jueves, 24 de abril de 2014

La estatua de mármol

La estatua de mármol

Querer desentrañarte
o desentrañarme,
dejar que el dolor aflore
como los manantiales
desde el pecho de los cabezos amarillos.
Las cañas habrán de ser verdes
dedos que enraícen
en cada uno de mis huesos.
Así, en vez de mamas, ves
florecer aulagas y quejigos,
arbustos costeros cubiertos
de flores blancas y grises.
Sus hojas decimonónicas
tan aromáticas endulzan
el aire tibio que emana
el sentimiento de haberme
descubierto viva aun
enterrada bajo tantos estratos
de arenas fósiles.
la lluvia verdea las lindes
—es invierno en este sur—
de la casa que cada año
estrenamos: a nuestros pies
la estampa de la playa
y la escritura sobre ella
con el cálamo de la caña
más dura, ya reseca
y quebradiza.

Qué me pedirá a cambio la naturaleza
ahora que olvido el granito
y las arcillas calizas de las encinas
sino mi misma vida
que despierta con el dolor
conquistando cada espacio
intercostal
marmóreo,
las caderas
y mi pecho
horadado.

Fundir en la misma empresa
la baja-amar y el desentierro
de la estatua con sus brazos
blancos.

miércoles, 23 de abril de 2014

El desprendimiento

El desprendimiento

Vengo asomada a vaticinarte
la desdicha y la duda:
Huye, alma devota,
déjame sola e inerme.
Así, ni tú ni yo sufriremos
entonces o ayer.
Vivimos una gangrena permanente
y yo prefiero cortar por lo sano.


En la senda del agua
amanece el verso breve,
la ergonomía del alma
acomoda heridas y curaciones
milagrosas donde corresponde,
justo en la brecha abierta
en la roca, justo en la tierra
vertical apisonada a mi espalda.
Rozar con las yemas de los dedos
tanto bocado ininteligible
para salivas que se adueñan
de las lenguas que ya no hablan.

Qué más quisiera yo que permanecer
sobre este baremo de hombre,
me asusta tanta soledad
humillada ante las aletas
de mi nariz, huelo el salitre
y tan sólo distingo el enredo
de las algas en las nasas
que los pescadores recogen.

Pero la tierra amarilla
me habla de otras redes
con vueltas de agua.
Capturan mi corazón,
que se desprende,
se me desprende.
Y duele, cuánto duele.

El silencio deposita los materiales
de mi escucha. Un trabajo sordo
iluminado a modo de los antiguos
códices: una miniatura aquí,
la escena en cualquier esquina,
alguna contorsión de tus dedos
afilando un horizonte que no padezco
ni del que presumo… Tan lejos,
te expandes súbitamente.
Y el corazón me duele,
se desprende,
se desprende y me duele,
cuánto me duele.

Los estratos permanecen quietos.
mis manos los leen sin entender
absolutamente nada.

Conocía, mas ya las redes se han congelado
junto con la orilla. Aunque oiga las olas,
ellas no se mueven. Mis oídos
componen su nana para los días
por venir. Hay dolor del que no sé
si me despido o es que dirige mi voz.
Aún no sé, aun no sé,
pero el desprendimiento suena
como si el mar entonara
las ruinas de algo:
Ojalá sea Amor,
que siempre nombra
extinción de lo falso,
llegando a la orilla.

Mi corazón se desprende,
se desprende sabiendo
cuánto duele amar.

martes, 22 de abril de 2014

Querido Jorge (la importancia de tu nombre)

Me importa un pimiento que mañana sea el día del libro, de la rosa y de su santísima madre. Hoy, para mí, mañana, es el día de tu nombre, ese con el que nombro tu mirada, tu rostro, tu gesto al hablar, al caminar, tu tono de voz y hasta tu gusto en la vestimenta. Quiero decir, ese día que es de ti en el vocabulario de esta costra para mí, me da igual de donde llegue. "Jorge" solo me nombra a uno, y ese eres tú, querido amigo mío. Solo lamento no haber  hallado aún el poema que te identifique. O, quizás, creo que sí, me alegro de que sea así, de no haberlo hallado. Estoy segura de que me alegro de no haberlo escrito.
Felicidades, querido Jorge, querida persona, querido amigo.

