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Atónitos paseantes
de la heredada,
¿de qué se compone un hueco
blanco y seco
aludido por la inerte
cuando mesura intacta,
sin roce posible,
su-primida
fe-haciente
comu-nicada
Victoria en los humedales
con el agujero de metal
por el que se va la vida
litúrgica, mitológica
y soterrada,
y el sofá, de quimiogénesis extendida
como si goma suntuosa fuera,
como si las paredes chorrearan
oro y esmaltes derretidos,
licuados metales preciosos
deviniendo en los mágicos
colores de la lluvia, el sol,
la yerba, los insectos, las flores
y la naturaleza de todo año
y geografía imaginable
desde el desierto cálido o helado
hasta estos lodos…
para estar hechos de barro,
resultamos poco moldeables,
y, aún menos, fundibles
armónica, lumínica,
humanamente
fusibles
somos.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
viernes, 24 de mayo de 2013
jueves, 23 de mayo de 2013
Primitiva
Primitiva
Me queda poco sobre que pensar,
un solsticio de animosos cantores
se apiña en torno a las manos
rezadoras, orantes a salvo
de la nieve que golpea
desde el abeto solo
en algunos países del norte.
Serpentean
el cuervo y la herida.
nematodos, Némesis,
frenólogos y otras lindes.
efectivamente nos quedan cuatro días.
efusivamente andan inquietos
a ese lado del mundo
los expatriados como tú y yo
quedamos solos
ante el vecino
que no se movió, no se mutó
en zíngara salvaje y tierna
del zaguán de su puerta.
y me entrenaré en sonsacarte la herida
hasta que no quede más
que albas puntas de un doméstico
desaire de geometrías
apestantes, volutas de la radioesfera
que suministran tus cabildos gozos,
esos que la penumbra sostiene
sobre mi cabeza para no destocarte,
para que siempre acontezcas
aunque yo ya muera,
aunque tú ya mueras
o ambos muramos
ojo a ojo, diente a diente,
de rabo a cola en el otro descabello,
el de las pieles rojas
y verdes.
Descombatir el desvío hueco
y absoluto dejamen
de las cosas.
Denostar aunque no te rías,
perpetrar y subsumir,
contrincar.
En rojo y verde me siento
sobre la tierra, me hundo
en el barro y camino a cuatro
suelas o lados que vuelan alto.
No necesito padres para sostenerme,
me basta el duro suelo
de tu mente y el tierno vello
de tu brazo que enciende el sol,
tú, fuliginoso hombre cuadrado
con verde nuca transparente,
eres mi auténtico amor,
con todo los inconvenientes
del verdadero amor,
incluido el desgarro
de mi roja pulpa.
Los goces, para los civilizados.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
Me queda poco sobre que pensar,
un solsticio de animosos cantores
se apiña en torno a las manos
rezadoras, orantes a salvo
de la nieve que golpea
desde el abeto solo
en algunos países del norte.
Serpentean
el cuervo y la herida.
nematodos, Némesis,
frenólogos y otras lindes.
efectivamente nos quedan cuatro días.
efusivamente andan inquietos
a ese lado del mundo
los expatriados como tú y yo
quedamos solos
ante el vecino
que no se movió, no se mutó
en zíngara salvaje y tierna
del zaguán de su puerta.
y me entrenaré en sonsacarte la herida
hasta que no quede más
que albas puntas de un doméstico
desaire de geometrías
apestantes, volutas de la radioesfera
que suministran tus cabildos gozos,
esos que la penumbra sostiene
sobre mi cabeza para no destocarte,
para que siempre acontezcas
aunque yo ya muera,
aunque tú ya mueras
o ambos muramos
ojo a ojo, diente a diente,
de rabo a cola en el otro descabello,
el de las pieles rojas
y verdes.
Descombatir el desvío hueco
y absoluto dejamen
de las cosas.
Denostar aunque no te rías,
perpetrar y subsumir,
contrincar.
En rojo y verde me siento
sobre la tierra, me hundo
en el barro y camino a cuatro
suelas o lados que vuelan alto.
No necesito padres para sostenerme,
me basta el duro suelo
de tu mente y el tierno vello
de tu brazo que enciende el sol,
tú, fuliginoso hombre cuadrado
con verde nuca transparente,
eres mi auténtico amor,
con todo los inconvenientes
del verdadero amor,
incluido el desgarro
de mi roja pulpa.
Los goces, para los civilizados.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
miércoles, 22 de mayo de 2013
Mar de humo
Mar de humo
el mar que se hizo tierra
por toda parte escapa
camino de la permanencia
su mansedumbre derramándose.
Densidad y dolor de escape
en las primeras vueltas de las horas
netas, y recia podredumbre
del agua en su vertical sonido
de hambre de aire, la tierra
ensimismada loca
abunda lacerando,
gime adventista,
niega su pasado
de ola amarilla
rompiendo en la orilla
del camino. Así se abastece
el ayer de tus sentidos:
ellos reniegan un abuso,
ellos se visitan desde la marea
vieja de un viajante
por los humos del recuerdo,
y ambos de nuevo viejos
campo y yo
de viejas soledades
ambos nuevos amigos
compartimos techo
como si el nido se hubiera hecho grande.
