martes, 10 de mayo de 2011

Descanse mi perro grande

Cuando esta mañana escribí esos versos en la columna de la derecha no sabía que esta noche iba a dormir con un perro menos y un perro más.
(los copio aquí para cuando la entrada se mueva)

D
Esplazar el contenido de este verbo,
Para así detenerte en mi frente

Cuando nos vinimos a Sevilla hace dos años tuve que dejar a dos de nuestros perros en el campo, a Máximo y a Layla, sólo pude traerme a la más chiquitina, a Lupita. Me dolía no tenerlos cerca, pero sabía que allí estaban bien, los días entre semana en su perrera rodeada de madreselvas, porque se hacían compañía el uno al otro, como siempre se habían conocido. Era imposible, impensable, hacer vivir al más grande en un piso de la ciudad, un perro que desde los dos meses sólo había conocido yerba, campo, ovejas, algún pastor con mala leche y encinas, y que medía casi un metro de alto. Un perro potente que necesitaba lanzar la vista al horizonte del sur por la Sierra de Aznalcóllar  o al del Norte allá por Sierra Pajosa  para poder respirar.
Así que entonces Layla decidió quedarse con él. Layla... Layla es mi Layla, la perra más inteligente del mundo.
Hoy ha muerto Máximo, así que ya Layla duerme aquí.
No sé si lloro de tristeza o de paz.
Pero esta canción es la que cantan las encinas esta noche mientras Máximo corretea entre la yerba y las adelfas del barranco comiéndose el aire.





Máximo bueno-máximo grande.
Máxima generosidad la tuya,
que te has quitado
dándome.

No te preocupes, Máximo,
que a tu consorte,
mi bebé de cuatro patas
que amamanté por la madrugadas
cuando ni tú habías nacido,
la cuidaremos como
tu amiga hasta la muerte,
tu compañera,
tu amante,
tu perra, tu locura
de aromas de hembra
esparciendo
su celo y su culo
en tus fosas nasales
ya duerme dormida
más sola, más viuda,
más limpia también,
con la tele delante.

Máximamente descanses, Máximo,
ladrándole al Seguiriya
hasta que por el barranco
corriendo entre las patas
se le quiten las ganas
de lanzar una pedrada
a un perro tú,
a un perro rey,
a un perro enorme
como tu corazón de gigante.

Sofía Serra, 9 de Mayo 2011

lunes, 9 de mayo de 2011

Vitálica-poética

Tras unas horas de descanso en las que he aprovechado para, entre otros menesteres, ordenar mis útiles de labores de ganchillo y costura y disfrutar y gozar con la visita al Antiquarium de Sevilla (qué maravilla, dios mío, emocionada hasta los tuétanos, la historia es muy larga, algún día expondré un reportaje completo con fotos y texto sobre el Mercado de la Encarnación, desde que lo recuerdo sobre los 10 años hasta ayer mismo, o sea, serán 38 años de palabras y fotografías) más asistir a un concierto de violín y contrabajo durante el que, como desde pequeña me sucede cada vez que escucho música clásica, terminé con las lágrimas saltadas y el corazón botándome en plena calle Tetúan de Sevilla, retomo correcciones.
Está claro que las voy intercalando.
Esta vez  dos del poemario que hace poco cerré: "El muriente". No tengo transcritos aquí estos poemas.

Vitálica 

me desdibujé florida tumbada a boca abierta
inscrita en las clausuras simétricamente opuestas
a lo que me sostiene
di lo que sin saber ofrecía

mi ser de Hombre por amor
a las bellas artes de lo humano

invalidando

las migajas de los fueros,

mas yo inconclusa me centro
en privanzas,
y ya perdida me encuentro
en andanzas
de lo que fui y sigo siendo
concretada en estos límites:
mi silueta y mis perfiles

remedan en búsqueda inversa

una ronda de noche.

la memoria hace de las suyas
levantando acta de recuerdo
desdeñado ha,
¡ah!, el mar,
hoy te cruzo de puntillas,
me sincronizo y me devuelvo
a un lugar que es sólo mío.
Mi rastro endecasílabo
enhebra verso abierto,
soy yo que una misma veo
en este proceso de perpendicular pesquisa.

