jueves, 5 de julio de 2012

Hitler y la democracia

A Hitler lo llevó al poder una democracia en pañales corrompida en su propio fundamento: el pueblo. 

A Hitler lo llevó al poder un pueblo corrupto democráticamente hablando.

Era un pueblo corrupto porque no podía haber aprendido a asimilar y asumir responsabilidades políticas ni contractuales con el propio sistema que le garantizaba el derecho. Heredero de viejas y obsoletas tradiciones como las derivadas de la corrupción también de creencias religiosas, el pueblo alemán de las elecciones del año 1933 optó por echar las culpas de la falta de trabajo, de sus estrecheces económicas y de todos sus males AL OTRO, es decir, a los judíos, a los inmigrantes y a los políticos que hasta ese momento los había gobernado.

Apareció el loco y se los llevó de calle: el héroe.

Hitler utilizó a la democracia para implantar la más feroz dictadura que la historia humana ha soportado en los últimos tiempos. El pueblo alemán de aquel entonces no era un pueblo formado en la práctica democrática.

¿Estamos los españoles formados y preparados para vivir en democracia?

En una democracia todos los ciudadanos mayores de edad somos políticos. Cada uno ejercemos el cargo de político en nuestra vida diaria y puntualmente el día que acudimos, o no, a las urnas. Si somos corruptos en nuestras prácticas cotidianas, estaremos contribuyendo a la corrupción de la democracia.
Y una democracia corrupta, como sucedió en el caso de Sócrates, puede llevar a la muerte al más preclaro, clarividente, sabio y honesto de sus ciudadanos.

Y en cambio llevar al poder al más torpe, acomplejado e insano mentalmente.

Esta es la fragilidad de la democracia, y esta también su fortaleza. Que su buen funcionamiento sólo depende de la conciencia de cada uno de sus ciudadanos, de que cada uno de sus ciudadanos sea un ser congruente, ético, sepa asumir responsabilidades y culpabilidades.

Si en una democracia algo va mal, tenemos la culpa TODOS, no sólo los gobernantes.

Palabra de una anarquista con ética socrática, antifascista y poeta. He dicho.

Sofía Serra

Sócrates y la democracia

A Sócrates NO lo mató la democracia. A Sócrates lo enjuiciaron los que corrompen a la democracia, los CORRUPTOS. Sócrates se sucidió, ese es el hecho o el mito, para demostrar que ÉL SÍ CREÍA en el sistema democrático. Por eso acataba, según su ética, la decisión de un sistema, en el que había creído y por el que había luchado, que lo llevaba a la ejecución. Evitó que la misma democracia lo ejecutara para que su propia creencia en la democracia pudiera seguir subsistiendo, para que precisamente nadie pudiera decir que a él lo mataba una democracia.

La democracia es el sistema más frágil que existe. Un sólo hombre con intenciones particulares puede poner en peligro un estado de derecho actual, corromperlo, porque la democracia se basa en el derecho de cada uno de los individuos, en la libertad de cada uno, en la conciencia política de cada ciudadano. El individuo tiene poder dentro de ella. Si sus intereses no son honestos, si sus intereses no velan por el bien común, si dispone de los medios, trabajará libremente para pervertir la ley, ponerla de su parte y, o convertirse en un tirano, o llevar  la injusticia sobre sus semejantes.

Por esto es por lo que hay trabajar, porque cada ciudadano, todos, adquieran conciencia de que la democracia no funciona si no hay implicación HONESTA por parte de cada uno.
Esto es lo que nos dijo Sócrates con su autoinmolación.

Palabra de una anarquista de ética socrática. He dicho.

Sofía Serra

miércoles, 4 de julio de 2012

De la tribu Pies Pequeños (el shock)

De la tribu Pies Pequeños (el shock)


Llegado el freno y cierta estación
Estancada entre las arenas blandas,
Tan difícil se hace salir del mar
De la ausencia, de la cinta transportadora
Que me llevaba solitaria y púdica
Ahora ya sin huerto
Y sin pienso luego veo, sin
Porvenir ajustado  a las suelas
De los zapatos sin a-las,
Clávame, húndeme, sepúltame,
Encrucijada sin rosa ni espin
Illas que romperme
Contra el bordillo de las aceras.
Las aves migran
Plumas a otros suelos,
Otros cuentos de suelos.
El mío encharca el horizonte:
Perfil huele el aire
Buscando la terquedad
Del misterio, encendidas
Mis mandíbulas
Se aprietan contra sí
Hasta que mi oído revienta.


