jueves, 3 de julio de 2014
La niebla
La niebla
Puede que ya acabe
este invierno
tan infierno y frío
como el seco hielo
blanco y húmedo se encorva
sobre sí mismo se repliega
sobreprotegiéndose
yendo como yo misma
me voy o al menos
así lo quise fuera
de sus dedos y los míos
y la azul escarcha
de su enseñanza. ¡Vino
y ambrosía para las ubres
del Mediodía
pido!
Nunca la luz revela,
sólo el nocturno
aunque frío
aunque oscuro
vaga
la sombra velando
abre el día
desvelando.
Como la niebla.
miércoles, 2 de julio de 2014
Poema de amor II
Poema de amor II
No necesito leer para saber qué
te duele, tu grito
es mi consuelo no
por igual sino
por común ambos
y su-fijo de mí
y yo su-fijo de ti
como la suerte
que al fin y al cabo
, como la cola y la cabeza
de la serpiente se unen, nos
hila, nos funde sin
confusión de uno
sino tan sólo
explicación de dos.
Como los árboles juntos
de tan bosque vergel
verde y suelo de fondo
y el lucernario de las amplias.
porque la luz
es ordenada de cualquier
co-ordenado, el tiempo,
la abcisa,
nuestro compañero.
Hecho por
Sofía Serra
at
10:57
Labels:
Antiguos poemas,
Correcciones,
El tiempo,
Exégesis,
La clave está en los árboles,
Matemáticas,
Mi poética,
Poema,
Trilogía El hombre cuadrado
1 comments
martes, 1 de julio de 2014
Sobre una acuarela de Isabel Gutiérrez
Durante todos estos años de escritura de poemarios siempre he soñado, o pensado, en intentar alguno sobre obras de arte, archiconocidas o no, poemas en concreto escritos inspirados por ellas en particular. Aún ni linea, ni dirección ni trasfondo preciso o concretado, pero bien sé que todo poemario comienza por poder comenzarlo (aunque suene a redundancia no lo es). Hoy ha dado el primer paso. Ya se verá por dónde camina.
La acuarela pertenece a la serie de la autora "Arquitectura del sentimiento". La pintora, Isabel Gutiérrez, querida amiga además.
Éste, su blog:
ESPACIO Y COLOR
Nada procura ya un abrir
y cerrar de ojos, el pestañeo,
la bastarda luminosidad de las paredes
atraviesan obscenamente —
tanta lentitud en sus sombras de colores,
tanta avidez en su geométrica historia—
el paisaje. Los grises rosas me abandonan,
las cúpulas verdes se afanan en gobernarme,
la mirada escondida de la oscuridad
me descubre la rendija por la que atisbo
todo misterio tras las fachadas,
una obra de arte, así el negro,
abre el camino hacia el fin
de la pérdida.
lunes, 30 de junio de 2014
El círculo cerrado
Eldorado
En el principio todo fue polvo
y vino de la esfinge, el humo se cercenó
en palabras, las rocas emulgieron
luz de inercia escondida
bajo la tierra el palmito
y el hombre que ya no era hombre
ni barro ni polvo ni humo
ni nada salvo luz
y las rocas atrayentes,
en el principio fue luz
y miseria, durante el entreacto,
sopor y miseria, en el fin
polvo dorado,
la entelequia y sus tierras pardas
de duras rocas. La ecuación
que nos hace felices.
Eldorado.
El círculo de la mesa
El círculo que se cierra aunque sus piedras yazcan rotas y arrancadas de su lugar, hayan rodado ladera abajo o, transformadas en tábulas cementarias, sirvan de mesas donde tumbar al cerdo o al chivo antes del sacrificio expiatorio. El círculo cerrado más allá de la sangre vertida, de la fósil mácula, hoy liquen, o del oro derramado.
El círculo dorado
Y qué más da que la luz y el agua se ordenaran como garantes de la vida.
Y qué más da que las piedras refulgieran ante el brillo de tu mirada.
Y qué más da que cielo y tierra se autoconvocaran para adorarte,
hombre mío, hombre siempre, hombre, si ni la luz, ni el agua, ni las piedras, la tierra o el cielo tienen nombre de dioses.
Todo lo que somos lo debemos a lo que hicimos y no hicieron.
Todo lo que dejamos de ser se escribió en el círculo dorado.
él te devuelve la palabra.
él te devuelve lo robado.
él fue construido para ti.
En el principio todo fue polvo
y vino de la esfinge, el humo se cercenó
en palabras, las rocas emulgieron
luz de inercia escondida
bajo la tierra el palmito
y el hombre que ya no era hombre
ni barro ni polvo ni humo
ni nada salvo luz
y las rocas atrayentes,
en el principio fue luz
y miseria, durante el entreacto,
sopor y miseria, en el fin
polvo dorado,
la entelequia y sus tierras pardas
de duras rocas. La ecuación
que nos hace felices.
