martes, 1 de diciembre de 2015

Me acompaña (II)



Golfo de mar con gran fortuna airado
se puede comparar la vida mía:
van las ondas do el viento las envía,
y las de mi vivir do quiere el hado.

No hallan suelo al golfo, ni hallado
será cabo jamás en mi porfía;
en el golfo hay mil monstruos que el mar cría;
mi recelo mil monstruos ha criado.

En el mar guía el Norte, a mí una estrella;
nadie se fía del mar, de nada fío;
vase allí con temor, yo temoroso;

por mí cuidados van, naves por ella;
y si en algo difiere el vivir mío,
es que se aplaca el mar; yo no reposo.

(Gutierre de Cetina)


Gutierre de Cetina, poeta del Renacimiento español. Begoña López Bueno.
Sevilla, 1978.

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domingo, 29 de noviembre de 2015

Me acompaña (I)


SONETO I

Osé, y temi; mas pudo la osadia
tanto, que desprecié el temor cobarde,
subi a do el fuego mas m'enciende i arde,
cuanto mas la esperanza se desvia.

Gastè en error la edad florida mia;
aora veo el daño, pero tarde;
que ya mal puede ser, qu'el seso guarde
a quien s'entrega ciego a su porfia.

Tal vez pruevo (mas que me vale?) alçarme
del grave peso, que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerça el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es onra ya, ni justo, que s'estime
tan mal de quien tan bien rindio su pecho.

Fernando de Herrera. Algunas obras. Edición al cuidado de Begoña López Bueno. Sevilla, 2014.


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miércoles, 18 de noviembre de 2015

La luz de tu camisa




La luz de tu camisa

No me atrevo a decirte cuánto te echo de menos,
cómo se sostienen enjaezadas bajo mis pupilas
estas pestañas que se anudan ya a tu gesto,
común beso sobre tu húmeda frente,
soñando con tu verbo que los días no terminan,
ni alumbran vistosas las farolas hasta que tu mirada
se posa sobre el nombre escrito en verso
de la compañera que ocupa tu camastro.
¿Hablamos?

Servimos bajo el mismo mantel la leña que nos hogara,
alumbramos nuestra piel levemente indispuesta,
suscitada por la caricia invisible
de tu mano sobre la mía y mi espalda.
Pienso, bebiendo bajo tu cuello,
que no quiero más luz
que la que desprende tu camisa.

(De La presencia por la ausencia.)



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domingo, 18 de octubre de 2015

Son del sitio

Son del Sitio

Son del sitio la encina
y la voz
del eco
al sur
oigo la sierra de Aznalcóllar
con su boca y con su pecho
—es el mío de mi frente, y lo era—
de mi norte que imanta
mi cabeza buscando
la enana blanca del día
recién levantada
la mañana de su son
de la noche y yo
una sombra de nostalgia
y un aullido de mi centro
que cabalga solo
sobre mis piernas
y el olor que no se pierde
en las fosas sinoideas
de la lumbre en la candela
y el humo y la llama
y el olor a tierra
y a rostro del mundo
poniendo su culo
por montera delante
de mi cara. La cabra
reseca y borracha
de nostalgia de nada,
nada más que adelfas
y yerba dura y recia
de falta de agua,
y el aroma verde
de verdad de amor
de un mundo y de yo,
y yo, y yo y la tierra sin nombre,
y yo sin nada salvo él,
su eco.

De "Solenostemon".



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miércoles, 14 de octubre de 2015

Ríes aunque llueva

Ríes aunque llueva

Llueve y el agua limpia
tu reserva de gesto escondido
a las mieles del triunfo.
Por un puñado de monedas
que no coges,
conquistas el favor del cielo
y de la amante, mas, lo sabes,
tú siempre lo sabes, no hay favor
que necesite gesto
de tu honrada boca ducha
en vociferar cuando el gentío
te escinde y esconde una y otra
vez las monedas almonedan
el aire, lo subastan
al mejor deporte:
¡qué perpetro observado
sobre tu risa centelleante!,
duermen los armónicos sonidos
de la lentitud del agua cayendo
sobre las piedras y la verdina
aún por nacer, tan someras.
Es decir, tan ciertas.

Vierto caudal
sobre tu honrosa
costumbre de saludar
a la gota de lluvia
que se desvanece (vuela,
ella vuela aunque caiga).
No hay mejilla más alegre
que la mía cuando se deposita
en tus labios untados
con deslices otoñales:
un dorado y sabio verdor
que enrojece al cielo nublado:
la ciudad nos puso límites
de tejados, pero tus dos aguas,
esa una sobre tu mejilla derecha
y esa otra sobre la izquierda,
continúan silabeándome
el lenguaje que comienzo
y no termina cuando callo
mi continuo
no dejar de
mirarte.

(De Solenostemon.)


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