significa amar
sino morir lentamente
cuando se ama lentamente?

Recojo LPDA, que puso el lacre a mi espalda cerrando la costura desde tiempo inmemorial abierta, y cada poema se deposita en un gesto actual, de hoy, dos años y pico después.
A veces odio la poesía.
Pero es ella.
Y debo confiar.
Por más que me duela.
¿Quién quiere morir por amor?
¿Quién muere por amor?
Por amor ni la rosa se avejenta.

Lo he dicho varias veces. No me gusta publicar poemarios, libros. No me gusta. No me encandila. No me aporta nada (alguna alegría como la de mi madre, o como la de aquel querido amigo…). Siempre he odiado el plus de recuerdo que conlleva la escritura, incluida la fotográfica. No me gusta retomar a no ser que de mí salga. Poemarios escritos años ha o tal vez sólo algún mes terminados de revisar, ahora de nuevo en las manos adquiriendo semblante que sólo me trae tristeza. No me recuerda. Sólo es acritud de su descolocación en el presente. Ellos se ingieren a sí mismos y el tiempo les da su medida, pero ella no es la mía. Yo vivo con la luz, y la luz es el continuo, el “continuum”… lo único que me interesa seguir haciendo, continuar haciendo.
Que publiquen los otros.
Yo sólo quiero hacer.
Yo sólo soy feliz haciendo, encontrándome y encontrándote, todo lo demás no tiene que ver conmigo. Es ajeno. Es de ellos. Mis poemarios son ya de ellos. No deseo formar parte de la estructura. No formo parte más que de mí misma y la esencia que me (NOS) da de comer.
Me alieno, nací así.
Soy feliz así.

Sofía Serra (El desembarco, Los cabezos amarillos)

lunes, 26 de noviembre de 2012

Canto derramado

Canto derramado

Haré y reharé,
reconstruiré sobre la señal del olvido.
Habitaré colinas pobladas
de encinas y cañaverales.
Se desoja el horizonte queriendo
mostrarnos su rostro,
ya su espacio reflejado
doy y doblo sobre sí y mí,
vuelvo y hablo abierta y muda
sembrando el suelo con anémonas
o flores celestes.
Blanca la sombra golpea el aire
con potencias de fuego lento,
cocinilla al baño maría
de caminar pausado y batiente,
fresco arroyo,
manantial salubre de sonoras fotografías
que la propia rosa autoinmola.

Así, casi sin sol ni pausa,
habito, clamo y hago.

¿Y para esto tanto derramarse?
¿Y para esto trocear tanto desmayo?
¿Y para esto este espino hoyado tanto,
tanta cima de cubiertas tempestades?
Una blanca flor de montaña arranco,
sola flor entre tanta desmedida,
entre tanto desvarío de rocas
muertes y helados nortes.
Tanto sol desperdiciado.
… Tanto sol,
tanto sol para nada.

Ya no sé de qué se poblará este invierno,
¿se pueblan de algo esos mudos cuentos?
En esta hora de la buena muerte,
¿qué más importa sino morir?
Esos inviernos que aboqué con mi garganta
dibujarán siluetas sobre el vaho nocturno
que mi pecho expele ciñéndose al vacío
de esta nula, nula coyuntura.

Los maseteros me oprimen,
circunvalan este obsceno
recapitular en versículos:
¿qué será del sol si la noche se extingue?
Soy tan de la tierra que me urge trasplantarte,
izarte a la penumbra estratosférica
a salvo del celeste,
que te derrames en el afán
de la desorilla y en el negro flameante.

La nada por barrer y yo aquí sentada…
pensándote,
haciéndote un solaz,
haciéndote paz
y volumen o velamen
de este cerebro desprendido:
breves ángeles posados
y tildados con segundos
sobre la piel arrugada de mis manos.
Tus palmas tersas…

Soplo sobre ellas sonriendo cometas
que encienden las cansadas pupilas:
Tornan al espacio esos parasoles.
y ya duermo en las esquinas
de este universo que sabemos redondo.
Aunque todos nos empeñemos en cuadrarlo.

Canto solaz de pleno puente.

(Sofía Serra, de Los parasoles de Afrodita)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Los cotiledones



Los cotiledones

Fuente y albedrío libre de junto a mí:
ya sobrenada tu agua bañándome
desde mis manos que sobre ti han sudado.
Suerte-sal y urbano renombre del monte
sobre el monte de Venus,
o sobre la colina del loco,
hacia estas orillas vivas del estuario
que se abre a la barra
del río que me hace y renace.

