Vejada, dormida, traída
del espanto a las agostas
sienes de la rota
quijada, espléndida insomne
bajo las pestañas de las abejas,
esos lícitos parangones,
la iluminación se extravía
por los juncos y las estrellas
con su azul de simiesco espejo
hendido por las hondas sendas
del blando y subrepticio porvenir.
Obstarán a la redundancia
de la esfera colgada del cielo,
bola inmensurable sobre
la aglomeración del engrudo
entre párpado y párpado
de la mirada de la noche
caso de que se acotasen
las bandadas de esclerótico
plumaje vendidas a tu frente
desde tu volumen de mórula inversa.
Grandilocuente ave marina
con estómago de hielo,
derrítelo y regurgita:
Si alguien conserva la cordura,
ya es hora de que dé la lata
y la comparta, bien abierta.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
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