martes, 10 de julio de 2012

Filo-Sofía vs Poesía y Política (I, II y III)

Filo-Sofía vs Poesía y Política

I

Cuatro años mal contados con un blog dedicado a la Poesía en el 99% de sus entradas y resulta que las más leídas son, aparte de esas cuyos títulos remiten al morbo (Vampiros, Una animalada más , sexo humano, blog de crítica feroz, etc), las que hablan de política.
Tal vez si me hubiera dedicado a ella, tal como mi padre me sugería mil y un millón de veces, habría conseguido que en el respectivo blog, caso de que ese tipo de vida me hubiera permitido llevarlo adelante, las entradas más visitadas fueran las que incorporaban poemas. “Afíliate al PSOE”, me decía una y otra vez, cuando ya había elegido estudiar Historia en vez de Derecho como todo el mundo presuponía, yo incluida. “¡Que no, papá, que no me vendo!, ¡¡que yo no me vendo!!”. Conseguía sacarlo de sus casillas (tampoco habría que esforzarse demasiado, todo sea dicho). Lo que no llegaba a atisbar, ni yo tampoco, era que poéticamente también estaba diciendo una verdad como un templo. No es que no me vendiera, ¡es que no sabía hacerlo!, lo cual ha sido la nota dominante en el concierto, creo  que de tintes dodecafónicos, de mi vida. Sigo sin saberlo hacer, venderme, o sea, según términos del marketing, promocionarme.
La sensación de no estar nunca en el sitio adecuado, o en el lugar donde te sitúa la mirada del otro es una constante en mi vida. Yo no he ido a contracorriente, sólo a corriente de mi alma, de mi pensamiento y de mis sentimientos. Claro que al parecer son justo los contrarios a los convenientes para una mayoría que más se esfuerza cada día en dejar de pensar libremente. Perdón, quiero decir en intentar que el otro deje de hacerlo.

El contrapelo sólo duele al que lo padece. Por eso odio las caricias en el lomo. Me producen un repelús que asusta. Y urticaria insoportable. La de las ortigas son bálsamo comparadas con ella.

La poesía ha marcado mi vida, intentar hacerle hueco a la belleza y a la justicia, en la letra y en los actos, la poesía ha hecho mi vida, o yo he hecho la mía a través de ella, y la gente lee las cuatro migajas que tengo publicadas sobre política, unas escritas violentada por el miedo que la actitud de algunos colegas me han provocado por estos andurriales y otras escritas tan serena y objetivamente como mi formación como historiadora y la confianza en el buen entendimiento de otros colegas me capacita.
Me pregunto si no es hora ya de mandar a tomar viento todo mi decir poético, de limitarme a decir políticamente este por ejemplo: podéis iros a freír los espárragos. Dejadme cultivarlos en paz, me da igual si luego no sabéis coméroslos.

II

Gutierre de Cetina y el honor
O Gutierre de Cetina y el deshonor
De la "poesía".

La política haciendo razzia seca y cuerda sobre la obra de un poeta. Si Fernando de Herrera hubiera sido poeta (así ha pasado a la historia, pero yo me niego a contemplarlo como tal, es un erudito, es un crítico, es un estudioso y es un versificador), habría que meterlo en el saco de los genocidas como el más sanguinario de sus congéneres (¿hay alguno menos?). Esto es lo que sucede cuando el poeta sesga, pervierte la poesía.

Y en este sinvivir, en este camino sordo y lento, desastrosamente lento de la justicia, te apagaron todas las luces de tus candelabros. Canta el poeta la medida entre la luz y la poesía y llega el ronco bramido de la bestia para ahuyentar la música de lo verdadero.

Tenemos a Cetina por un lado, componiendo, argumentando vida y obra, entrelazando su tiempo con su alma y logrando dejar por escrito para admiración y conocimiento de generaciones futuras el verdadero latir del espíritu humano. Llega el crítico tras su muerte, el “poeta” y el crítico y le asesta el navajazo por la espalda a su corpus poético. A partir de entonces la obra de un poeta se olvida casi por completo.