Poética

Andaba a tientas con la bonanza y el barranco
racimando avena y comiendo girasoles
cuando desde la suerte me agazapó la idea
de tu desdicha. Saltó al mineral de mi pecho
como gotas que salpicaran desde tu aleta.

Fue cuando el mar ya lo cubrió todo.
Y entonces, me convertí en sirena.

(Sofía Serra. Diciembre, 2010)

sábado, 7 de mayo de 2011

El dis-curso

(Corrigiendo "Nueva Biología")


El dis-curso

Duelen las patrias: Suelen.
Padecen las matrices: Hacen.
Penan los enseres sobre los que vacilamos,
si discurrir sí…
si pensar no…
Ajustamos el estómago a las curvas
ciñendo nuestro patri-monio, o matri-monio,
a meras huellas de partidas. O llegadas.
De nacimientos o defunciones,
(de cualquier tipo, hechura o estilo, todo hay que decirlo)
están los archivos repletos, colesterol saturando
ácidos que nos ayudan a digerir
que no somos ya,
ni tan siquiera,
un disimulo divino.
Ni siquiera amor,
ni siquiera pabilo.
Si acaso sombras, mía sombra y tuya sombra más
la del edificio o la de la señal al ocaso,
sombras juntas,
sombras hechas
sombra una sobre
el suelo.

Él nos redime de los límites.
¿Qué nos impide entonces?

(Sofía Serra, 2010)

jueves, 5 de mayo de 2011

El precipicio

El precipicio

Allí estaba ella, él entregado a la libertad
donando sus capicúas flores,
flores como orgasmos quietos,
arrítmicos, suspensos de lámparas
implícitas sobre el escenario.
La jornada partió el camino,
el camino se sostuvo colgado
de los dos salientes sobre el río,
el río fue un hilillo de baba
resbalando por la comisura
izquierda de tu boca.

¿Hasta cuándo dormirás
ahora que han encendido las luces
los vecinos y puedo contemplarlos
eliminando las huellas de su crimen?
Qué bello el río recorre
la calle al fondo
cristalina llego
me rompo y estarzo sobre los adoquines.

Adolezca de todos los gozos
con tu nombre mientras
no te averigües mientras
no te sane la solícita
costumbre de dormir al viento
del voyvén.

Tú y mi despedida de ti.
Tan lejanos vados.

Sofía Serra, Abril 2011

martes, 3 de mayo de 2011

"A un artista de las dos dimensiones" (en audio también)

Cuando lo he visto subido, me han entrado ganas de grabarlo en audio, así que repito entrada y la otra la borro. Hace ya mucho tiempo que no lo hago, creo que demasiado.



A un artista de las dos dimensiones

No son rosas, ni falta que hace.
Deberían inventar un nombre para este estado:
el estómago ancho, no cebado, la percepción
de otro que se asimila en tu sangre,
en cada célula, en cada vestigio del paso
del pensamiento
que es el que siente.
Conciencia.


...Que para la rosa
baste nazca la flor,
el vuelo de tus pestañas embarcando el cielo
en el dibujo preciso de la mirada.
Ni un traspiés, ni un sinvivir, ni un convenir.
Un tú y yo y la espera del sol
resbalando por la fuga del suelo.
Evidencia.


Y me sobreseo,
y me sobrevuelo por tu rondó del aire
rozando la curva de la hechura plana
que aproxima fiebre al acceso de tus dedos.


Así que el alba nació.
Blanco que no sé de dónde viene
ni hacia dónde me mueve.


Sí y no, que ya me confundo.
Sí y sí, que ya planea el mundo.


Fluir con una especie de condena,
llegar con cierto destense de las bridas,
quebrar, penetrar, desvestir…
Desprender este espacio que a mí sola entorpece.
Lograr aplastarme hasta habitar tus dos dimensiones.

Sofía Serra
 
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