domingo, 8 de marzo de 2020

No somos iguales



La giganta

Hasta los jaramagos perfuman
la suerte de mis pasos sin pisadas
erguidas bajo el sol y sobre la tierra.
Culmina el puente de luz
la avenida que esconde
el ramo de troncos centenarios
tranquilamente dormidos
de pie, como la perra vieja
y sus canas hocicantes de hembra
parida de bruces bajo su caseta.
Huele el campo a campo vivo,
huele el aire a sal marina muerta
izada al cielo como Layla.
Nubes tan potentes como el imán del planeta
que a todos nos sujeta a su superficie,
¿tendrá conciencia, la Tierra, de sí misma
y los aromas que me embriagan?
¿Suspendería su deriva con rumbo
si el conocimiento obtuviera?
Yo me detengo conocedora
de mi fortuna dorada, absorbo
a través de mis sentidos la belleza
que me plasma sobre el suelo,
libertad tan rica de señuelos
que me pierden fundida
sobre la naciente pradera como vello
urticario de una gigante tranquila,
dormitando bajo el sol y las nubes,
expeliendo humores de agraces
mieles libadas por las abejas.
Posadas sobre los jaramagos,
habitúan mis pasos al mullido jergón
donde reposan a la espera silente
de la lluvia sus vastas ubres
de dulce e ignorante matrona.
De su poderío hablan por ella
las colinas, las sierras, los barrancos,
los bosques, las tercas estepas,
las piedras sus huesos trabados
en polvo rosa de cimientos
para esta catedral en el vientre
de la geoda. Mas ella ajena
dormita y de sus sueños
yo velo por su inocente reposo
bañándome en su ronquido
de madera, yerba, tierra y viento
contenido entre loma y loma
levanto su aliento de mujer
fecunda y recia descansando
de tanto esfuerzo callado.
De dónde llegan las encinas y los pinos,
de dónde las piedras salvajes
como tortugas marinas durmientes
excavan su nido asomando solo
sus crestas grises y azules,
de dónde la tierra dura culmina
su labor de ternura acunando
tanta semilla de flor nueva
que se abre al cielo y a mis pasos
sin huellas, sin pisadas
que las aplaste: vuelo como la abeja
liba de color en color bajo el manto
de la luminosa claridad,
del aura magna de esta giganta
que durmiendo trabaja y se afana
para que yo sueñe, piense o goce,
para que yo desdiga cada luciente
empresa que no se oculta,
para que niegue mi forma y mi nombre
entre tanto contenido de verdad,
de plenitud completa de ser
viviente habitado y gigante, de ser
mínimo como los pétalos
de los jaramagos, de ser
minúsculo como yo.

Y como tú.

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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.