Ay, Amor, cómo destilan néctar
las flores de estas jacarandas
altas, altas como los rascacielos.

Desde estos valles de verde amapola,
yo respiro exaltada sobre mi cadera unida
a tu alma cerrada de vértigo
a los dólmenes que sostienes
con las puntas de tus dedos,
a los adoquines mojados,
al pilar-soledad de tus retozos
sobre las vendas de seda de la droga
blanda de las carnes acicaladas
de las diosas que no son griegas.
Solapando temblores,
apisonando tu bomba-corazón
bajo las otras humanidades,
las otras voces,
las vampiras de la celeste sangre:
Y todos abastecidos
sin saber que el agua
que bebemos no proviene más
que de un mismo pozo
que no tiene nombre.
Mar eterno, mar sin orillas, mar subterráneo
bajo la costra dura de la nomenclatura.

Ya se yergue salvaje y sañuda
el ave de la suerte. ¿Suerte?
Suerte nuestra de Ser de Hombres.
Sino lleva destino sin nombre
de vida y marea, la vena
que nos atraviesa de parte
a parte y también duele.
Ay, salvaje clámide que te espera,
velo translúcido a horcajadas de tu cintura,
tanagra abrigada, ¿a qué esperas para desembarazarte
del telúrico manto de lino que te ampara?
Luce como la Venus de Milo, aun sin brazos,
luce cual estatua blanca de alma,
predispuesta a tornarte
en manca y grande esposa viva
del hombre y su tierra y su agua clara
del pozo desde el que ya naciste.
¿Libertad manca?... Libertad plena.

Cerrada la puerta de amapola
viva, no olvido que tras el paso de la corriente
quedan germinales nuevas semillas,
tartáricas visiones de quien anduvo soñando muerto
que duerme sobre la cama de su osamenta
clavada al suelo de sus necesidades,
mis anhelos.

Canto al poeta en paro,
canto al de roja sangre,
al derrotado en la tierra
ante los ojos torturados del semejante.
Canto a la vida fecunda que adquiere nombre de vida
más allá de tus manos o los cotiledones de mayo,
canto serio sin sonrisa de risa: nunca ríes, poeta de ti.
Come alegría, come vida, cómeme.
Cultiva mis lágrimas, lava mi ropa, revuélcame en tu cama.
Acoge en ti algo más que el título bajo el que te escudas.

El poeta quiere estar sólo, ¿qué le pasará al poeta?
¿El signo por sus alas o el saco desgaje
de su vientre descuartizado?
¿Qué le sucede al poeta que ni sabe ni contesta?
El poeta tiene que estar solo, ¿cómo puede vivir el poeta?

Poeta a más contra el viento,
poeta a más contra la suerte que surte
poetas de más y más voz contra la mansedumbre
y las vieiras de peregrino hacia el lugar que ya sabemos.
Que no es dios.
Solo, libre y pendenciero contra su alma,
el poeta nace más allá de la entrepierna madre,
en las almenas que amilanan
la sombra de las nubes bajo el cielo, bajo tu cielo,
hunde tus hombros en el poder de la mies,
llora naciendo, que así cantaremos
con tu llanto los que nos pudrimos,
los que morimos, los que abaratamos este silencio
con míseros cantos de gozo travestido.

Ya ves cómo abro esta risa a caudales de dos manos llenas
de aire va, agua viene, tierra fértil, fuego mío,
sentencia a sangre de poeta abrasada en viento,
no más que ente divergente ya sin voz, aún sin flores y sin llanto:
no más que dos cotiledones abiertos al sol de mayo.

(Sofía Serra. De Los parasoles de Afrodita)

domingo, 11 de noviembre de 2012

Aria de Afrodita

Aria de Afrodita

No hay nada que hacer
y queda todo.
La paloma necesita cielo y nido,
la paloma necesita nolo y vuelo.
Vuelan mareas y perdices
por el suelo más
tu sostenerlo con las cuatro
manos que no posees.
¿Acaso das más sol
si las escondes bajo las axilas?
Tendré que permitir
palabras olas,
que salgan solas
por la boca de la exclusa.
Qué bien suenan rascadas
en el papel, que ya se muere,
¡a dios gracias, ya se muere!
Ni el combatiente herido se levanta,
ya todo muere en el sí,
quieto, yerto, frío
y difunto sí nevado
en la nariz del soldado
muerto boca arriba:
casco roto, cerveza sangre,
joya viva ya
sin sé yo
o soy tú.

