jueves, 22 de septiembre de 2011

Corazón de hierro batido (Canto otoñal)

(Correcciones "El deshielo")


Corazón de hierro batido (Canto otoñal)


Del edén eyaculado nacerá la estigia provocadora de las mieles, la mayúscula tiranía que dibuja el perfil sucinto de la voz sobre el eco, anterior al eco y futura resonancia de sí misma en la penumbra de la montaña que genera el valle del río que en la misma laguna acumula
todo el poso, todo el gemir de los crisantemos,
los enlodados barrios donde vitales sacuden
sus aletas los generosos y fluviales seres,
mis artes marciales, mis sobrecogedoras compañías
en el estómago vivo y palpitante...
En la rosada simiente de la aurora,
¿qué más puedo desear que tu acontecer?
Río cerrado, te marchaste sin recorrer
el sondable cauce de tu imparable
retroceder ante el sol, el ocaso y las estrellas,
te reservaste para un devenir sin lealtad
que auguraban ya las hojas caídas
sobre tu reflejo de todos los narcisos
llamados nubes, mimbreros o simples juncos.
Sobre el margen, sobre la orilla de tu lámina invertida
pasea el río de la vida,
el marginado río de la vida,
el suculento manjar de la bestia incorpórea,
la de la boca grande, la de la boca llena,
la de las fauces abiertas al son del canto inhibido,
la respuesta a lo que sin dedos
y sin amargo trago huye de su vínculo
buscando la desmesura de la sequía.


En el estero, desde el desierto,
fingen sus aromas los eternos candiles
de carburo hidrogenado.
Mas tú, viva, vuelcas la copa de tu refresco.
Vacía derramas el ardor candente de la juventud:
Doy a todas luces sobre el horizonte que nace inclinado,
siempre para las herrumbres, siempre,
hasta habilitar el estuario como negocio de chatarra.
Del orín del hierro a tu justa sólo hay una vida.


Y el borde, aquí este borde abisal
que en su sima te contuvo generando Roncesvalles
donde poder cavar la tumba del olvido sobre la temeridad
del ser humano y su orgiástico deseo de cumbre y sangre.
Aquí sobre este paso te rodeo para envenenarte.
Aquí levanto tu bandera para seguir matando
con la pena de lumbre y fuego,
que el amor cubre, el amor reparte,
el amor, tranquilamente, avanza sorteando
vestido de sí mismo,
como si no tuviera nombre, que no lo tiene,
ni el don para transformarte más que en hombre,
a duras penas,
sólo en hombre.


sofía serra (de "El deshielo")

martes, 20 de septiembre de 2011

El hombre avispado y globo

(Correcciones Nueva Biología)


El hombre avispado y globo


Se te quemó la garganta,
se te quemó al filo de la navaja
que supuse toda lenta y vaga.
Se te obstruyó el esófago,
se te obstruyó en el lago
que supuse todo muerto y vago.
Se liberó el porvenir,
se liberó la cansina respuesta
de tus labios a mi entrepierna.


Gusta, gusta esta fuente brava; se mi contenido.


De este despertar de avariento gozo
que me obsequia el aumento en tu partida doble
sobre mis manos,
deseo que de tus hombros
arrancas empecinado sobre el sordo bramido
que desde el fondo, tu gruta,
tu sentencia de hombre quiebras
sin dejar escapar el aire.
…Y son tus carrillos
globos que te deforman,
y yo, yo,
mentalmente visualizo tus finas facciones
de hombre mío y directo,
arcano grande,
mi arca de la alianza desnudada
de algo que ya dejas volar
explotando…


Cuánta hipocondríaca
tilde resulta todo.


sofía serra

domingo, 18 de septiembre de 2011

Septiembre (aniversario)

Septiembre (aniversario)


La paz se aposenta
como hada sin cuento
ni moraleja.
En las soledades descansa,
enemiga encubierta del mundo
y sus arpegios.


silbe la acetona del aliento
que yo me rasgueo confundida
entre las torres en tres d y las viñas doradas.
Los adioses no labran la vendimia,
ellos levantan uvas recitando
el diapasón del vino de la mejor añada.


la milonga y el cigarro,
el merengue y el palo de nata,
el mosto y el cubata que no pruebo,
el sabor del terciopelo –mío, es sólo mío-
en mis neuronas busca
y anida corcovado
mullendo los afilados cantos
de las piedras de tus riñones.
Excretar y presumir
sales facticias de ubérrimas gramas:
la urea labra de verde
el vejamen de la tierra
y su osadía
y mi posible olvido
de ti.


sofía serra, septiembre 2011

viernes, 16 de septiembre de 2011

yi-mn-asio

yi-mn-asio


Adónde llegaremos
con tantas letras
y tantas haches y hachas
de la guerra.
Casus belli.
Casual temor,
temblor de acidulantes
agitados y proteicos fluidos
manando de las papilas gustativas
del hemiciclostático,
más quieto
que nunca
el suelo.


