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jueves, 29 de enero de 2015

Prólogo de Manuel Moya para "Suroeste"

(Ya mismo sale de imprenta. Os dejo con las palabras que Manuel Moya (ahí, ahí su blog) ha tenido la generosidad de escribir para abrirle la puerta.)







SOFÍA Y EL TERRITORIO

Confesemos antes de nada que Sofía y yo compartimos cosas, algunas, muchas, viejas cosas. Compartimos un pueblo que se levantaba en la escarcha y se acostaba con el humo azul de las chimeneas. Compartimos fiestas lunares y días de campo. Compartimos un tiempo que lograba dejar atrás, pero muy perezosamente, las trazas de la dictadura. Pero sobre todo compartimos un amigo, Lito, que se nos fue hace poco más de un año, como se va la escarcha pasado el mediodía, como se va el humo azul de las chimeneas cuando entra marzo y lo revuelve todo y como se va la luna para renacer más tarde. Hoy, ahora, antes, durante y después de leer Suroeste se impone la presencia del amigo ausente y lo busco entre los versos de Sofía y lo busco en ese mapa físico y casi metafísico que nos propone Sofía en Suroeste, oteándolo en los esteros y bajíos, buscándolo en las laberínticas aguas, vislumbrándolo aquí y allá sin acabar de encontrarlo, sin acabar de perderlo. Lito. Nuestro común amigo Lito. Que se nos fue sin llevarse nada, y por no llevarse nada ni siquiera se llevó la vida que todavía —y cómo— le quedaba por delante. Y me tropiezo con él a cada instante, y su visión contamina mi lectura una y otra vez, y es inevitable y es humano y me gusta que así sea.

Con frecuencia me pregunto qué razón lleva al hombre a trazar sobre el papel esa cosa ambigua y cuajada de perplejidades que es la poesía. Por qué todavía hay gente que se encierra durante horas a alumbrar un poema y, aún más prodigioso, por qué otro alguien se sienta frente a él para desentrañarlo. Qué alumbra el poeta, qué luz recibe quien desentraña sus versos, quien se adentra en el territorio alumbrado por el poeta. Es este equívoco, este milagro, el que alienta a las generaciones de hombres a seguir caminando a través de un bosque donde abundan más las preguntas que las respuestas. Es precisamente la falta de repuestas de la poesía o su imposible claridad -su radical fracaso en definitiva-, el fundamento de su ser y lo que quizás sea aún peor, de su necesidad. Trazar el mapa de nuestra identidad, saber quiénes somos y qué carajo estamos haciendo aquí, en este escenario, son las preguntas que están en el adéene de la poesía desde sus inicios. Y trazar las siempre falibles cotas de ese mapa personal donde se afirma y se justifica nuestro imaginario -nuestro ser- es la labor de todo hacedor de poesía. Trazar ese territorio vital, esa alcurnia, por decirlo de otro modo, es lo que sin duda hace Sofía en estos versos que parecen llegarnos desde su propia necesidad, enhiestos como espadas y lúbricos como ríos que arrastran sobre sí el peso de una identidad y de una historia.
Sofía es una poeta de tradición nerudiana, magmática, solar, explosiva, vehemente, agónica, dionisíaca. Distinta. No busquemos en sus versos la palabra sumisa, el aliento contenido. Como las aguas de ese río metafórico que nos propone en este libro (primero de una tetralogía, según me confiesa), sus versos no corren limpios, sino vivos y agraces, no habitan mansas las orillas sino que continuamente las inunda dejando sobre ellas toda la tierra del camino, buscando no la precisión, sino la fuerza interior que habita en las palabras. Sofía entiende el poema como lucha, como cráter donde se dilucida esa batalla radical con ella misma y con el mundo y por eso en medio de sus versos, agónicos siempre, aparece ella, con sus arribas y sus abajos, con ese ritmo endiablado, con ese fluir sin aparentes límites, río al fin que todo se lo lleva por delante. La palabra se sitúa en el centro, torsionándolo, y desde este centro habita el poema, lo sacude, lo desquicia y lo rompe. Lo vivifica. Palabra en tensión, palabra insumisa, palabra viva es la suya. Porque es justamente a través de esta tensión agónica que construye su propio territorio.
En Suroeste, acaso su libro más personal hasta la fecha, Sofía traza una cartografía personal e intransferible, donde el territorio y el yo se identifican formando un espacio de dimensiones míticas, reconocible en su topografía y transferible en su visión interior, por el que asoman sus fauces los viejos pecios del pasado y libran su batalla las incógnitas y las deudas del presente. Como todo poeta valioso y verdadero, Sofía se deja arrastrar por esas aguas que van a encontrarse con el mar, que en ella es el sentir y el ser. Pero ella es río todavía, meandro-río que se sale de sus márgenes, río-meandro que arrastra su ser múltiple por una tierra anfibia que tiende a sobrepasar sus propios límites, consiguiendo que lo interior y lo exterior giren, se mezclen, se depositen en esos márgenes, para formar, sí, un espacio vital y no violado, una región habitada. Un mito.

