miércoles, 3 de diciembre de 2014

Estrella de seis puntas

Estrella de seis puntas
(para un árbol de navidad)

Nos queremos más allá
de lo que somos
parte el alivio, la ternura
el consuelo, la naturaleza de estar
vivos más allá de lo que lo estemos,
la sapiencia del deseo
de no pertenecernos
porque ya nos poseemos
desde cada uno y su cuenta
atrás en este camino
de barro y piedra que es la vida
y su milagro, y nuestro milagro,
un amor esencial
que se reparte por sí mismo.
Un amor doble multiplicado
por nuestras dobles
extremidades, los cuatro
punto cardinales que oferenta
la rosa de los vientos
que no necesita veleta
que señale nuestro sino

ya tuyo y mío.
Somos dos más
para marcar

los rumbos de la ubérrima derrota:
una tierna estrella de seis puntas
con lo que de su cumbre nos proceda.

martes, 2 de diciembre de 2014

Suroeste En Huida

Suroeste En huida de mí, afortunadamente. Suroeste en un paso que lo acerca más a su razón de ser desde que lo concebí, como cualquier poemario que escriba. Suroeste más cercano a su mundo, el de los lectores.

Ayer mi corazón se dividía en dos, mi mente en cuatro: el júbilo por la noticia que recibí o la angustia por ciertos devenires domésticos. No sabía la sensible pero resistente víscera a qué atender. Aún así cumplió con su cometido. Sus neuronas (el corazón también las posee) se encaminaron a ejercer , así, divididas en dos columnas, el mando sobre las que conforman el cerebro. Ambas supieron organizar al ejército de trabajadoras, que en perfecta trabazón, lograron concluir el día manteniendo ambas emociones en su justo lugar. Las dos se dieron la mano por la noche y el cuerpo que la sustenta pudo descansar.

Tras una noche reparadora, la que tiene boca, que al parecer es esta emoción esperanzadora, no obstante observa cómo el nuevo día se despierta, despereza y levanta, puede hablar. Siempre la voz emerge de un agua clara, limpia, desprendida de las impurezas del cansancio.

Esta compañera vuestra llamada Sofía, a la que cualquier día de su vida le dio por contaminar el espacio que habitamos con la necesidad de hacer público todo aquello que de ella sale de una forma artística, puede así (contando con esos ejércitos de sus vísceras) comunicaros que en poco tiempo, principios del año 2015, saldrá a través de la editorial sevillana Ediciones En huida el poemario que de las mismas exactas vísceras nació escrito bajo el nombre de "Suroeste" durante el año 2012. De esos pocos que una consigue titular desde su primer verso.

Me resulta muy agradable poder comunicarlo, aunque las dos vísceras se hallan en este momento una exactamente en mi boca, y la otra tirando de ella, sujetándola para que no salga por esa abertura dentada y labiada de mi rostro.  Así que debe ser que neuronas también habitan  estos dedos. No me da miedo la responsabilidad. Sí, la escena. Afortunadamente el proceso ha sido tan agradable, amable y con tanto mimo elaborado que confío en que mis piernas no trastabillen ya esta vez cuando dé el paso para lanzar al aire a ese bonito, por ahora solo para mí, suroeste que me habita... O en el que habito.

Muchas gracias, amig@s.

lunes, 1 de diciembre de 2014

El juego de la esperanza

El juego de la esperanza

podemos derrocharnos en la luz
o saltarnos aritméticas, todo
menos soy una esclava de mí.

hay cartas sólo flores
con las que jugamos
cuando somos ellas,
siempre son nuestras
apostantes,
¿has visto cómo ríe
la rosaleda al besarla
tus ojos abriendo
la mañana?
en cada balcón del aire
depositamos seria
esperanza de no caer.

pero siempre caemos:

sépalo dormida
y blanda la sierpe en flor
y ronca de tanto
despertar soledades

todo remolcando,
y todo lima,
y todo muge,

todo embarca la llaga,
todo ablanda el estuario
siempre iluso
todo taladra
la cabecera de tus ojos
al centro de mi espalda
vaga transita por mis hombros,
préstamos del aire,
véngate dentro
y arrastra conjeturas
sobre el tapete verde.

Eso pasa, dios, ¡cuánto pasa!
Pero no la esperanza.


sábado, 29 de noviembre de 2014

El tren detenido bajo las palmeras

El tren detenido bajo las palmeras

el tren me recuerda una soledad
sin línea,
la alegría (sic) de los judíos
cuando los embarcaban
en los vagones de madera negra
y moho tan grande para tantos ayes
que los sueño durmiendo o haciendo
el amor
sobre la arena de una playa,
los niños jugando con la pelota de plástico,
que aún no se había inventado, sus madres
bebiendo limonada bajo
las gafas de sol y los coquetos sombreros
de paja y sus padres jugando al dominó bajo
la sombrilla de colores y bajo
las palmeras sus abuelos
con bañadores de flores bajo
las palmeras,
porque es una playa
del Caribe, claro
el sol
clara
el agua
claro
el cielo azul
y, claro,
el techo negro
se me hunde bajo
las palmeras, bajo
las palmeras los adormezco
desde los 13
años allí
se me quedaron parados,
y se supone que he cumplido
49
arrullándolos
para nada.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Noche iluminada

Noche iluminada

Así, sin imaginar la luz,
como un deseo batiente,
como abrigo en mí
tu amanecer de lobo joven
aullando alegre,
como la selva anudando el paso
de tantas vías que se extienden.

