Si quieres enfrentarte al mundo
lleva un homicida en tu bolsillo,
o una sobresaliente mirada
que desde tu nuca dé la vuelta
al ecuador y gire como las peonzas
liberando meapilas por las esquinas
de las calles. Tan vacías se quedaron
cuando saliste de tu portal
que ya se te olvidaron
las ganas en la bandeja de las llaves.
Y sólo quieres amor,
antes, aunque ya no hay nadie.
No sé cuando el sol se detendrá.
Ahora recuerdo que fui nada yo,
apenas mota posada en tu armadura.
Sonaron azules.
Mas tornaron al negro
las islas de vino y rosas.
Ya sí.
Instalada en la máquina del dolor,
los ojos se me abren.
Tú, aún, estás aprendiendo
a mirar.
Días negros en los que algunos
fuimos salvados por las campanas,
las tórtolas quedan
abrigando el seguro
silencio de la batida.
No quisieron ser más que unas pobres tórtolas
amarradas a tu figura gigantesca
de hombre sin sutura.
Tan enaltecedor tu doliente abrigo…
Estos días, enlutados días
de carne y hueso se me han posado
en los hombros como aves cantoras
sin miedo.
Negarán el porvenir bajo la manta oxidada,
algunos,
mas nadie me hará olvidar
estos días
devendrán
en vino de la Isla
que vengo con la rosa.
Sofía Serra (Correcciones de La dosis y la desmedida)
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