miércoles, 28 de mayo de 2014

Laissez faire, laissez passé

Laissez faire, laissez passé

Todo se confabula como una simulación concreta de la fastuosidad con que la verdad se hace inmanente nada más que nos dejemos gobernar por ella. Cierta laxitud en los hombros y en el cuello son necesarios para que el milagro suceda. Dejar hacer, dejar el campo libre de nuestros aranceles, de nuestras barreras, de nuestras ominosos condicionantes, esos alambres de espinos que interponemos entre nosotros y nuestra propia esencia. Dejar acceder a lo verdadero. O cedernos el paso para lograr llegar hasta allí.

(De El economicón)

martes, 27 de mayo de 2014

Poemas para un prólogo

Tres poemas a modo de prólogo para Nueva Biología que Juan Carlos Sánchez Sottosanto ha tenido la ¿generosidad?, esa palabra se queda corta. Para mí son tres joyas sin precio con las que mi amigo ha tenido a bien obsequiarme. Una, que es afortunada. 


A guisa de prólogo, como en los Siglos Áureos

Nueva Biología, de Sofía Jesús Serra Giráldez

I – Demiúrgica

Y Sofía Achamōth roza la rosa
que un penúltimo dios floreció en vano,
y levanta los ríos y los golfos
para mirar al otro lado, Arriba.

Pero vano es el Uno, vano el centro.
Estamos condenados a suburbios,
béticos y salobres y pampásicos,
con esa Mar Océano en cuadrícula…

Fluya el menstruo del que fluya el Demiurgo,
y fluya su insapiencia de sí mismo,
su vértigo del yo, de creerse único,

reatisbando, empero, los aromas
del pleroma locuaz. Nombre los nombres:
el enebro, la paz, el mar, el llanto.


II – Hesiódica

Qué distancia enorme del golfo gaditano
hasta la mar vinosa de Homero.
Qué distancia de estos dioses pétreos
pero húmedos de amor, pero esmerados
de honda humanidad, a los triviales
contubernios olímpicos del Gran Ciego de Quíos.
Ella no canta
con el sabor de los hexámetros primeros,
los del alba absoluta,
los del alba de Homero.
Prefiere la mañana ya crecida.
Ella canta con la dura costra,
con la maciza huella, con el duro y puro corazón agónico
del teogónico Hesíodo.
Como él, labra la tierra;
como él, los surcos, los almácigos,
las macetas, las flores, las heladas.
La Andalucía del siroco y hielo
como al otro el rincón agreste de su Hélade.
Como a él, la voz de las antiguas Helicónides,
las diosas que mienten y no mienten,
que dicen la verdad, o entre propíleos,
también la niegan descaradamente.
Eros primero y jamás penúltimo.
Las gónadas taladas de Urano.
La guerra de titanes y tifeos.
: Todo en tus versos de raíz oscura,
de sílabas partidas y deshechas
como terrones que se encuentran, otros
terrones vueltos al azadón labriego.
Fluya Sevilla universal, pretérita,
con vocación de tiempo y de planeta;
súmate, impúdica, a los rostros
tartesios, fenicios, galos, griegos,
y godos y vándalos, vikingos,
y al sarraceno de exquisita tilde,
y a las aljamas de exquisita prosa,
y a los Cetinas, los Murillos, los Velásquez,
los marranos, los quemados, los herejes,
a Casiodoro, a Cipriano, a Julianillo,
pobrecito cojuelo incinerado…
Desde esta pampa donde todo
el occidente se lee distorsionado,
recojo el puente hesiódico y de plata:
tu gran simulación de hallar la aldea,
teniendo, en cambio, prisionero el cosmos.

III – Afrodítica

A la Pandemos, a la Urania, a la Ctónica,
a la de anchos labios,
la de cinturas bamboleantes como
las olas trémulas de Chipre;
a la del goce, a la de ultratumba,
la de los lares que ama Proserpina;
a la celeste, la de la unión mística,
a todas ellas,
a toda Ella –Una- Afrodita fuiste
con tus manzanas, con tus plegarias, con
un color nuevo para el trono polícromo.

Que te ame la Diosa
como a Adonis de esquivado vuelo;
que te hiera la Diosa,
como a Adonis el cuerno
del jabalí, otra forma
de la angustia del eros;
que te sepa la tierra
labrando una vez más jardines de la Diosa
y tus versos mezclándose a sus pomas.


Juan Carlos Sánchez Sottosanto (Mayo, 2014)

lunes, 26 de mayo de 2014

De pie bajo el alcornoque

De pie bajo el alcornoque

Día de sueño para dormir
a la sombra del alcornoque,
la habitación se estremece
con cada brote de bellota.
Tan tiernos maman del aire
tan duro hijo de mis carnes
cuando pienso en tumbarme
sobre su hojarasca puntiaguda
y sus velas iluminadas
con verdes durante el amarillo.

Menos mal que una tumba
posa su peso bajo sus ramas.
A la muerte, a la Gran Madre,
veneramos con cada piedra
que amontonamos
sobre el cuerpo muerto
de un afecto vivo.

viernes, 23 de mayo de 2014

La compañía del ciprés


La compañía del ciprés

(A un ciprés arrancado por el viento)

se me quitan las ganas
de escribir más allá
del bien, o del mal
se me quita el miedo
de vivir el medio
de ser inmortales
en la práctica diaria
súplica hecha cruces
en el tronco del árbol del valle
de los caídos por tanto
vociferante yugo
ajeno a ciencia
sanadora aguza
flechas clavándonos
esperanzas como si
fuéramos puro ruido,
pura basura, pura
piedra morrena glaciar
retumbando enrarecida
arrastrando tantos trazos,
tantas cruces, tantos troncos
corpóreos como tantos
brazos que crucificamos
y cuadramos día a día
allá en la cima de la montaña
nevada
de papeles
de voces flagelantes
desde bocas inmundas
desde almas grasientas
donde ni cabra ni monte
o matojo
crece. Nos clavan
tan lejos
que ni la campana
de la aldea repica
por nuestros muertos
árboles negros y secos.

Sólo el ciprés se tumba para acompañarnos
en nuestra huida.
Él verde siempre
tiempo amándonos
tal como somos.

Tal como somos…
Y quién puede
sabernos sino
el ciprés caído.

jueves, 22 de mayo de 2014

La diletante

La diletante (de viaje visitando monumentos)

En este simulacro exilio
me permite el lienzo
reconocer mis pasos.
Hasta en los canales crece
para recordarme de donde vengo,
nunca hacia donde vamos.

En esta sutil agonía
que es la vida venero
tus tristes luces de hojaldre
que se hunde. Tan pesada la carga
que soportan tus láminas, tus
mil palacios de carne, tu
luz de los esperados
puentes beben de mi
aire maternal y el afrodisíaco
perfume de su celo
de hembra, mar de tu alumbre
y de mi ausencia sobre ti.

Colmo leones como
blando espada
blanda contra
las dulces venencias
de las gotas de agua
sobre la yerba,
el monumental —se erige
todos los días— nutriente
que la naturaleza nos favorece.

El verde es su primer color.
También el del origen de la vida.
 
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