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miércoles, 16 de noviembre de 2022

Dos de Bambi



Cada Paisaje

La de veces que uno y otro

nos dijimos adiós

allá por las circunvalaciones.

Cada curva ha rastreado

la siguiente curva desplazando

la carretera hasta darnos 

en los rostros la mirada mutua

sobre cada ambos pares, mis pechos y tus manos

bailan trabados al compás

de cada precipicio que se abre.

Cada sintomática pregunta al paisaje 

nos devuelve una respuesta minúscula

sobre cada árbol erguido

y cada torre de la luz.

Se detiene el sol

sostenido por el suelo.

Cada acto gravitacional


se nos vuela de las manos.

Son los pájaros —“pájaro, pájaro”,

dijo Bambi,—

repoblando el aire

ante el disparo del paso

de cada coche 

sobre el asfalto.

Desde este sueño,

mendicantes oleajes

obtienen su plena confabulación

de líquidos leales a los cuerpos.

Haciendo la cama, sonríe el parto.

Océano alado entrambos.

(De "La dosis y la desmedida")


Bambina

Una pieza de sol

abre la bruma desprendida

de la tierra y su salobre

pertenencia, pues al mar pertenece

el agua toda que rocía tus cantos

y mis laderas, la gimnasia

del horizonte extendiéndose

como elástico afán de suelo.

Y sueño, a lomos de tu presencia,

cabalgándote como animal joven

y fresco que corretea por la llanura

de las exigencias, sin más olfato

que para su sed, su hambre de yerba,

su primicia, la nueva tierra mojada

bajo sus patas y su pelliza, 

tal como yo te monto, mi tierra tú.

Aún poseo la cola donde se me posó la mariposa.

(De "En un lugar del mundo")

domingo, 7 de agosto de 2022

Caudales

 


El cauce

 

Soy el cauce,

que todo lo recoge

y de todo se vacía,

tal como me desbordan las sobras

del barro, me desocupa la carencia del estío,

me minimiza la plenitud de las adelfas secas

y me enormiza la pletórica

concurrencia de las escorrentías,

siempre llenas del abuso.

Son las huestes del hambre

del devenir del misterio de existir

siendo tan solo cauce

al albur de tantas voluntades

celestes o terrenas,

fríos colmos o cálidas renuncias

contra mi termal fuente salubre

desde mi sino de ser

no más que cauce

abierto a las piedras y a la reja abierta

que se eleva, y yo, desbordado

de pleno o de vacío, tan solo

eternamente anhelante

de un lugar en el mundo.

Mis orillas ambas

a dos señalan bailando,

pero yo, yo, no soy más que yo

sin movimiento por mí mismo.

Inerte, consumo mi propio lecho

sin sitio siquiera donde descansar,

socavo hasta mi sino de cauce:

no más que yo soy,

por donde todo pasa

y nada queda.

lunes, 11 de julio de 2022

La cocina del silencio

 


Cocino para no (d)escribir

 

el desastre, ingenuo desastre

que ensordece la melodía leve,

cada posada de la brizna de luz

atravesada por el follaje

que toma cogiendo el sueño

del invierno y el descanso

con su caída sobre la tierra

de este mundo...

Mis días de poeta han pasado

tal como los amarillos vuelven a su lugar,

el origen tamizado por el también paso

del tiempo cuando sucumbe

bajo los zarpazos del viento invernal

y su azogue.

Todo acalla, todo luce silencio

de colores, el armisticio

del sincrético blanco

del frío que me inquietaba.

 

Donde me halle,

sobre la colina reseca

o bajo las umbrías hondonadas

del barranco,

sobre el puente o caminando

o atravesada sobre los matorrales

cabizbajos de la trocha,

bebiendo viento o asolando

calmas inanes de cada raíz

de invierno, de cada esfuerzo

refulgente de la tierra

manteniendo el manto en equilibrio,

arropando la luz en la dureza de sus huesos

o ablandando el lecho

donde toda la esperanza duerme

plácidamente con el amor

por los más débiles

como bandera de árboles

ya alimentados por la cocina

del silencio.

jueves, 7 de abril de 2022

A un mirlo blanco




El canto del mirlo

(A mi hijo)


También por la mañana

aduce voz al silencio melódico

del campo la sonora garganta

del mirlo y su afán por gobernar

mis adentros ya algo ajados.