Manuel Moya,
Fuenteheridos, 31 de diciembre de 2014

jueves, 1 de enero de 2015

A Manuel Moya, mi agradecimiento

Llegó como un heraldo del adiós y un heraldo del advenimiento. Dormir bajo su manto y despertar con su cálida luz. Así se nombran a los poetas, a los hombres buenos, a los grandes amigos, a los amigos como hermanos, a los amantes del más elevado lenguaje humano, a los escrutadores del sueño, a los andarines virginales por muchas barbas que posean. A los advertidores de lo verdadero.
A los tres nos unió sin que ninguno de los tres lo supiéramos, ni ahora, ni antes, así hemos quedado unidos, ya para siempre en el molde vivo de la palabra, palabras como tríos, tríos como estuarios como triángulos como este suroeste. Tríos por todos lados, T-ríos y desembocaduras, la corriente del Golfo que pasa por Nueva York, la cálida corriente que este suroeste no necesita, aunque, o quizás, porque este suroeste conforma la tierra también de un golfo, sin embargo llega hasta una calentando un frío día de Enero con su salina templanza. Despertar al nuevo año. Asimilar pasados. Pertrechar el presente a la lumbre de los afectos bajo el manto sagrado de la Poesía, esa que humildemente pienso es la que hace posible la justicia de las cosas.

Gracias por este prólogo, Manolo. Ya una vez me echaste una mano, una enormísima mano con Poeta en Nueva York allá cuando ambos éramos jóvenes. Tu siempre habilísimo análisis, tu exquisita sensibilidad ante la percepción de esos artificios que hacen posible la obra de arte, me reconcilió con la literatura en un momento en que las malas influencias estuvieron a punto de dar al traste con todo el amor por la poesía que había desarrollado desde casi niña. Ahora vuelves a hacerlo, echarme otra mano tuya, abriendo este poemario con tu capacidad, tu nombre y tu afecto por mí. Desde luego no podría haber comenzado el año más y mejor arropada. Gracias por estar conmigo.

(Ayer, poco antes de las doce campanadas, me llegó el prólogo que solicité a mi amigo Manolo Moya para "Suroeste".)

martes, 27 de mayo de 2014

Poemas para un prólogo

Tres poemas a modo de prólogo para Nueva Biología que Juan Carlos Sánchez Sottosanto ha tenido la ¿generosidad?, esa palabra se queda corta. Para mí son tres joyas sin precio con las que mi amigo ha tenido a bien obsequiarme. Una, que es afortunada. 


A guisa de prólogo, como en los Siglos Áureos

Nueva Biología, de Sofía Jesús Serra Giráldez

I – Demiúrgica

Y Sofía Achamōth roza la rosa
que un penúltimo dios floreció en vano,
y levanta los ríos y los golfos
para mirar al otro lado, Arriba.

Pero vano es el Uno, vano el centro.
Estamos condenados a suburbios,
béticos y salobres y pampásicos,
con esa Mar Océano en cuadrícula…

Fluya el menstruo del que fluya el Demiurgo,
y fluya su insapiencia de sí mismo,
su vértigo del yo, de creerse único,

reatisbando, empero, los aromas
del pleroma locuaz. Nombre los nombres:
el enebro, la paz, el mar, el llanto.


