miércoles, 5 de febrero de 2014

Nuevo hombre en la cruz

Nuevo hombre en la cruz


Verte en verde puro quisiera
ausente de tus férreas estampidas,
lenta en un segundo presiento
tiempo al sol de ese tulipán equivalente
que me llama, me pregunta, me requiere:
¿Por qué?, ¿por qué no bebes?
Y tus manos amasando espinas.
Como ya no se te clavan…

Al verde quiero sostenerte:
Flamearás sucediendo en el vacío
hasta que el celo mudo
de tu viento, si es que mientes,
se haga hueco en la cruz de tu pecho.
Y entonces se abrirá el cuero herrumbroso.
Y el manantial borboteará
de las cuatro paredes de tus brazos.
Y el sol del aullido iluminará
las doradas clavijas como si fueran
brotes verdes: verte
como si no te hubieras zanjado.
El campo de cuerdas de hierro
tronará en rasgueo salvaje
de tu boca que reirá llagando
el aire que hoy permanece ileso…
Como muro, como vano
a la muerte en la que tañes
preso de esa cruz en la que te clavas,
que ya no sé,
yo no sé,
no sé
con qué manos apuntalas
esos clavos a tus palmas.

Hombre de cuatro brazos,
mutante de esta tierra
morada por la espada de tu arado,
que me llama, me demanda, me pregunta
de qué te sirve ya ese par de alas.

martes, 4 de febrero de 2014

Papá estado

Papá estado

Tengo que trabajar,
¿me echan una mano?
Las fuerzas eternas se desgastan
con vuestra mera presencia
donde no deberíais estar,
cada cual con su mentira,
cada cual con su hipócrita miseria,
cada cual con su nula vergüenza
o conciencia de corderos.
mejor de cabritos:
ninguno somos inocentes
—¿qué hago aquí?—...
Pero a todos los que habéis pasado
por delante mía os distingue una medalla,
la de corcho, la de humo, la de aire...
Salvo a esa muchacha
a la que le dolía la costura en su vagina
por su reciente maternidad mientras
que ninguno de vosotros,
¡parados, terquísimos parados!,
os levantasteis para ofrecerle
vuestro asiento re-caliente.

Vuestro el dinero de la prestación,
vuestra la culpa si ella tiene que volver al hospital.
Lo pagaréis con vuestra propia asignación.

Me da igual que digáis que paséis hambre:
no me lo creo. Habéis tenido la oportunidad
de alimentaros y no habéis querido hacerlo.
Habéis querido pasar por el aro
de papá estado a costa del dolor.

Ella no necesitaba un papá.
Ya su hijo lo tenía.

Vosotros sí: al tirano,
al sin nombre.

No debe extrañaros
que os llame bastardos.


lunes, 3 de febrero de 2014

Pro-vocadora

Pro-vocadora

Atrapas y tiestos que lanzas
aun con el viento ajando
rosas
y devolviendo
vida infranqueable.
Pro-bocadora.

¿Qué coyuntura habilitas
que administra vía extinta
para los dulces sabores,
la mecánica suerte
por la que siempre
de la horca
pendes,
con la condena de frente
y el juicio terciado
en la mitad de unas espaldas
a oscuras?
¿Qué tornillo desenroscas?
¿Qué relé desinhibes?
¿Qué bravo y soldado
a tus meninges puerto
te abriga cuando la noche,
urge la noche bogando
caída tras caída sobre la ola,
ya no te corteja
ni en la blanca cama?

navego bajo mares de hojaldrada
melancolía, capa sobre capa
apisonan cada músculo contracto
cerrando los párpados del aire.
Pero no la boca
no la boca
la boca no
amarga.

domingo, 2 de febrero de 2014

anselmiana

anselmiana

de creer solo querría creer
en un solo dios sin figura
ni nombre poder
arrodillarme,
entrelazar mis manos
en ademán suplicante
y espetarte,
dios, dios
mío,
por qué no puedo
creer en ti si a ti te pregunto
el motivo,
¿cómo no existes?

A la sombra del cañizo

A la sombra del cañizo
Me ha cegado la ilusión de verte vivo

Despampanante como un brillo
de cristales en la ladera
litoral de los cabezos amarillos
donde la antena de los cohetes
allá tras los pinos verdes,
los pinos, siempre los pinos
verdes y turgentes como nubes
de floresta oliendo a resina
también verde.
allá se te vio brillar.

Después supe del campo
de experimentación antitecnológica.
Construían transistores
cada vez más pequeños,
cientos por miles
las agujas de los pinos
caen tejiendo la alfombra
que endurecía la blanca
arena de los caminos
por millares de granos
cuadrados y perdidos
de sí como tú,
procesionaria de mi embarazo,
quién te ha visto y quién te ve,
general en armas del ejército
de las voces, quién puede creer
que tras de ti avanza pensativo
el perfecto hombre cuadrado
amante de las luces
y algún seguro estío
de sombra:
el cañizo nevado
de desconsuelo
se desvencija
fuera de sitio,
fuera de tiempo.

Y el bar sólo sirve
para beber y para recordar
cómo se pudren las sillas de anea.
 
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