Un poema de Amando Carabias

(Del poeta segoviano Amando Carabias, extraído de su último libro recientemente publicado, Los andamios de los pájaros)


Este es nuestro acierto, sólo estar
[Ciudadano griego)

Estar es nuestro acierto, sólo estar.
No somos los primeros en morir
o en esparcir la esencia de una estrella.
Pero al pisar el surco, o el perfil de los bosques,
donde la piel de vuestras uñas
se hizo bieldo, arco, rueda o flor,
ya no apreciamos vuestras lágrimas,
ni oímos el rebrillo de vuestro pulso en la brisa,
ni detenemos nuestro paso
para auscultar el llanto de la tierra,
para ver si en su arruga alientan
vuestras sombras de terciopelo
o aquel postrer suspiro solitario.

Estar es nuestro acierto, sólo estar.
Con altivez de buitre, con sonrisa de hiena
poseemos el mundo,
pero nuestra única virtud palpable
es ser eco de vuestra carne,
sombra de vuestras huellas,
reflejo de vuestras caricias,
o acaso cicatriz de viejas guerras,
de violencias, de miedos, de tormentos...
Olvidamos que un pliegue del horizonte,
o una piedra arropada en barro seco,
acuden desde más allá del infinito,
perduraron detrás de vuestro paso.

Estar es nuestro acierto, sólo estar.
Mas nada nos importa,
nada frena el instinto estrangulador de estas manos:
las vértebras del aire adelgazan en nuestras garras,
el hálito del agua hiede a nuestras heces.
nuestra esencia de estrella
engendrará mil dedos alzados y acusadores,
espaldas, torsos, miedos y miradas
tan solo cicatriz de nuestro expolio,
porque respirarán
la terrible agonía del Planeta.

(Amando Carabias María. Los andamios de los pájaros. Ediciones de La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014.)


lunes, 21 de abril de 2014

Dos a falta de uno, para Medusa



Medusa

Nadie me ha regalado un ramillete
de flores que llevarme al pecho.
No sé, la vida
sucede tantas ocasiones
tan injusta con las diosas
que no son de mármol…

Pero en Carrara triunfé.
Me aplastaron la ingle
como una lengua
de sapo. El príncipe
afiló su cincel
y el bloque de una tonelada
se desprendió de la cantera
limpia y mansamente.
Entonces llegó Miguel Ángel
y encontró su David
y su fama.
Pero tampoco me regaló ninguno
un ramillete de flores.

Siempre estoy sola
y aún no sé
en qué consiste la soledad
salvo en estar
sola, algo descabellada
—cada vez menos
sierpes me quedan—
y hacer Arte con mi mirada.


Aquí su ramillete desde dos ópticas (máquinas distintas, móvil y cámara)


Un ramito de flores para Medusa (I)

Un ramito de flores para Medusa (II)


AQUÍ un mínimo sobre el mito. A destacar una interpretación: No nace de ella el terror, sino que es ella la que nace del mismo. Curioso... O quizás exacto. El miedo del ser humano provoca la "fealdad".


Belleza/Miedo

Contrapongo la belleza al miedo, no a la fealdad. El miedo es lo feo que nos define como especie malhadada y, por ese motivo, el hombre siempre busca la Belleza, que es la esencia (a través de la no mentira de la mentira del Arte), porque desde sus albores, y a pesar de su, se supone, mayoría de edad (¿o quizás estamos en plena infancia?) aún no ha logrado librarse, ni creo que nunca lo haga, de su emoción primera, el miedo. La básica. La impertinente en tiempos de conocimiento bastante amplio como los correspondientes a estos siglos. Fundamentalmente el miedo al otro.
Tanta carácter imprime esta emoción, que probablemente el hombre, la especie, al lograr no sentirlo en un supuesto utopos, dejaría de poder ser llamada humana. Me lo pregunto, ¿es de verdad el miedo lo que realmente define al ser humano? No dejo de encontrarme el sí en cada día, en cada percepción del otro. Solo el miedo, al fin y al cabo, tanto el miedo.
¿Para cuándo la Belleza, la Verdad o la esencia?
Pero entonces, de qué nos alimentaríamos. Necesitamos la búsqueda para poder subsistir. Ella nombra, tan solo nombra, a nuestro alimento.

jueves, 17 de abril de 2014

Son de un día




La muerte la mentira

como no me quedan
palabras dejo a falta
de besos sobre las tuyas
mejillas y tus labios
y tu lengua, mi escarcha
pronuncias tu helada
sobre la flor en vida.

