martes, 27 de julio de 2010

Metamorfosis

Fotografía antigua, poema nuevo.




 Título de la fotografía: Subsunción

Desmemoria


Vamos a hablar de ti./
Tú, ¡tú!,/
¿de dónde llegaste y hacia dónde partiste?/
¿Acaso has existido?/
Combaten torpemente la amapola, el tulipán y la jacaranda/
a escorzo de sí mismas sin lograr subsumir, sin conseguir encajar vuelco con sus semillas,/
¿Qué condenada fantasmagoría/
señala a la flor del magnolio?/
Ya fruto, ya nudo de futuro,/
ya dudo sobre el presente,/
esta esfera en el barro, esa esfera blanca será lo que ya vuelo./
Tú, ¡tú!, ¿es que existes?,/
tú, ¡tú!, ente enojado de nube sobre azules aguas a vueltas sobre cañaverales.
Tú, ¡tú!, ¿acaso te bañas/
te mojas, escurres , luego secas?/
Tú, tú, de quebrado porvenir,/
¡tú, tú!, ¿he inventado el pasado?/
Tú debes existir,/
el pronombre lo clama y hasta todos./
El tren lo baila, hasta el campo de rubia yerba de agosto lo predice./
Pero me faltan alminares en esta frente desde donde poder divisar el paisaje y así, quizás, lograr ver emerger el ciprés de tu tumba./

Esa mancha verde en el lienzo/
camina ahora tan solo por mi cerebro sin célula física/
que la abrace./
Entes que desaparecen, paisajes que no se visten ni de cementerios./

Sofía Serra, veintialgo de julio de 2010

lunes, 26 de julio de 2010

El príncipe valiente

Creo, estoy segura, que es la primera vez que en este blog introduzco una fotografía no hecha por mí; no disparada, puede que alguna, pero completamente ajena a mis manos, estoy segura de que es la primera vez. Digamos de alguna forma que mi vanidad me impide hacerlo. Hago fotografía y escribo poemas y todos los que tan amablemente habéis podido acercaros alguna vez a este blog sabéis que no lo dedico a hablar de nada que sea ajeno a mi producción creativa. Caminé durante bastantes años por foros de fotografías en los que a la vez que aprendía sobre la fotografía digital me dedicaba a levantar egos que en la mayoría de los casos no merecían la pena. Eso lo iba sabiendo, desde luego, después. No era por supuesto una labor altruista por más que pudiera considerarse así. A cambio obtenía algo de lo que sí carecía y que por mor de las circunstancias de la vida lo hacía necesario para mi estado anímico de por aquel entonces. Lo que comúnmente conocemos como cariño, estima por parte del otro.

Lógicamente se trataba de un intercambio apócrifo, sin autoría auténtica, sin firma que avalase la garantía de su autenticidad. Por eso escribí algunos años después un poema que titulé "Meretriz" (en mi poemario "El paraíso imperdible") al ser consciente de que había prostituido lo más valioso de mí misma, es decir mi capacidad para ver arte donde lo hay. Y donde no lo hay, dar las mil vueltas hasta que "al otro" le quedara razonablemente claro que en lo que de sí brotaba sí había arte. De esta forma lograba que las personas se sintiesen más valiosas, se quisieran más por sí mismas, que sin duda era lo que yo necesitaba para mí. Resulta curioso comprobar como nos proyectamos en el otro; curioso no, creo que constituye la clave del entendimiento de esta especie que llamamos humana. Sin otro, no hay uno. Nos engulliría nuestra porpia capacidad de conciencia de nosotros mismos. Como si exactamente conformáramos el más abisal agujero negro. Por eso el arte como lenguaje exclusivamente humano que es constituye para mí el más señero exponente del potencial real del Hombre.

Pienso y siempre pensaré que la capacidad artística es inherente al ser humano y que en todos anida su semilla, y que por muy poco "arte" aparente que pudiera parecer se vislumbre en cualquier expresión creativa, con la suficiente inteligencia y sensibilidad puede llegar a desenterrarse aunque sólo sea el microscópico átomo de semilla artística, como digo, inherente al ser humano, innata a él. Me dedicaba a intentar sacarla a flote, hacerla evidente ante los ojos del que menos veía.
A cambio de ello sólo obtuve afectos superficiales y pasajeros, lógicamente como no podía esperarse de otra forma, y mucho desgaste humano por mi parte. Por eso algún día decidí prescindir de los foros, y, tras un descanso, me dediqué a exponer lo que fuera que iba haciendo o en varios blogs de mi autoría, hoy refundidos en este cuarto claro.

La fotografía de esta entrada es obra de Paco Martínez, a quién ya he nombrado en una entrada anterior, excelente fotógrafo y mejor amigo. Sí, de aquellos años de los foros. Sino que él sí fue amigo de verdad. Algo más que amigo. Terminé llamándolo mi hermano, y hoy sé que algo más que hermano, porque hasta con mi prpio hermno de sangre puedo encontrar el abismo que entre Paco y yo nunca se dio. Simple y llanamente cuidó de mí cuando ni yo misma podía hacerlo, con sus fotografías, sus palabras, su compañía en la medida que este medio permite velando por una loca medio suicida que se lanzaba a los abismos del "otro" y de este mundo de internet, aunque sólo fuera a través del ejercicio de una actividad creativa, en busca de algo que sólo estaba dentro de mí misma. Compuse por aquel entonces varios poemas sobre fotografías suyas (algunos aparecen en La presencia por la ausencia). Paco Martínez, como a él le gusta llamarse y todo el que conozca su obra reconoce, es, aunque no exclusivamente, pero sí fundamentalmente, fotógrafo de naturaleza humana. Sus fotografías fueron mi referente para no olvidar que el ser humano existe aún cuando más lejos esté una de poder percibirlo. Me sirvieron, sus fotografías, de consuelo, de inspiración, de alivio. En definitiva de casi todo lo que necesitaba por aquel entonces.

