martes, 3 de julio de 2012

La diáspora

La diáspora


Como cuando donde
Ya tú no eras.


Eo pusilánime te escribiré
El poema que nadie pueda traducir
Salvo tu lengua y la mía
Pusilánimes también
Absortas ellas
En aquel pasado de un río
Que permitió florecer
En la piedra cenotafios.
¿A quién se le ocurre
Sembrar el grano
Sobre el granito
Sino a los celos?
Tan injustas patrias para sus hijos,
Las madres, ya sabemos,
También lo son por
Mucho que cueste creerlo,
RE crearán la conjura
De luces pájaros en el aire
De la mañana olvidando
Que de gasa y azul
Borda la nube pinta
Los perales asomados
A tus ojos como pétalos de mariposas
Durmientes al calor del mediodía,
Sus flores a la luz de la madrugada,
Al sueño y la evaporación de un silencio
Hecho migas o grano para las aves
Blancas y el murciélago de la encina
Asaeteando el azul índigo del anochecer
Cuando tú vuelves a la escena
Bajo el emparrado.
Florecerán los lilos silvestres
Y la música de un violín
Asomada a la puerta de tu habitación
Escribirá tratado de luces
En el almíbar de la mañana.
Porque ya somos dioses
Puedo hablar como los poetas
Cursiles —y la truculenta diáspora
De la noche —. Se marchan, todos los invitados
Luminosos se marchan, caminan
En pos del sol de poniente olvidan
Los velos de seda,
Los segundos que los mantienen
como vivos.


Sofía Serra (De La exploradora)
 
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