que ni dormir me consienten.
el calor avariento duerme hombres
y adoquines, se rebela abreviando
el ritmo vital consanguíneo
y correspondiente de clara luz,
la opacidad sucede al orto,
como si el sol se hubiera consumido
y cayera el telón del escenario
sobre la esperanza.
Queda algo por hacer y no soy yo.
Descansan tranquilos
el poder del usufructo y
la menoscaba en las huertas.
La tartamudez de este verano
convive con la grave sombra
lenta y gruesa, como si el orbe
se hubiera inflado y contenido
en cláusulas de gomaespuma.
Duermen los lechos hinchados de noche
hueca, evacuan sus tripas de muelles,
vomitan el calor de látex
que suelda pieles a las aguas
saladas de las sábanas.
Se desalienta el aire inútil
de un mundo que se ha estropeado
y hemos dejado en la acera
del dominio. A salvo las barrigas
se desplazan como globos oculares
torpes y grávidos recorriendo
el curso de las descarriadas
calles, plazas y playas.
Nulos transeúntes,
oscuridad en el misterio,
negación de dioses.
No se hace el día.
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Algunas veces quisiéramos que la noche no acabase querida amiga.
ResponderEliminarUn abrazo.