viernes, 16 de diciembre de 2022

La primitiva

 

Primitiva


Me queda poco sobre lo que pensar.

un solsticio de animosos cantores

se apiña en torno a las manos

rezadoras, orantes a salvo

de la nieve que golpea

desde el abeto solo

en algunos países del norte.

Serpentean el cuervo y la herida.


nematodos, Némesis,

frenólogos y otras lindes.


efectivamente nos quedan cuatro días.

efusivamente andan inquietos

a ese lado del mundo

los expatriados como tú y yo

quedamos solos

ante el vecino

que no se movió, no se mutó

en zíngara salvaje y tierna

en el zaguán de su puerta. 

y me entrenaré en sonsacarte la herida

hasta que no quede más

que albas puntas de un doméstico

desaire de geometrías,

volutas de la radio-esfera

que suministran tus cabildos gozos,

esos que la penumbra sostiene

sobre mi cabeza para no destocarte,

para que siempre acontezcas

aunque yo ya muera, 

aunque tú ya mueras

o ambos muramos

ojo a ojo, diente a diente,

de rabo a cola en el otro descabello,

el de las pieles rojas 

y verdes.


Descombatir el desvío hueco

y el absoluto vejamen

de las cosas.

Denostar, aunque no te rías, 

perpetrar y subsumir, 

contrincar.


En rojo y verde me siento

sobre la tierra, me hundo

en el barro y camino a cuatro

suelas o lados que vuelan alto.

No necesito padres para sostenerme,

me basta el duro suelo 

de tu mente y el tierno vello

de tu brazo que enciende el sol,

tú, fuliginoso hombre cuadrado

con verde nuca transparente,

eres mi auténtico amor,

con todos los inconvenientes

de un mío verdadero amor,

incluido el desgarro

de mi roja pulpa.


Los goces, para los civilizados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.