Continúa el tren rodando.
Mis pies calzan ataúdes
blancos.

Sofía Serra (De La exploradora)

martes, 3 de julio de 2012

La diáspora

La diáspora


Como cuando donde
Ya tú no eras.


Eo pusilánime te escribiré
El poema que nadie pueda traducir
Salvo tu lengua y la mía
Pusilánimes también
Absortas ellas
En aquel pasado de un río
Que permitió florecer
En la piedra cenotafios.
¿A quién se le ocurre
Sembrar el grano
Sobre el granito
Sino a los celos?
Tan injustas patrias para sus hijos,
Las madres, ya sabemos,
También lo son por
Mucho que cueste creerlo,
RE crearán la conjura
De luces pájaros en el aire
De la mañana olvidando
Que de gasa y azul
Borda la nube pinta
Los perales asomados
A tus ojos como pétalos de mariposas
Durmientes al calor del mediodía,
Sus flores a la luz de la madrugada,
Al sueño y la evaporación de un silencio
Hecho migas o grano para las aves
Blancas y el murciélago de la encina
Asaeteando el azul índigo del anochecer
Cuando tú vuelves a la escena
Bajo el emparrado.
Florecerán los lilos silvestres
Y la música de un violín
Asomada a la puerta de tu habitación
Escribirá tratado de luces
En el almíbar de la mañana.
Porque ya somos dioses
Puedo hablar como los poetas
Cursiles —y la truculenta diáspora
De la noche —. Se marchan, todos los invitados
Luminosos se marchan, caminan
En pos del sol de poniente olvidan
Los velos de seda,
Los segundos que los mantienen
como vivos.


Sofía Serra (De La exploradora)

Las eses de Manuel Moya (y otros blancossss)

Este me lo traigo pa'cá, al cuarto claro. Por todos los lirios blancos, digo, por los colibríes blancos y hasta los mirlos del mismo color, va por ti, guapo mío. Treinta años que hace que vi tus ojos por primera vez creo que me conceden el privilegio de llamarte así en público, por muy autor reconocido que seas, y si no, me lo autoarrogo. Porque Sí, con essssssssse. De Sevilla por cierto. Y de Seni.


Fotografía extraída del blog del autor del relato abajo transcrito, Manuel Moya




LAS ESES

Seni seviyorum

Qué hacer con tantas eses, me preguntas: sestear, asestar, asesorar, desesperar, socorrer, sisear, desear, siempre siempre soñar... La ese es plural, erógena, desprendida, gregaria, multiplica las cosas. La ese suele colocarse casi siempre al final, porque es discreta y no le gusta andar molestando. En caso de incendio la ese es la primera que salta, la última que llega a la escuela, la que se queda soñando al final de la cola; la ese se sienta siempre en el último vagón, y es una marca antigua de detergente, un adjetivo demostrativo (y a veces despectivo), el gancho de una cesta, la pieza rota de un scalextric, la silueta de una mujer embarazada esperando el bus, lo que engancha la jaula. Eses es lo que uno hace cuando anda piripi y la razón, pudorosa, nos espera en casa con las pantuflas puestas y los ojos acribillados de reproches. La ese es lo que distingue una democracia de una tiranía, aunque suele ocurrir que el tirano se crea rodeado de eses. Ese es el símbolo del dólar antes de que un tipo de Queens le raje en canal. La ese es una jota que el viento o Van Gogh han retorcido, la mitad de un ocho, la zona de sombra del infinito (aplíquese también a la cinta de Moebius), el Tourmalet, un beso a oscuras. Ese es primero Jesucristo y luego el Iscariote, protagonista y villano de una ópera de romanos interpretada por ese artista americano, cuyo nombre se me escapa. Pero no todo es bello en la ese. Hay que tener sumo cuidado con la ese. Cuando se juntan dos eses la lían y quieren montar Auswitch y gasear al primero que se ponga por delante, la triple ese es otra cosa que no caigo ahora, pero no sé, no sé. Yo me quedo con la ese turca -la que másss mola- esa ese que une las cosas, mueve las montañas y agita las palmeras que beben del lago sin barcas del corazón. Las eses que hacen eses. No lo puedo evitar: me gustan las eses. Dar y recibir eses. Si son tuyassss, claro, mucho másssssssss.

(Manuel Moya, de su libro Caza mayor, próximo en  Ediciones de La isla de Siltolá, desde esta entrada de su blog "La isla de la sed")




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