Perpetúa el recuerdo de la bondad 

y la belleza y hasta el aroma

de las madreselvas aún sin flores.

Canta prodigando senderos

de tiempo felices, de plumas

aves sobre tus ojos libres

de espanto sobre el pasado.

Construye el mismo nido

que tú construyes caminando

por las avenidas de la vida

a tus manos, va llegando

tu suelo habitado de amaneceres

poblados de ti y tu fortuna

donde tu mente preclara

ilumina las estancias de tu presente.

A veces, al mirlo se le entiende

sin palabras, comunica el valle

de la memoria con el altozano

de futuro elevado sobre tu sonrisa

y porvenir soldado a tu corazón

tal como la mañana se une a la tarde

de mis ilusiones y a la noche de mis días.

Y tú continúas caminando,

y yo te libro vía, aunque no te vea,

esta trocha agridulce de la vida,

tal como el canto del mirlo 

rompe la niebla blanca

de mi ceguera iluminando

las estancias de mis lágrimas

y de mi alegría de ti.


(De "En un lugar del mundo".)


lunes, 21 de febrero de 2022

Metromaquia

 


La giganta

 

Hasta los jaramagos perfuman

la suerte de mis pasos sin pisadas

erguidas bajo el sol y sobre la tierra.

Culmina el puente de luz

la avenida que esconde

el ramo de troncos centenarios

tranquilamente dormidos

de pie, como la perra vieja

y sus canas hocicantes de hembra

parida de bruces bajo su caseta.

Huele el campo a campo vivo,

huele el aire a sal marina muerta

izada al cielo como Layla.

Nubes tan potentes como el imán del planeta

que a todos nos sujeta a su superficie,

¿tendrá conciencia, la Tierra, de sí misma

y los aromas que me embriagan?

¿Suspendería su deriva con rumbo

si el conocimiento obtuviera?

Yo me detengo conocedora

de mi fortuna dorada, absorbo

a través de mis sentidos la belleza

que me plasma sobre el suelo,

libertad tan rica de señuelos

que me pierden fundida

sobre la naciente pradera como vello

urticario de una gigante tranquila,

dormitando bajo el sol y las nubes,

expeliendo humores de agraces

mieles libadas por las abejas.

Posadas sobre los jaramagos,

habitúan mis pasos al mullido jergón

donde reposan a la espera silente

de la lluvia sus vastas ubres

de dulce e ignorante matrona.

De su poderío hablan por ella

las colinas, las sierras, los barrancos,

los bosques, las tercas estepas,

las piedras sus huesos trabados

en polvo rosa de cimientos

para esta catedral en el vientre

de la geoda. Mas ella ajena

dormita y de sus sueños

yo velo por su inocente reposo

bañándome en su ronquido

de madera, yerba, tierra y viento

contenido entre loma y loma

levanto su aliento de hembra

fecunda y recia descansando

de tanto esfuerzo callado.

De dónde llegan las encinas y los pinos,

de dónde las piedras salvajes

como tortugas marinas durmientes

excavan su nido asomando solo

sus crestas grises y azules,

de dónde la tierra dura culmina

su labor de ternura acunando

tanta semilla de flor nueva

que se abre al cielo y a mis pasos

sin huellas, sin pisadas

que las aplaste: vuelo como la abeja

liba de color en color bajo el manto

de la luminosa claridad,

del aura magna de esta giganta

que durmiendo trabaja y se afana

para que yo sueñe, piense o goce,

para que yo desdiga cada luciente

empresa que no se oculta,

para que niegue mi forma y mi nombre

entre tanto contenido de verdad,

de plenitud completa de ser

viviente habitado y gigante, de ser

mínimo como los pétalos

de los jaramagos, de ser

minúsculo como yo.

 

Y como tú.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Saludes y Saludos

 



Sanaciones

 

Del cielo seco cae la arisca helada,

sin prendas, se tumba amando

sobre la yerba,

sobre los lomos del huerto,

sobre todo,

sobre las tuberías externas de cobre

y las mangueras de azufre.

