martes, 1 de marzo de 2011

Soliloquio del poeta (revisado)

Se trata de un poema que pertenece a "El paraíso imperdible", uno de los poemarios que tengo publicados en blogs. Siguiendo con el experimento que he ido haciendo con "Canto para esta era" lo he revisado y re-hecho acortando sus versos. Conocida es la permanente discusión sobre el valor o no del corte en el verso cuando la métrica y la medida son, digamos que sólo dependientes del libre albedrío ovarial en este caso, de la que escribe. Unas veces se usa como arma arrojadiza contra la supuesta calidad de la factura poética (por algunos falsos eruditos) y otras como referente de inutilidad (por los menos avezados).
Me decidí a reversionar los versos de "Canto para esta era" movida por la respuesta que me dieron en una editorial hace muy pocas semanas: tus versos son muy largos, Sofía, no nos caben en las maquetas que tenemos preparadas.
Sin comentarios respondí, pero sí con acto. La supuesta inadaptibilidad del ego narcisus del poeta es para mí otro tópico fruto del malentendido y la ignorancia.
También resulta recurrente el casi permanente desconocimiento sobre la alteridad que el hecho del impulso poético, voz poética, requiere y a la vez facilita. Hoy he recordado este término al leer un post de un querido amigo en facebook, que curiosamente y ahora que lo pienso,  fue quien prologó este pequeño poemario cuando lo subí al blog, Óleo Bogart. "Alteridad", del "alter" latino, del "alien" del mismo idioma, del ajeno, en definitiva, del otro. La alteridad como bien dice Óleo es la facultad de alternar, o sea, de ponerse en el lugar del otro, unas veces , y desde la perspectiva del íntimo yo, desembocando en el encuentro con el yo o no poético o poético, habilitando una especie de conversación interna en el propio ser humano que  es el autor del poema, posibilitando de esta forma  la trascendencia, en el sentido traspaso, tras pasar la barrera, el límite preciso que aparentemente separa a un individuo de otro logrando así la COMUNICACIÓN, devolviendo en definitiva  lo que la voz poética ha recibido para también poder construirse, la empatía que aunque en primera instancia provenga tal vez de la disponibilidad del yo resulta de cajón suponer que sin "otro" no sería posible.
De ahí parte también el consabido afán  por parte del individuo que se siente o se sabe o cree sentirse o saberse poeta o artista. Éste es el que me trae de cabeza siempre pues por cierta forma de ser que ni a mi peor enemigo deseo, lo convierto en deber: si canto porque tú existes, si fotografío porque hay algo que fotografiar, algo más que yo, ¿cómo no devolverlo? Éste es, no otro, el fundamento de mis reiteradas alusiones al concepto de fuente tanto en fotografía como en poemas.
Algún día debería poder quedar claro algo, sobre todo ahora que disponemos de este medio que facilita permanente contacto con el autor, que ya el autor no queda encerrado o elevado sobre el pedestal en el que, como siempre,  ciertos juegos por equivocaciones, por desencuentro con esta estructura de las etiquetas que entre todos hacemos posibles favorecieron allá por los albores de este concepto manido del artista o poeta como cierta especie de  semi-dios inaccesible, durante el siglo XIX, concepto hábilmente esgrimido por el corpus de "doctores" en economía y estructura, en definitiva, los que ostentan el poder de una forma u otra que son los que hacen posible, junto con la aquiescencia que implica la ignorancia, esta estructura, o costra dura de la nomenclatura,  sobre la que caminamos y que es la que a todos nos trae de cabeza por los siglos de los siglos, sin amén. Algún día debería poder quedar claro que una cosa es el autor y otra su obra.
Fue lo primero que aprendí allá por mi juventud cuando me inicié en el estudio de la historia del Arte. No recuerdo que viniera escrito en ningún libro ni pronunciado expresamente por ningún profesor. Pero es que hay cosas a las que se llega tan sólo por la facultad que distingue al cerebro humano del de los animales, esto es, la capacidad para abstraer.
Dejo el poema versionado, y aquí el enlace a la otra versión:

http://elparaisoimperdible.blogspot.com/2010/05/soliloquio-del-poeta.html


Soliloquio del Poeta

Contemplar el mundo desde sin ti.
Solventar la aritmética que me construye
traspasar el umbral de la propia osadía.
Construir el subterfugio que te justifique, oh, mundo,
hasta quebrar la supuesta agonía del no Hombre.
Justificar, sobre el orbe líquido,
la presencia de este sólido compuesto.
Disfrutar de la propia aventura del ser sobre la nada,
como alba sin pausa,
sin tiempo extendido sobre las copas de los árboles,
sin luz sobre la vertical de las fachadas que se desvelan.
Contribuir, sin el desasosiego de tu misma causa, al devenir transparentado.
Resolver, como en el despertar,
la pesadilla que mantea con negras y onerosas alas
sobre el bendito sueño del descanso oportuno.
Cimentar, para que no decaiga, este haz de luz,
esta suprema carga
que a los otros revela
y a mí me vuelve ciega.

...¡Ya está bien!

Mientras no despierten,
qué sentido otorgar al canto del mirlo,
al balido de la oveja,
al ultrasónico retumbar de las rocas bajo la vida.
¿Cómo cantar cuando todos duermen?

¿A qué oídos navegarán los verbos henchidos de contenido cuando la negrura de la noche enturbie el límpido cristal de los astros iluminados por otros astros más bellos y aún más brillantes?/
O… ¿y si es que soy yo la que duerme?
Ya se conoce una,
ya se amortiguan los vacíos resueltos por la presión de los dedos
sobre este cuerpo,
tan presto siempre a nacer, renacer, sobre el descanso obligado.
Ya la quietud alegre sé que vuelve,
ya sé que sólo el dormir, dicen, te rehace:
Voz quebrada, voz rota, voz ausente…

¡Ya sé!

La depositaré en las otras bocas,
cumpliremos así con el sutil sortilegio
del italiano escondido que nos acecha
como sabio durmiente, como nuestra conciencia.
Traspasaremos nuestros ventanales haciendo añicos el velo cristalino,
volaremos sobre el paisaje ruidoso y cuadriculado,
y, de nuevo así,
sortearemos el inane afán que nos pervierte,
el ensimismamiento continuo
sobre la abeja, la flor y la agonía.

Arenga, perversa armonía de la suerte.
¡Arenga, que tu vida es corta!
Ilumina, faz derretida del sol bajo las adelfas.
¡Llueve!, gentil encina trotamundos,
culmina tu tarea de taladradora de la tierra dura
y navega ya por los mares inciertos de la belleza ajena,
diana precisa de la poesía como arma del poeta.

¡Ah, este gran escaparate que entre todos hacemos posible!
¡Ay, este ataúd lleno de cosas vivas!
¡Ay, qué candidez del alma humana
 que para conquistar territorios se disfraza de ser humano consabido,
 nulo navegante por el mar de las presencias!…
¡Ah, qué injustificada sodomía,
qué incruenta y sangrienta batalla
entre las cosas dichas y las cosas quietas,
entre la justicia y la delicada parsimonia de los silentes!
…¡Qué arrobada locura!
¡Ay, Shakespeare, si levantaras la cabeza!

Sofía Serra, Mayo 2008

1 comentario:

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