Lo no.
Lo NO tal vez
sea, tal fue,
completo equipo de campaña
para perdernos en este campo
limpio que ¡qué bien se surca!...
Ya las cruces de mayo
levantan su bandera
y anuncian flores
sobre las tumbas
del niño sol y la diosa milagro:
Transitaré por mí hasta encontrarte,
porque yo, ya, me retuerzo
como perra acorralada
y rabiosa —con los ojos
inyectados en sangre—
por tanto dolor,
tanta proclama sobre el orbe,
tanto inútil comunicando,
tanta artillería en batallas totales,
tanto somos, tanto no vales,
vuelo yo tanto tú,
tacto tú para la muerte,
el noli me tángere
cuando la otra boca tañe.

Yo me quedo con tu vestido,
los harapos que me descubren
en blanco como la yerba nace
sin medida, sin conquista ni previaturas.
Yo te amo a todas luces
en tu tierra abierta sembrando
a destajo en tu cuerpo
margaritas comprometidas
con tu perfil de guerra
encendida contra ti, las miserias
y esos fueros que fueron de otros.
Estos versos son mis manos
y tus miembros. No te hechizaré.
Ellos saborearán la sal
de este verbo que me arma.

Sólo tú deseo
para estos caminos transitados
bajo la secuoya, el vértigo y la espina,
sólo sostener tu aliento con mi boca
para que no te derritas como hielo.
Para que quedes (que mi dulce sal
te embargue, te embarque
en el lirio a todas horas)
en este abril, en este amor de más,
en este sol tan repetido
como cada ola, cada regusto de ti,
cada saliva tragada por mor
de tu pureza, tu necedad,
mi elocuencia por amor a ti,
Amor, que me haces en todo tiempo.

Amor suelto que destilas
flores inflamadas
de savia a cada llanto,
y a justas, y a voces,
y a verdes que te arrullan
como yo te profano,
te entierro bajo las yemas de mis dedos,
te utilizo y te prendo
en mi labio, en mi muslo,
en mi cuello déjame construirte
desde mi pecho, mi nalga, mi asiento
eres, déjame ser suelta de ti,
bando de alas alzando el vuelo
sobre tu ombligo y tu sien,
que yo, amor soy,
Amor, amor tuyo,
amor desde ti y desde yo,
que paseé sobre la espuma,
que viví en tu contenido
cumpliendo mar, amando verbos,
amando escalas, amando tuyos…
Yo, que recién nacida a la guerra de ser.
Yo, que jamás te presenté batalla.
Yo, que viví para engrandecerte,
para colmar vacíos de otras llagas,
para que desde ti te amaran
y soberbia llaga que ya
me abandonas, llaga que ya
me luce en esta alma bóveda,
ya te transparentas cristalina,
solícito niño sol, qué me requieres, Tú,
¿cómo voy a explicarte sobre la muerte
si eres todo vida,
vida, mi vida, vida,
mi suerte blanca o negra,
pecho abierto no querías?
Patio extendido y el comunicando,
temblores de vivo manjar
sobre las piedras, eso soy:
amor, puro amor lleno
derramándose
de ti.

Ay, si las parcas y estepas te hubieran conocido...
Ay, ay, ay...
Ay, Amor de mí, qué distinta sería la tierra ahora.
Ay, Amor, ¡ay!, renace cuando yo muera,
que yo ya te conozco, Amor,
que yo tu brava soldado soy...

Ay, si nieve... pues que venga.

En mi querer sin acierto me pierdo,
en mi querer con-verso me encuentro
otra vez muerte como muerte sola.
A trancas y barrancas ni una, ni una doy.
 ¿O será que las doy todas?


(Sofía Serra. De Los parasoles de Afrodita)

(Aquí intento cerrar este blog por un tiempo. Lo contemplado, percibido, conocido —y vivido— con respecto al mundo socio-poético se me hace indigerible ya... Una vez más, pero espero que esta sea la definitiva. Que no quiera yo  contemplar más la porquería. Que no pueda más. Que no quiero poder más. Es que soy muy rara, que soy muy rara, que soy muy rara.)

martes, 30 de octubre de 2012

Un verso de Los parasoles de Afrodita

¿Queda alguien puro en este mundo?

