domingo, 19 de febrero de 2023

Dos creaciones




 Demiurga


El tiempo que me ocupa, me hace libre.


A la vez que la noche se cobija

en brazos de su futuro

y bostezando se apresura

a descansar de su jornada

y le va llegando el sueño

que la despojará del pasado

día vivido entre las estrellas

y la luz dálmata de la luna,

así su oscuridad me revela

la luminaria universal del orden perpetuo,

la constante e insufrible belleza,

la intangibilidad de tanto innegable,

tan pequeña yo ante mis neuronas,

me sucede el real escenario

de tanto vertido por las cataratas

invisibles de lo inabarcable.

Una noche que aspira

el oxígeno sin combustionar

ni consumir ni una mota de polvo

de medio planeta que a oscuras

permanece. Los ritmos medidos

los ritmos pautados de un celeste

mundo que nos inspira

eternamente cuando eternamente

erramos errados.

Ni música de esferas ni designios

divinos nos gobiernan.

Un universo completo e infinito

se crea desde el hueco craneal

hasta el terreno del social

concordato entre tú y yo.

¿Y, cómo acompañarlo, cómo habitarlo

cómo medirlo, cómo acompasarlo

si no nos entendemos ni silabeando

el mismo idioma de gestos y sueños?

Vagamos, como decía, como dije,

hace mil años, como burbujas 

interestelares sin comprender

ni siquiera el lleno que nos sostiene: 

Desconvocar el descanso de la noche,

amanecer al día del suceso,

poblar el horizonte con el tacto,

hablar creando el tiempo,

ese que mantiene

al universo

vivo.


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