jueves, 10 de junio de 2010

Sólo un análisis

Olvido

Tiempo ha que me llegan
algunos ruidos
y toses, Dios cantaba
apoyado en la esquina
del barrio con su lira
y con su pose.
En la otra algún hombre
jaculaba oraciones,
órdenes más que ruegos,
que el vaivén de la vida
una vez le asistiera
en el día y en la noche.
Continuó cantando
Dios, hasta los ocasos,
beatíficos acasos,
pensó, que al fin
me procuran descanso.
Tapó sus oídos con algodón impregnado en esperma y cerró los ojos
posando su cabeza sobre la almohada de cualquier Olimpo.
Olvidó activar la alarma del despertador.
Olímpico, por divino,  descuido.

Sofía Serra, Junio 2010

martes, 8 de junio de 2010

Madreselvas en flor

Ya me queda menos para poder abrir el blog donde voy a publicar ese pequeño poemario que tanto significa para mí titulado "El Paraíso imperdible". Hoy dejo este poema, que tal vez no sea de los mejores, recitado. Casi cincuenta intentos me ha costado lograr una versión medio decente, dos días. No sé a quién se le puede ocurrir escribir en versos tan larguísimos, ¡por dios!. Digo yo que si lo dividiera en versos de menos palabras el poemario contaría con más páginas, ¿no?...:)


Título de la fotografía: Madreselvas en flor



Madreselvas en flor

He contemplado cómo se abandonaba al Hijo dejándolo a la intemperie helada de la vida./


He vislumbrado la osadía de las manos humanas ensangrentadas con el real líquido de la estirpe,
para luego morir víctimas de su propia locura./


He comprobado la resurrección del verbo hecho carne bendita a través del propio ser de ser humano, y el triunfo de la vida izado a los altares del merecimiento con el baile de los brazos omnipotentes del amor./


He organizado justas lentas y humildes, gallardas lozanías esculpidas mediante la alegría y la ingenuidad del bien amado como soldados del ejército que deseaba./


He sido corresponsal denunciante de la guerra entre hermanos, reportero entre dos fuegos enemigos alzando lienzo blanco cuando sólo el hambriento puño cerraba sus fauces./


He sido testigo combativo del ultraje al anciano, carne de mi carne, a la vez que el anciano me quebrantaba./


He visto rasgarse las cortinas del inframundo horrorizada ante la ignorancia de las propias garras que provocaban su apertura y, con ella, la avenida sobre mi carne del fuego abrasador, la tortura esculpida con dedos vestidos de cristales ciegos,/


cuchillos de obscena y afilada obsidiana, asfalto, automóvil y desley y el depósito de la descreencia sobre mis hombros enlutados, cuando yo, rezaba./


Por mi alma, por mi pérdida./


Con un crédulo rosario en mis manos que a su vez tuvieron que educarte en el dolor, para extraer de tu lívido semblante el rubor de la vida con esperanza./


He soportado el peso de la marmórea losa y de la infinitud de la tierra plena./


He gastado mis uñas hasta traspasar las paredes del ataúd en el que me enterraron viva a la vez que hacía emerger cipreses de sus tablas./


He patentado la fertilidad del dolor abonando al mismo suelo que me torturaba, y logré extraer sus risas floridas que, como ángeles, me acompañaron./


He vivido en la soledad del inentendido, ajena a las banderas que los demás ondean como libertades, intentando dibujarles los sudarios con los que se amortajaban./


He dejado crecer tantas ortigas como para desplagar los jardines colgantes de Babilonia, aunque en mi delicada y fina piel producen urticaria./


He sembrado tantos árboles que bastarían para alimentar los pulmones de cien criaturas que hubieran depositado en mis brazos para amamantarlos con los pechos de una jardinera nodriza, a ellos, que estorban para el prestigio enmarañado de madres alopécicas./


He llegado al límite de la vida, entre la tierra y el ser vivo, extirpando el barro cocido por el estío de las delicadas bocas de los ángeles. Para que no se asfixiaran, ellas, las sonrisas de la tierra, las encinas./


He reconstruido murallas de piedras ciclópeas derrumbadas por la osadía de los temporales invernales, cuando mis manos, muy pequeñas, sólo pueden abarcar los guijarros que el cauce leve del arroyo moldea./


He abierto caminos sobre el desierto a la vez que verdeaba sus lindes, para que la presencia del jilguero, y de la abubilla, ornara con sus voces el aire vacío del abandono humano./


He matado con mis zapatos de rosas a los devoradores del verde a la vez que habilitaba el criadero de sus crías entre las aspidistras de mis años infantiles (he convertido serpientes mortíferas en amas de cría)./


