lunes, 30 de julio de 2012

Para qué una respuesta

Para qué una respuesta


como un barrunto de luz
se oscurecen también paupérrimas
las hojas de acanto
y las columnas forjadas bajo ellas
nada queda por decir en las lápidas
algunos hombres buenos
tallaron sobre las paredes de cal viva
la mortaja de los inocentes.
me oscurece el socavón en la aldea
y la tierra apisonada por los hombres
para olvidar la lombriz
que pasea a sus pies.
Si hubiéramos tejido la niebla,
seríamos más felices.


La palabra de la no palabra, esa es la esencia de la poesía. Lo que persigue a todo poeta cuando coge papel y lápiz o lo que al menos a mí me impulsa a escribir o me ha impulsado hasta ahora, transmitir lo inefable, lo que es un contrasentido en sí mismo. Esa es la paradoja de la poesía verbal y concretamente, su paradoja a estas alturas de la historia de la expresión verbal poética y escrita (si digo “historia”, debería eliminar lo de “escrita”).
Abrir la boca y lograr el balbuceo es casi el fin último de todo poeta, fin como finalidad.
Ahora bien, los caminos, el camino devendrá en una serie de frutos, los poemas, que llegarán al otro, trasmitirán evocaciones y evocarán, volvemos a lo mismo, dirán sin decir, algo similar a la palabra de la no palabra.
Rompe la poesía, se abre el brocal, mana el pozo justo en ese instante/lugar cerebral en el que la mente humana percibe la inutilidad de un código creado por ella misma para hacer transmisible desde un interior desde sí hacia un exterior. Ese es el arranque poético, ese es el principio de toda poesía.
La poesía es la paralización del sistema neuronal ante el hecho de la palabra en sí, el barrunto de luz se encuentra ya en su lugar en cuanto este mismo queda oculto, y justo en esta paradoja, nace la palabra poética.


para qué una pregunta
si el alba determina todo
lo extinguible, para qué dios,
o tú, tallaron las rosas
vivas mientras yo dormía,
para qué las rosas
me duermen en sus tallos
con el peligro de su muerte
que recorre los canales
de la savia aplastada
por el peso del cielo
y, esto, el purgatorio de mi respuesta.




creo que yo ya no creo
 en la poesía escrita.
sólo en lo no dicho.
estás, estoy.
ES.

(Sofía Serra, de La exploradora)
 
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