Me he quedado
tan delgada como el hilo
de plata labro la rosa
que lo une como un alma
desencontrada.

Desacuérdate de mí,
mi estirpe y tus ojos
que se funden
han sido sino roto
en amplias guedejas
de seda tibia,
de metal la parca
que esgrime el hacha
de hielo.
Aún me queda la duda:
el instante que tarda
en romarse el filo
no sé si al calor de la vida
o la verdad.

Cuerpo helado

apenas árboles, todo
cielo hablando, rompiendo
moldes con azules
y nublados mandobles
de certezas,
contradichos bajo el techo
que nos cubra cuando vuelva
la cama tersa y limpia, esa
que nos acoge mientras me piensas
aun tan cerca tuya, solo la luz,
la luz de la penumbra
de tu pecho —y el techo—
guarda el calor tu cuerpo
para mí para el invierno
donde estoy:
tal como soy
a la intemperie
del no.

Son de este día

Días como aquellos
me persiguen aminorando el lecho,
la sentencia de la densa muerte
de lo malhadado,
porque toda huella
se vuelve sobre sí misma
proclamando la blandura
del barro, la tierra grande,
a donde todos también volvemos
como huellas tiernas
sobre el tiempo o sobre el celeste.

Son de un día
como ese son
tus avenidas circundantes.
Así, como sin pausa
ni marca, llega la alegría.

miércoles, 16 de abril de 2014

Esperanza

Esperanza

Ahora ya te dejo
disfrutar de tu año-
ranza, espe-
ranza, años
sin espera
de mí.

Me falta un atisbo de ti,
me clavo la uña en la carne
y la carne se me hace
hueco
y vacío sobre sí
y yo y lo otro
y mi lleno
nace...
Ella nace.

Pero no se llama añoranza.

martes, 15 de abril de 2014

El tiempo solo

El tiempo solo
A nadie perjudicó el haber guardado silencio. (Catón)

Casi sin nada,
tras declamar la posición
todo se hace irrefutable.
Lo sustantivo se mece
suavemente al compás de lo sencillo,
la amigable dependencia recoge
su lugar de nuevo, se sitúa
equidistante entre el porvenir
y la huella. Jamás ya
soportará un adiós. Se limitará
a cantar en primavera
como cualquier pudor
de las verdes flores.
Su luminosidad barrerá
las barreras que interponen.

No guarda silencio
el ave, ni los árboles
ni la escarcha,
ni siquiera el aire —él entabla
diálogo con su semejante
aunque sea el contrario—,
ni la luz —hasta las estrellas
campanillean en el cielo
raso y negro de invierno—,
ni la roca —ella se lamenta
cuando el calor o el frío

la arrecia—, ni un muerto
guarda silencio crepitando
en las llamas o bailando al son
de esos diligentes seres
que nombramos como gusanos.

El silencio no se guarda, se da
lo que solo tiene nombre
de vacío, un ni siquiera el no,
un rostro sin boca, un alarido
sin ondas sónicas.
Un no ser ni estar, ni la nada
que es origen de todo.
El silencio solo se habla
a sí mismo: Una muralla
sin espacio ni valles verdes
poblados de jaras y manantiales
que defender, un exento imposible,
un tiempo sin su natural compañía,
la nuestra, la de los hombres.

jueves, 10 de abril de 2014

Las margas azules



Las margas azules

De qué nos quejaremos cuando
las fuerzas nos abandonen
en esta pena extraña
que se asoma a los cabezos
de qué nos lamentaremos
en este paisaje que se aflora
al viento del desvío
donde tu soledad me comunica
tus andanzas sobre los fuegos
y las azules margas resbaladizas…
Mas yo tiento, palpo,
te toco absoluto respirándote:
la razón de no ser intrusa
en tu mundo.

