viernes, 14 de febrero de 2014

Paisaje para un sueño

Paisaje para un sueño

pocos hombres
en aquel tiempo de la rueda
y la desventaja.
Los que nadaron
atusaban la arena
mecida sobre las olas,
es la orilla, se transparenta
el agua bajo sus manos.
Ninguno hubo, apenas, que lograran
hacer brotar el romero, el tomillo,
que también crecía por aquellos parajes,
¡el cantueso!,
tan malva y lila como
los cabezos amarillos
cuando se hacía la noche.
la noche curva como los cabezos,
la noche guinda o fruta
o fruto rojo,
la noche nido de tanto
sueño
caliente
recogido
entre cuatro lonas azules
y mis brazos.
Ese merecido y seguro
abrigo que sólo el amor
procura. la noche,
la noche violeta
y después azul oscura,
la nana del mar,
el cansancio que reposa
extendido a la luz
sobre la frente
abierta.

Porque el mar nunca es de color negro
si el hombre no se alquitrana.
O lo ennegrecen.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La sonrisa del cangrejo

La sonrisa del cangrejo

se engullen abisales
cada paso dado cada paso,
cada paso más lejos, cada paso
un solo hacia atrás, hacia atrás

sentencias y gravámenes
en la cota del cuartel
de la senda que llega
a la playa a las rocas
y las horcas
de los cangrejos:
cada paso dado,
un menos cerca
boca aplastada,
una herida más llena.
cada pico cada paso de lado,
cada paso más lejos, un paso
de vuelta en este fallo
de guarda y estorbo
impasible de cuanto desea
la orilla y el cangrejo le quita,
le roba, la imita
cada paso dado
un menos cerca
a su lado, cada nieve desecha
un plomo de lado,
cada paso, cada paso, cada paso
uno hacia atrás la orilla
me ha echado encima
la tonelada de tierra
que me sujeta
en esta torpe entrevista
con las rocas y la arena mojada
que pegajosa e inútil
soporta el peso
de tanta mole engolada
giran los cabezos
su curva se asoman
al circo revuelto
de mi está-día

con mis pinzas y un inequívoco
gesto de curioso abandono
el cangrejo me sonríe
con sus patas aviesas,

nada podía decirme
nada podía decirme
nada podía decirme.

martes, 11 de febrero de 2014

El primer amor

Para los que presentimos no hay mayor dolor que el no saber. Mienten y yo misma miento cuando afirmo que el conocimiento conlleva el dolor. Es cierto que si se sabe o se llega a conocer, la verdad suele darnos un bofetón. Pero solo si hemos vivido engañados por nuestras mismas mentiras. La verdad solo tiene el color del bien y el conocer es el motor de su alimento. Solo hay una, pero no es escasa sino generosa. Sin embargo, es desdeñada por la mayoría. Pobre y sola verdad, tan sola, ay, tan sola... Cuando es el único consuelo, la paz de vida, el amor a nosotros mismos.  El primer amor. El más importante.

domingo, 9 de febrero de 2014

Pacífico

Pacífico

Semejante estampido de viento
hastiado de sí y hasta de mí.

Me gobierna sin clemencia
la última retirada de las olas.
El subsuelo caliente regurgita
los vapores húmedos y calientes
desde las entrañas de la tierra,
mi tierra, mi tierra, mi cable
a la deriva te cedo
la última marea fecundará
tu rostro de paz y alivio.

Las sonoras olas mesarán
tus ingles, la muerte del viento
abandonará toda linde
entre tú y yo entre tú
y yo crecerá el vergel
que el océano concede
cuando se recoge el armiño:
el valle, tan generoso,
brindará la copa
de la paz que no sé
si quiero beber si no sé
aún si está en tu frente
esa paz o la mía
o en la flor una
y roja.

viernes, 7 de febrero de 2014

Primitiva

Primitiva

Me queda poco sobre que pensar,
un solsticio de animosos cantores
se apiña en torno a las manos
rezadoras, orantes a salvo
de la nieve que golpea
desde el abeto solo
en algunos países del norte.
Serpentean
el cuervo y la herida.

nematodos, Némesis,
frenólogos y otras lindes.

efectivamente nos quedan cuatro días.
efusivamente andan inquietos
a ese lado del mundo
los expatriados como tú y yo
quedamos solos
ante el vecino
que no se movió, no se mutó
en zíngara salvaje y tierna
del zaguán de su puerta.
y me entrenaré en sonsacarte la herida
hasta que no quede más
que albas puntas de un doméstico
desaire de geometrías
apestantes, volutas de la radioesfera
que suministran tus cabildos gozos,
esos que la penumbra sostiene
sobre mi cabeza para no destocarte,
para que siempre acontezcas
aunque yo ya muera,
aunque tú ya mueras
o ambos muramos
ojo a ojo, diente a diente,
de rabo a cola en el otro descabello,
el de las pieles rojas
y verdes.

Descombatir el desvío hueco
y absoluto dejamen
de las cosas.
Denostar aunque no te rías,
perpetrar y subsumir,
contrincar.

En rojo y verde me siento
sobre la tierra, me hundo
en el barro y camino a cuatro
suelas o lados que vuelan alto.
No necesito padres para sostenerme,
me basta el duro suelo
de tu mente y el tierno vello
de tu brazo que enciende el sol,
tú, fuliginoso hombre cuadrado
con verde nuca transparente,
eres mi auténtico amor,
con todo los inconvenientes
de mi verdadero amor,
incluido el desgarro
de mi roja pulpa.

Los goces, para los civilizados.
 
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