Y tú tan nuve y nuevo,
y yo tan niebla y nube.
como siempre los árboles
viejos y nuevas sombras
—siempre luces
nueva, siempre viejas
luces—o no sé
si agonía o vida
u olvido de la tumba
o, quizás, de su muerte.
Sofía Serra (De La clave está en los árboles (o extinción de ruina)
el mar que se hizo tierra
por toda parte escapa
camino de la permanencia
su mansedumbre derramándose.
Densidad y dolor de escape
en las primeras vueltas de las horas
netas, y recia podredumbre
del agua en su vertical sonido
de hambre de aire, la tierra
ensimismada loca
abunda lacerando,
gime adventista,
niega su pasado
de ola amarilla
rompiendo en la orilla
del camino. Así se abastece
el ayer de tus sentidos:
ellos reniegan un abuso,
ellos se visitan desde la marea
vieja de un viajante
por los humos del recuerdo,
y ambos de nuevo viejos
campo y yo
de viejas soledades
ambos nuevos amigos
compartimos techo
como si el nido se hubiera hecho grande.
Y tú tan nuve y nuevo,
y yo tan niebla y nube.
como siempre los árboles
viejos y nuevas sombras
—siempre luces
nueva, siempre viejas
luces—o no sé
si agonía o vida
u olvido de la tumba
o, quizás, de su muerte.
Sofía Serra (De La clave está en los árboles (o extinción de ruina)
martes, 21 de mayo de 2013
La esquina
La esquina
Se besaban
en la esquina
sobre los adoquines
el duro suelo
y su blanda alegría
se mecía entre su abrazo
sus lenguas y sus bocas
se besaban alegres
y blandos
los adoquines acunaban
el suelo de su beso
entre sus brazos.
No sé cuándo lo perdí, no sé cuándo lo perdí.
Sí sé cuándo lo perdí, sí sé cuándo lo perdí.
Tengo que pensar
en desasosiego
para volver a él,
desfallecer a la altura
del hombro de la vida, ceñir
el único paso
a tu calidad perpetua
de ente vacío
acostumbrado
a las señas
de un deseo, de un taimado
deseo de un vital
deseo de volver
la esquina.
Sofía Serra (De La exploradora)
Se besaban
en la esquina
sobre los adoquines
el duro suelo
y su blanda alegría
se mecía entre su abrazo
sus lenguas y sus bocas
se besaban alegres
y blandos
los adoquines acunaban
el suelo de su beso
entre sus brazos.
No sé cuándo lo perdí, no sé cuándo lo perdí.
Sí sé cuándo lo perdí, sí sé cuándo lo perdí.
Tengo que pensar
en desasosiego
para volver a él,
desfallecer a la altura
del hombro de la vida, ceñir
el único paso
a tu calidad perpetua
de ente vacío
acostumbrado
a las señas
de un deseo, de un taimado
deseo de un vital
deseo de volver
la esquina.
Sofía Serra (De La exploradora)
lunes, 20 de mayo de 2013
Mi libro
Mi libro
un libro que desdiga.
un libro que deje
lo no dicho.
Del recio y duro tronco
hacia el cielo lanza
lo que le queda de vida
manando su presente
detercia, resume
subsiste
bajo dentro
arranca
de cuajo un golpe
de centro
nervioso y solo
o sólo soledad
que llaman de terceros
que se acercan
porque dos
somos dos
unidos por el suelo
cómo separarme de ti,
raíces mías,
cómo gobernarme al aire
y ser aunque sea
piedra que pueda
el arroyo rodarme.
Mas esta tumefacción
viva que me detiene
junto a mí mismo
quisiera poder
arrancarme,
reventarme
o más sencillamente
que llegara el leñador
para hacerme tocón
de nada, porque manos
no poseo más que raíces
y ramas y hojas a veces verdes:
un puro árbol, sólo
un puro árbol
entre tanta simiente
de tiempo, de espacio,
de límite.
Sofía Serra (De La clave está en los árboles)
un libro que desdiga.
un libro que deje
lo no dicho.
Del recio y duro tronco
hacia el cielo lanza
lo que le queda de vida
manando su presente
detercia, resume
subsiste
bajo dentro
arranca
de cuajo un golpe
de centro
nervioso y solo
o sólo soledad
que llaman de terceros
que se acercan
porque dos
somos dos
unidos por el suelo
cómo separarme de ti,
raíces mías,
cómo gobernarme al aire
y ser aunque sea
piedra que pueda
el arroyo rodarme.
Mas esta tumefacción
viva que me detiene
junto a mí mismo
quisiera poder
arrancarme,
reventarme
o más sencillamente
que llegara el leñador
para hacerme tocón
de nada, porque manos
no poseo más que raíces
y ramas y hojas a veces verdes:
un puro árbol, sólo
un puro árbol
entre tanta simiente
de tiempo, de espacio,
de límite.
Sofía Serra (De La clave está en los árboles)
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