sábado, 24 de septiembre de 2011

Las cinco g(j)otas

Las cinco g(j)otas


La cana en el sarmiento,
la longitud en la herida
y la belleza bajo la axila derecha
sin depilar, para el sudor
el frontispicio de tu errante frente
asociada a la lluvia
sean ellas el tránsito hacia las nubes
que golpean merecidamente
el hueco y claro cielo azul
que venera al otoño
y a mis bienvenidas
al sarmentoso y lúdico suelo


habrá que ver,
oír, gustar y tocar
qué oler,
y no perdernos.


sofía serra

viernes, 23 de septiembre de 2011

Corona perpetua (Yo también soy Troy Davis)

Hoy me resulta imprescindible hablar antes del poema. Lo escribí hará una semana. Entonces ni había oído hablar de Troy Davis, la persona que ayer fue ejecutada por una democracia occidental líder en la garantía legal de otras libertades y a la que en alguna ocasión llego a admirar por muy antiyanqui que fuera en mi juventud.
A veces pienso que sólo precisamente la juventud de ese país propicia que en su sistema legal encontremos la frescura de algunos de sus mecanismos políticos y de convivencia, algo que a la vieja Europa le está vedado, tal vez por cansancio de historia de sus propios habitantes, una especie de conciencia colectiva que provoca su apatía ante determinadas injusticias del hombre sobre el hombre. Como cuando una persona ya anciana, cansada de luchar en esta vida, se decanta por regalar chucherías a sus nietos en vez de esforzarse en educarlos en sus hábitos alimenticios... algo así, aunque el ejemplo parezca insulso.
Pero es esa misma juventud la que favorece  la ceguera y el descontrol ante sus impulsos más instintivos. La condena a muerte es la mayor salvajada persistente en este mundo. Da igual que la persona convicta haya matado a cien  personas que que sea inocente, como en el caso de Troy Davis parece. El estado se erige en controlador de la vida humana, en matador. El estado no son los políticos. El estado es tan sólo un ente. El estado somos todos. El estado no tiene conciencia. Que la posea tan sólo depende de sus votantes en una democracia, de la conciencia de cada individuo.
Si cada uno de estos individuos adquiriera la conciencia de que, como cualquier máquina, sus resortes pueden estropearse en cualquier momento, no admitiría dar el poder sobre la vida humana. Porque vida humana somos todos, y si hoy se ejecuta por asesinar, mañana con un cambio de ley se puede ejecutar por, cualquier ejemplo vale,  fumar, saltarse un límite velocidad o dar de mamar a tu hijo.
Son múltiples los argumentos contra la muerte como condena legal, todos los conocemos, pero quiero incidir sólo en ese. Todos los demás me parecen prescindibles, demasiado egoístas, enjuiciadores.
Sí, da igual que Troy Davis fuera inocente que no. A su familia no le dará igual, a él tampoco le dio, como a ningún familiar de víctima de un crimen le puede resultar indiferente que otra persona le arrebate la vida de un ser querido.
Lo importante es que una máquina ha matado, con nuestro permiso, a un semejante.
Se demuestra la cobardía del ser humano. Delega y legaliza, INSTITUYE, un impulso particular, privado, íntimo, negativo que yo al menos comprendo, eliminar, hacer daño a quien te lo hace, en otro y en otro tipo de "sujeto". Comprendo que un ser humano mate, entra dentro de nuestra naturaleza, seres vivos somos. No me da miedo esa posibilidad, la misma que existe para que yo misma pudiera hacerlo, pues ser humano soy. Si uno sólo es capaz, estoy segura de que yo también lo soy. Asimilando nuestros vicios más negativos podemos pelear por ir reconvirtiéndolos en algo positivo, alejar el impulso por dañar al semejante. 
Pero que una máquina legal cuente con nuestro permiso para hacerlo, ME ATERRA. Esto no querré asimilarlo nunca.
Yo también soy Troy Davis.



Corona perpetua

La culpa la tienen las beatas
ocasiones en que tú y yo
coincidimos perdidos en el tumulto
del vecindario.
Se alimentó de nuestros adioses,
tan constantes como aclimatados
a la sordina del viento
que resuena correteando
por las esquinas.
Recuerdan cantos bellos
sobre la alfombra mullida
a la luz de un fuego prometeico.
Perdimos el ronzal,
pero aún me alimentan
tus lametones sobre mi piel.
Las mareas cantan hojas del verano
que salpican mi rostro
y el otoño rezuma bienvenidas.

Vivo al otro lado del mundo
a donde las barcazas llegan
cargados sus lomos sumergidos,
hélices hundidas en el légamo.
Vacíos encontrarán sus bujes,
sus tablas de madera, deformadas.
No hay nadie en la exacta línea
azul celeste del horizonte.