Y ya que me llevan y viajo
redonda no sé hacia dónde
o sí el aire agita mi falda
cómo tan enormes
se mueven
y yo no me caigo
por sus acantilados… Bajar
significa poder
alimentarme,
los peces pequeños
se hablan de tú a tú
a mis pies,
que también son pequeños.

La espalda posee el dolor
segmentado de lo impreciso,
no arranca ni duerme
cuando el cansancio aboca
a la incertidumbre
del futuro día, el lugar
del límite azul, el abismo
de la esperanza.

¿se equivocará alguna vez
este tumulto de voces?
aún se me escapa la sonrisa
potente hacia tus ojos,
llegas desde el mar
como el marinero fondea
su barca en la orilla,
tan cansada yo que ni siento
las noches perpetuas
reparadoras de la salud,
la meritoria oportunidad
de seguir manteniendo vivas
nuestras almas pensantes y lucientes,
exploradoras de sus pasajes:
cúbicamente ordeno la secuencia:
los pescaditos llegaron a mi boca,
yo sin saber de ti
un apenas soy
más blanco en tu día
deseo un no saber
hasta que la risa, tu risa,
lo ilumine:
normalmente a esta hora
dejo de creer en la palabra
a salvo en las tuyas de tierra,
la de las margas azules.

miércoles, 9 de abril de 2014

La barca hundida

La barca hundida


mientras nos demoramos,
tuyo es el reino, tuyo el poder,
para qué los quieres si los tormentos
veneran tus lindos tobillos
y se vuelven locos y de lamerlos
pasan a cuchillo primero tu piel
suave y delicada, después cada vena,
cada pequeña porción de músculo
que hasta ahí llega unida a los ligamentos
blancos y cortan hasta el hueso,
la articulación del sonido
separando el empeine del extremo
de tu hermosa pierna qué haré
yo sin tus piernas, mis piernas
y los pies, no sé si tuyos o míos,
se preguntan condenados
a vagar sin cerebro chorreando
la poca sangre que les queda
por el desierto blanco del no saber
qué son, para qué
sirve un par de pies con dedos
que oyen los ayes de un cuerpo
que se tambalea ya carente
de horizontal de equilibrio
que busca y, entonces,
cae y tú y yo
tan sólo con imaginar sin quererlo
cuánto duele caminar con dos tobillos
en carne viva sobre la costra
puntiaguda.

qué mal, qué mal,
cuánto mal cuanta
agua se me escapa
por las axilas amándote,
sin brazos con los que pueda
sostenerte.

¿qué sucede en este mundo tan cruel
de los demás y en el mío que nada
tiene sentido sino a través del dolor,
ese ponzoñoso filtro
por el que la vida se ejecuta
en vez de ser vivida?

sentada, todo me absorbe
me hace tan pequeña
que no puedo con mi cuerpo
y mucho menos con mi alma
que todo lo comprende
salvo a sí misma que
no se cabe. Se desborda
como una barca ahogada.

Todo por arreglar


Comienzo el índice de "Los cabezos amarillos", a mano, no lo concibo de otra forma. Espero que su hechura me revele, como otras tantas veces, las claves de ese orden interno que sé que tiene pero que aún no he logrado descubrir del todo. Sigue impresionándome como cuando lo escribí, sino que aumentado por ese punctum que suele favorecerme la escritura de poesía, sin que yo lo considere un favor, más bien una especie de condena. Todo se repite, todo vuelve o todo se anuncia. La impotencia lo subyace como a mí me subyace ahora.
Se rompe el mechero que me regaló mi madre y el cordón de plata de la rosa. El poemario es aún un semi-caos. Todo por arreglar. ¿Con qué herramientas se soluciona lo que no depende de una?
¿Qué poder tenemos sobre el imposible del otro?
Mi esperanza queda grabada en el mechero dorado (amarillo como los cabezos), pero ahora mismo se ha quedado sin combustible.
¿Cómo suturar la herida sin cicatriz posible?


martes, 8 de abril de 2014

Rumbo sur

Rumbo sur

son tus espaldas azules y tu nuca morena,
siempre pudientes, las que veo rozar
el negro del vacío. no te mueves.
No te das
la vuelta.