He dejado derramadas a mis entrañas en la boca negra de la serrana noche camino de su aprendizaje para que pudieran acoger al esperpento de la soledad y la valentía humanas./


Te he amado, renunciando a mi lustre para que otros pudieran necesitarte, y así, tú, amarte./


He entregado y he contemplado mis manos no sólo vacías, sino convertidas en caricatura de sí mismas cuando la muerte nos habilita como sólo recordatorio de hombre, estructura ósea ya imposibilitada para la caricia./


He arado, he cimentado, he sanado alas, extraído sus huevos para alimentarnos mientras construía jaulas para sintéticos voladores, por no quebrar el diseño natural del orbe y poder levantar el mío desde el mismo suelo./


He ayudado a la tierra en su vital ciclo del agua. He sido nube y océano. Sol y helada matutina./


Me he visto llorar, he visto morir, he matado, he realizado obstetricias, he contemplado tu insurrección, he soportado la venganza, he vengado, he muerto ante la envidia, he temblado de dolor ante la sevicia, he sucumbido ante el discurso de las lenguas huecas, he hablado cuando todos callaban, he convertido mis versos en palabras de judicatura, he amado cuando todos se auto-amaban, he resucitado por mí misma…/


He creado casi de la misma nada./


Que nadie diga que el mundo no ha hablado a través de mí,/
que no soy poeta,/
que mi yo ha pertenecido al mundo y al mundo vuelve a través de mi fuente cubierta de madreselvas, sembradas por mí, que purifican, con su vivificante aroma, el aire envilecido de la molicie y la estulticia humanas./

Sofía Serra, Junio 2009 ( De "El paraíso imperdible")

lunes, 7 de junio de 2010

Más nueva biología


Título de la fotografía: A dos pasos


Vértebras

No basta sólo un hombre para abrir estas carnes/
al huracán del deseo./
Ni dos, ni tres, ni un millón. Ni siquiera mujer./
Se necesita acopio de la nada hecha vida,/
pálpito en el vacío,/
rumor de arterias,/
flores de nervio/
en la voz, aunque fuera muda./
Mas yo, herida siempre abierta, sostengo/
encarnizada batalla/
por saber en qué consiste, me pregunto, ante mi falta de esfuerzo, tu entrega/
que me hace vida toda laxa, toda suya , toda de un orden cierto de mundo./


La palabra y Dios, o tú, me depositan con mi cuerpo/
en cierto no-lugar del que no deseo alejarme./
Un lugar de mi sangre, la tuya,/
y de un todo más que sé no tiene materia./


Quedarme sin nada, mentir mi propia ruina,/
la del doblez de esa espina que nunca ha sido bífida./
Conectar bajo un circunloquio,/
un yo, un tú,/
un no sé de dónde llega,/
un comunicando./


Nos jugamos la vida en cada paso./
Acera incesante fabrican los muslos,/
las rodillas, los tobillos,/
nuestras plantas,/
la cadera avanzando de atrás hacia adelante de la columna/
quebrando el continuo del aire,/
dibujando camino hacia el horizonte diseñado por nuestra anatomía./
Ahí concluye nuestra gesta, que no es muda./
La mirada al viento la construye la osadía de cada pie, cada dedo,/
cada tarso./

Y van por pares, normalmente./

Sofía Serra, 5 de Junio de 2010

domingo, 6 de junio de 2010

Oye

Uno de hace varias semanas y que ya debo "soltar".

Oye


Oye...es que hablas de Amor.
¿Sabes de qué va el asunto?
¿Tienes idea de lo que significa despellejarte,
y que la piel, ésa que nos protege y normalmente cuidamos, los que pueden,
con más y más minutos de más bajo y tras la ducha, quede así expuesta,
rozando el aire, tan liviano en apariencia,
tan afilado al surtir el hambre,
izando cada célula viva a contra pelo
hasta que los dientes que no tiene
sufran el acoso del calambre, del escalofrío, del dolor, y ya
se deshaga en muerte, en agua , en clara energía
deseando ser protegida
a la vez que suicida sobre el aire?
Es que hablas del Amor, ¿sabes?
Y tantas veces, quebrados sobre este saber, sobreseemos el vocablo, lo aturdimos,
lo negamos, lo desgarramos vivo sin recuerdo de lo que nos hace, que,
olvidamos, nace allá.
En el estómago.
En las tripas.
En el cerebro.
En cada neurona.
En cada vello que, a algunos, los cubre...
Amor...Roma.
De tan lejos, que no sé por qué no vestimos con taparrabos.
A ver qué haces tú con tu i-pod.
o aquélla con su i-pad... ¿ya?, ¿tan grande?
el libro,
o la mano dada,
cuando al fin,
beso a beso, labio a labio,
nos transfundimos sobre esta piel que,
¿lo conocías como órgano inmune al paso de cualquier ser vivo extraño?,
nos cubre como vestido cada vez más aderezado de lentejuelas y falsos onanismos, porque al final,
¿en qué piensas cuando te masturbas?
¿En ti follándote vivo como el del ombligo taladrado
y el caniche siempre blanco, el que cose pieles de seres muertos, antes vivos,
para dejar de ser dolor?
Ésa, ése, los que entierras en tu aliento,
son pecho vivo como tú.
Sangre terrena somos todos. Duele
la gozada del aire sobre el pellejo vivo, duele
Amor sobre cuchilla a la carne en sangre viva.
Duele,
y sólo quiere nube,
colchón de viento humedecido,
Como para ti siempre anhelas...