Con paños calientes vendo

su estrategia de estatua de bronce,

su herida de ser corriente

estancando la ruptura

del devenir de sus ríos,

sus ríos de agua termal y verde,

lento arribo de la sima de la tierra

que a mis manos, y a la lavadora,

llega. Calmo y me calma el secreto

que guardo en mi bolsillo,

este calor que inventa mi amor

por la casa, nuestra casa,

nuestro piso de 10.000 metros

redondos acendrado con agua

de las entrañas de este suelo.

Como si diosa fuera yo, su ofrenda

me obsequia alzando mares del sur

desalados.

De este sur.

Y yo la bendigo con mis ojos

y el dolor de mis dedos.

La arisca fiel que se afana aun tumbada,

la ama de invierno que guarda las llaves

de la primavera, la enfermera

que lava todas las úlceras.

Aunque duela.

 

Sola culmina su labor sanadora,

sendas malignas gobiernan los trotamundos

estivales del sol y sus lagartos soldados

a las piedras como pajes perezosos

de su reino sanitario.

La tierra la sostiene,

se deja seducir por amor tan insólito,

sabe de su salud protectora,

siempre la recuerda,

nunca olvida, aunque la mates,

clava sobre ella el puñal de hielo

de tu furia:

te devolverá los verdes ríos

y salados mares de los frutos calientes

de tus manos cuando no te dolían.

Y así, se venga mi madre,

me recuerda a mí también,

nunca olvida mi siembra.

Aunque hiele.


(Sofía Serra)

lunes, 8 de marzo de 2021

Dos manifestaciones


Una mujer en el campo


Tan concreta, tan nítidamente
anidada en este hoy y en el mañana,
tan incrustada como la roca
que asoma, tan inamovible
por fuerza humana, así asiento
mis luces y mis sombras
bajo la tierra abrigada a la intemperie
del cielo degluto lombrices
y bebo lluvia o gotas de escarcha.
Trago muelas, separo dientes
de ajo tuercen mis huesos
que la perra esconde bajo la loma
de estiércol que yo venteo
para alimentar el huerto y los rosales.
Me muevo sobre mí misma
generando energía de flores
eólicas y polvo amarillo.
Transmuto orígenes,
duplico, oreo: construyo
un hogar para la primavera.
 
Y para nuestro tiempo.

martes, 9 de febrero de 2021

Espejo

 


El paisaje (Vírico paisaje)

Yo no soy paisaje digno de reflejar
en fotografías o grandes lienzos,
en documentales feroces
que la comparativa provoca,
ni siquiera en las evanescentes
pantallas por donde se asoman
al resto del mundo y sus aconteceres.
Apenas árboles a duras
penas multitud de piedras,
una severa tierra coronada de yerba
rala producto de las bocas rumiantes
y los extremos de temperatura,
algún arroyuelo de invierno,
cardos grises y verdes,
caminos polvorientos o embarrados
sin grandes sombras que los alivien,
soy un paisaje no de cuento,
un paisaje mínimo de esplendor
natural o humano, una especie
de tierra de nadie sin casi nadie
que me lleve a los altares
de la admiración. Recuerdo
a los bajíos del alma
terca e inmune a pasiones
o ventisqueros de halagos,
tan mudo que nadie me oye
salvo alguna oveja y sienes
tan tenaces como yo. Soy paisaje
decrépito de umbrías y ternura,
de hojas caídas y cascadas frescas
y hasta de hombres. Sin embargo,
no duermo ni descanso, ventrílocuo,
pongo voz a los cierzos, los levantes
los simunes y los ponientes,
a los vientos rijo como una rosa
nacida en la obstinación
de los mapas, planos de puro inermes,
como una espiga de los vientos
a la que el oleaje aéreo no tumba.
De tan viejo, mis huesos frágiles
en polvo y tierra se funden.
De tan firme, mis pies columbran
la salud de las bacterias
que favorecen mi engorde
nitritos y nitratos me rejuvenecen
como si estrella del espectáculo fuera
y hasta tierno y aireado me vuelven
las cuchilladas profundas de los hombres
y sus manos. Soy plegado y raso,
anciano y joven, domesticado
y salvaje como el ser humano
que de mí vivía y, ahora, otros,
para mí viven. Conservo mis años,
mis siglos, en cada nuevo brote
de lirio que amanece morado
sobre mi suelo rosa y terso
de tantas pisadas de animales.
Mas me dibujan caminantes
sin pasos pero con huellas
solo visibles cuando caen.
Yo no soy paisaje digno de cine,
pero mitigo la furibunda mirada
de quien me vislumbre
respirando mis aires libres
de virus coronados por la falaz
pandemia de tanto ser
habituado a la pequeñez
que no encuentra, no halla,
no atina a contemplarse
más allá de sí mismo.
Devuelvo como espejo
todas las estrategias que asolanan
las arrugas profundas y recias
de tanta hambre de mentira:
soy verdad como la poética
de las cosas, soy justicia firme
en mi dureza que a todos
devuelve la vista
y hace felices a quienes ante mí
se derrotan de sí.

