El brote raigal
Son graciosas las semejanzas.
Poseen el divino don
de la permuta aberrante
tiempo de indestructible
permeabilidad.
Sobre tus sentidos y mi cieno,
sobre el alma verde
y el carácter arisco
de tus aristas envejecidas
ya corren los rieles
de tu corteza vaticinando
el descentrado encono,
la humilde propuesta,
la tierra en su osadía
hace emerger el fruto
no pre-visto:
la novedad,
la descaridad
de la inocencia
que gasta la fuerza.
Sofía Serra ( De La clave está en los árboles)
jueves, 18 de abril de 2013
La artesanía de la palabra y el Arte con la palabra
Los poetas somos quizás los seres más racionales y más materialistas, en cuanto a terrenales, prácticos, del mundo, pragmáticos, pies en la tierra, nada idealistas, tal vez los más “ateos”, si es que en esta cualidad pudiera haber gradación, aunque entre sus más excelsas figuras se hallen esas que precisamente han sido ensalzadas por tal o cual práctica religiosa. Los poetas acudimos a la poesía (lectura), y finalmente a su ejercicio como único remedio posible ante la apabullante realidad que la misma estructura cerebral verbal/intelectual/emocional construye cotidianamente. Sabemos que sólo la deconstrucción a la que el poema lleva puede romperla, abrir el camino hacia lo verdadero.
Este es la única finalidad “pre” que admite la Poesía, la práctica artística, porque es siendo esencia de sí misma. Cualquier otra finalidad "pre-construcción" del poema, de la palabra poética, significa perversión del proceso poético. Lo resultante puede ser llamado poesía (u obra de arte) por entendernos, pero en realidad lo que hacemos es confundir(nos y los).
Existe la artesanía de la palabra y existe el Arte con la palabra.
martes, 16 de abril de 2013
La cainita
La cainita
Yo soy la mujer perdida,
esa que avistaste en la acera
del descubrimiento.
Se apostó entre tu territorio
y el del vecino
con un delantal en el pecho
y la hojarasca tierna
acariciando sus tobillos.
Tan perdida, tan perdida era
esta mujer buena,
esta mujer de todos,
esta mujer parida
por manadas de lobos
y lechuzas hambrientas,
que abandonó su nido
para visitar tu establo,
ése que levantaste allá en la esquina
de la acera donde excretan los perros.
Y ya te llegarán días soles
con techo de invierno,
azules mantas cercarán
tu oxidado aliento de puerta
sin goznes ni cerrojos,
ordenarán a golpe de dedo
minúsculo y apéndice de tus horas revueltas
cada célula de tu pequeño
universo atomizado
en vitales secuencias de besos
al vacío, que también te oye
buscando algo que poder
amar, entregarte tú a ti
hasta la descompresión,
hasta exhibirte como pájaro plomo
traspasado por flechas interestelares, negras
y bandidas palomas comerán de tu carne
convertida en grano
que en el establo se olvide
y yo seré ala perdida
en la jaula de invierno
libre de presos.
Y esa mujer buena,
esa mujer a penas vestida
y de sexo abierto
mirará con descaro
las mentas yerbas de la esquinas,
hoy anegadas de orines
en su llanto al aire
de las frescas calles. Y las pisaré,
las pisotearé hasta borrar
toda huella de tus clavados verdes,
y compraré tu tumba arenosa
para ofrendarla al viento
lejano del huerto.
Que aquél reseque tus palmas
tristes de animal desmenuzado
y deshecho como la hojarasca
seca que, abono lleno,
cumplirá rediles, ejecutará
sentencias fértiles sin que el hombre
avieso, aquel hombre,
solicitara taquilla
o compra o venta de solares
donde quiso caer ya muerto.
Soy la mujer que sembró ciervos
a la puerta de tu establo,
soy yo, yo soy
el hombre que labró
la acera que encontraste.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
los perros mean en las esquinas.
las perras, en la tercera orilla
Yo soy la mujer perdida,
esa que avistaste en la acera
del descubrimiento.