Quejaos cuanto queráis.
Con precisa cirugía
el escalpelo de mi uña
os silbará siempre al oído:
no me vais a robar lo único
que evitó el refrito de mi carne
en la eléctrica cocinilla,
esa de cuatro patas
con corona de luces.

Sofía Serra, 15 de septiembre de 2011

jueves, 22 de septiembre de 2011

Corazón de hierro batido (Canto otoñal)

(Correcciones "El deshielo")


Corazón de hierro batido (Canto otoñal)


Del edén eyaculado nacerá la estigia provocadora de las mieles, la mayúscula tiranía que dibuja el perfil sucinto de la voz sobre el eco, anterior al eco y futura resonancia de sí misma en la penumbra de la montaña que genera el valle del río que en la misma laguna acumula
todo el poso, todo el gemir de los crisantemos,
los enlodados barrios donde vitales sacuden
sus aletas los generosos y fluviales seres,
mis artes marciales, mis sobrecogedoras compañías
en el estómago vivo y palpitante...
En la rosada simiente de la aurora,
¿qué más puedo desear que tu acontecer?
Río cerrado, te marchaste sin recorrer
el sondable cauce de tu imparable
retroceder ante el sol, el ocaso y las estrellas,
te reservaste para un devenir sin lealtad
que auguraban ya las hojas caídas
sobre tu reflejo de todos los narcisos
llamados nubes, mimbreros o simples juncos.
Sobre el margen, sobre la orilla de tu lámina invertida
pasea el río de la vida,
el marginado río de la vida,
el suculento manjar de la bestia incorpórea,
la de la boca grande, la de la boca llena,
la de las fauces abiertas al son del canto inhibido,
la respuesta a lo que sin dedos
y sin amargo trago huye de su vínculo
buscando la desmesura de la sequía.


En el estero, desde el desierto,
fingen sus aromas los eternos candiles
de carburo hidrogenado.
Mas tú, viva, vuelcas la copa de tu refresco.
Vacía derramas el ardor candente de la juventud:
Doy a todas luces sobre el horizonte que nace inclinado,
siempre para las herrumbres, siempre,
hasta habilitar el estuario como negocio de chatarra.
Del orín del hierro a tu justa sólo hay una vida.


Y el borde, aquí este borde abisal
que en su sima te contuvo generando Roncesvalles
donde poder cavar la tumba del olvido sobre la temeridad
del ser humano y su orgiástico deseo de cumbre y sangre.
Aquí sobre este paso te rodeo para envenenarte.
Aquí levanto tu bandera para seguir matando
con la pena de lumbre y fuego,
que el amor cubre, el amor reparte,
el amor, tranquilamente, avanza sorteando
vestido de sí mismo,
como si no tuviera nombre, que no lo tiene,
ni el don para transformarte más que en hombre,
a duras penas,
sólo en hombre.


sofía serra (de "El deshielo")

martes, 20 de septiembre de 2011

El hombre avispado y globo

(Correcciones Nueva Biología)


El hombre avispado y globo


Se te quemó la garganta,
se te quemó al filo de la navaja
que supuse toda lenta y vaga.
Se te obstruyó el esófago,
se te obstruyó en el lago
que supuse todo muerto y vago.
Se liberó el porvenir,
se liberó la cansina respuesta
de tus labios a mi entrepierna.


Gusta, gusta esta fuente brava; se mi contenido.


De este despertar de avariento gozo
que me obsequia el aumento en tu partida doble
sobre mis manos,
deseo que de tus hombros
arrancas empecinado sobre el sordo bramido
que desde el fondo, tu gruta,
tu sentencia de hombre quiebras
sin dejar escapar el aire.
…Y son tus carrillos
globos que te deforman,
y yo, yo,
mentalmente visualizo tus finas facciones
de hombre mío y directo,
arcano grande,
mi arca de la alianza desnudada
de algo que ya dejas volar
explotando…


Cuánta hipocondríaca
tilde resulta todo.


sofía serra

domingo, 18 de septiembre de 2011

Septiembre (aniversario)

Septiembre (aniversario)


La paz se aposenta
como hada sin cuento
ni moraleja.
En las soledades descansa,
enemiga encubierta del mundo
y sus arpegios.


silbe la acetona del aliento
que yo me rasgueo confundida
entre las torres en tres d y las viñas doradas.
Los adioses no labran la vendimia,
ellos levantan uvas recitando
el diapasón del vino de la mejor añada.


la milonga y el cigarro,
el merengue y el palo de nata,
el mosto y el cubata que no pruebo,
el sabor del terciopelo –mío, es sólo mío-
en mis neuronas busca
y anida corcovado
mullendo los afilados cantos
de las piedras de tus riñones.
Excretar y presumir
sales facticias de ubérrimas gramas:
la urea labra de verde
el vejamen de la tierra
y su osadía
y mi posible olvido
de ti.


sofía serra, septiembre 2011
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.