miércoles, 12 de diciembre de 2012

Roturaciones

Roturaciones

Apenas me quedan héroes,
ni salvaeslips.


Venga de este guiso a sostener
tu calma, porque mi aliento
resoplo y bufo tras el arado.
El cordaje de las neuras se me rompe
equilibrando pesos y contrapesos
anudados a la reja.

Verte y no verte venir.

La techumbres inician el son
del leve paso de sus dedos
o sus garras sobre las tejas
liquenadas de la arcillosa
luz del verano, el quinto pino
del entierro riza el arcén
de su autovía.
Nunca fueron sembrados
árboles tan lastrados.

Hecatombe y lúcida sombra
en este verte y no verte venir.

Persisten cuadrados los soles
bajo las caricias del orbe azul.
Sin, pero sabiendo qué hacer,
resurge vacilando el verbo.
En el anticipo fantasearon
con sus alas los delfines del aire.
Las piernas colgaban de los pretiles
y el viento aminoraba
la marcha de los aún más indecisos,
así que maté al segundo
tras de mí al acecho
buscando el instante de mi estampida.
Mas renuncié, cerré la ventana
y juré no entoldar esta frente.
Luminosos, los seres del cielo,
esos que no llamamos ángeles,
sortean a manos viento las pupilas.
¿Qué hombre no los ha visto?

Verte y no verte venir.

Somos tantos que
se me ha quedado
pequeño el pulmón
—sólo uno, sólo uno tengo—
solicitando armisticios cantores
con su redonda boca.

Verte y no verte venir.

Nos quedaremos de ojos
cruzados obviando el juramento
y la inercia de las metálicas sienes
que beben asomadas a la puerta
y veneraremos un tú más yo
hasta que los laureles de invierno
logren entonar el grito
de la noche que mira y desmira
el malva de tu cabello. Vengaremos
sin más futuro que la rosa huella
habituada a resucitar
sobre el vacío desmesurado
de la espina.

Adolezcamos de algunos puntos sutiles,
confeccionemos el ansia de la rama,
exhibamos el letargo que nos oprime
compilando zinnias con palabras
prendidas del pico del jilguero
de tanto cantar para nada,
tanto dar para nada.

La venerable respuesta
apremia por ser escrita.
Pieza a pieza hace el frío
y las hojas no han caído.
Resuena la yerba
sobre los rizomas
de plata enterrados.
Se huele el aliento de la vida.

La muerte no tiene aliento.
La muerte no tiene boca.
Verte y olerte llegar:

Nena, hacías mucha falta,
tú sabes cómo romper el duro hielo.

Sofía Serra (El hombre cuadrado. Correcciones)

martes, 11 de diciembre de 2012

El temblor (poema a mi primer recuerdo verbal)

El Temblor (poema a mi primer recuerdo verbal)
(A la Venus de Willendorf)


con qué mando vino
y a qué fango llega
la venia bajo la que te labraron.
Si conocemos el momento,
¿te imaginas un desierto sin hombres
poblado sólo de árboles?

…Y entonces llegaron
sus pechos manando leche,
y en su barriga
crece la nueva vida
y se haga fuerte
y coma con sus dientes
y hasta ojeras tiznará
al enfrentarse a la pendiente
cuando el jefe de herida muere
por el colmillo del mamut,
o tal vez por la venenosa
espina de la acacia
que por entonces verdeaba
las arenas del sáhara.

Ni qué decir tiene ya
su vulva fue el origen
del mundo para ellos,
pobres hombres blandos
y sedientos de rascacielos
que los elevaran del frío
del suelo de la cueva.
Pero he aquí que llegó
su bonhomía temprana,
y la mujer chamana
se talló en caliza
hasta dar lugar,
o luz,
al misterio:

y si a esta piedra
y la clavo y casco
y lasca a lasca
ya llegarás,
cuando se me abra
la rosa dura.