Y el mar pertrechado en el mar
vacío hacia donde vuelves tus ojos
con tu cabeza demudada en sonrisa
vulnerable, vuelven
las dulces patrias
a la bienvenida otoñal,
a la lugareña costumbre
de habitar la arena (como
habita la poesía)
antes de tiempo,
antes de que el mar
la cubra o la ame
antes de la hazaña
de darnos
por vencidos
cuando no hay sentimiento
de victoria
tuya ni de mí,
el Nadie
con derrota endogástrica.
Como la de los erizos
vueltos del derecho,
con el estómago naranja
a salvo y protegido
ya en la otra playa,
al filo del mismo mar.

Ya se alimentan por sí mismos
sin autodigerirse.

Las campanas lo proclaman,
metodizan la prueba fe-haciente
: todo vuelve a su origen.
Es primavera tal como tañe
esta tarde melodiza
este mes de norte
disarmónico
componiendo el sur
con rumbo primaveral.

Faenador de orilla

Faenador de orilla

todos trabajan en sus aposentos
menos yo, que miro a la noche
a través del reflejo de tu frente.
Y ella me ama, cuánto me ama…

cómo animal tan bello
transformarte, faenador
de orilla, con tus pies
enfangados en las olas lentas
con su piel la de tus pies
limados por la arena oscura
con sus dedos como aves
de manos tiernas
expertos en hallar
verdades amarillas y verdes
lacadas y curvas y pulcras
como cuentas (y contabilizas)
o semillas
para el trueque.

O para el dolor de estómago,
que desconsuela como la mentira.

Prefiero servir a dios,
que no soy yo, antes que adorar
la costumbre de lo evidente.
Sus trucos los reservo
para los alacranes y sus oleosas
y alegóricas tradiciones:
mato como puedo
el veneno no vendo
amor solo regurgito
lo que en la orilla encuentro:
¡Coquinas, coquinas!
¡¿Quién quiere coquinas?!
Cambio coquinas
por cubitos de hielo
para hidratarme
tras el vómito…

tanto dado,
tanto cúbico dado
en la tan cuadrada ruleta
de los que juegan a la meta.

domingo, 6 de abril de 2014

Subida de tono

Subida de tono

una subida de tono precede
a tu aviso de hombre.
saltaron los dolores
a mis manos imantadas
como las conchas irisadas de la orilla
y ahora ya no
escribiré más,
porque ha llegado
la hora del duelo,
del arrepentimiento
por tanto trabajo muerto,
tanto tiempo perdido,
como si hubiera querido
vaciar el mar en mi cubo azul.
La mezquindad del hombre no tiene remedio
y a mí ya me quedan
pocos años por vivir,
menos de los que llevo puestos
sobre las ojeras
sobre todo
sobre mi alma.

Os miro desde estos cañaverales
a vuestros pies, cabezos amarillos.
No quiero escalaros,
mi lugar es poder
contemplaros desde aquí.
Quedarme pequeña
como un grano de arena,
pero a vuestro abrigo,
desembarcada de la barca
azul.
a vuestro color,

A vuestro calor.

sábado, 5 de abril de 2014

Practico la hablación

Practico la hablación

(ante la visión de una imagen de televisión
en la que aparecía una niña abierta de piernas
siendo sometida a la ablación)

y vuestras mudas y nudas voces arrancadas
de vuestras bocas, vuestro esófago,
vuestra tripa, mis ovarios,
vuestras roncas
y granadas
rosas
rojas
lágrimas en el pétalo siguiente,
el conspicuo
y detenido, ablatado altar de dioses,
y tu tierna guerra y tus galgas piernas
y tus manos leves blancas
ya
para nada.
para blande espada, que suturen,
que revienten sus oculares
sobre sima, sobre duda,
con mi finta, con mi sesgo,
con tu grito,
con mis manos
mataré al hijo insano
que te abla, que te blinda a ti
de ti,
a nosotras
que te hablamos,
que te hablo por mi boca,
que los ablo por sus cuellos:
Sangre para la tierra que en ella es fértil.
Sus cerebros,
para los perros.