Como hace poco hemos vuelto a reencontrarnos, nada me gratifica más que, sin haberlo previsto, contemplar cómo un pequeño poema brotaba de mí al recordar una fotografía suya de por aquél entonces. Ésta con la que hoy lleno esta entrada.

Si alguien desea saber qué significa fotografiar y cómo hay que hacerlo, que no dude en seguir su obra.  Por otro lado, sólo deseo hablar de él como fotógrafo; como ser humano, sólo lo hago para mí misma, con todo mi respeto hacia quien me pueda leer. Lo que una gana, para una es, ;).



 Título de la fotografía: Le petit prince courageux (de la serie "Personajes para un sueño")

El príncipe valiente

Deslindes de presente,
o no,
ya es irremediable el avance.
O no.
O no me basto, o no me dejo,
o me rindo o me entusiasmo, o me envilezco o afrento.
O tal vez la “o” me venza como vino sobra las murallas,
que para qué sirve sino tan sólo para teñir a las piedras.
O de rojo de vida quieta en las esquirlas.


Cuando pequeño el príncipe valiente soñaba
con degollar dragones; hoy ante sus ojos
son las piedras las que relucen bermellones de roja sangre.
Que no basta con verdear.
que hay que sucumbir y temblar,
agostarse y tragar la propia lengua,
engullir el hambre de hambre hasta perpetrar
el crimen perfecto.
El crimen de sí.
...
Como la O de hermanO.

Sofía Serra, veintialgo de julio de 2010

domingo, 25 de julio de 2010

La pinta, la niña y la santa sofía de constante-inopia

Estaba releyendo los últimos poemillas escritos por ver cuál subía cuándo he visto que éste encaja muy bien con la fotografía que elegí para la portada de "La presencia por la ausencia", una fotografía que tiene ya cuatro o cinco años. Como a la vez esta tarde he estado dejándola definitiva, parece que todo estaba predispuesto.

;)

Como se puede observar poco qué ver con la que preparé para el blog. Las proporciones son las mismas que la del futuro libro, más cuadrado que alargado y, sin querer, he pensado en cómo presento siempre las fotografías; entonces ya no ha habido más que pensar. Es la que quiero, y a Bohodón, le ha parecido muy bien...
:)
Para octubre estará más o menos. Ya está maquetado.


Y el poema,

La niña


A veces pensé en ti/
como en la niña que se entrega al rompeolas,/
rasgada y serena alba que vuelve sobre sí/
y gira el mundo a través de sus órbitas caudalosas,/
ojos de rima y sangre blanca/
que vuelven a la arena./

Y bebo y bato y renazco./
¿Qué tendrá Venus/
que es capaz de transformar en valles todos los océanos?/

Sofía Serra, 20 de julio de 2010

sábado, 24 de julio de 2010

Los parasoles de Afrodita II




Los parasoles de Venus
Blande, blande acopio
de pálpito, sístole y diástole, pétalo a pétalo
licuados goteando mar.

Se autogeneran, reverberan licuándose en este día de dura estampa,/
grabado sobre pergamino./
¿Nunca más asomarán esos parasoles al aire limpio hacia el que se abren estas pupilas claras?/
Menos mal que aún me queda estómago,/
por poder blandir tu carne de objeto encaramado/
en la cúspide/
de los retos aún no conseguidos./
Asociada a tu marea/
que me irrumpe,/
que me moldea bajo-adentro y alta torre,/
no quiero sino vivir/
reflejada en el espejo de esos parasoles de vivo/
entusiasmo orientado al calor que se regenera./
...Es que no quiero, no quiero, no quiero más luz que la que ya escribí./

Sofía Serra, Julio 2010

jueves, 22 de julio de 2010

Los parasoles de Afrodita

El audio, mi recitar, tiene un fallo en la pronunciación de una palabra, pero me ha gustado el tono en que ha quedado la versión en general, y he decidido darla por válida ya que el poema se puede leer también; pido disculpas por el error al pronunciar.




Los parasoles de Afrodita

Ya llegaste, te has sentado ya.
Tengo tus ojos delante:
De su dorado vientre, el de Afrodita,
nacen celestes parasoles.
Sombrillas chinas que la diosa abrió
para cultivar mi piel con la nácar
y el humus de marino arrobo arrojados
sobre la ola que, de vuelta y viene, conforma la marea
del sanguíneo mar de poniente:
¡Mar mío, mar lleno, mar tan grande como yo misma!,
exclama la diosa rediviva, aún ignorante de su testicular ascendencia.
Urania utopía transformada por mor
del viento en conflagración de carne sobre agua-sal y carne.

Gemiste en mis ojos: ¡Dame aire!
Gemiste en mi boca: agua blande y
piel para el cuántico cuerpo,
envoltura de este juguete polivalente
en el que me sumerges hasta contentar objeto
de los ritmos internos que manifiestan la eufonía,
venéreas transacciones, de las celestes esferas.
Amor, cueva clara sombreada por los chinos parasoles visitas.
No tus brazos,
no tu música,
no tu centro;
ni siquiera tus alas,
en el reitero de esta penumbra de piel interna,
hallarán ajado, que ella misma se renueva a la medida de las Eras.
Que sí, vuelan ya.

Urano,
hoy ya caes,
hoy ya retornas a por tus genitales.
Qué castrado te dejamos, ¡ay!
Ay, castrado, sí. Mas, te hablo al oído, recuerda:
Sólo a sangre, tu carne engendró lo más sagrado.
Ahora ya cayendo,
piensa,
podrás hacer de la progenie de tus gónadas real cayado.

Sofía Serra, Julio 2010
 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.