II – Hesiódica

Qué distancia enorme del golfo gaditano
hasta la mar vinosa de Homero.
Qué distancia de estos dioses pétreos
pero húmedos de amor, pero esmerados
de honda humanidad, a los triviales
contubernios olímpicos del Gran Ciego de Quíos.
Ella no canta
con el sabor de los hexámetros primeros,
los del alba absoluta,
los del alba de Homero.
Prefiere la mañana ya crecida.
Ella canta con la dura costra,
con la maciza huella, con el duro y puro corazón agónico
del teogónico Hesíodo.
Como él, labra la tierra;
como él, los surcos, los almácigos,
las macetas, las flores, las heladas.
La Andalucía del siroco y hielo
como al otro el rincón agreste de su Hélade.
Como a él, la voz de las antiguas Helicónides,
las diosas que mienten y no mienten,
que dicen la verdad, o entre propíleos,
también la niegan descaradamente.
Eros primero y jamás penúltimo.
Las gónadas taladas de Urano.
La guerra de titanes y tifeos.
: Todo en tus versos de raíz oscura,
de sílabas partidas y deshechas
como terrones que se encuentran, otros
terrones vueltos al azadón labriego.
Fluya Sevilla universal, pretérita,
con vocación de tiempo y de planeta;
súmate, impúdica, a los rostros
tartesios, fenicios, galos, griegos,
y godos y vándalos, vikingos,
y al sarraceno de exquisita tilde,
y a las aljamas de exquisita prosa,
y a los Cetinas, los Murillos, los Velásquez,
los marranos, los quemados, los herejes,
a Casiodoro, a Cipriano, a Julianillo,
pobrecito cojuelo incinerado…
Desde esta pampa donde todo
el occidente se lee distorsionado,
recojo el puente hesiódico y de plata:
tu gran simulación de hallar la aldea,
teniendo, en cambio, prisionero el cosmos.

III – Afrodítica

A la Pandemos, a la Urania, a la Ctónica,
a la de anchos labios,
la de cinturas bamboleantes como
las olas trémulas de Chipre;
a la del goce, a la de ultratumba,
la de los lares que ama Proserpina;
a la celeste, la de la unión mística,
a todas ellas,
a toda Ella –Una- Afrodita fuiste
con tus manzanas, con tus plegarias, con
un color nuevo para el trono polícromo.

Que te ame la Diosa
como a Adonis de esquivado vuelo;
que te hiera la Diosa,
como a Adonis el cuerno
del jabalí, otra forma
de la angustia del eros;
que te sepa la tierra
labrando una vez más jardines de la Diosa
y tus versos mezclándose a sus pomas.


Juan Carlos Sánchez Sottosanto (Mayo, 2014)

jueves, 31 de mayo de 2012

Agustín García Calvo. París, 1973

(Fragmento final del prólogo a su traducción de los Sonetos de Shakespeare. Editorial Anagrama, 1974. Primera edición, 1993)

