lunes, 10 de abril de 2017

Dos libros (o dos árboles)




Mi libro

un libro que desdiga.
un libro que deje escrito
lo no dicho.


Del recio y duro tronco
hacia el cielo lanza
lo que le queda de vida
manando su presente
detercia, resume,
subsiste
bajo dentro
arranca
de cuajo un golpe
de centro
nervioso y solo
o sólo soledad
que llaman de terceros
que se acercan
porque dos
somos dos
unidos por el suelo,
cómo separarme de ti,
raíces mías,
cómo gobernarme al aire
y ser aunque sea
piedra que pueda
el arroyo arrollarme.
Mas esta tumefacción
viva que me detiene
junto a mí misma
quisiera poder
arrancarme,
reventarme
o más sencillamente
que llegara el leñador
para hacerme tocón
de nada, porque manos
no poseo más que raíces
y ramas y hojas a veces verdes:
un puro árbol, sólo
un puro árbol
entre tanta simiente
de tiempo, de espacio,
de límite.

(De "La clave está en los árboles".)

sábado, 1 de abril de 2017

Dos playas



La palma

Cuando digo o escribo playa
no digo o escribo playa, no
una extensión uniforme
de arena blanca y lisa ni
un mar salado en relieve
de sus pequeñas o grandes olas.
cuando nombro playa
hago así con mi mano
extendida
un todo liso en la arena
y un todo removido
como en la curva de la ola
todo plano
cuando digo playa
hago esto con mi mano
y su palma
inventa con las letras
de la palabra playa
adheridas a la piel
arena y fuente fiel
de mi mano
que ahora y en este lugar
aliso sobre el agua
del río sin cauce
ni sombra.

Barro
o borro
la soberbia huella.


(De "La clave está en los árboles".)

viernes, 17 de marzo de 2017

Y volvieron


El cansancio de Afrodita (Que vuelvan los lilas)

Como las lilas de ultramar.
Así me posé sobre la yerba
cercana a tu estanque,
convertí cañas en siringas
hasta inundarte
de ti. Canto y taño.
En honor de las letras me hago sangre,
despedazo cada labio por ver
si al nombrarlas consigo oír
el descanso.Anhelo el otoño
sin que haya nacido el verano.
¿Y si me dejas en reposo?
No morirás aunque duerma,
la luz se hace luz sin el tiempo:
hay algo más.
En el vacío interestelar
coexiste la anti-materia,
¿por qué yo no puedo auto-extinguirme?
Ser capaz de perpetrar deicidio
contra estas cansadas manos,
estos pesados brazos, más tuyos
que míos: deja que duerman.
Al parecer, sólo el aire me mantiene
viva, ventana y lumbre,
al parecer, el sonido no ondea
sobre el agua, puerta y límites.
Al parecer, los lilos florecen
sólo una vez al año.
¿Qué tal si me permites apoyar la cabeza
aunque sea en la nube de espinas?
Ahuyentarme. Dejarme en paz de mí.
Auto-ventilarme en un sol,
en una punta,
en un nítido y exento atisbo
del negro sobre el blanco:
¡Puff!, y permitir…
No ser.
Auto-inhibirme en el altar
de las lilas abiertas a lo que sea.
Al blanco.

De "Los parasoles de Afrodita". Ed. Baile del sol

miércoles, 22 de febrero de 2017

Dos comienzos



Roturaciones

Apenas me quedan héroes,
ni salvaeslips.


Venga de este guiso a sostener
tu calma, porque mi aliento
resoplo y bufo tras el arado.
El cordaje de las neuras se me rompe
equilibrando pesos y contrapesos
anudados a la reja.

Verte y no verte venir.

La techumbres inician el son
del leve paso de sus dedos
o sus garras sobre las tejas
liquenadas de la arcillosa
luz del verano, el quinto pino
del entierro riza el arcén
de su autovía.
Nunca fueron sembrados
árboles tan lastrados.

Hecatombe y lúcida sombra
en este verte y no verte venir.

Persisten cuadrados los soles
bajo las caricias del orbe azul.
Sin, pero sabiendo que hacer,
resurge vacilando el verbo.
En el anticipo fantasearon
con sus alas los delfines del aire.
Las piernas colgaban de los pretiles
y el viento aminoraba
la marcha de los aún más indecisos,
así que maté al segundo
tras de mí al acecho
buscando el instante de mi estampida.
Mas renuncié, cerré la ventana
y juré no entoldar esta frente.
Luminosos, los seres del cielo,
esos que no llamamos ángeles,
sortean a manos viento las pupilas.
¿Qué hombre no los ha visto?

Verte y no verte venir.

Somos tantos que
se me ha quedado
pequeño el pulmón
—sólo uno, sólo uno tengo—
solicitando armisticios cantores
con su redonda boca.

Verte y no verte venir.

Nos quedaremos de ojos
cruzados obviando el juramento
y la inercia de las metálicas sienes
que beben asomadas a la puerta
y veneraremos un tú más yo
hasta que los laureles de invierno
logren entonar el grito
de la noche que mira y desmira
el malva de tu cabello. Vengaremos
sin más futuro que la rosa huella
habituada a resucitar
sobre el vacío desmesurado
de la espina.

Adolezcamos de algunos puntos sutiles,
confeccionemos el ansia de la rama,
exhibamos el letargo que nos oprime
compilando zinnias con palabras
prendidas del pico del jilguero
con tanto cantar para nada,
tanto dar para nada.

La venerable respuesta
apremia por ser escrita.
Pieza a pieza hace el frío
y las hojas no han caído.
Resuena la yerba
sobre los rizomas
de plata enterrados.
Se huele el aliento de la vida.

La muerte no tiene aliento.
La muerte no tiene boca.
Verte y olerte llegar:

Nena, hacías mucha falta,
tú sabes romper el duro hielo.

(De "El hombre cuadrado")

lunes, 13 de febrero de 2017

Dos sobre las obsesiones




La obsesión

Descerrajarte de un solo tajo
como si solo miembro fueras
de un cuerpo que se tensa
y se cierra como un candado
de ferretería, como un maniqueo
porvenir donde no hay más que dos
posturas, una lucha
sin cuartel ni refugio
de primavera, un amago
de amor, una guerra
intestina sin escudo
ni armas que me traspasen,
un doble nudo de nada
con cadenas de anclas,
el alambre de espino clavado
desde las púas silentes, dos
fuerzas desgajando mi tierna carne
en direcciones opuestas
hasta lograr la perfecta herida,
la infecta, la sangrante,
la sin cicatriz posible.

(De "Extinción de ruina")
 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.