Bonito espectáculo de asombro,
tantos muslos y hombros,
tantos oftálmicos globos
que cuelgan de la tv
como si fueran,
que tal vez lo son,
bolas de navidad.


Botan los muelles en el aire maestro
mientras pago el billete de ida
y uida.


sofía serra

jueves, 15 de septiembre de 2011

The big bang (Soliloquio del divino)

The big bang (Soliloquio del divino)


a los andarines virginales
y otras sombras.
a los impulsos sintomáticos
y otras partidas.
a los beneficiados por el sol
y sus lombrices
de flores de madera sostenidas
por el aliento enfermizo.
A la pandemia, a la miseria, a lo sublime, a lo que bebe del cataclismo de lava.
A la tremenda y a la bicefalia,
al conquistador renegrido por el hollín de las chimeneas de los trolebuses.
a la maroma extendida entre mis pies y mis pies.
Lisboa o cualquier otra ciudad
rociada de océanos.
Al lunar endoscopio, a las primeras luces que orientaron.
A las oportunidades varias de la piedra y de la yerba,
al elefante herido por la verdad
disparada por los dioses blancos, con lo que me gusta el negro.
A los ventisqueros helados y detonantes del misterio
del campo magnético detenido y justo
entre aquella curva y su opuesta,
a la amistad de los ciervos y de los bisontes,
a la liviandad, a la torpeza del erizo en su sabiduría,
al sorpresivo avance de la espiga sobre la línea horizontal del plano,
a la maldad acumulada en las montañas de los bosques azules,
a su amarillo siempre virgen y salvaje,
al verde tensioactivo,
a la soledad de la paz, que no es compañera de nadie.
A la guerra.


Llevo escribiendo siete días seguidos sin parar, los llevo sobre mi lengua, sin tragarlos, no bebo ni como ni siquiera puedo fumar: me he dado cuenta, me he contado dedo por dedo que podría seguir escribiendo eternamente sin otra cosa que hacer que dejar que las palabras lloren por estas teclas, el gráficamente ordenado afluir del pensamiento a las fauces del vacío exterior y traidor. Compilando y usufructuando desde mis manos la quiromántica respuesta a todos los signos que entre ruegan y bajo ordenan para dejarlas sin final. Sin punto y aparte, asterisco y firma. Repetir y estorbar, ensordecer o agrandar los oídos de quien habita un tercer espacio entre el lleno y la cerca de una espera que todos los dioses llevamos a cuestas. Implorar y pervertir, sostener y escindir el hábito marrón de la materia a la que viste. Contemplar. La mezquindad, la miseria, esa paz tan nuestra y compañera de todos los abandonos.
... Dejadme en paz, gritaban los adioses. Y yo los abandoné. Vine al campo de los hombres para acompañarme. Mi esencia concita el deseo de amor, la oportunidad de la resurrección de los gusanos, la del verde sobre esta superficie de terreno.
La paz y otras miserias escondidas.
La paz y, efectivamente, otras miserias.
Soy un hermafrodita sentado sobre el filo del volumen. A un lado el amarillo hueco, al otro, el blanco opaco: El plano. Caminarán las dudas y las preguntas por la baranda de mi pensamiento (sólo él se libra de esta orden ejecutora de escritura), terminarán cayendo sobre el colchón de mi cerebro: allá, tan lejos, no se hacen daño, logro dejarlo en la puerta de este mi hogar, los problemas del trabajo, afuera. Perpetuar las sogas y las esquirlas, así se hace, escribir inventando el mundo de lo decible para no transparentar la huella de la rosa. Quién nos habrá escrito, a mí, no, a mis dos mitades. Quién nos dice, a nosotros no, a mí, que no es la rosa la que escribe.


Aquí a costa
de la venta mendicante
dejo que la rosa escriba
sobre el arcén del tiempo.
Aquí anduve
caminando a solas
como cualquier hombre.


¿y qué pensar, solitude magnificat,
sino lo que otras voces embriagarán?
La rosa, la de descamisadas huellas,
anhela oriente y solicita venias:


bueno, buen Hombre, serás mucho,
pero ¿y qué si las estrellas cierran sus párpados
ante tu silueta y batallan diluviando
el retrotáctil de tu cola y anuncian
soledad
madre de todas las paces?
En la sabana confundían
luces las vidrieras diurnas
y los créditos de la noche,
hasta que llegaste con tu brillo
cuadrado de risa de pecho al aire.


A mí no me quedaba
nada ni nadie
salvo la posible guerra.


sofía serra
 
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