¿Sabes ahora de lo que hablo cuando nombro Amor?

Sofía Serra, Mayo 2010

sábado, 5 de junio de 2010

Poema para PoeSÍa contra la barbarie

Han tenido la generosidad de aceptar este poema que ya hace algún mes subí al blog, en la Convocatoria PoeSÍa contra la barbarie, una convocatoria que tanto me reclama interiormente pero  a la que no podré acudir  por los mismos motivos de siempre. Todo lo que hago nace siempre de lo mismo, desde que nací, creo, pelear contra la barbarie producto de la estulticia, el miedo y la soberbia humanos. Tal vez por ello mismo en mis propias carnes he sufrido muchas veces su acometida. Sé que a algunas personas que conocen mis fotografías o mis poemas les puede extrañar esta afirmación, pero es que cuando se tiene tal vez la especial predisposición para percibir el mal, producto de la pereza y la estupidez humana,  a alguien que la llama la actividad creativa, o en la que cree, sólo le queda por hacer intentar embellecer y ennoblecer, por quizás poder ofrecer algo más  hermoso sobre todo a los inocentes, y también, puede ser,  por no terminar volviéndose loca una misma. Así que, con la sola presencia  de ese poema en el blog que han preparado expresamente para ello, AQUÍ, ya me emociono y me siento orgullosa, y sobre todo muy agradecida por mínimamente haber podido contribuir.

El poema lo escribí tras la visión de una imagen poco cruenta en realidad, un chavalín palestino sentado sobre escombros, un chavalín que miraba a no sé donde con la boca muy abierta pero sin cara de asombro. Se suceden mil imágenes así por nuestras retinas. Mientras, "aquí" en esta mente nuestra y en este lugar de esta nuestra sociedad sobre la que no paramos de quejarnos, peleábamos, discutíamos, debatíamos sobre si es mejor publicar en papel o no, autopublicarse o simplemente hacer lo que en nuestras manos esté con la poesía hacemos. Exponerla en este medio que casi al alcance de cualquiera está.

Ahora lo he grabado y confieso me he emocionado al recitarlo , y aún lo estoy.
(He corregido una palabra y una coma)




Del libro al aire


Pasados ya los vientos huracanados,/
el depósito se nutre/
del libro alojado en la arena quieta del conocimiento/
de aquéllos a los que la luz sólo de la esfera radiante llega,/
o de las estrellas./
Los más pobres se alimentan del breve oxígeno que los más ricos resolvemos no extinguir./


Suerte, suerte tú que con sólo tu boca abierta/
alimentas a la atmósfera con divinas emanaciones/
de ser humano lejano y herido por las lanzas de los posesos./


Mi cantar se hará eléctrico para los sedentes,/
descarga de ejecutoria sentencia de muerte, quizás,/
pero para ti será ya/
siempre mi canto vivo a plena luz,/
sol del día:/
que con la fragancia del mar penetre hasta tus pulmones,/
que lo halles entre los escombros de los solares construidos por las bombas/
y en la sangre de tu madre apedreada,/
en la bala con la que maniataron a tu padre/
o en el muñón que la mina entretejió con las venas de tu carne tierna./


Que no existen las ausencias, yo te digo,/
que el suborden de todo lo que te maltrata/
es presencia de amor, de casa,/
de madre con ríos de agua fresca/
chorreando por su rostro tras el baño en la poza cristalina, y de padre con una azada en sus manos./
Y la tierra, la tierra siempre latiendo/
bajo esos cascotes de muerte, la tierra/
con sus oreadoras lombrices y sus fértiles minerales,/
siempre la tierra permanece./
Viva espera la lectura de tus ojos/
ahora que la has sembrado con el peso alado de tu pierna./

Sofía Serra, 2010 (De "Del bestiario de los inocentes")
 
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