Se apostó entre tu territorio
y el del vecino
con un delantal en el pecho
y la hojarasca tierna
acariciando sus tobillos.
Tan perdida, tan perdida era
esta mujer buena,
esta mujer de todos,
esta mujer parida
por manadas de lobos
y lechuzas hambrientas,
que abandonó su nido
para visitar tu establo,
ése que levantaste allá en la esquina
de la acera donde excretan los perros.
Y ya te llegarán días soles
con techo de invierno,
azules mantas cercarán
tu oxidado aliento de puerta
sin goznes ni cerrojos,
ordenarán a golpe de dedo
minúsculo y apéndice de tus horas revueltas
cada célula de tu pequeño
universo atomizado
en vitales secuencias de besos
al vacío, que también te oye
buscando algo que poder
amar, entregarte tú a ti
hasta la descompresión,
hasta exhibirte como pájaro plomo
traspasado por flechas interestelares, negras
y bandidas palomas comerán de tu carne
convertida en grano
que en el establo se olvide
y yo seré ala perdida
en la jaula de invierno
libre de presos.
Y esa mujer buena,
esa mujer a penas vestida
y de sexo abierto
mirará con descaro
las mentas yerbas de la esquinas,
hoy anegadas de orines
en su llanto al aire
de las frescas calles. Y las pisaré,
las pisotearé hasta borrar
toda huella de tus clavados verdes,
y compraré tu tumba arenosa
para ofrendarla al viento
lejano del huerto.
Que aquél reseque tus palmas
tristes de animal desmenuzado
y deshecho como la hojarasca
seca que, abono lleno,
cumplirá rediles, ejecutará
sentencias fértiles sin que el hombre
avieso, aquel hombre,
solicitara taquilla
o compra o venta de solares
donde quiso caer ya muerto.
Soy la mujer que sembró ciervos
a la puerta de tu establo,
soy yo, yo soy
el hombre que labró
la acera que encontraste.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
Liberta
Liberta
sin pies
normalmente las batallas del hombre
suceden en el límite entre la noche
de sus ojos y el día de sus manos.
si no sé ni dónde pisan mis pensamientos
mucho menos puedo pensar mis pies.
sin cabeza
se ha soltado la yunta
y ya no puedo arar.
Soy un animal
sin frente
ni amo.
sin cuerpo
Habiendo llegado al límite
qué hago ahora aquí.
soltar amarras e la nave va
sesgando y muy ciertos
agujeros la diluyen
en la salina transparencia.
sin palabras
mi mente catastrófica gobierna
su salida de este mundo inhóspito
y cruel pido un deseo
por todos los hombres
un abocarme
para deglutirme
por completo entiendo
pero no hay palabras
que me lo demuestren.
sin dios
en la inefabilidad de la sustancia
hallo la máquina del tiempo.
un soldado muerto me dijo:
no nombrarás
en vano.
Sofía Serra (De La exploradora)
sin pies
normalmente las batallas del hombre
suceden en el límite entre la noche
de sus ojos y el día de sus manos.
si no sé ni dónde pisan mis pensamientos
mucho menos puedo pensar mis pies.
sin cabeza
se ha soltado la yunta
y ya no puedo arar.
Soy un animal
sin frente
ni amo.
sin cuerpo
Habiendo llegado al límite
qué hago ahora aquí.
soltar amarras e la nave va
sesgando y muy ciertos
agujeros la diluyen
en la salina transparencia.
sin palabras
mi mente catastrófica gobierna
su salida de este mundo inhóspito
y cruel pido un deseo
por todos los hombres
un abocarme
para deglutirme
por completo entiendo
pero no hay palabras
que me lo demuestren.
sin dios
en la inefabilidad de la sustancia
hallo la máquina del tiempo.
un soldado muerto me dijo:
no nombrarás
en vano.
Sofía Serra (De La exploradora)
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