lunes, 5 de octubre de 2015

Medusa

Medusa

Nadie me ha regalado un ramillete
de flores que llevarme al pecho.
No sé, la vida sucede
tan injusta con las diosas
que no son de mármol…

Pero en Carrara triunfé.
Me aplastaron la ingle
como una lengua
de sapo. El príncipe
afiló su cincel
y el bloque de una tonelada
se desprendió de la cantera
limpia y mansamente.
Entonces llegó Miguel Ángel
y encontró su David
y su fama.
Pero tampoco me regaló ninguno
un ramillete de flores.

Siempre estoy sola
y aún no sé
en qué consiste la soledad
salvo en estar
sola, algo descabellada
—cada vez menos
sierpes me quedan—
y hacer Arte con mi mirada.

(De "Solenostemon".)

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lunes, 28 de septiembre de 2015

El sacbé



El sacbé 

un diccionario del diablo inventan
sobre la marcha del derretido tren,
descompuesta su chatarra como
si árbol generacional fuera,
como si veinte pútridas crías
de no-me-olvides olvidados
caminaran por las férreas
paralelas que dan forma
a tus hombros camino del accidente
sobre el desatino, mendaces,
lúbricamente escorados
sobre la mampara del futuro
que se acera en el alto horno
de un municipio que ni es munífico
ni principia un tercio siquiera del sol
cuando en su mediodía resplandece.
venerarán depositarios
de alhajas marinas ennoblecidas
por los corales, pero al final—
del mar y la escollera de su columna—
no serán más que óxidos
nitrosos en la estela de nuestro barco
que veloz dará la vuelta al mundo
con su enorme vela blanca.

Y todas las estrellas mirarán a la Tierra,

Y en algún microsegundo del Big-bang
una voz detendrá el cerebro de Einstein
mientras él, escribiendo,
ha citado tiza en mano a la magnífica,
energía es igual a masa
por aceleración
al cuadrado, como el hombre:
no hay nave con vela más veloz,
más científica ni amasada,
más certera y cuadrada.

Pero yo soy elipse abierta,
un nautilus quizás,
con flecos de algas marinas
y pozos hemisféricos
y estelas curvas.


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lunes, 21 de septiembre de 2015

Tus piernas


Tus piernas

En esta distraída tesitura
en la que te encuentro anudado
a tu sombra y tus dos piernas
relevándose
quisieron
juntas ser
cánticos de ti
hálitos de dios
que te nombra
cada vez que tus luces
siniestran el incendio
del sol de la mañana

como mis dos juntas
alas se te engarzan
en las caderas y dejo de ser
savia o suerte por donde cabalga
la yegua hasta llegar
mi terreno
al tuyo.
que restallen las estrellas
cerca de tus sienes
sólo tiene una salida
de ti en mí.

Y aún así y tus reflejos
sendos deshonro
al verte transparente
y lento
y denso manantial
de blanco hueso
lúcido y líquido
de la luz de las estrellas
en tus pozos cristalinos
de simientes. Para mi asombro,
tu mirada oculta bajo los párpados
célebres del misterio
de tu caída al gozo
y a mi pozo el bien
de oírte en mis sienes.

mañana, como un día cualquiera
que yo no busco ni hallo
en el calendario de la dulce estampida,
tú y mi sentencia sobre ti
de cuerpo amado,
tú y la venda de mis ojos
lavando la costra
de tu mar
que yo hablando lamo
un rostro que deseo
entre mis manos y tu acierto
de cielo azul entre tus negros.

me sostendré insana hasta
que tú decidas verte y no verte
venir cuando te vengo
una gota de saliva sana
que se descuelga
de tu labio
mentón
mi fino
paladar la divide
en dos
sendas
piernas de ti
juntas
para que nunca yo
vuelva a tener sed
de tu caminar
viéndote
llegar.

(De "Solenostemon", ciclo Suroeste)
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viernes, 18 de septiembre de 2015

Sembrar lechugas


Sembrar lechugas

partiré las tablas de la ley
sobre mi cadera, que es más fuerte
que tu dios y mi pudor.

ahora llega la hora del recóndito.
cualquiera sabe dónde estaremos
pero recuerdo las lechugas recién sembradas
y sólo quisiera estar allí,
mirándolas,
tú con tu cerveza bajo el alcornoque
yo con mi tinto con casera
y las botas de agua llenas de barro
de haber andado los dos
en cuclillas enterrando
nuestros dedos que se rozan
bajo el blando légamo
y el sol,
qué alegría la luz dorada
del sol
a cielo abierto
bañándonos como

si dos iluminados
peces
fuéramos,

nacidos más allá,
durante ese sueño
que durmió el día
cuando vivía sumergido.

De "El hombre cuadrado"



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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Oído

Oído

Me he quedado muda
al amarte transparente
tus fresas cuelgan como macetas
de mis balcones de mayo,
es mi pecho el que se asoma
a contemplarte,
verte y verte venir
como si no los muros ni el cemento,
como si tus ojos libres
me hubieran con-vida-do
a un almuerzo, a la ruina de la bilis,
al sorbo del mágico poi-
son que inventa menta
verde y limpia la mucosa
de mi estómago, un trago
de yerbabuena en los brazos
de tu abrazo o esos fuegos mojados
mientras yo intento no abandonar
mi fe en mí y en tu oído.

Para mi son, tu deseo
de hombre llegando
a ti y a lo tuyo.

(De "Solenostemon")




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