(o sea, libre, limpio... SUYO: ingenuo (ver DRAE))

Bailando con-suelo

Y este pecho mío,
este giro venido a mayor vuelo,
este cubrecama,
esta solana vuelta,
este canto afinado en el diapasón
de los aullidos de los lobos:
esa luz licuada bajo la sonrisa blanca.
Yo no te buscaba, Amor. Busca cielo
y busca barco el agua:
Y el barco viró girando sobre sí
compartiendo sino
con el tren que vino y fue.
Yo no te buscaba, el torbellino
arrima sello al destino
y desvela el nombre de muerte
en la fotografía quemada
del tiempo sin consuelo.
Has llegado lentamente,
pero has dado la vuelta a la vida.
… Si ya ves que no te vi venir,
despacio, en pausa mis ojos
o tal vez cierta ausencia
de sagaz aplomo para estas cosas,
céfiros que los llaman, y yo,
verdades las he aullado siempre.
… Si es que no te vi llegar.
Sí que soplé templada,
desde el natural de mis pulmones
a la flor desnuda que abre
cosecha bajo el suelo.
Sí, vuelta a vuelta cintura asomada.
Sí, al pretil de la tuya.

Dicen que sólo puede explicarse del revés,
mas ya hace algunos siglos
que la jardinera regó collares,
y decenas de años que artesonó
el techo con sus iris muertos
abiertos a la bruma, a la niebla...
Y aquel sin consuelo llegó rodando
hasta sus pies como perla transparente.
Pero por el suelo, por el suelo avanzó girando.

Hasta los nudillos de pie con el puño en alto
la eterna lobezna se irguió y ahora pregunta:
¿Queda alguien puro en este mundo?

Nudillos, no tengo a nadie.
Nudillos, no quiero nada.
Nudillos, a todos doy:
Matriz longeva pare puños de alegría
ensartada nudillo a nudillo
en el collar de las perlas licuadas
que germinaron allá en la tumba.
Más este con suelo, este consuelo
que desdice ya mi palabra antigua.

Sofía Serra (De Los parasoles de Afrodita (2010))

lunes, 20 de agosto de 2012

Fotografía de la rosa

Fotografía de Una rosa




Cuando la médula, cuando el escalofrío,
cuando la placidez del sueño entreverado,
cuando sonrojo ante sol poniente, o temblor ,
cuando respiramos en el dorado ambivalente del trigo rubio,
cuando nuestra espina recorre los nervios del dolmen
y nos sienta en las cuatro esquinas…
Cuando recordamos.

Memorosa Afrodita

Cuando sabemos, cuando sabemos,
la rosa se fotografía: Derramarnos
sin conocer dónde nos vertemos.
Si todos abaratamos el amor,
¿qué valor tiene la pérdida?

Creo que nada busco.
Nada me gobierna salvo
ella y algún contrapunto.
Un acertado contrapunto en la partitura de mis pechos.
Bate a consciencia ahora
son ya dos las que baten
son. Baten
asas imantadas de caliente y negro hierro,
éxtasis fundido al suelo de la caverna.


El problema es que siempre se confunde al amor con los raíles derretidos del tren de vía estrecha, es decir, con la concurrencia, el sibaritismo, los modales o la misma goma-espuma. Terminamos, terminan, digo hoy, por proveer a los no dadores de unos silogismos extraños a sus intereses.
Allá ellos con su humana suerte de no saber amar.
Queden como circunscritos por el oprobio
del Amar-izaje en la A-libertad
o en la An-independencia, cuando,
arracimados, se duplican
en soberbios y exactamente armónicos
triángulos engarzados
pubis contra pubis
hasta que se cierra
la puerta a la bestia.
Las batidas en razzias siempre
fueron enemigas de la buena muerte.
Que se equivoquen, humildemente digo
que se equivoquen los que hablan.
Yo sólo canto:

Tren a dos vueltas de ancha vía
y nube grande de agua.
Tren que
me va y que
ya me viene
por la montanera
de esa silueta que
salta y salta
sobre las vías que
nunca caminan más que
cuando traban el breve
reborde de este empeine que
se dobla y se dobla
cuando el zapato calza
la nieve de rosas que
me desnuda en la helada que
me cubre y me enllaga en la tierra que
concede y consiente mi asomo de arena.
Ardo-rrosa arena.

Siempre permanecerá fresca la flor de la memoria
depositada sobre estos muslos abiertos
a plena y caliente alegría.
Cuando sabemos, cuando ya sabemos,
la rosa se fotografía.

Sofía Serra (Los parasoles de Afrodita)
 
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