Mi padre se decía comunista y yo atea
I. Expiración
me
siento inspirada
tan solo para amar,
así que es natural
la falta de expresión
sé que en las letras.
II. T(h)ora
Son
riente
qué bien
me cantas.
Yo ya es
que creo que
he dejado de ser
poeta.
Me va la marcha-tras
el estallido, el olvido, me va
sobre todo el recuerdo
me une al dios
del martillo, yo quiero dar
puñetazos por el orbe
a diestro y siniestro
te acuno,
pequeño y tierno y eral
y dulce mi desgarro
te trasplanto, vejez
encendida de este mundo
de olvidados orgasmos alegres
y cariñosos,
a otra tierra más
adelante.
III. La jueza (la hoz)
ya hoz sin parte
ni deuda conjunta
confundo lo que quiero
hasta sajarte de mí
y mis órganos negros.
En la cueva cantan alegres
las miserias de tus trapos
que me visten de goda
y melancólica y amarilla rosa
al son de tu órgano
multiuso,
la bofetada y la bala,
la pistola y el tres por cuatro,
la sinfonía y la mejilla
mortal de necesidad
retiene la Naturaleza
como su propia sangre
en su seno lo esencial.
¿A quién le vamos a hacer caso?
más se asemeja mi rosa
a tu puño de acero
que el cielo azul tiñéndose
de negro a la alegría. Aquí
el universo paralelo levanta
paredes de agua, como Moisés,
no, mejor, como Charlton Heston
en la película. No somos dioses,
pero sí capaces de inventarlos.
Esa es,
a-diós Marx
y su cientifismo,
pobre él tan arropado
por la carencia de su siglo,
nuestra eterna salvación:
La inteligencia.
y se abre, ella
se abre como un mundo
virgen y guarecido
a solas para quien venga
no, sólo para Lo que bajo
el martillo la encuentre.
IV. Resurrección
Rosa de enero tan a penas
sola como las margas azules
cuando los cabezos le dan la espalda.
Apenas ni una ni otras saben
que son Hércules maleducado,
tan maltrecho hijo de dios
y hombre con pasado ardiente
y ya tan herido, durmiendo
al mar se extiende su cuerpo
de amarilla tierra ya no
muerto es decir
por tanto, ya no
estrellas.
(Sofía Serra. De
Los cabezos amarillos)