Pensó la mujer naranja
con el contraluz
de un cuerpo y durmió
con un cuerpo,
soñó, despertó
y se levantó del tálamo
de piel de alce
con un cuerpo
girado hacia el oriente
del horizonte naranja y negro
y rojo temblor:
terremoto
sopla con sus piedras,
te nombra meciendo
sus altas tundras,
te labra moviendo
tus pequeñas sábanas
te engolfa en las voces de afuera
cuando mis muslos
aún no habían engordado
con la teta, en la cuna
y desde su tierra
se cinceló la talla
de ésta no sé ya
si habla o antigua.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

En HDI

La conciencia es la que precipita el conflicto del hombre con la esencia, pero también lo que únicamente puede reconciliarlo con ella, con ella y con el mundo.
La conciencia es la primera célula espejo que le nace al hombre, la que le hace poder reflejarse, tomar medida de sí mismo. Fue entonces, al poder medirse, cuando se abrió el abismo bajo sus pies. Pudo contemplarse a sí y, por tanto, contemplar a la esencia desde lejos.

El acto nombró el suceso, un suceso para volverse loco. De hecho el ser humano se volvió loco. Su única salida: el miedo. El miedo anidó dentro de él (¿quién-qué no sentiría miedo ante la presencia de un abismo bajo sus pies?). Sin embargo, su mente sabe que tiene que seguir caminando. Es así como ella misma, el mismo hombre, comienza a construir la costra dura de la nomenclatura ante sus pies, cada paso que da, cada pie que echa hacia delante, una porción de camino de cemento y piedras que aparece, y así en perfecta hélice de progresión geométrica por los tiempos de los tiempos.

Los primeros lo tenía más fácil, iban construyendo la primera capa, la esencia les quedaba más cercana, con un simple pensamiento acorde con la naturaleza, la esencia se les transparentaba. Mientras más alejados de “aquel tiempo” más difícil recordarla, el camino está echado, capa sobre capa, seguimos andando sobre él, es el tiempo que es nuestro compañero. Los huecos para poder observarla nos quedan en los pensamientos, las ideas, el grafos de los anteriores a nosotros, los clásicos de cualquier índole. Ahí en ellos se contempla la esencia, se vuelve a contemplar, el hombre puede seguir mirándola, no perderse de ella a la vez que seguir caminando por “su” tiempo presente.

El trabajo de los hombres de ciencia, pensadores, filósofos es el de convertir la costra (que ellos mismos echan) en transparente; es el lenguaje discursivo mediante el cual transmiten lo conocido o reflexionado para derramarlo sobre la costra y hacer al otro hombre recordador de aquella esencia o el uno del que provenimos. El de los artistas y poetas, crear los pozos artesianos, en lenguaje cursivo, o cursal (me gusta más esta), es decir, siguiendo el curso de esa esencialidad taladrando la costra, cada uno o cada sección de lo que somos ayudando al hombre a recordar verticalmente, de donde proviene y lo que es.

Después de la primera célula espejo, fueron naciendo las siguientes, claro. Esas que nos devuelven la mirada sobre el otro, esas que nos devuelven la mirada sobre lo que nos rodea, sobre la naturaleza, sobre todo a lo que ponemos nombre. Esas que nos permiten obtener conciencia de que hay algo más que la costra y nosotros y nuestra necesidad de nombrar.

La observación y la vivencia de la naturaleza ayuda a hacer recordar al hombre la esencia, porque a ella, al no poseer conciencia de sí misma, le falta esa célula espejo que nuestra mente desarrolló, se parece a lo que el hombre fue antes que hombre consciente de sí. Pero sólo ayuda a recordar, no es la esencia misma, pues nosotros, incluida esa célula espejo, e incluida la posterior necesidad de construir la costra dura de la nomenclatura, también somos naturaleza. La esencia nos subyace a todos, a la naturaleza y al hombre con su costra dura de la nomenclatura a cuestas o bajo sus pies. La naturaleza es la amiga que puede ayudarnos. De hecho auxilia al poeta y al pensador en su reflexión. Pero si no hay agujeros y transparencia desarrolladas por el arte y el pensamiento, no hay de facto visión total de la esencia. Visión en HDI si se quiere.




lunes, 10 de diciembre de 2012

Las antípodas

Las antípodas

cómo embarcarme siendo isla
cómo aislarme siendo nave.