Eldorado.
El círculo de la mesa
El círculo que se cierra aunque sus piedras yazcan rotas y arrancadas de su lugar, hayan rodado ladera abajo o, transformadas en tábulas cementarias, sirvan de mesas donde tumbar al cerdo o al chivo antes del sacrificio expiatorio. El círculo cerrado más allá de la sangre vertida, de la fósil mácula, hoy liquen, o del oro derramado.
El círculo dorado
Y qué más da que la luz y el agua se ordenaran como garantes de la vida.
Y qué más da que las piedras refulgieran ante el brillo de tu mirada.
Y qué más da que cielo y tierra se autoconvocaran para adorarte,
hombre mío, hombre siempre, hombre, si ni la luz, ni el agua, ni las piedras, la tierra o el cielo tienen nombre de dioses.
Todo lo que somos lo debemos a lo que hicimos y no hicieron.
Todo lo que dejamos de ser se escribió en el círculo dorado.
él te devuelve la palabra.
él te devuelve lo robado.
él fue construido para ti.
miércoles, 25 de junio de 2014
Extinción de ruina II
Extinción de ruina II
Habitantes somos
de un resto de palacio esparcido
como escombros de la luna,
como si ella hubiera ido derrumbándose
desde las alturas oficiantes
de la noche y su capa caída
de negro onanismo.
Blanco el eje y los cascotes
de caliza blanca se amontonan
bajo la lumbre también blanca
del hueco de su círculo
plano, todo es plano
en la noche averiguada
de silencio oscuro.
Porque para qué
hacer o seguir negando
náh eh pa'náh.
La luz finaliza
con un simple punto,
un punto final
.
Habitantes somos
de un resto de palacio esparcido
como escombros de la luna,
como si ella hubiera ido derrumbándose
desde las alturas oficiantes
de la noche y su capa caída
de negro onanismo.
Blanco el eje y los cascotes
de caliza blanca se amontonan
bajo la lumbre también blanca
del hueco de su círculo
plano, todo es plano
en la noche averiguada
de silencio oscuro.
Porque para qué
hacer o seguir negando
náh eh pa'náh.
La luz finaliza
con un simple punto,
un punto final
.
Ana María Matute, ángel y diosa
Se me asemeja a una especie de ángel, una especie muy particular. La miro ahora de nuevo y la veo brillar como ella misma, quizás como ahora mismo está. Para mí no se ha ido.
A punto estuve de conocerla en persona, pero al final el acto se desarrolló a puerta cerrada, pienso que como correspondía, ella visitando un colegio que portaba su titularidad, su nombre. No pude disfrutar del honor (y alegría) de darle un beso por mí misma, pero a cambio, mi hermana, la maestra de preescolar que usa la poesía como herramienta de enseñanza, su propia poesía, le entregó de su mano uno de mis poemarios publicados.
¡Y cuánta belleza al verla ahora!
Pienso que no merecemos ni un dios ni una diosa, ni uno ni una que quisieran serlo siquiera. Aunque algunas lo SON.
(Esta fotografía la usé para una entrada publicada el 16 de Julio de 2011 en el blog "La fuente", que ya cerré y oculté hace bastante tiempo. La fotografía no proviene de disparo de mi autoría.)
martes, 24 de junio de 2014
Extinción de tiempo
Extinción de tiempo
Al final de estos años
y lentas paciencias poso
mi esperanza en Dios,
en el que no creo.
De un proceso artístico preciso
a la juventud del día que dicta
el cable sin medida del canto
de los vencejos y los mirlos
ya durmientes, ya cansados
de tanto ser oídos por mí.
Ni el paraíso posee nombre
de médula o lavatorio
de esquinas donde apoyarme,
abaratadme, por favor,
dioses y hombres,
abaratadme para que pueda
morir lejos de mí, sin carne,
sin espíritu, sin aire de mis días,
sin suelo, sin tierra
donde medirme, sin mente
que me barrene, sin noche
clavada en el entresuelo
de goma del momento
que no pasa ni sucede.
¿Hasta cuándo volver
aunque sea
para no tener que volver?
Al final de estos años
y lentas paciencias poso
mi esperanza en Dios,
en el que no creo.
De un proceso artístico preciso
a la juventud del día que dicta
el cable sin medida del canto
de los vencejos y los mirlos
ya durmientes, ya cansados
de tanto ser oídos por mí.
Ni el paraíso posee nombre
de médula o lavatorio
de esquinas donde apoyarme,
abaratadme, por favor,
dioses y hombres,
abaratadme para que pueda
morir lejos de mí, sin carne,
sin espíritu, sin aire de mis días,
sin suelo, sin tierra
donde medirme, sin mente
que me barrene, sin noche
clavada en el entresuelo
de goma del momento
que no pasa ni sucede.
¿Hasta cuándo volver
aunque sea
para no tener que volver?
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