viernes, 4 de abril de 2014

La obsesión

La obsesión

Descerrajarte de un solo tajo
como si solo miembro fueras
de un cuerpo que se tensa
y se cierra como un candado
de ferretería, como un maniqueo
porvenir donde no hay más que dos
posturas, una lucha sin cuartel
ni refugio de primavera,
un amago de amor, una guerra
intestina sin escudo
ni armas que me traspasen,
un doble nudo de nada
con cadenas de anclas,
el alambre de espino clavado
desde las púas silentes, dos fuerzas
desgajando mi tierna carne
en direcciones opuestas
hasta lograr la perfecta herida,
la infecta, la desangrante,
la sin cicatriz posible.

jueves, 3 de abril de 2014

Síndrome de Stendhal

Síndrome de Stendhal

Todo de vuelta, todo
arrumbado en el hueco
claro del cielo curvo,
todo tiempo lleno de sí
mismo y yo, fuera,
toda rosa ciega
cercana a la esfera
todo devolviendo
el consuelo encontrado,
la curva de mi vida,
las lágrimas ante la belleza
y su música cierra
la temporada-de-opera:
todo dolor al percibir
todo más claro,
todo más lejos,
todo más sordo,
todo fuera de mí
salvo yo misma
y el obsceno silencio
de lo feo.









(Se reproduce el reloj de mi niñez, herencia de mis abuelos y después de mis padres, el reloj ante el que me recuerdo por primera vez rompiendo a llorar al oír, también por primera vez, al menos conscientemente, "una música clásica". Aún percibo hasta los hipíos y los saltos del corazón al oírla, hasta el punto de que mi padre tuvo que quitar el vinilo del antiguo tocadiscos de mi abuelo, todo asombrado ante mi enorme desconsuelo. No tenía dos años y aún me recuerdo. Probablemente el reloj marcaba esa misma hora. También se reproduce la portada y algunas páginas de un programa de la temporada de ópera que se desarrollaba en el Teatro Lope de Vega (Sevilla, claro), Abril del año 1956, el que mi madre conservaba porque había conseguido los autógrafos del tenor Alfredo Kraus y el barítono Manuel Ausensi. Fotos de ayer en instagram.)

miércoles, 2 de abril de 2014

El muro florido

El muro florido

Y es que el muro se socava
tan lentamente pero se socava
como un jardín descubierto
por el índice que con su yema
blanda acaricia cada guijarro
de la argamasa tierna
que une a las piedras
que levantan la muralla.

Y a dónde irán tantas piedras
cuando nada las una salvo
el viento azul y salobre
de esta primavera despoblada.

Soy un tú que se arrecia
combatiendo cada semilla
que siembro, no me quedan
dedos para escribir
en tu barbecho, retiro
cada piedra con la boca,
de tanto esfuerzo, mis dientes
se han destrozado, solo
me quedan labios, ya endurecidos
por el sabor del frío
de una primavera tan fría
como el silencio de norte
derrumbado, algo así
como el muro que se puebla
de verdina, hojas y flores,
como construido con palabras
a falta de manos y de tierra
y de luz, o de suelo
o de cielo sin
consuelo posible.

martes, 1 de abril de 2014

qué sino Abril

qué sino Abril

qué paz se venga sino
la de soldados muertos,
qué derrota navega
bajo mis sienes delante
de tu ancestral boca
de tiempo ingenuo, qué
soledad magnífica revienta
en tu sueño de solsticio sino
la primavera.

Lo vamos a dejar,
tú, estómago, y yo.
cualquier palabra cadaverina
es mentira de su silencio
por muy vacía que vuele
su sin palabra cualquiera
es más poesía.

sabes cuándo dejo de creer,
¿verdad?,
cuando me hace oportunidad
me sobra cualquier
libro cualquier poema
cualquiera lectura me embarga
el arreglo del nido me aligera
costumbres me calientan
el sueño resulta
tan reconfortante
fregar un suelo aquí
no hay género sino
de novela, poesía, teatro
sino puro
número de candilejas
en las encinas. Sus flores
vertebraré hasta que pueda.
Me parece
tan-razonable,
tan-verdadero,
tan-profun-damente
serio como la máxima
y refleja actividad humana
de respirar.

hoy no soy poeta yo
gracias a la Poesía.
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.