Nunca debí dejarte solo.
En la esquina suroeste de europa
la suerte se dividió en dos
segmentos de segundos planos,
el atril de la superficie de tu huida
y mi paz al falsamente mirar
el escaparate de los trajes (de flamenca)
por donde, en el lugar del pan,
tu cuerpo caminaba erguido
buscando el viaje
que te apartara de mí
o de ti mismo
o a mí misma
del pan.

me persigue el hambre
de haberte regalado mi soledad
en ese cristal egoísta.
Es la playa, la venerable playa
de mis infantiles logros,
tan real como el alimento que me predica,
la que avala la verdad de mi sensación,
su realidad y su causa sensacional y
real. Verdaderamente real.

verdaderamente real
por ti comienza
por hacerme amiga de tu suerte,
por mí termina
por embarcarme en las naves
que me trasladen lejos tuya
aguas adentro mar de un horizonte
que no perturbe
el armonioso y líquido y fresco
sostenido de tu boca o tu apetito…

Y me arrumbo en el ardiente deseo
de dejar de ser y estar
paloma, fuente, torre
o playa dejar de ser
para estar
sólo isla silenciosa,
como la que Google recogía torpemente
ya en las antípodas
de este Suroeste.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

domingo, 9 de diciembre de 2012

Dorado cuaderno de matemáticas

Un año como ninguno, un curso, segundo de BUP, 14-15 años. Las matemáticas, la física, la Historia, el Latín: el descubrimiento de la pasión que todos esos conocimientos me provocaban. El año que tuve decidir.
El año además en que me cambió la letra o me maduró en sus rasgos cruciales: cuando se me soltó, cuando mi grafos comenzó a lograr expresar mi carácter tal como explica la grafología. En el cuaderno de matemáticas, curioso que sean los únicos apuntes que conservo de toda mi época de instituto, se aprecia claramente su evolución desde el principio de curso hasta sus finales: las "emes", las "enes", la hilazón entre las letras, ya ahí aparecen los rasgos que nunca más se fueron de mi escritura.
A veces echo mucho de menos las matemáticas en mi vida, su ejercicio, este tanto sobreabundar humanamente sobre  el espíritu, la mente, el cuerpo, la carne... ¿Qué somos sino matemáticas y física aplicada? Me fascinaban. Las integrales y derivadas sobre todo me descubrieron la verdadera belleza del cálculo matemático.
Pero tuve que decidir y me decanté por "humanidades", como si avanzar en un cálculo mental no fuera algo tan humano como avanzar en el conocimiento del hombre, ¿qué hacemos si no cuando poetizamos? La poesía, las matemáticas, hermanas que hemos condenado a vivir aisladas, equivocadamente entendidas tanto una como otra, como si la ética o el amor no pudieran transparentarse en una demostración matemática. Como si la razón sólo pudiera aplicarse al número y no a la palabra, al pensamiento y no al sentimiento.
Equivocados, equivocados para siempre.
¿Cuándo decidimos equivocarnos? Cuándo cometimos la tropelía... En qué momento quisimos alejarnos del conocer. Cuándo dejamos de ser hombres para convertirnos en simples servidores de las mismas limitaciones que contruimos para lograr caminar sobre esta costra dura de la nomenclatura... Cuándo...

... Y qué más da el cuándo...