Un poeta que compuso más de 200 sonetos pasa a la historia por un madrigal, un cortito y hasta ridículo poema, un madrigal que por muy bonito que digan que es, yo lo sigo viendo de una insulsez que me exaspera. Cetina era un erasmista. Una lectura detenida de la larga lista de sus sonetos transparenta el espíritu de ese hombre y su evolución hasta el desencanto. Con Fernando de Herrera entra el espíritu contrarreformista en la “poética” (¿política?) de las cosas (con la Iglesia y sus lacayos hemos topado), se confunde poesía con política, a sabiendas, teníamos un rey que “mucho” sabía por entonces de una y otra, de Arte, con los desnudos de las Venus ticianescas en su salita privada, y de “política”, abanderándose en la doctrina del concilio religioso trentino. Llega el rey que tanto sabía, y zas, el rebane, el navajazo, el cercene. En resumen, la injusticia sobre toda una obra y por tanto sobre toda una figura literaria.

El poeta que usa los recursos de la poesía para hacer política pervierte el sentido de la poesía, el poeta que usa su capacidad para subvertir añadiéndole un “pre-para” que rinde honores a lo que está situado justo enfrente de la poesía, o sea, la política. En vez de subvertir, pervierte. A sabiendas.

Al político que utiliza los recursos de la poesía en su trabajo, de hecho, hasta se le mete en la cárcel cuando los tribunales consiguen dar con él y juzgarlo. Pervierte pensando que ordena. Hasta cierto punto es más inocente que el poeta, porque lo hace sin tergiversar su oficio. Su oficio se limita a intentar ordenar la costra de la nomenclatura a su antojo: el dictador, el monarca absolutista, el imperator.
El oficio del Poeta es intentar hacerle hueco a la Belleza = Justicia, abrir camino a la esencia de las cosas, a lo verdadero, para que aflore en esta costra dura de la nomenclatura en forma de obra de Arte.
El Poeta puesto al servicio de la política no tiene perdón y su condena eterna debería ser la pérdida de todos sus dones.

La poesía es más poderosa que la política. Por eso los poetas debemos ser indulgentes con los políticos. Indulgentes. Estar por encima de ellos. Y no olvidar que la sociedad necesita un orden en esta costra dura de la nomenclatura. Porque el caos aquí sólo debe aparecer en forma de obra de Arte. Para eso existe el Arte. Si el caos llega sin forma artística a esta costra, se produce la hecatombe. Eso es lo que hay que enseñar.

Cuando todos sepamos hacer Arte llegará el gobierno universal.

Al César lo que es del César, a dios lo que es de dios, o God. Al menos hasta que ambos mueran (Nietzsche se adelantó, se precipitó, digamos que corrió demasiado por delante).

III

La culpa de todo la tiene Platón, por quitarle al Poeta el mando de la república, al que en un primer momento de su pensamiento se lo había dado, y pasárselo al “sabio”, al filósofo. La culpa de todo la tiene él por rectificar, por desdecirse; en resumen, por sabio. Las nomenclaturas, malditas nomenclaturas siempre. Un poeta siempre termina sabiendo. Comienza en la duda pre-poema y termina cuando el poema le hace saber. Lo mismo se trata tan sólo de un problema de traducciones.

Pero aquí estamos tirándonos los trastos a la cabeza todavía por defender una postura u otra, o peor aún, perdiendo el tiempo pensando en qué diferencia hay entre uno y otro, que no es lo mismo ser un poeta filósofo que un filósofo poeta, yo conmigo misma, perdiéndolo, en vez de dedicarme a mis labores.

El problema es que hoy en día la mayoría de los que se autonombran como poetas son filósofos. A ellos no me importaría concederle el gobierno de la república. Pero a otros no, a otros no. Su gusto por ignorar al ajeno a sí me hace temblar sólo de pensar en cómo llevarían a la práctica el “canto” una vez en el poder.

Y el otro gran problema es que la mayoría de los que salen elegidos como cargos políticos tiene más formación “poética” que política. Birlan, burlan, perdón, metaforizan y (tergi)versan.

Yo no soy poeta como bien puede leerse en el buzón del cuarto claro. Yo soy ama de casa, que no es más que el escalafón más básico del oficio de político, alguien que se dedica a velar por el buen convivir de todos, o a intentarlo. O sea, soy una política.

Pero no imagino cómo habría podido desempeñar mi trabajo si no es porque la poesía y la filosofía me han acompañado. Ni en sueños, vaya.

A lo mejor por esto no me gusta que se generalice sobre los políticos; es que yo lo soy, y repito, no sé cómo habría podido dedicarme a mis labores sin la presencia de la Poesía y la Filosofía. Ni en sueños, vaya, re-itero.



 
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