Meme
Necias raíces
nacen de tierra ausentes,
sandeces de hambre.
El baile del sol
El oro en paño del páramo
poblado por el viento
invisibles
las costas del mar celeste
calibran la necesidad
de significado en su vaivén:
el baile del sol hechiza
mis manos describen
la voltereta
sus dedos adjuntos
señalan sin mi dolor
beatífico yodo
sobre las resecas páginas
del libro abierto y olvidado
a la intemperie:
se humedecen las letras
desvaneciendo-las palabras
los signos-los signos evidentes
(por sí mismos se hacen ver)
de la música
inaudible avanza
y se aleja adelante
el globo de luz tan sonoro
misterio servido
sobre la mesa tu erial
-su espejo- la pluma de oro
sin que la fuerza,
es decir el amor,
señalan que la acompañe.
May the force
be with you:
sidérea salva de tronantes
olas caídas bajo el alumbre
de la omega del sol
y el alfa de su baile.
Demiurga
El tiempo que me ocupa, me hace libre.
A la vez que la noche se cobija
en brazos de su futuro
y bostezando se apresura
a descansar de su jornada
y le va llegando el sueño
que la despojará del pasado
día vivido entre las estrellas
y la luz dálmata de la luna,
así su oscuridad me revela
la luminaria universal del orden perpetuo,
la constante e insufrible belleza,
la intangibilidad de tanto innegable,
tan pequeña yo ante mis neuronas,
me sucede el real escenario
de tanto vertido por las cataratas
invisibles de lo inabarcable.
Una noche que aspira
el oxígeno sin combustionar
ni consumir ni una mota de polvo
de medio planeta que a oscuras
permanece. Los ritmos medidos
los ritmos pautados de un celeste
mundo que nos inspira
eternamente cuando eternamente
erramos errados.
Ni música de esferas ni designios
divinos nos gobiernan.
Un universo completo e infinito
se crea desde el hueco craneal
hasta el terreno del social
concordato entre tú y yo.
¿Y, cómo acompañarlo, cómo habitarlo
cómo medirlo, cómo acompasarlo
si no nos entendemos ni silabeando
el mismo idioma de gestos y sueños?
Vagamos, como decía, como dije,
hace mil años, como burbujas
interestelares sin comprender
ni siquiera el lleno que nos sostiene:
Desconvocar el descanso de la noche,
amanecer al día del suceso,
poblar el horizonte con el tacto,
hablar creando el tiempo,
ese que mantiene
al universo
vivo.
![]() |
Fotografía de Lluïsa Lladó |
La obra "La exploradora" (Ediciones En Huída), que cierra la trilogía denominada "Suroeste" de la poeta Sofía Serra Giráldez , representa una verdadera autopsia del progreso humano desde diferentes ángulos personales, creativos, sociales, históricos, geográficos...Sofía se mediatiza por diferentes espacios y tiempos desde un vergel (su casa-matriz), rico en matices cromáticos y aromas, y explora la realidad cotidiana así como la que posee un significado universal.
La rosa, el ruiseñor y la encina son tres símbolos que la guían en este viaje introspectivo de reflexiones y de ajusticiamientos con lo que respecta a la condición humana, el arte de la escritura con su posición frente al mundo y a la perpetuidad de las especies, vistas desde un microscopio particular o un catalejo escritorio que escudriñan el cosmos atemporal.
Sofía, con el uso de un lenguaje culto nos ofrece su trashumancia con pasajes sensuales guarnecidos de sustantivos directos en contacto con la naturaleza.
Un libro que es prácticamente un tratado filosófico de la posición del creador divino o terrenal con lo que concierne a la existencia y un homenaje a su entorno donde se relativizan la magnitud de las cosas.
Un átomo desgranado. Un pétalo en una fotografía y una mujer capaz de rendir cuentas sin esperar nada a cambio.
Gracias, Sofía, al filo has dado.
La promesa
Bulle el carnal donaire aun, y aún, silente
mientras se desliza el sedoso limo
patinando sobre las antaño
pulcras piedras. Desacuerdo
entre la marmórea frigidez
y el entibiado hálito del vellón
que las envuelve y acuna.
Borbotea el líquido sometido
por tan leves y aéreas armas
y el futuro vaticina su nombre
de presente sin un pasado
que lo augurara.
Cuando mañana croen los sueños
de los prometidos renacuajos,
el alma licuada del arroyo,
ya sin áridos recuerdos,
irá muriendo pletórica
de vida.
¿Y voy a ser yo menos?