Principios de curso

Finales de curso

Versos áureos (Pitágoras)

Honra, en primer lugar,
y venera a los dioses inmortales,
a cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta luego el juramento,
y reverencia a los héroes ilustres,
y también a los genios subterráneos:
cumplirás así lo que las leyes mandan.
Honra luego a tus padres
y a tus parientes de sangre.
Y de los demás, hazte amigo
del que descuella en virtud.
Cede a las palabras gentiles
y no te opongas a los actos provechosos.
No guardes rencor
al amigo por una falta leve.
Estas cosas hazlas
en la medida de tus fuerzas,
pues lo posible se encuentra
junto a lo necesario.
Compenétrate en cumplir
estos preceptos,
pero atiénete a dominar
ante todo las necesidades
de tu estómago y de tu sueño,
después los arranques
de tus apetitos y de tu ira.
No cometas nunca
una acción vergonzosa,
Ni con nadie, ni a solas:
Por encima de todo,
respétate a ti mismo.
Seguidamente ejércete
en practicar la justicia,
en palabras y en obras,
Aprende a no comportarte
sin razón jamás.
Y sabiendo que morir
es la ley fatal para todos,
que las riquezas,
unas veces te plazca ganarlas
y otras te plazca perderlas.
De los sufrimientos que caben
a los mortales por divino designio,
la parte que a ti corresponde,
sopórtala sin indignación;
pero es legítimo que le busques remedio
en la medida de tus fuerzas;
porque no son tantas las desgracias
que caen sobre los hombres buenos.
Muchas son las voces,
unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído:
Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos,
te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar
para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento
es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás
lo que no pueda dañarte.
No entres en asuntos que ignoras,
mas aprende lo que es necesario:
tal es la norma de una vida agradable.
Tampoco descuides tu salud,
ten moderación en el comer o el beber,
y en la ejercitación del cuerpo.
Por moderación entiendo
lo que no te haga daño.
Acostúmbrate a una vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que pueda atraer la envidia.
No seas disipado en tus gastos
como hacen los que ignoran
lo que es honradez,
pero no por ello
dejes de ser generoso:
nada hay mejor
que la mesura en todas las cosas.
Haz pues lo que no te dañe,
y reflexiona antes de actuar.
Y no dejes que el dulce sueño
se apodere de tus lánguidos ojos
sin antes haber repasado
lo que has hecho en el día:
"¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué deber he dejado de cumplir?"
Comienza del comienzo
y recórrelo todo,
y repróchate los errores
y alégrente los aciertos.
Esto es lo que hay que hacer.
Estas cosas que hay
que empeñarse en practicar,
Estas cosas hay que amar.
Por ellas ingresarás
en la divina senda de la perfección.
¡Por quien trasmitió a nuestro
entendimiento la Tetratkis 
la fuente de la perenne naturaleza.
¡Adelante pues!
ponte al trabajo,
no sin antes rogar
a los dioses que lo conduzcan
a la perfección.
Si observares estas cosas
conocerás el orden
que reina entre los dioses inmortales
y los hombres mortales,
en qué se separan las cosas
y en qué se unen.
Y sabrás, como es justo
que la naturaleza es una
y la misma en todas partes,
para que no esperes
lo que no hay que esperar,
ni nada quede oculto a tus ojos.
Conocerás a los homb res,
víctimas de los males
que ellos mismos se imponen,
ciegos a los bienes
que les rodean,
que no oyen ni ven:
son pocos los que saben
librarse de la desgracia.
Tal es el destino
que estorba el espíritu
de los mortales,
como cuentas infantiles
ruedan de un lado a otro,
oprimidos por males innumerables:
porque sin advertirlo
los castiga la Discordia,
su natural y triste compañera,
a la que no hay que provocar,
sino cederle el paso
y huir de ella.
¡Oh padre Zeus!
¡De cuántos males
no librarías a los hombres
si tan sólo les hicieras
ver a qué demonio obedecen!
Pero para ti, ten confianza,
porque de una divina raza
están hechos los seres humanos,
y hay también la sagrada naturaleza
que les muestra
y les descubre todas las cosas.
De todo lo cual,
si tomas lo que te pertenece,
observarás mis mandamientos,
que serán tu remedio,
y librarán tu alma
de tales males.
Abstiénete en los alimentos como dijimos,
sea para las purificaciones,
sea para la liberación del alma,
juzga y reflexiona
de todas las cosas y de cada una,
alzando alto tu mente,
que es la mejor de tus guías.
Si descuidas tu cuerpo para volar
hasta los libres orbes del éter,
serás un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.






 
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