(De "Un lugar en el mundo")

miércoles, 30 de diciembre de 2020

El sol, la luna y las estrellas (Feliz Año 2021)




El amo de casa

El esfuerzo con que la luz
se hace todos los días,
maldito sea el Génesis
y todos sus estudiosos,
ninguno contempló ni relató
cómo el sol levanta
el manto negro, la mortaja
sobre la tierra bajo la tumba
resucitándose a sí mismo,
como si la empresa dependiera
de unos brazos aún más extensos
que el Universo.
Calculamos a nuestra medida,
contamos las estrellas con las puntas
de nuestros dedos, el milagro
nos ilumina todas las mañanas
revelándonos el poderío
de tanto astro esforzado
en su tarea cotidiana:
Recoger la noche,
barrer las estrellas,
abrir las flores,
secar la yerba,
calentar los techos de los hombres
y cocinar el humus
que germinará desde semillas.
Pobre amo de casa el sol,
nadie contempla la fosa abisal
que atravesó
para revivirse cada día
en nuestra mirada tan parca,
tan parcos somos, nos
y nuestros lamentos de lagartijas
con lágrimas de cocodrilos
y voluntades de renacuajos.

Oh, Luna

Y tú, Luna, la usurpadora.
De su luz te alimentas y así cebas
el sueño blanco de los licántropos,
de algunos poetas, de los vampiros
pájaros pobres ratones con alas
como tú, pobre astro sin brillo propio
¡pero que a la noche iluminas!
Barres el día, acunas el sol,
decoras el opaco negro que nos hunde
con brillos de fantasía.
Y así, te llaman dama de noche,
como diva, como estrella
de la película noctámbula.
Los búhos te ululan, los zorros
te ladran dulcemente,
alguna vez te retraté entre las hojas
de las encinas. Blanca, blanca eres
como la nube blanca del día.
Qué es propio tuyo sino
tu mismo espejo donde te miras
todas las noches. La madrastra
blanca como la nieve
que todos amamos, menos las ratas,
que se esconden de tu luz de ganga
ante los gatos y sus razzias de juguete.
Sol dado eres rodando mañana
sobre el tapete del seguro azar
sin más valor que el calor
del amo llovido sobre la tierra
en un tiempo que no te pertenece.
El pasado y el futuro te construyen,
¿para cuándo tu presente?

Lunero

Donde la luz terrena se abre
a sí misma
encuentro tu tiempo blando,
tu tiempo instante de permanencia
absoluta más allá del después y el antes,
donde nombras y vives el momento
siendo árbol almizclero.
De perfume primaveral
lozanas el invierno que se fija
y el otoño ya volando,
del frío numen de tu asiento
llueven las palabras que me nacen
como flores glaciales del lunero:
un poco fuera de tiempo,
un mucho lejos de las necesidades,
con miedo a la intemperie del silencio
que la helada canta tañendo con muerte
tantos posibles frutos
como bienes amanecen
en cada poema que no escribo.
De la flor fuera de sitio, fuera de todo,
renace tu tiempo de presente
tan alejado de tu remoto lecho,
tan cerca de la tierra desmemoriada
de día, tal como me olvidan
las palabras que sí escribo,
enterradas, aun vivas.
Poeta, ¡oh, Luna!, poeta eres de todo
instante, poeta sin pasado ni futuro,
poeta con el tiempo congelado
en la flor-la flor, poeta de hoy tan sola
sin mañana de sol ni ayer de astro,
presente vives estrellada en el cielo
del árbol oferente de frutos como soles,
limones mes a mes durante todo tiempo.

o0o







martes, 1 de diciembre de 2020

Entre la multitud

 




Ars vivendi

Escribir es matar el tiempo. 