Así es pués, como iban cuajando desordenadamente las traducciones de algunos de los Sonetos, según el estado del ánimo o las tormentas de los días nos llevaban de uno en otro; y cierto que al principio no habíamos pensado en traducirlos todos ni publicarlos pero, al ir siendo muchos, comenzó a tirar la serie por sí misma a completarse, y en fin, el evidente placer con que tres o cuatro amigos habían leído algunas que otras de las traducciones y la buena disposición de su mismo futuro editor, Jorge de Herralde, nos decidieron a darles el libro entero a los lectores de lengua castellana. De manera que, así como no puede el más hondo agradecimiento al poeta hacernos decir que todos los sonetos de la serie sean igualmente felices o logrados, así también entre sus traducciones las habrá que, nacidas más bien del puro placer privado, resulten más placenteras para el público, en tanto que otras, más bien traídas ya por la necesidad de publicar el libro, sean menos gustosas para los lectores; ello aparte de que el azar combinatorio o la diosa Fortuna, regente verdadero de la creación poética, también en la humilde y desesperada tarea de la traducción habrá tenido la última palabra. Pero qué vamos a hacerle: aliter non fit liber, como disculpaba Marcial la publicación de sus colecciones de epigramas. Y al fin, en tanto que sigue Amor atormentando a las gentes de estas clases nuestras, acaso;les he transmitido decentemente algunos quejidos del manso cisne del Avon y les he regalado un libro de descubrimiento y consuelo del Amor a los lectores de mi lengua. ¿No se recibirá más bien con agradecimiento?
Claro que en este punto me pregunto de qué lectores estoy hablando. ¿Es que hay alguien que lea poesía en este mundo?— aparte —digo— de los propios productores del género, que por ello mismo tampoco propiamente podrán leerla —quiero decir, con el descuido que permitiera el asalto de lo leído a las estructuras de sus propias almas. Pero, en todo caso, aparte de ellos, ¿quedan por ahí todavía, no ya compradores de libros de poemas, sino verdaderos consumidores de poesía? O para no andarnos con rodeos y atrevernos a preguntar la cosa más de frente: ¿es que la poesía misma no es una especie de anacronismo o de impertinencia en estos tiempos? Si no como canción, al menos como versos para leer (y no puede negarse que esto son más bien los Sonetos de Shakespeare), ¿se habrá muerto también, sin acabar de darse cuenta de ello, este tipo de producción lingüística que se llamaba poesía? Fruto ella de esos tiempos de la Historia en que la raza humana tenía esclavos o plebeyos iletrados o por lo menos proletarios, y los señores de la Vida solían poner en los versos y los libros una interpretación culta y pasional, privada, de la miseria constitutiva del Estado, ¿qué puede ella tener que hacer en esta especie de Nueva Sociedad, fase, al parecer, de liquidación de la Historia misma en la apocalipsis del aburrimiento del Progreso? En medio de la informe mecanicidad del ritmo que en autopistas finisemanales y en contabilidades automáticas y escaleras mecánicas de supermercados impone la Estupidez Reinante, ¿qué vienen a contar, con sus añoranzas de paraíso perdido y sus intimaciones de libertad contradictoria los variegados números de la poesía? ¿Qué diablos hacía yo traduciendo en aquella mansarda estos sonetos de amor a los sones lejanos, allá abajo, del berreo de automóviles en embotellamientos y de porras de gendarmes contra blusas de cuero de manifestantes concienciados? Eso es lo que me pregunto en el momento de mandar estos versos a la imprenta.
París, Enero de 1973.

miércoles, 15 de febrero de 2012

¡¡Nueva Biología busca prologuista!!

Como sabéis todos los que seguís este blog, estoy preparando la publicación de "Nueva Biología" en su respectivo blog.  Y se me ha ocurrido que sería bonito contar con un prólogo para él, así que animo a todos aquellos que leéis aquí a que si os apetece hacerlo me lo dejéis dicho.
Condiciones: no tiene que ser laudatorio, POR SUPUESTO, no hay nada más antiestético que un prólogo laudatorio, además de que psicológicamente es contraproducente, a mí al menos me pone a la defensiva sobre lo que voy a encontrar, personalmente no me hacen ni pizca de gracia, pero será como quien se decida a hacerlo quiera, honesto, sincero, sólo busco una introducción al poemario, una palabra que le abra el camino. Para ello antes el posible autor tendrá acceso al blog donde lo voy subiendo para que pueda leerlo antes de ser abierto, o se lo enviaré por correo.
Son bienvenidos cualquier tipo de autor, poeta, no poeta, escritor o no escritor, no tiene por qué ser una presentación  literaria, sino humana (aquí se incluye la literaria, claro, caso de quien quiera hacerla así), un punto de vista de cualquiera para abrir un camino a un libro que ha tardado en escribirse casi dos años. Además, si fuera necesario o solicitado, yo le pondría en antecedentes de la hechura del poemario en sí.
Espero que os animéis alguno o alguna. Me encantaría poder incluir cualquiera de vuestros nombres en aquel poemario.

¡¡ANIMAOS!!
:)


!Ah!, y prometo por mi conciencia y honor que, caso de que algún día este poemario saliera en papel y se diera la circunstancia de que tuviera que llevar otro prólogo específico, el que figure en el blog se incluirá también y señalado como el que tuvo para su publicación virtual.
Lo mismo haré con los comentarios que reciba, que aparecerían en un apéndice, positivos o negativos, y creo que hasta los insultantes los incluiré, ;). Pero todo esto es ya mucho suponer, aunque, por si acaso, la dejo expresa, mi intención.
y otro "¡Ah!": a la persona que prologue le regalaré una fotografía, la que elija, impresa en papel y hasta plastificada, para que no se tenga que molestar en enmarcarla o todos esos líos. 




Caso de que hubiera muchos ofrecimientos, haré un sorteo entre todos los correos que reciba.
 
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