No cesa la noche de verter
lágrimas lloviendo el cielo.
Pero no las nubes grises, sino rosas,
no la tristeza roza el suelo
recio de adoquines. Sana
la lluvia haciendo
reír al aire como mi boca
se abre a la sonrisa blanca
de un día que aún no se conoce
ni a sí mismo.

Juegan las gotas a juntarse
para lamer la calle y las farolas
a divertirse vistiendo
de lamé dorado a las paredes.
Roto el silencio de la nube parda
canta el aire bajo el agua:
un infierno de alegría,
un cielo negro tan natural
como la vida misma asoma sus ojos
a mi alma también dorada,
llueve izando el día nuevo
con la escena satisfecha
de un sueño que canta
por bulerías mojadas
al compás de las palmas
de lo dicho y la dicha
presentida.
Con los barros y las piedras,
con el agua, con el aire,
con mis oídos
dibuja el cielo el suelo
que me ilumina y me hace,
si no más tuya, sí más blanda,
más fuerte y dura,
más brillante, más licuada
más alada con pies más bellos,
o sea, más de ti, más del cielo,
una especie de milagro
que solo acontece
al sonreír la noche
al sonreír a mi alma
que sonríe al futuro día
y la lluvia que él depare.




jueves, 27 de noviembre de 2014

El hombre ahora y yo

El hombre ahora y yo

y qué si tú,
y qué si yo.

ahora la playa cabecea desierta,
ahora la playa debe sentirse vencida
situándose entre mis hijos,
se agolpa paulatinamente,
paulinos somos nietos
engendrando efebos
de la antigua Grecia,
sus mesnadas sufrientes,
sus mujeres dadas,
las ptolemaicas abstracciones
pasean por ahora la playa
que hierve en salud de sal
ya tan vista, ya tan visto
y tan dado todo
como en el mostrador
de aquella tienda de ultramarinos.

la velocidad se torna puente
y aún no sé si rodarán
mis ámbitos con guardabarros
o sin ellos.
Esta playa, esta abierta playa,
esta hermosa y amplia labia
de mar valiente y sometida,
esta playa, esta supuesta playa
gimosa, lateral a la medida
de unas cuantas curvas
como el sol te doblega el perfil
cuando miras el horizonte flexible
con verbales respuestas
que se desarman, o se desaman,
en el entrecejo entrecomillado
de las altas luces.
Te regalo el mar para que duermas
en los brazos de la odalisca
siempre numantina ante la vejez,
tu vejez

sonreía con las ruinas de tu nombre
paseando por las mejillas.
Era tal la blandura.
Túnica y mente quisieron
beber de ellas algunas lágrimas,
y sólo separaron tu sed de su alivio
y se calmó la tormenta del vaso
del cristal de tus ojos.
Qué solos se estremecen, temblaron
las hojas sobre la ingenua superficie del mar
tan lisa y caliente como el descanso.

¡ah!, qué pena, qué pena
pendiente de tus cebollas
y tus mensajeros, qué pena
tus pendientes en las orejas
de escarceo entre los cuerdos y tensos
cuernos de la embestida adusta,
qué pena y solitario magnífico
paseas lamiendo la tierna carne
de las gustosas anémonas virginales,
tan cándidas y primeras
como el ciclamen de invierno,
qué pena tu alba blanca de sacerdote
ungido por la cabellera del arroyuelo,
qué pena que no te merezcas,
qué pena ese sol en la puesta de poniente
que sólo sabe iluminarte a contraluz.
Los negros te hacen flaca justicia.
Aunque te alimentes de la gorda:
la abundancia.

Tendré que aprender a reconocerte.
No tienes carne ni huesos,
tu mano imaginada me sabe a hueco
y sobras de algún aire
lejano tan impreciso,
y sin embargo me hinchas el vientre
con las domeñadas de tu abrigo,
las insurrectas,
tendré que reconocerlo algún día
de esos que no existen, cuando la noche
se haya ido y la mañana
no asome pero todo sea luz
o blanca nube, tal vez nieve
sobre los adoquines del sur
o la mialgia de amarte
—qué solo te encontré en la esquina
entre los barracones de feria
sentado sobre el barril de madera
de mi alma hueca que esperábamos
ser desarmados para volver
al naufragio que se durmió
sobre la orilla de, ahora,
nuestra playa.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La gema

La gema

un caer en desgracia
como la afilada cuchilla
de guillotina rueda y saja
la pelvis de tantas pernoctas
al pie de la torre, a la vera
del manantial de la espera.
Los cañaverales rotos y
las enhiestas ingles, una hoz
desbroza el unísono canto,
la mendaz tarea de pescar
en el arroyo con las redes
de altura,
con lo que pesan,
con lo que sufren los brazos
cuando el barco aminora
su paso por mis oídos.

Porque llega la orilla.

Mi cercana aturde un misterio
hecho gema que recojo:
el cristal erosionado
de un culo o un cuello
de botella verde,
la esmeralda que el mar me regala,
la que ni en tíffanys encontraría,
la obra maestra
del Océano.

(Se puede ver otra fotografía sobre el mismo poema AQUÍ)

 
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