En este canto obstetra
donde germina el hambre,
o el ansia de corduras y de semillas,
y la senectud de tantos paraísos
como nombres evoca la lentitud
del tiempo acompañando al verano
que bajo su mismo sofoco sucumbe
como el suelo brillante de tanto atusarlo
con nuestros pasos y los pasos
de los animales, las bestias consagradas
en el ara del hogar silvestre
junto a la mendicidad de una hormiga,
a la voracidad del saltamontes,
a la sed del conejo bebiendo plantas,
o al coricanto de los perros
enjaezando el aria del gallo,
en este parto a la multitud
donde ni un alma acude
a solazarse:
porque sobre yerbas secas,
yerbas duras, yerbas hirientes
como cercas de espinas,
quién va a tumbarse a descansar
sino yo que encuentro
en las heridas de mi piel
el alivio para mi alma cerrada a cal
y a canto de mí misma.

La escritura, de cualquier forma y luz,
para los inmortales y su hambre 
de muerte para sobrevivir.
Yo vivo viviendo sin matar
cada mi tiempo, que es compañía
de este hambre o arte de vida.

(Sofía Serra, 2020)

martes, 21 de abril de 2020

De hortalezas y fortalezas





Ager (A un huerto en el campo)


De un huerto flanqueado por encinas
en tierra de arcilla y piedras
adviene la salud amistosa
de los frutos de la madre. Tierra
con contenido laborado
en dobladas falanges de matas
de tomates y pimientos,
calabazas, berenjenas,
pequeñas y grandes yerbas
sabrosas de sudor y enjambres
de duermevelas mientras
el calor las abrace tiernamente
como el saludo de bienvenida
a su pecho, a su piel erizada
de terruños aterciopelados
tras la carda por tus manos.
Abastecer sin prisa ni pausa
cada raíz que se teje
por los bajíos del cielo,
más allá, mucho más allá
del aire y sus ubres acuosas,
lentamente sugerirles el bien
del esfuerzo, no la costumbre
de darlo todo por maduro
ni regalado, que sepan buscar
su alimento y en su pesquisa
se fortalezcan sanas y firmes,
que de ellas depende el crecimiento
y el porte de este sotobosque humano,
la sombra de su verde y el color
de sus frutos: vivas plantas
os quiero, amas vuestras,
dueñas de vuestra vida,
señoras de nuestro futuro
verano, aprended a cultivaros
sin más ruido que el de vuestras raíces
horadando el tierno lecho
ya mullido y en silencio
que yo misma aúllo
intentando ahuyentar tanto estruendo
que menoscaba la música
del aire necesitado. Disponed
de la mudez saludable
del sonido del agua lejana
que a vuestros pies se sucede
y correteadla, tras ella
ávido crecerá el tejido raigal
que os mantendrá enhiestas
y fuertes, listas para florecer
y alimentar a insectos primero,
a humanos después de todo
que al fin y al cabo procuraron
vuestro hogar de estío sin segundas
residencias ni consiguientes
abandonos. Morad vuestro sitio
libres de hipotecas como plantas,
seres conscientes de que sin tierra
ni nacéis ni crecéis. ¡Ah, humildes
seres reflexivos del lugar
por el que lucháis con las armas
más tiernas y ocultas!,
qué sabiduría os reclama
que escribáis sobre vuestra vida
que consigue lecciones de moral
para aquéllos que desde arriba
os culturan…

Y qué difícil vivir
siendo humano
viendo humano
no saber plantarse
ni florecer ni fructificar,
viendo humano con raíces
de aire polucionando
el silencio sabio
de vuestro porte crecido
en vuestra casa sin puertas
ni cajones cerrados, lleno
de vosotras vuestro lecho
de noches y días, tumulto
de consciencia plena
aun sin sesera que os bendiga,
dicen.

miércoles, 8 de abril de 2020

Sobre reconstrucciones



Reconstrucción

Avanza la nube plena de agua
desmembrando el contenido
del rizoma seco que ya abandono.
Duerme plácido el campo
despertando a los caracoles
antes enquistados bajo la piedra
o sobre la reja de la ventana.
Caminan sedentes como naves
sin agua, porque agua liberan
para su nauta agreste y terrena.
Camino despacio sorteando
crujientes pompas jaspeadas
que no saben de mis pasos.
Evitar mi peso sobre la tierra,
saltar de brizna en brizna
como la mosca que apenas
vive aún. La responsabilidad
de mantener el equilibrio
entre mi cuerpo y sus mínimas
casas y la giganta que me permite
dormir sobre su piel de tierra
rosa y verde. Ahora que los amarillos
asoman como vertientes vivas
de perfume destilado sin almizcle
que lo conserve, suelto la mirada
blanca, me balanceo abrupta
sobre las piedras que la lluvia
barniza confundiendo las sendas
de agua de pequeños trotamundos
ávidos de hambre verde. La pizarra
de la noche dibuja la escena
de mi pueril culpa: cuando piso
un caracol, destruyo hogar y ser
habitante de un pequeño mundo.
El mío, tan gigante como yo
para el rizo de cal viviente
que bajo mis pasos cruje
ya muerto, aplastado y deshecho
por la ceguera de mis pies
recién levantados. Con la luz
de la mañana, seré forense
de mi propio escenario del crimen.
Cómo vivir en paz consciente
de mi torpeza y mis ciegos pasos,
cómo ser capaz de mantener
el equilibrio entre mi tamaño,
mi sed de lluvia y mis deseos
cumplidos por el cielo,
cómo triunfar permaneciendo
libre de culpa si de cuerpo
vivo y camino,
cómo ser como todos ellos
inconsciente y sin miedo
a gigantes ciegos, destilar agua
de mis pasos secos y enternecer
mi peso, aligerarme como la brisa
que la lluvia trae ablandando
el aire huraño, minimizarme,
desleírme sin desaparecer
de este mundo nuestro y suyo,
por no truncar sus vidas,
por tornarme agua senda
que a las yerbas que los alimenta
alimente. Cómo ser ser vivo
de mi especie sin maltratar
el paraíso reconstruido.

martes, 24 de marzo de 2020

Otra pandemia




Pandemia (de todos)

Aun sin casi cuerpo revives
todos los años, majestuosas
extensiones de un síndrome
tan natural como cualquier virus
que contagia, que hunde en la tierra
sus lentísimos brazos de onagra
habitante de este mundo
tan pleno como hueco
tu tronco y tu ronco estallido
en zarcillos de flores y hojas verdes
que revientan el cielo
con tu pausada descarga
de polen y polvo viejo
del frío invierno antaño
salud de tu casa, tu fuste
tan cueva, tu carne recia
tan pasto de gusanos
que socavan tus paredes
trepanando tu leño
tan inhumano que no sucumbe
sino que se levanta agradecido
al revivir ya oreado
por los mismos orificios
que te casi mataron.
He aquí el misterio, el misterio,
lo ignoto, lo no revelado,
como el hueco que me fallece
al preguntarme por culpa
si no te abandono y si te olvido
el mensaje me tumba a tus pies
entonando esta melopea
de cántaro de barro llena
de contenido pero hueca
de vacío pues el tiempo
llegará como yo llegaré
a mí misma y a mi edad
de canto prolongado
tan sin apenas cuerpo
pero con flores y gusanos
de vida que embutirán
toda la tierra y las luces
en mis ramas ya verdeadas
del plácido estío y la geoda
sin nubes de distancia
entre el azufre de la tierra
y el azafrán del otoño del día,
tu futuro jaspeado de dudas
como las que me devoran o adornan
festoneando mi fuste
de líquenes secos mas vivos
de materia muerta que renace
como tú o como yo
que ya no sé si soy encina
o piedra o tierra o lluvia,
de hoja en hoja me persigo
tramitando cada paso
que escalo sobre tu corona
de frágiles brozas y tupidas flores
de cuento chino y sus verdades
de no ser más que tu espejo
de luces verdes donde griseas
tu tronco atravesándome
cada meninge hasta que exclama
la tierra taladrándome me abre
en brazos de sueño esplendente
originando el campo
de incertidumbre irradiada
por la luz y el calor
de todos los seres que rehaces
con el soplo de tu reviviscente
pandemia, o primavera.
 
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